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» Jackemate
Fecha: 24/07/2025 03:03
Comparte este Articulo... Por Ricardo Marconi (*) En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial Ricardo Sicre –hijo del médico nacido en Bellver, Cerdanya, un pueblito de Lérida con sólo 2.000 habitantes, fue espía de Estados Unidos en la España franquista y, posteriormente, dejó de lado el idealismo para convertirse en un ser pragmático, logrando hacerse millonario y amigo entrañable de los poderosos. La primera misión que se le ordenó fue la de ingresar de manera clandestina en la Embajada de España en Washington y forzar la caja fuerte franquista, donde se presumía que se hallaban las claves telegráficas para comunicarse con Madrid y así conocer las intenciones de España en dicho conflicto bélico. Sicre, para lograr su objetivo, se relacionó con la secretaria de la embajada española y, a partir de allí, la convenció de que lo ayudara en el cumplimiento de las órdenes que había recibido. Como en todos los casos, los estadounidenses le comunicaron con claridad meridiana que, si fallaba y era detenido, no podrían mover un dedo para salvarlo. Pero el enviado cumplió con lo que se le había ordenado. Emilio Sicre, el padre del agente de Inteligencia que nos ocupa fue militante de Esquerra Republicana y espía de la OSS, la agencia precursora de la CIA y hombre de negocios durante la dictadura de Franco. El progenitor de Sicre no tuvo la oportunidad de estudiar porque cuando sólo tenía 17 años estalló la guerra y pudo, a pesar de las limitaciones que sufrió, armar una familia con su esposa y cuatro hijos. Ricardo lo recordaba siempre, en su chalet de Puerto de Pollensa, Mallorca, ofreciendo a todos café con leche y ensaimada, acompañado de uno de sus 10 perros. También a Ricardo le venían a la memoria flashes oníricos en los que recordaba por milésimas de segundos el piano de cola que había en su casa y una biblioteca donde primaban los libros de historia, mientras que, a pocos metros, junto a los sofás sobresalían dos colmillos de elefante, junto a los cuales estaba retratado Emilio, teniendo como fondo panorámico nada menos que Kenia, África, en 1958. Ricardo, fallecido en 1993 –según un artículo de Álvaro Corcuera, reclutaba comunistas españoles exiliados en el norte africano para introducirse en territorio español como agentes secretos, mientras militaba en el bando republicano. Dos años más tarde fue reclutado y enviado al frente y tras la guerra huyó al sur francés, donde fue a parar a un campo de refugiados, donde se enseñoreaba la diarrea y otras enfermedades por la que moría gente a diario. Tuvo la suerte de que un amigo de su padre contratara a una enfermera inglesa y, gracias a ella, lograron huir los dos al Reino Unido. En tanto, en Argelia, bajo dominio francés, muchos republicanos que lograron escapar en barco como el Stanbrook y algunos de los españoles -fieles a la República-, fueron reclutados posteriormente por Ricardo, aunque terminaron forzados por el régimen colaboracionista de Vichy a trabajar en la construcción del ferrocarril Transahariano, hasta que la invasión aliada los liberó de su situación como prisioneros. Exiliado Pero regresemos a Ricardo Sicre. Tras arribar exiliado al Reino Unido, a principios de la década del 40, fue reclutado para la Home Guard, una fuerza civil que tenía que resistir a una más que probable invasión alemana. Llegó a desempeñarse, al mismo tiempo, en una peluquería y por esa circunstancia aleatoria conoció a uno de sus grandes amigos, el escritor Robert Graves, al que comunicó su enorme interés de marcharse a Estados Unidos y al llegar a la costa del país de Norte, se arrojó al mar, antes que la nave llegara a atracar en Ellis Island, donde las autoridades controlarían su documentación. Felizmente nadando llegó a la costa sin papeles y con lo puesto, todo empapado, por lo que debió esconderse dos días hasta que sus ropas se secaran. Sólo contaba a su favor con los contactos que su amigo Graves le había proporcionado y que eran personas que estaban relacionados con movimientos de izquierda. Ese dato, no menor, hizo que los individuos que recién conocía estuvieran controlados por la policía estadounidense y por esa razón Ricardo terminó siendo ubicado e identificado como miliciano republicano, motivo suficiente para que lo detuvieran. Los que lo interrogaron le ofrecieron dos opciones: Lo extraditaban a España, donde iría seguramente a formar parte de los metros cuadrados de una celda o colaborar –gracias a su experiencia-, con Estados Unidos en el área de espionaje. No tuvo duda alguna. Se convirtió en espía. A todo esto, sobre España, Estados Unidos tenía motivaciones sólidas para andar preocupado con el gobierno español, más aún cuando entró en la Segunda Guerra Mundial en 1941. En el frente europeo, Franco se mantenía neutral, pero tanto Washington como Londres, temían que se uniera al Eje y por ello peligraran Gibraltar y el control del Mar Mediterráneo. Operación Torch En razón del nuevo escenario estratégico surgido, los Aliados, en el sector de Inteligencia se ocuparon en diseñar, en primer lugar, la que denominaron Operación Torch, que supuso el desembarco de 70.000 soldados en la costa de Marruecos y Argelia. En sólo una semana las fuerzas aliadas se hicieron con el control del territorio y aseguraron el control del Mediterráneo. Entre los miles de soldados desplegados en el norte de África se encontraba Ricardo , convertido en Richard Sickler, quien con esa doble personalidad, escondía al agente del Office of Strategie Service, fundada por Franklin D. Roosvelt, presidente de Estados Unidos, quien estaba descontento con los servicios secretos de la Army y la Navy, debido a que los dos organismos sufrían los efectos de la falta de credibilidad por el ataque japonés a Pearl Harbor, el que implicó el ingreso de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, aunque –vale recalcarlo- hay analistas que afirman que el gobierno norteamericano conocía lo que iba a suceder, pero dejó que los kamikazes japoneses atacaran para justificar con razón su decisión de ingresar al conflicto. El plan invasor Hay que recordar, asimismo, que, con el Mediterráneo Sur en sus manos, los norteamericanos e ingleses diseñaron la Operación Blasckbone, un plan para invadir España, en caso de que Franco entrara en la guerra junto a Hitler. Los norteamericanos, a través de sus espías, sabían que la izquierda española compartía un mismo objetivo que los Aliados: el derrocamiento de Franco, por lo que la izquierda y Sicre reclutaron españoles republicanos que acababan de ser liberados de los campos de concentración argelinos. La idea era clara: Había que montar una red de espionaje de la OSS, al frente de la cual estaban Donald Downes y Ricardo Sicre en España. Se planificaron siete operaciones con nombres clave y todas eran frutas, que se correspondían con siete ciudades españolas, aunque dos se llevaron a cabo<<. Banana, en Málaga y Albaricoque, en Medellín. Finales de 2016 En la Gran Vía madrileña Jean- François Bueno, de 68 años, de baja estatura y sonrisa perenne viaja desde Marsella para concurrir al estreno de Espías en la arena. Objetivo España. Bueno vivió en Orán, Argelia hasta los 17 años y su padre, Francisco Bueno, un republicano era uno de los agentes que había reclutado Ricardo en el norte africano para trabajar en favor de los Aliados, quienes sabían, con meticulosidad, que tipo de espías necesitaba. Francisco había sido entrenado durante la Guerra Civil en el Servicio Español de Información Periférico, el contraespionaje de la República. Tenía mucha experiencia -lograda entre 1937 y 1939- en introducirse entre las líneas fascistas para conseguir información. Los tres primeros agentes enviados a la costa malagueña, España en 1943, luego de haber recibido entrenamiento en Argelia para concretar la Operación Banana a bordo del Prodigal, un barco de la Armada Británica y, a continuación, se inició la fase activa de Albaricoque, a través de la infiltración programada en Melilla de otros dos comandos. La Red Sicre transmitió información detalladas a los Aliados, la que se interrumpió cuando la radio desde la que emitían datos desde Málaga se rompió, por lo que Downes y Sicre debieron planear un nuevo desembarco para enviar piezas de repuesto y más material secreto, pero por imperio de las circunstancias el Prodigal no llegó a puerto, debiendo los británicos abandonar la operación y dejaron a los estadounidenses solos con sus agentes españoles contra Franco. Apostar a la diplomacia fue la decisión del embajador Samuel Hoare del Reino Unido, eso sí, con un complemento: los sobornos con el aporte de un banquero: Juan March. Compraron a varios generales franquistas, incluso al hermano del general Franco, Nicolás, para que influyeran en el jefe de Estado y lo inclinaran a tomar la decisión de no entrar en la guerra al lado junto a Alemania. En julio de 1943 los Aliados desembarcaron en Sicilia y en Setiembre acometieron el asalto a Italia. Downes se hallaba entre los que llegaron a la costa italiana, tras lo cual abandonó la Operación Banana para ser sustituido por Franklin Holcomb. Sicre continuó liderando la red de españoles republicanos, aunque estos nunca supieron su verdadera identidad ni su nacionalidad. Así, en setiembre de 1943, Ricardo envió a otros tres agentes hacia España, a bordo de una nave francesa, ene l marco del dispositivo de la Operación Banana. Francisco Bueno era uno de ellos, quien como era de Málaga, estaba al tanto de cada recoveco de la costa y tenía múltiples contactos en el terreno. Estaba acompañado del comandante de tanques Jaime Pérez Tapia y el radiotelegrafista Manuel Lozar. El desembarco En este caso, los espías desembarcaron con armas, una radio nueva y 50.000 pesetas -que en esa época representaban una fortuna-, tras lo cual se dedicaron durante dos meses a transmitir información desde territorio español. Francisco Bueno, como cada noche, fue a ver a su esposa, más precisamente a la casa del padre de ésta, en Málaga. Una cortina de la casa estaba corrida y la luz se hallaba encendida. Es era la señal acordada de peligro y en razón de ello emprendió la huida. Así y todo, la Brigada Político-Social detuvo a su esposa y a su suegro y los condenaron a 15 años de cárcel y a pena de muerte, respectivamente. Al final, debemos apuntar que cumplirían 2 y 12 años de prisión, tras la revisión de sus condenas. En 1943 el PCE estaba dividido, ya que Jesús Monzón era partidario de aliarse con los americanos., mientras que Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo, desde el exilio, en Moscú, ordenarían el cese inmediato de colaboración con los Aliados. De esta manera, la derrota de las operaciones de espionaje de la Red Sicre llegó cuando la policía detuvo a un militante comunista: Antonio Rodríguez López (a) “El Chato”, que delató a decenas de agentes, calculándose que la cifra final alcanzó a aproximadamente doscientos. Ejecuciones Obviamente llegaron a producirse juicios sumarísimos y como era de esperar lo propio ocurrió con las condenas a muerte. En la prisión de Alcalá de Henares, siete de los hombres de Sicre estimaron que Estados Unidos trataría de salvarlos. Pero la ayuda no llegó. Fueron fusilados y enterrados en una fosa común, la número 39 del cementerio. Y entre los abatidos se hallaba el compañero de Francisco Bueno en aquel desembarco de Málaga, en 1943, Manuel Lozar. Familiares del muerto lograron, en el tiempo, los denominados Archivos de Defensa y tomaron conocimiento del expediente de Manuel Lozar, donde constataron que había sido uno de los espías de la OSS, fusilado por “auxilio a la rebelión”. Después de su fusilamiento, la madre de Lozar le rogó a la mujer de Franco, Carmen Polo y se “impuso la Ley del silencio. Que nadie se entere de nada”. El efecto Banana La Operación Banana tuvo un efecto demoledor para la familia Sicre. Estados Unidos no intervino, argumentando que así evitaba la muerte de sus agentes. Franco no iba a entrar en guerra y acabaría siendo un aliado de los americanos, ya que en 1953 se firmaban los pactos de Madrid y Estados Unidos instaló bases en España. En 1944 Ricardo Sicre recibe la orden de trasladarse a Francia para desarticular una red de espías nazis, allí infiltrados tras la retirada alemana. Allí trabajaba Betty Lussier, piloto británica de la Royal Air Force, a quien había conocido en África y de la que se enamoró y se casaron, teniendo un hijo, Emilio Sicre. Luego de vivir un breve tiempo en Estados Unidos la pareja se trasladó a España para trabajar en la World Commerce Corporation., una compañía dirigida por Frank Ryan, un agente de la OSS. En realidad, la empresa era una organización de espías que estaba ligada a la CIA. Era una fachada para cubrir objetivos del espionaje norteamericano, según surge de investigaciones que realizó el historiador Ángel Viñas. En 1948 Ricardo Sicre y su esposa regresaron a Barcelona y luego advirtieron que la centralidad de los negocios estaba en Madrid, donde fueron a dedicarse a la importación y a la exportación de arroz con Japón, de divisas con los emigrantes españoles en América del Sur y más adelante se asoció con la Pepsi, tras lo cual hizo lo propio con la comercializadora de un wisky, con la que hizo una importante fortuna, a tal punto que no sólo se compró una casa, sino que también adquirió un barco y comenzó a relacionarse con los más poderosos y con funcionarios de primer nivel. “Algunas versiones lo mencionaban en el marco de una administración muy corrupta”, especificó Viñas. Fiestas, salidas para cacerías, corridas de toros eran eventos sobre los que Sicre siempre estaba en las sombras. Era muy habilidoso como pocos en España y participó de la creciente industria cinematográfica recibiendo a artistas y actrices en su mansión, “donde concurrían Paul Newman, Charlton Heston, Ava Gardner, y hasta Lola Flores iba a bailar organizando tablaos”, según admitió el hijo de Ricardo. Después de la dictadura pasaron por el chalet Juan de Borbón, Dalí, Gala, Miguel Dominguín, Ernest Hemingway, el príncipe Rainiero de Mónaco, Narcis Serra y Rafael Alberti, entre otros. En el medio de esas fiestas Ricardo Sicre, advirtió con pesar, como los norteamericanos se habían abandonado y olvidado de los espías españoles. Lo propio sentía cuando se enteraba como los componentes de los partidos de izquierda se asesinaban entre ellos por el poder”, según señaló uno de sus hijos. Ese mismo hijo, a El País, de España, además, acotó en una entrevista, que su padre “fue perdiendo sus ideales y comprendiendo que debía ser práctico a advertir que tenía muy pocos amigos de verdad. (Jackemate.com) (*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política
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