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  • George Orwell, cronista de la Guerra Civil Española: la batalla por dentro y “la fe en la revolución”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/07/2025 04:52

    "Homenaje a Cataluña" (Ediciones IPS) de George Orwell Cuando George Orwell llegó a Barcelona la encontró “sorprendente e irresistible”. Fue el 26 de diciembre de 1936. Tenía 32 años, dos novelas y una extraña autobiografía. Como periodista, su objetivo no era otro que, según sus propias palabras, “escribir artículos periodísticos”, narrar la revolución, pero terminó integrando las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista. “En esa época y en esa atmósfera parecía ser la única actitud concebible”, escribe. Sin embargo, existe la leyenda de que el propósito era otro. Unos meses antes, a mitad de año, en las navidades, Orwell se encontró en París con Henry Miller. Ya se conocían; habían intercambiado correspondencia. Cuando Miller publicó Trópico de Cáncer en 1934, el gobierno estadounidense la sacó del mercado por su “contenido sexual”. Orwell lo había defendido. Ahora, en un café parisino, Miller le pregunta por qué quiere irse a España, para qué. Orwell apoya ambas manos en la mesa, incorpora su largo cuerpo, y le dice: “Voy a matar fascistas, alguien debe hacerlo”. “Por primera vez en mi vida me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas”, escribió en Homenaje a Cataluña, las crónicas de guerra que publicó en 1938, ya en Inglaterra. Comienza con la imagen de un joven miliciano italiano que lo “conmovió profundamente”: “Era el rostro de un hombre capaz de matar y de dar su vida por un amigo, la clase de rostro que uno esperaría encontrar en un anarquista, aunque casi con seguridad era comunista. Había a la vez inocencia y ferocidad”. Ilustración: Sergio Cena “Casi todos los edificios, cualquiera que fuera su tamaño, estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; las paredes lucían la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios”, cuenta Orwell en este libro que acaba de ser reeditado por el sello argentino Ediciones IPS con ilustraciones Sergio Cena, Iara Rueda y Mariana “Fula” Torrez, y una larga presentación a cargo de Daniel Lencina. En ese prólogo, Lencina afirma que el motivo no es otro que “la sensibilidad del autor por reflejar las penurias de la clase obrera y su adhesión general al proyecto socialista de luchar por una sociedad igualitaria y sin opresión, en oposición al capitalismo”. “Es un libro para que lo puedan leer trabajadores y jóvenes, un material para hacer circular en las barriadas e incluso es una fuente primaria para el estudio de la historia contemporánea en la enseñanza pública; secundaria, terciaria y universitaria”, asegura. Ilustración: Mariana “Fula” Torrez Lo más interesante del libro no está en su reivindicación socialista ni en su cronología historiográfica, sino en el análisis de una revolución en ciernes, con sus grandes pujas internas y los factores externos. Orwell explica que se unió a las milicias del POUM porque estaba vinculado al Partido Laborista Independiente, pero no tenía idea que había serias diferencias entre las fuerzas republicanas, ni que “los estalinistas tenían la sartén por el mango y, por lo tanto, se daba por descontado que todo trotskista estaba en peligro”. Homenaje a Cataluña es una larga y detallada crónica política pero también un compendio de lecciones para quienes quieran tomarlas en las revoluciones del futuro., y sobre todo una antorcha en la oscuridad de este presente: “Por encima de todo, existía fe en la revolución y en el futuro, un sentimiento de haber entrado de pronto en una era de igualdad y libertad. Los seres humanos trataban de comportarse como seres humanos y no como engranajes de la máquina capitalista”. Ilustración: Iara Rueda Tras casi cinco meses en el campo de batalla, una bala lo devolvió a las letras. Fue en Huesca, el 20 de mayo de 1937, cuando una herida en la garganta casi lo mata. Harry Milton, guerrillero estadounidense, lo contó muchos años después: “Escuché el sonido nítido de un disparo a alta velocidad y Orwell inmediatamente cayó de espaldas”. Milton lo socorrió enseguida, detuvo el sangrado y le dio los primeros auxilios. Luego, varios compañeros lo llevaron a un hospital. Fue el final. Tuvo que volver a Inglaterra. Durante mucho tiempo, cada médico que le revisaba la herida le decía: tuviste mucha suerte. “Uno de ellos me dijo, con aire de autoridad, que la bala había pasado a ‘un milímetro’ de la arteria. Ignoro cómo podía asegurarlo. Ninguna de las personas con quienes hablé en ese periodo dejó de asegurarme que un hombre que sobrevive a una herida en el cuello es el ser más afortunado de la tierra. No pude dejar de pensar que habría sido aún más afortunado si la bala no me hubiera tocado”, escribe. El regreso a la vida cotidiana no fue fácil: un poco de periodismo cultural, otro de prensa oficialista. Pero ya no era el mismo. Pese a sus frecuentes intervenciones periodísticas, la literatura se convirtió en el terreno predilecto donde los torrentes de la imaginación narrativa, devenida adrenalina revolucionaria, funcionaba como venganza socialista. Luego llegarían Rebelión en la granja y 1984, su gran trascendencia. Para Orwell, su mayor epopeya fue otra: matar fascistas, luchar por la revolución.

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