Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • ¿La inteligencia artificial puede reemplazar a la terapia?

    » Sin Mordaza

    Fecha: 21/07/2025 18:16

    La normalización de referentes artificiales de apoyo emocional también puede mermar nuestra resiliencia. Frente a una crisis real -una discusión, un fracaso profesional, un duelo inesperado- la respuesta de una IA siempre estará diseñada para confortarnos, sin provocar el malestar necesario que fomenta la maduración personal. Al suavizar cada conflicto, corremos el peligro de forjar individuos frágiles, carentes de la fortaleza para navegar los altibajos inevitables de la vida humana. A su vez, la cuestión de la privacidad no deja de ganar relevancia. Muchos usuarios expresan desconfianza ante el uso masivo de sus datos por parte de grandes plataformas. Por un lado, se critica la excesiva recolección de información personal; por otro, se lamenta que los sistemas no guarden memoria suficiente para ofrecer un acompañamiento más coherente. Esta dicotomía pone de relieve la contradicción entre el deseo de intimidad con la IA y el temor a la vigilancia de las Big Tech. Mirando hacia el futuro, cabe preguntarse cómo estas dinámicas afectarán nuestro comportamiento social y emocional. Si aceptamos que buena parte de nuestras necesidades afectivas sean satisfechas por algoritmos, podríamos asistir a un desplazamiento de la interacción humana presencial hacia burbujas sintéticas. Esto tendría un impacto profundo en la estructura de comunidades y en la salud mental colectiva, modificando normas de convivencia y reduciendo la actividad en espacios de discusión cara a cara. Si cruzamos la baja en las tasas de natalidad global, el desapego emocional de las redes sociales y las ahora complacientes parejas virtuales, tenemos la receta perfecta para un nuevo capítulo distópico de tu serie de ciencia ficción favorita. Para mitigar estos riesgos es imprescindible establecer salvaguardas de diseño. Una opción consiste en educar respecto de las limitaciones de los modelos e introducir límites de tiempo en las sesiones de IA, de modo que el usuario reciba alertas al superar un umbral configurado. Debemos incorporar recordatorios claros sobre la naturaleza artificial del interlocutor, reforzando la conciencia de que se trata de un simulacro y no de un vínculo humano auténtico. Asimismo, es vital desarrollar programas educativos que incluyan formación en discernimiento digital y gestión emocional en un entorno mediado por IA. Además, resulta aconsejable combinar el uso de agentes automáticos con espacios de apoyo humano. Modelos híbridos permitirán alternar sesiones de IA con encuentros presenciales o virtuales con profesionales de la salud mental y grupos de soporte. De este modo, se mantiene la accesibilidad y disponibilidad de la tecnología sin renunciar a la riqueza del diálogo humano, garantizando una supervisión experta que detecte señales de dependencia excesiva. Finalmente, la creación de marcos regulatorios y estándares éticos será esencial. Gobiernos y organizaciones internacionales deben colaborar para definir políticas de transparencia en el uso de datos, protocolos de seguridad y requisitos de consentimiento informado. La industria tecnológica, por su parte, debe comprometerse con auditorías independientes y certificaciones que garanticen prácticas responsables en el desarrollo de sistemas de acompañamiento emocional. El verdadero reto consiste en encontrar el equilibrio entre el potencial transformador de la IA y la necesidad insustituible de contacto humano. Solo así podremos aprovechar la comodidad y el alcance de un tutor virtual sin renunciar a nuestra esencia: el encuentro con el otro, con sus defectos y virtudes, lo impredecible y lo imperfecto, que finalmente nos construye como seres humanos completos. CEO de Varegos y docente universitario y secundario especializado en IA. Fuente: Ambito

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por