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  • Un plan económico incompleto

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 20/07/2025 08:30

    No hay soluciones mágicas para los problemas ancestrales que afrontamos. Argentina lleva décadas de desmanejo, y pretender que todos los problemas se solucionen en apenas un par de años es una ilusión de improbable cumplimiento. El programa económico del presidente Milei contiene varios elementos que apuntan a resolver cuestiones de política económica que provocaron nuestra declinación: el tamaño del estado, el déficit fiscal financiado con impuestos excesivos y con emisiones descontroladas de dinero, la intervención del estado de manera creciente en las cuestiones privadas. Factores que causaron una inflación de más de 100% en los últimos 70 años, y de casi 40% en lo que va del siglo XXI y nos condenaron a un estancamiento económico que fue sumiendo cantidades crecientes de argentinos en la pobreza. La convicción para terminar con el déficit fiscal y con la emisión de moneda sin respaldo son dos iniciativas claves para comenzar a desandar esas décadas perdidas. La liberalización (incompleta) del mercado cambiario y la menor intervención en la fijación de precios internos van en igual sentido. Todos estos avances son medios con los cuales normalizar una situación a todas luces anormal. Sin embargo, se quedan cortos como para poder ser considerados un plan económico. El superávit fiscal no es un plan económico, ni tampoco lo es acabar con la emisión espuria de dinero; son herramientas básicas, sin las cuales armar un plan integral podría ser imposible, pero no nos dicen cuál es el modelo de país que pretendemos construir. En eso consiste un plan económico integral: en definir qué queremos ser. En esto, apenas tenemos esbozos. ¿Queremos ser un país con mayores libertades económicas, en las que el estado sea menos una carga y esté menos involucrado en negocios que puede realizar el sector privado? Eso parece claro. Menos claro parece ser qué tipo de matriz productiva imagina el Gobierno para el país. Un país más libre en lo económico debería hacer fluir sin dudas el capital hacia los sectores más competitivos. Pero el derrotero del tipo de cambio y la inflación, y la falta de inversión en infraestructura básica, no parecieron ir en tal sentido durante el último año. Parece haber ahí una contradicción entre lo pretendido y lo que ocurre. Quizás las urgencias sean las que crean este conflicto e impiden diseñar un plan más consecuente con los objetivos finales. Si esas urgencias fueran de naturaleza puramente económica, nacidas de la necesidad de cimentar algunas bases para luego poder pensar mejor, podríamos pensar que las fricciones en la infraestructura y en la rentabilidad de los sectores más competitivos es un mal necesario, aunque temporario. Pero si las urgencias pasan a ser de naturaleza política, nacidas de la necesidad de cimentar no las bases de la macroeconomía sino las de la popularidad del gobierno para asegurarse una victoria en las elecciones, nos quedarían unos cuantos casilleros por avanzar antes de creer que hay un futuro en el cual podamos creer y un plan al cual aferrarnos a la hora de tomar nuestras decisiones de inversión y consumo. Fuente: El Entre Ríos

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