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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/07/2025 10:56
Todos los productores del planeta están complicados por los precios de los commodities agrícolas. Mucho peor aquellos que soportan una desmedida presión tributaria (Reuters) Los productores no se quejan de gusto. Prima una conjunción negativa para el negocio del agro, entre precios internacionales, presión tributaria y paridad con el dólar, si bien este último factor se ha vuelto algo menos restrictivo en los días recientes. En este contexto –y a ciencia cierta en cualquier otro-, las retenciones conforman un tributo fuertemente distorsivo, que grava ingresos en lugar de ganancias, rompe las relaciones entre los insumos y los granos, reduce fuertemente el incentivo a invertir y castiga en mayor medida a las áreas más alejadas del puerto. Pero además, le quita recursos al interior del país, porque impactan de lleno en la capacidad de inversión del sector. Un trabajo de CREA advierte que el campo se ve afectado no sólo por las limitaciones estructurales de la economía argentina sino también por ya casi 100 años de medidas discriminatorias prácticamente ininterrumpidas. En 2023, las políticas sectoriales implicaron una transferencia de USD 6.320 millones desde los productores hacia el Estado, y el escenario no ha cambiado demasiado; la Argentina es el único país de América que desincentiva la producción agropecuaria en lugar de apoyarla. Hoy por hoy la rentabilidad agrícola proyectada es baja, pese a que las lluvias propiciaron la recarga de los perfiles y dejaron un buen punto de partida para la campaña 2025/26. En cuanto a los ingresos, las cotizaciones internacionales actuales y futuras de los granos no muestran valores atractivos, como resultado de relaciones stocks/consumo elevadas en algunos casos, y una oferta global relativamente abundante, generada sobre todo por Estados Unidos y Brasil. La soja es el cultivo más perjudicado por la aplicación de derechos de exportación y va a perder área de siembra (Reuters) CREA destaca que en este contexto, los precios en dólares ofrecidos al productor muestran una tendencia nada atractiva, con las posiciones futuras entre 15 y 20 % por debajo del promedio de los últimos cinco años. Junto con los condimentos negativos de la economía argentina, determinan que el precio en pesos constantes recibido por los productores a comienzos de este mes, se ubicara entre los peores registros de la serie, de acuerdo con su poder adquisitivo en relación a una canasta de bienes del resto de la economía. En este sentido, el economista Gabriel Caamaño calcula un precio real efectivo para la soja en el mercado local que ha evolucionado de USD 170 a USD 188 con el último corrimiento del dólar, pero que es el más bajo desde los primeros meses de 2018. Solo como referencia, la oleaginosa ofrecía unos USD 430 en 2008, o USD 416 tras la explosión de 2022 generada por la guerra en el Mar Negro, siempre usando la misma metodología de cálculo. Estos números eximen de mayores comentarios. Un alto porcentaje de los planteos de soja de segunda sobre trigo proyectan resultados negativos con rindes normales. Habrá que apostar a una elevada productividad (INTA) La ecuación se completa con costos menos amigables que en el pasado. A partir de los sobreprecios generados en los últimos meses por las turbulencias de la geopolítica a nivel global y la eliminación del impuesto PAIS en la Argentina, los insumos y los bienes de capital han empezado a alinearse con su valor internacional en un momento en que este se ha encarecido, más rápidamente en el primer caso, en tanto los bienes de capital aún deben seguir corrigiendo su precio. Muchas de las herramientas que utiliza el agro han alcanzado altos valores expresados en moneda dura. Es decir, asumiendo rindes “normales”, el problema radica en una estructura de ingresos y costos que compromete el negocio. CREA indica que los costos logísticos son un buen ejemplo de cómo la volatilidad cambiaria maquillaba las carencias estructurales. Respecto del promedio de los últimos 5 años, se necesita un 45 % más de soja para cubrir la tarifa de referencia de CATAC para un flete de 350 km, que a su vez sigue transitando sobre la misma infraestructura deficiente. En este contexto, el Radar Agrícola CREA proyecta los resultados operativos para el tándem trigo/soja de segunda en la campaña 2025/26. Indica que el 23% de los cultivos del país se encuentra con resultados operativos neutros y el 64% se mueve en zona de pérdidas, asumiendo rindes en línea con el promedio de las ultimas 5 campañas. El maíz es un cultivo exigente en insumos que van acercándose a sus valores internacionales. Así y todo parece mejor parado que el resto (AP) En este marco, para devolver la rentabilidad al sector es clave profundizar la agenda de reformas microeconómicas que el Gobierno viene llevando adelante, y dentro de esto un punto crítico pasa por la eliminación de los derechos de exportación. Sus efectos hoy son especialmente graves dado que no son moderados ni por el tipo de cambio ni por los precios internacionales. La potencialidad perdida para el país en materia agrícola puede verse no solo en el progresivo rezago respecto del principal competidor regional, Brasil, sino también comparando con la dinámica de otros sectores dentro del propio agro, que captan más rápidamente los beneficios de la estabilidad y no padecen derechos de exportación. Una referencia para comprender el punto en el que nos encontramos es el ranking elaborado por el International Institute for Management Development (IMD), que ofrece una medición integral de la competitividad sistémica de las economías de los países. En primera instancia, el puesto 64 para el desempeño económico de la Argentina refleja un entorno macroeconómico con mejoras significativas en relación a 2023, pero con una situación que todavía dista de estar normalizada. El dólar se está moviendo, para ubicarse entre el promedio y el límite superior de la banda. Ayuda, pero no alcanza con eso en tanto se cobren retenciones (Reuters) Está claro que la economía no podía continuar por el mismo camino que venía abonando el populismo. A las devaluaciones seguían ciclos de desmejora de la competitividad, vía aumentos de precios al interior de la economía, que llevaban a una nueva ronda de devaluación, a la aceleración inflacionaria constante y a un impacto en la calidad de vida local, describen los técnicos de CREA. En este marco, el Gobierno eligió anclar el tipo de cambio como condición necesaria, junto con el ajuste fiscal y monetario, para bajar la inflación. Por otra parte, si bien desde abril el dólar es mayormente libre –excepto para las empresas-, el Gobierno monitorea de cerca la flotación vía las bandas cambiarias y la intervención en los mercados de futuros, que apuntan a mantener un tipo de cambio real estable. En otras palabras, el programa económico causó la baja de la inflación, pero el manejo de la paridad obliga a buscar mejoras estructurales para dar la batalla global a partir de otros aspectos no relacionados con el tipo de cambio. Según CREA, parece abrirse una nueva etapa donde es necesario trabajar en la agenda largamente postergada, es decir, reformas microeconómicas, regulatorias e impositivas que doten de competitividad genuina a la economía en general y al sector agropecuario en particular.
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