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    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/07/2025 04:48

    "¿Qué significa hoy ser amigo o amiga? ¿Cómo estamos gestionando nuestros vínculos?"(Adobe Stock) En un contexto donde la polarización divide mesas familiares y la soledad se disfraza de chatbot, el Día del Amigo nos enfrenta nuevas y viejas preguntas para reformularnos cómo cultivamos vínculos auténticos en este mundo cada vez más fragmentado y automatizado. Cada 20 de julio celebramos algo que parece eterno, pero que hoy necesita ser repensado: la amistad. Esa red invisible que nos sostiene, nos define y también nos confronta. En medio de una coyuntura signada por la polarización ideológica, el avance de las tecnologías “afectivas” que acompañan en el día a día y la creciente fragilidad emocional, nos lleva a preguntarnos: ¿Qué significa hoy ser amigo o amiga? ¿Cómo estamos gestionando nuestros vínculos? En Argentina, la grieta dejó de ser solo un término político para convertirse en una fractura emocional. Según una investigación de Trendsity de 500 casos a nivel nacional, 4 de cada 10 personas reconocen haber distanciado amistades por diferencias ideológicas. La conversación política se ha vuelto un terreno resbaladizo y muchas veces elegimos callar para no perder vínculos, o directamente dejamos de frecuentar a quienes piensan distinto. Las redes sociales, además, amplifican esas tensiones: nos “desamigamos” más rápido que antes, muchas veces con un click, o con una desaparición de clicks. Sin embargo, nuevos fenómenos aparecen. Y mientras unos vínculos se cortan, otros emergen en formas impensadas. La inteligencia artificial se cuela en el mapa emocional, especialmente entre las nuevas generaciones. Chatbots conversacionales, apps que simulan empatía, asistentes virtuales que “nos escuchan” sin juzgar. ¿Estamos ante una nueva categoría de amistad? ¿O simplemente frente a un síntoma de una soledad que no sabemos cómo llenar? Los datos nos marcan una tendencia: en jóvenes de entre 18 y 25 años, el 27% ha probado algún tipo de compañía virtual con fines afectivos o emocionales, ya sea para conversar, “sentirse acompañado” o incluso evitar la ansiedad social. No estamos hablando de ciencia ficción o de películas ya vistas. Estamos hablando de vínculos “personalizados”, relaciones programadas para no decepcionar. Aún no podemos anticipar la efectividad o las consecuencias. Pero también hay señales contraculturales. Círculos que se cierran con la preocupación de cuidar, conservar y cultivar lo más humano. Grupos de pertenencia más reducidos pero más íntimos por ejemplo, la creación de comunidades de afinidad, la búsqueda de humanización de las relaciones entre marcas y personas. Detrás del ruido digital, hay una búsqueda silenciosa de autenticidad. En este contexto, la amistad se vuelve no solo un lazo afectivo, sino un acto casi político. Resistir la lógica de la cancelación. Sostener vínculos a pesar de las diferencias. Elegir estar, incluso cuando es incómodo. Porque ser amigo hoy no es solo compartir gustos, sino animarse a transitar las disonancias sin romper. La inteligencia artificial podrá simular presencia, pero no recuerda ese café improvisado, esa charla a medianoche, ese silencio o mirada cómplice. La amistad real –la que duele, la que sana, la que se ríe de uno mismo– no se automatiza. Este 20 de julio no celebremos solo a los amigos de siempre. Pensemos también en los que perdimos. En los que podríamos recuperar. En los que aún no conocemos, pero que pueden llegar si nos animamos a mirar más allá del algoritmo. Porque en un mundo fragmentado y acelerado, la amistad es el refugio más poderoso que nos queda.

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