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  • Las tejedoras de un pueblo andaluz que hacen frente al calor con techos al crochet: “Para nuestra tierra lo hacemos gratis”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/07/2025 04:34

    Las piezas fueron confeccionadas por un grupo de mujeres del taller municipal de crochet “Pese a que tienen entre 47 y 80 años —algunas incluso han llegado a los 86—, para mí son mis niñas. Es inevitable. A veces me vuelven loca, pero la verdad es que más que enseñarles yo, ellas me enseñan a mí. Hay mujeres con muchísimo nivel”, asegura Eva Pacheco con una mezcla de orgullo y ternura. Profesora de crochet y empleada del aeropuerto, Eva comparte su tiempo entre la limpieza de aviones y la docencia en tejido. Lo que comenzó como un pequeño taller en Alhaurín de la Torre, una localidad de la provincia de Málaga, se transformó en una red solidaria capaz de cambiar el paisaje urbano y emocional de todo un pueblo andaluz. Según relató El Español de Málaga, la transformación del municipio comenzó en 2019, cuando un proyecto de arte textil cubrió las calles del centro con más de 500 metros cuadrados de techos de crochet. La iniciativa surgió a partir de la inquietud de los vecinos por el efecto térmico de los antiguos toldos de plástico, que en lugar de refrescar, intensificaban el calor en las zonas peatonales. En verano, las temperaturas en Alhaurín de la Torre superan con frecuencia los 35 °C, y no es raro que en julio y agosto se alcancen los 40 °C. Aquel reclamo derivó en una propuesta del Área de Medio Ambiente del Ayuntamiento, que contactó a Eva a través del Área de Mayores. Así nació un taller que empezó con siete mujeres y pronto creció a cuarenta. “Fue un crecimiento brutal. Ahora somos como una familia”, resume la profesora. Las tejedoras de Alhaurín transformaron el espacio público con arte textil colectivo Bautizadas por los vecinos como las ganchilleras de Alhaurín, las mujeres no solo tejieron lana e hilos. Tejieron vínculos. Construyeron una comunidad donde el arte, la colaboración y la autoestima se entrelazaron con cada puntada. El proyecto también les dio visibilidad: su trabajo se viralizó en redes sociales y atrajo a turistas, fotógrafos y curiosos de todo el mundo. Su belleza es extraordinaria para quienes aprecian los tejidos hechos a mano. La pandemia de COVID-19 supuso un obstáculo inesperado. Las restricciones impidieron reunirse, conversar, compartir el café mientras tejían. Pero la voluntad del grupo no flaqueó. Eva mantuvo el contacto con sus alumnas y se organizó para llevarles material a sus casas. “Llevamos la pandemia bien. Cada una tejía por su cuenta, y así seguimos adelante”, recuerda. Los toldos de crochet cubren las calles del centro de Alhaurín de la Torre desde 2019 Superada la emergencia sanitaria, las tejedoras retomaron sus encuentros semanales en el Centro de Mayores del municipio, reforzando el sentido de pertenencia y la colaboración entre generaciones. La demanda por participar en el taller fue tal que Eva se vio obligada a limitar el cupo. La convivencia entre mujeres con distintos niveles de experiencia se convirtió en uno de los logros más destacados del espacio: las más avanzadas ayudan a las recién llegadas, y entre todas se acompañan y alientan. Muchas de las participantes son adultas mayores, algunas viudas, para quienes estos encuentros son un espacio vital. “A veces les digo que tienen que esperar porque estoy con otra compañera, y me responden que tienen prisa, que se van a poner en huelga. Ya ves tú... ¡la prisa que tendrán! Pero bueno, hay que quererlas”, bromea Eva. Los techos de crochet no solo dan sombra: también tejen vínculos y comunidad El proceso de confección de los techos es tan meticuloso como simbólico. Cada pieza puede llevar hasta dos meses de trabajo individual, y la planificación se extiende durante todo el año. Los diseños son elegidos por las propias tejedoras. En 2023, por ejemplo, realizaron un homenaje al club de baloncesto Unicaja, después de que la entidad las invitara a un partido. El impacto de la propuesta va más allá de lo decorativo. Los toldos no solo dan sombra y embellecen el centro urbano: también se convirtieron en un símbolo de orgullo femenino. Las piezas se elaboran con materiales reciclados, paciencia y dedicación. Para Eva, la historia también tiene un costado personal. Nacida en Almendralejo, llegó a Alhaurín de la Torre durante unas vacaciones y decidió mudarse definitivamente. Su vínculo con el crochet comenzó en otra etapa de su vida, cuando trabajaba como vigilante y buscaba una forma de sobrellevar las largas horas. Hoy, aunque su jornada laboral es extensa y agotadora, asegura que enseñar le resulta reparador. “Es una recompensa verlas disfrutar. Te cambia el día”, confiesa. Cada diseño es único y elaborado a mano con materiales reciclados El respaldo institucional fue clave para la consolidación del proyecto. Las participantes no pagan por asistir al taller ni por otras actividades municipales, como clases de informática o danza, lo que facilita la inclusión. “En otros sitios piden cuotas simbólicas de 30 euros, pero aquí tienen esa suerte. Ellas no quieren ni descansar. Les digo que en julio y agosto no tengo tiempo por el trabajo en el aeropuerto, pero les da igual. Si fuera por ellas, no paraban nunca”, dice Eva entre risas. El propio alcalde, Joaquín Vilanova, y su equipo han manifestado su satisfacción con el impacto de la iniciativa, que pasó de ser una solución local a convertirse en un atractivo turístico reconocido. Y el trabajo de las ganchilleras no se detiene en verano: durante el resto del año confeccionan adornos navideños para los árboles del pueblo. Otro momento en que los españoles sacan a relucir su creatividad en las calles. La muerte de una de las integrantes más queridas, Pepa, dejó una huella profunda en el grupo. La mujer llegó a confeccionar catorce piezas en apenas nueve meses, mientras otras apenas terminaban una. Tejer fue para ella una forma de sobrellevar internaciones hospitalarias y mantenerse activa hasta el final. La iniciativa nació como una alternativa sostenible a los antiguos toldos plásticos El reconocimiento traspasó fronteras: desde otras partes del mundo solicitaron réplicas de los techos. “Nos han llamado para pedirnos que los hagamos para otros lugares. Querían una réplica para una aldea en Finlandia, pero huyen cuando escuchan los precios. Para nuestra tierra lo hacemos gratis, pero el crochet tiene mucha mano de obra. Una manta de dos por dos puede costar 300 euros... imaginate un toldo. Eso no lo entiende mucha gente. Más allá del material, lo que más deberían valorar es la dedicación y el cariño con que se hace”, explicó Eva al medio malagueño. Las incansables crocheteras de Alhaurín hicieron algo más que sombra: construyeron comunidad e identidad con hilos coloridos que hoy forman parte del paisaje y del corazón del pueblo.

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