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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 20/07/2025 04:50
Tráiler de la serie "Mobland", dirigida por Guy Ritchie “Si digo que voy a hacer algo, se hace.” La frase, pronunciada con una calma casi inaudible por Tom Hardy -así es a lo largo de los 10 capítulos-, resume la esencia de MobLand, la serie de crimen organizado creada por el bueno de Guy Ritchie. El hombre fue alguna vez famoso por ser “el marido de Madonna“, pero sobretodo por una extensa y variopinta filmografía que va de películas ultraviolentas, otras tan graciosas como olvidables e incluso sus versiones de íconos británicos como Sherlock Holmes, el Rey Arturo y El agente de C.I.P.O.L.. Claro, todos recordamos Juegos, trampas y dos armas humeantes, y Snatch: Cerdos y diamantes; con sus matones de acento inentendible, autos veloces y muchos golpes y disparos, en acciones ambientadas en una Londres que se ve lejos de las postales idílicas del Tower Bridge o la abadía de Westminster. Así que ahora es para celebrar que el hombre esté detrás de Mobland, con sus clanes mafiosos enfrentados por el tráfico de drogas en una capital imperial que asume en todo su esplendor la velocidad del siglo XXI. En una escena, el personaje de Tom Hardy, pistola en mano, advierte a dos delincuentes que apenas ha arrancado: “Ahora mismo estoy en primera. ¿Quieren verme pasar a sexta?” La amenaza, tan serena que roza lo cómico, revela el magnetismo de un personaje que sostiene la serie incluso cuando el guion flaquea. Harry de Souza, el fixer de la familia Harrington, es “tranquilo e infalible como Bruce Lee” (como escribió Caetano Veloso) y en su impavidez y oscuridad remite a otro “arreglaproblemas” como Ray Donovan (una de las grandes series de este siglo). MobLand, la nueva serie de Guy Ritchie, explora el crimen organizado en una Londres moderna y violenta Por cierto, el origen de la serie se explica a partir de esta referencia. MobLand nació como un derivado de Ray Donovan: bajo el título provisional The Donovans, iba a narrar los orígenes criminales de la familia irlandesa del antihéroe Ray que interpretó Liev Schreiber. El proyecto, sin embargo, cambió de manos y de cadena, pasando de Showtime a Paramount, y se transformó en una historia original ambientada en Londres, aunque arrastrando algunos clichés de su concepción inicial. Volviendo a la trama: a partir de Tom Hardy y de su magnética presencia de amable violento, se construye la estructura narrativa de una serie que tiene a Pierce Brosnan -algo impostado su acento irlandés, pero bueno, se lo puede perdonar por fue James Bond con bastante solvencia- y sobre todo a Helen Mirren, mala como la peste, en su rol de jefa del clan en las sombras, manipuladora y letal. La premisa de MobLand reúne ingredientes reconocibles: dos clanes criminales enfrentados, una familia irlandesa que domina el tráfico de drogas y armas en Londres, y un ejecutor implacable que limpia los desastres de sus jefes. El clan de los Harrigan, liderado por Conrad (interpretado por Pierce Brosnan), ha amasado una fortuna con la heroína y ahora, empujado por la avaricia, se lanza al mercado del fentanilo. Esta expansión los enfrenta a los Stevenson, una dinastía rival encabezada por Richie Stevenson (Geoff Bell), cuya enemistad con los Harrigan se intensifica cuando el hijo de Richie, Tommy, desaparece tras ser visto de fiesta con el nieto psicópata de Conrad, Eddie Harrigan (Anson Boon). La serie destaca por sus personajes carismáticos y está marcada por la acción y el drama El detonante de la trama llega en el primer episodio, cuando Eddie, tras una noche de excesos, apuñala a un hombre en un club nocturno. “Le di un pinchazo”, cuenta Eddie, incapaz de sonar convincente en el argot de matón. Este incidente amenaza con desatar una guerra total entre los Harrigan y los Stevenson. La tarea de contener el conflicto recae en Harry Da Souza, quien debe someter a Eddie, apaciguar a Richie Stevenson y manipular a los testigos del apuñalamiento, alternando entre la persuasión y la intimidación según convenga. Todo esto mientras su vida doméstica se desmorona: su esposa Jan (Joanne Froggatt) le exige terapia de pareja, pero el deber criminal siempre interrumpe cualquier intento de normalidad. La serie se apoya en la capacidad de Tom Hardy para dotar a Harry de una mezcla de confianza y eficacia. El personaje, aunque curtido en la violencia, actúa como un ejecutivo eficiente: negocia con la policía, disciplina a los subordinados y ejecuta despidos fulminantes. Hardy le imprime una elocuencia incisiva, apenas salpicada por la rudeza de su pasado como soldado raso del crimen. Tom Hardy lidera un elenco estelar en una historia de clanes mafiosos y violencia El universo de MobLand se completa con figuras tan excéntricas como peligrosas. Conrad, el patriarca, alterna entre la euforia y la brutalidad, mientras su esposa Maeve (Helen Mirren) ejerce un control sutil y omnipresente, capaz de manipular las perversiones de los hombres a su alrededor. El hijo de ambos, Kevin (Paddy Considine), carece del instinto despiadado necesario para liderar, lo que convierte a Harry, ajeno a a los lazos de la sangre pero favorito del clan, en el verdadero brazo ejecutor. La puesta en escena de Ritchie explora sus escenarios emblemáticos y favoritos: gimnasios de boxeo, pubs, clubes, callejones, un cuartel general frente al O2 Arena sobre el Támesis y una mansión en los Cotswolds, en la zona más bella y cara que se puede encontrar en aquellos que los ingleses llaman countryside. La narración es está lograda y los hechos (casi siempre violentos, al fin y al cabo es lo que se trata la serie) fluyen. Es decisivo para esto que Guy Ritchie haya evitado el tono de farsa que empañó otras obras suyas. Se mantiene dignamente en el terreno del drama y eso juega a su favor. Helen Mirren descolla como una mujer manipuladora y brutal, la verdadera jefa del clan mafioso El resultado es, igualmente, una narración predecible de mafiosos haciendo cosas de mafiosos, con acentos irlandeses que, en ocasiones, rozan la caricatura (ay Pierce Brosnan). Por supuesto, la serie no escatima en violencia ni en lenguaje explícito. En los primeros diez minutos, el espectador asiste a una ráfaga de insultos, una ejecución con metralleta y una escena sangrienta en un club sexual al ritmo de “Firestarter” de The Prodigy. Marca registrada de Guy Ritchie y apenas han pasado los créditos. En fin, que la serie tiene todos los ingredientes: Hardy como ejecutor brutal, Brosnan como patriarca de acento incierto y Mirren divirtiéndose en el papel de mamma manipuladora. Sin embargo, la suma de talentos y recursos no descolla. La historia, los personajes y los acentos se suceden con la previsibilidad de un bingo criminal, mientras la cámara recorre una Londres tan estilizada como peligrosa. Coda: la adictiva canción “Starburster”, de la banda irlandesa Fontaines D.C. -muy en boga en circuitos de gusto alternativo- que abre cada capítulo, obliga a pensar dos veces la opción “omitir intro”. Lo cual ya es mucho decir en este tipo de entretenimiento seriado. [Fotos: prensa Paramount +]
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