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  • La visión de Hernán Casciari sobre la vejez, la autenticidad y el derecho a decir “no” en la próxima etapa

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/07/2025 04:41

    La próxima etapa, según Hernán Casciari, permite despojarse de obligaciones sociales y actuar con mayor fidelidad a uno mismo En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, Hernán Casciari, escritor, editor y narrador argentino, compartió una profunda reflexión sobre las etapas de la vida, la serenidad que llega con la experiencia y el deseo de vivir los años que vienen sin caretas ni obligaciones impuestas. Con su estilo directo y honesto, habló del respeto que le tiene al paso del tiempo, de cómo organiza su vida en bloques de 15 años y del objetivo que se impuso para la próxima etapa: que nada ni nadie le quite la paz. Revivió el infarto que cambió su vida a los 45, el vínculo entre creatividad y adicciones, su relación con el silencio y el diálogo interno que sostiene con su “hemisferio derecho”. Además, reflexionó sobre la fragilidad de la paz, la crianza de sus hijas y el amor. El episodio completo ya está disponible en Spotify y YouTube. Hernán vivió en Barcelona entre 2000 y 2016. Tras un infarto en 2015, regresó a Buenos Aires y se consolidó como un innovador independiente. Fundó Editorial Orsai, la Revista Orsai y la Escuela Orsai de Narrativa. Autor de novelas y cuentos, dejó grandes medios en 2010 para apostar por la autogestión. Sus relatos inspiraron obras como Muchachos y El mejor infarto de mi vida. Desde 2021, trabaja con la Comunidad Orsai, formada por miles de socios productores. Casciari defiende el derecho a priorizar el deseo propio, asumir el paso del tiempo y dejar de complacer por compromiso (Imagen Ilustrativa Infobae) — ¿Tenés como una conciencia muy grande del paso del tiempo? ¿Es algo en lo que pensas mucho? — Sí, pero no sé si es exactamente el paso del tiempo como temor a la muerte, tengo mucha conciencia de las etapas que se requieren para estar vivo y llegar en cada etapa al nivel que corresponde. Me da muchísima vergüenza la gente que está en la etapa incorrecta, cuando lo veo, cuando lo detecto, digo: “¡Uy! Este viejo haciendo eso en Tik Tok, qué feo”, haciendo una boludez que no es de su etapa. Yo le tengo muchísimo respeto a que en cada etapa ocurra lo que mejor tenemos para transitarla. Y yo estoy en la previa a la vejez, pero estoy empecinado en llegar de la mejor manera posible, con la cabeza súperordenada, con el tiempo suficiente para el disfrute. Estoy armándome un caminito que es cada vez menos actividades enérgicas, cada vez más actividades de la razón, y no tanto del cuerpo. Estoy tratando de entrar a la etapa que viene, que para mí son los 60, yo divido todo en 15, entonces sé que cada 15 años hay un cambio muy fuerte. A los 60 me viene uno muy interesante, me falta todavía bastante, pero lo estoy preparando… Hernán Casciari reflexiona sobre la vejez como una etapa que permite ejercer la autenticidad sin negociar con las expectativas del entorno — ¿Y qué quisieras que pase? ¿Qué quisieras que tenga ese cambio? — Que no me rompan las bolas nadie, que no haya un solo ser humano, ni una sola circunstancia, ni una sola razón que me rompa los huevos, ese es mi objetivo general. Yo creo que la mejor etapa del mundo es esta o es la que viene, si agarrás bien la ola no hay nada mejor que la serenidad con solvencia económica y experiencia, no hay nada mejor que eso, porque tenés todo a favor, siempre en estas etapas de 15. De 0 a 15 aprendés, lo único que hacés es aprender, pero no en la escuela, aprendés a caminar, a hablar, a desarrollarte, a tener un vocabulario, a saber si sos los del fondo del aula, los de adelante o los del medio, aprendés si sos extrovertido o introvertido, aprendes a masturbarte o a cog*r, cualquier de las dos, pero aprendés los primeros 15 años. Los segundos 15, o sea de los 15 a los 30, ponés en uso ese aprendizaje sin ningún tipo de experiencia, te va bastante para el orto, e incluso en los éxitos, porque estás tanteando a ciegas. De los 30 a los 45, que es la etapa más energética que vas a tener, porque nadie va a tener más energía que de los 30 a los 45, que es donde formás la familia, donde te pensás en serio, en un futuro, en una labor, en un oficio, en una profesión, en una dinámica. Esa edad tiene en contra que poseés la experiencia pero no necesariamente el capital para desarrollarla, te falta todavía un toque, estás ahí, haciéndola, tratás de hacerla con una pala o llegar a fin de mes o comprarte el departamento o hacer el viaje que querés. Pero estás siempre en donde el dinero está rompiendo los huevos sin parar, porque tenés hijos por primera vez o porque tenés dos o porque tenés tres. O porque no tenés ninguno y entonces queres vivir la vida de diez personas al mismo tiempo. De los 45 a los 60 empezás, si tenés suerte obviamente, a tener una solvencia económica, los hijos están, pero son una ayuda, un acompañamiento, hay un aprendizaje, está todo bien y sobre todo empezaste a aprender realmente a ser tu tarea en tanto tu tarea sea tu vocación. Casciari divide el aprendizaje en la vida cada 15 años, y afirma que siempre se aprende (Imagen Ilustrativa Infobae) — ¿En cuál estás vos y cómo te sentís con eso? — Yo estoy esa, en el 45 a 60, y la estoy pasando muy bien, muchísimo mejor que en todas las etapas anteriores en donde siempre faltaba algo, o experiencia o guita o necesidad, en esta no tengo ninguna cosa que esté fallando, pero me falta todavía el poder decirle que “no” a todo lo que no quiero, por eso cuando me preguntás el objetivo de lo que va a pasar de los 60 a los 75, el objetivo es que no me rompan los huev*s. Es poder decir “no” a cada una de las cosas que no quiero hacer, a dejar de caretear, incluso en la mayor profundidad. Ahora aprendí por suerte a no caretear, no careteo, si algo no me gusta lo digo, si alguien no me gusta me voy, me chupa un huev* bastante todo, todavía quedan cositas, quedan resabios, pero yo creo que estoy hurgando para que a los 60 no haya ni una cosa a la que yo le tenga que decir: “¡Uy! Sí, esto lo tengo que hacer”, ¿sabes por qué?. Porque en esa etapa va a haber una cosa a la que yo le tenga que decir: “Bueno, vení”. — ¿Cuál es? — El cáncer, la muerte, la mierd*… Va a venir, ese es el final del camino, es salir de una consulta y que el médico te haya dicho: “Mira, lo que tenés ahí no es bueno”. Esa es la última careteada, y quiero que sea esa, no quiero que sean boludeces. No que te digan: “¡Ay! Tenemos que ir a cenar a lo del matrimonio tal, pero tenemos que ir porque…”. Casciari afirma que vivir con autenticidad empieza cuando se pierde el miedo a parecer desagradable o incorrecto — Te quiero preguntar por un libro tuyo que son tus charlas con tu hemisferio derecho, que tiene que ver con esto que estamos hablando ¿cómo es la relación con tu diálogo interno? — Es tremendo. Ese libro inaugura una forma que nunca perdí de comunicación. Soy tremendamente amigo mío, pero tremendamente, por eso también el silencio, la soledad, no sé si es algo que ejercité como musculatura sino más bien algo que tuve que ejercitar para no quedarme en silencio solo, pero yo aprendí a conversar conmigo, a tener idea, pingponearla y poder duplicar en la cabeza el que pregunta y el que responde. En ese libro que se llama “Charlas con mi hemisferio derecho” cuento la primera vez que conocí esta posibilidad que en ese momento era muy rústica, tenía dos lapiceras, una azul y una negra. Y con la azul me hacía preguntas, que no sabía qué repuestas tenían y después agarraba la otra y trataba de contestar con absoluta sinceridad. Esto los chicos hoy lo hacen con el chat GPT, les interesa más hablar con una entidad que con una persona, tienen menos vergüenza para hacerlo. A mí me pasaba eso, yo podría haber ido a un psicólogo, pero preferí construir esta comunicación interna en donde voy entrando y saliendo de mi propio subconsciente, no a placer, no a piacere, pero sí con una estructura y con una verosimilitud. Escribo como respuesta lo que yo creo y la pregunta no me sé la respuesta. Al principio lo hacía con mucha rusticidad, después empezó a fluir y hoy converso conmigo con muchísima naturalidad y no tengo la sensación de estar solo. Jamás me pasa el “no sé qué hacer”, jamás me aburro. En un viaje en avión o en un lugar tranquilo, que estoy en una sala como esta, con dos micrófonos, donde estoy hablando con el otro de las cosas que más me divierten en el mundo, estoy en mi propia fiesta, me gusta mucho eso. Pero lo encontré, lo busqué, hubo algo y ese “algo” que antes yo te hubiera dicho: “Es una búsqueda creativa”, hoy te puedo confesar que me parece que tiene que ver con que he sido siempre muy antisocial y que necesitaba conversar con alguien. Esto no lo he hablado en ningún lado, no es algo que yo tenga como una teoría para afuera, pero para mí tiene que conversar y tiene que divertirse con los defectos de la otra, cada voz se tiene que divertir, no tiene que ser solemne. Lo que sí ocurre es cuando una de las dos voces se calla, eso siempre fue doloroso y confuso en las etapas en las que yo no sabía que ese era el problema, “¿por qué me está pasando esto? ¿y por qué me está pasando esto otro?”, porque una de las dos voces se calla. Después hay muchísimo suplemento en otras personas, te estoy hablando de mí hoy donde estoy tremendamente cascarrabias y encerrado, pero no siempre fui así. De los 45 a ahora que es esta etapa, es Julieta, mi mujer, sin duda, con las personas que puedo hablar de todo. Cuando dejó de fumar, "el cerebro se puso en huelga", contó Casciari (Imagen Ilustrativa Infobae) — ¿Cómo se diferencia tu crianza con la que vos les das a tus hijas? — Un montón. Yo era un chico curioso en una casa donde no había mucha curiosidad, no había libros, estaban todo el tiempo persiguiendo alcanzara el dinero. Nunca nos faltó nada ni a mi hermana ni a mí, pero no se hablaba de otra cosa más que de guita, la que faltaba. Cuando el primer tema es la guita hay un problema siempre, no importa si tenés mucha o poca, cuando el primer tema es ese hay un problema y en mi familia había, ese tema era el tema. Y yo era tremendamente curioso. Con mis hijas es muy distinto, tanto la más grande como la que ahora tiene ocho, vivieron en dos casas de dos continentes distintos, en dos circunstancias muy distintas de sus padres, donde lo único común soy yo, el padre, pero nunca fue la guita el primer tema, nunca. La casa está llena de libros, aquella casa está llena de libros y esta casa está llena de libros, pero no de libros para figurar, no de esos libros que juntan polvo en bibliotecas que nadie mira. Libros en el suelo, libros abiertos, libros como diversión, y entonces ese cambio a mí me parece que es fundamental, es un gran cambio respecto a mi infancia, a lo que yo viví. Yo creo que es mejor esto y al mismo tiempo creo que lo mío fue espectacular como niño, no la pasé mal, todo lo contrario, tengo recuerdos lindísimos de cada vez que alguien externo a mi familia me regalaba un libro y estuve muy en contacto con la lectura y con la escritura desde muy chiquito gracias a vecinos, una tía política, una serie de casualidades maravillosas que generaron que a mí me gustara mucho y tuviera mucha curiosidad por lo que terminó siendo mi oficio. Las chicas: Nina, que tiene 21 y Pipa, que tiene 8, de una no sé cuál va a ser su oficio porque es muy chiquita. La otra estudia literatura inglesa y le pegó toda esa infancia de alguna manera, su mamá era productora de teatro, yo era escritor en el momento en que ella era chiquita y le pegó por ahí y no hace otra cosa más que leer, interesarse, buscar. Y la que tiene 8 tiene un papá que cuenta cuentos y una mamá que es socióloga y va a salir para ese lado, no sé bien qué. Pero nosotros tampoco es que hacemos un esfuerzo enorme para inculcarle y para decirle lo que hay que hacer, sino yo creo que ella nos ve divertirnos mucho en nuestro trabajo y eso me parece que no tiene con qué darle, cuando vos ves que tu papá y tu mamá se están cagand* de risa con aquello que trae el dinero a casa, es que ya aprendés un montón de cosas con esa sola circunstancia. La mirada de Casciari sobre la vejez apunta a desmitificarla y reivindicarla como una etapa de lucidez y poder individual Crédito: Diego Barbatto — En algún momento dejaste de escribir cuando dejaste la marihuana porque para vos era como un hábito que iba muy en conjunto y cuando tuviste que dejar dejaste otra. ¿Cómo saliste de eso? — No fue exactamente con la marihuana sino con el tabaco en general y con todo lo fumable. Tengo que poner primero de manifiesto que yo, hasta que dejé de fumar, el día exacto que fue el 6 de diciembre de 2015 que dejé de fumar para siempre, yo no fumaba solamente tabaco. Los diez años anteriores yo fumaba unos cigarros armados viviendo en España que tenían un 90% de tabaco y que yo espolvoreaba con un poquito de marihuana siempre y yo estaba en un estado crucero permanente, corridito de la realidad, pero no drogadicto, no sin saber quién era. Estaba en un lugarcito y no podía estar sin eso porque me generaba tanta adicción el tabaco como ese espolvoreo. En un momento tengo un infarto jodido, chot*, todo tapado, me salvan la vida y el cardiólogo me dice: “No podes volver a fumar, o sea, fumás uno más…”, no me hablaba de la marihuana, me hablaba del cigarro. “Fumás un cigarro más y explotas como un escuerzo”. Y dejé de fumar. Yo escribía un cuento todas las semanas para el diario “El Mundo” de Madrid, viviendo en Barcelona y a la semana siguiente intenté hacer el cuento, era tan evidente que yo no sabía escribir sin fumar. Yo empecé a escribir y a fumar a los 12, 13 años, o sea fueron muchos años de hacer las dos cosas siempre al mismo tiempo, que mi cerebro entendió que eran la misma cosa, entonces yo me ponía a escribir el cuento y lo primero que pasaba estaba en la segunda línea del cuento y mi mano derecha empezaba a tantear el tabaco. Era la mano no era yo, y me acordaba, “ah, tuve un infarto, no fumo más”. Pero volvía con una mala onda esta mano, el cerebro “¿y cómo vas a hacer, boludo, para corregir esto?, ¿y cómo vas a hacer para hacer más interesante el chiste si no estás más en ese estado?”, era como que me soltaron las muletas. Estaba mejor, estaba más sano, pero no podía ir y venir ni de pedo a la misma velocidad con la que iba con las muletas. Dos intentos de cuento hice, los mandé, porque los escribía. No es que no podía escribirlos, no podía hacer algo decentemente divertido, bueno, conmovedor, no me salía. El cerebro se puso en huelga, en huelga de “ah ¿no me das tabaco? No te doy cuentito”. El derecho a decir no, para Casciari, es una conquista silenciosa que llega cuando el tiempo propio se vuelve sagrado (Imagen Ilustrativa Infobae) — ¿Cómo es reencontrarse con esa sobriedad y redescubrir placeres? — Fue alucinante lo que pasó, no lo adjudico a la sobriedad, posiblemente tiene un porcentaje de eso, pero se lo adjudico al cagazo que genera un llamado de atención corporal muy fuerte, muy cercano a la muerte como es un episodio cardiaco. Yo tuve ese infarto mientras estaba en las primeras semanas con una pareja nueva, o sea que estaba en ese momento del encajete fuerte, muy arriba en lo emocional, no en lo sexual, no en el sentido de calentura, estaba conociendo a alguien con una cabeza muy interesante, y en el medio de eso me agarra el infarto y me dicen: “No podés hacer más esto, no podés hacer más esto” y yo estaba en una más importante, “ah ¿no puedo fumar? No fumo”, “ah ¿no puedo comer con sal? No como con sal”, “ah ¿tengo que caminar cuatro veces tal día? Sí, si total estoy con esta que me hace el aguante”. Ni en pedo, yo hubiera cumplido con ninguna de las premisas que me plantearon los médicos, si yo no hubiera estado enamorado. Capaz que diez días la cumplía, pero después yo tenía que volver a mi vida de siempre. Ahora cuando vos tenés algo que es mucho más brillante, más luminoso que aquello que vas a perder, lo perdés con ganas, a mí me pasó eso, Julieta me dijo: “Yo tampoco fumo más ahora”, buenísimo y no comemos con sal. Yo estaba enamorado, qué me importaba, entonces esa recuperación que generalmente es muy sacrificada, es muy cuesta arriba, no me la acuerdo, o si me la acuerdo como una época maravillosa, en donde de repente yo no era más nocturno, me levantaba a la mañana, le encontraba el sabor a la calabaza asada, cualquiera, pero un sabor de verdad que se lo encontraba, y caminaba y perdí muchísimo peso y por supuesto los pulmones se oxigenaron y sexualmente estaba mucho mejor. Laboralmente podía pensar cinco, seis, siete cosas al mismo tiempo, cuando antes de eso yo podía escribirte un cuento por semana y no me pidas más. Empecé a hacer radio, teatro, a contar en voz alta lo que había escrito. Todo esto pasó exactamente cuando cumplí 45. Cuando veo una foto, un pequeño video de mi yo a los 42, un poquito antes de eso, un yo que vivía en Barcelona recontra depre, fumando porro y tabaco en ese estado crucero espantoso, desalineado, desenfocado, fuera de eje. No me parece que sea yo, no me reconozco. De hecho me ves y estoy más viejo ahí que acá, no me brillaban los ojos, estaba en un estado calamitoso del que no era consciente. Cuando estás en ese momento, no sos consciente de que hay una posibilidad, que tampoco está tan lejos ni es tan costosa, es poner en orden ciertas cosas que yo jamás hubiera hecho si no hubiera sido por una situación de salud extrema, no hubiera tenido ese poder de sacrificio e incluso con esa situación de salud extrema, sin haber estado enamorado en ese momento, que esa es la casualidad más alucinante, creo que tampoco lo hubiera logrado. Fijate que después de tantas palabras, en el amor estaba todo. Esa pequeña pelotudez era la única importante. La vejez, según el autor, ofrece la posibilidad de redefinir vínculos y elegir desde el deseo y no desde la obligación (Imagen Ilustrativa Infobae) — Quiero preguntarte por una anécdota que contaste. Volvías en taxi a La Plata y el taxista tuvo que dar la vuelta por un problema con su hija. Dijiste algo que me quedó grabado: que lo único que te desvela es la fragilidad de la paz. — Es una locura eso, la fragilidad de la paz, esto que nos está pasando que se da vuelta como una media a las 12:35 de un martes que no le importa a nadie, tu vida se fue al carajo. Eso me da miedo a mí, en cualquiera de sus versiones, me parece espantoso que estemos a merced de ese día, me parece espantoso que no sepamos, que no vengamos el primer día nacemos “che, mira, tal día te va a pasar esto”, que no sé si estaría bueno tampoco, la solución no sé si estaría buena porque estarías todo el tiempo pensando en que va a llegar ese día. Para mí la fragilidad, lo frágil que es la paz, lo tranquilo que estamos a veces sin saber que hay algo que está sobrevolando y que se cae en picada como esas águilas que van a buscar el venado. Entonces te pasa una rarísima y te morís o se muere la persona que más querés en el mundo, o empieza un periplo de sufrimiento eterno de no sé qué, ¡Uy! Dios. Lo vemos en los diarios y lo vemos a veces que son balas que nos pican cerca, pero están ahí esas balas y nosotros estamos ahí poniendo el pecho en la calle todos los días. Nos puede pasar. El tema de ser permanentemente consciente de lo frágil de estar en paz, hace que acariciemos más, abracemos más cosas que parecen no ser nada pero que son las únicas importantes, esas cosas que pasan a veces. Viste cuando sos chico que no tenés la menor idea de que estás pasando una Navidad con tus cuatro abuelos y no te das cuenta que es magia. Un día pasé mi Navidad con mis cuatro abuelos y mi papá y mi mamá y están todos vivos alrededor de una mesa y yo pensando cualquier boludez ese día. Capaz que me fui afuera a fumar un porro porque me parecía que la vida estaba en otro lado y adentro, donde yo pensaba que no había nada, estaban todos vivos, qué loco eso ¿no? En la próxima etapa, dice Casciari, no es necesario explicar ni justificar cada decisión ante los demás — Te voy a hacer la última pregunta que les hago a todos y es: si me pudieras contar algo que en el último tiempo te conmovió, te hizo flashear o pensar. Puede ser algo que leíste, que te contaron o que soñaste que te tocó una fibra. — Algo que me flashea mucho y que está pasando ahora, que me enloquece porque no lo entiendo, es ciertas cosas que pasan en la guerra que hay ahora entre Israel, Irán y Estados Unidos, en la anterior de Rusia y Ucrania, que tampoco terminó o en cualquier guerra anterior, que hay reglas. Por ejemplo, contaba Trump el otro día, que no sé quién de Irán lo llamó y le dijo: “Che, te voy a bombardear tal base militar en Qatar, saca a la gente”, “ah, bueno, gracias”, y entonces ahí tiran la bomba ¿la guerra no es el último eslabón de la ira? ¿no debería ser eso? ¿la guerra no debería ser eso porque no podemos ponernos de acuerdo en absolutamente nada? qué significa avisar: “Che, mira que mañana voy a estar muy enojado, saca la cara porque va la trompada” ¿Cuál es la joda de que algo tan irascible, tan fuera de todo argumento, tan última razón de la locura, tenga regla? No lo puedo entender. No me entra en la cabeza que haya tratados de paz en donde durante seis meses no podés estar enojado, estos seis meses paremos de estar enojados, ¿qué? yo estoy enojado m’hijo, vos no me vas a decir hasta cuándo. Si fuera verdad no podría haber este tipo de reglamentación y si existe ese tipo de reglamentación es que no es verdad que estás enojado. Hay algo ahí que está fallando y que estamos naturalizando como humanidad, el enojado que avisa que está enojado mañana, es rarísimo. Olvidamos que estamos haciendo las cosas tan mal, hacer una guerra es algo que está mal, que nadie va a decir: “Che, esto es bueno”; no, esta es la última consecuencia de que no pudimos ponernos de acuerdo de ninguna otra manera, esto es la ira, esto es la bronca y la rabia manifestándose, a nivel nacional, “nosotros como iraníes o como estadounidenses o como israelitas, no podemos más de la bronca y de la rabia, por eso vamos a hacer esto”, “ah, no, para, vamos a avisarles, vamos a avisarles: “Che, mañana vamos a estar muertos de la rabia y vamos a hacer esto”, “ah, gracias, porque yo hoy estaba bastante muerto de la rabia, pero les iba a tirar no sé qué, así que ahora no les tiro nada y mañana saco a la gente”, “ah, sí, sacala porque estamos tan muertos de la rabia que no queremos que muera nadie”, “bueno, ok” ¿qué sos? Yo entiendo la estupidez humana, pero no entiendo la estupidez arriba de la estupidez, son muchas estupideces juntas, una debería dejar de existir, no sé cuál de las dos, pero las dos no pueden ser.

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