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  • Fue un ícono del fisicoculturismo en los 80 y vivió un calvario cuando contó que era gay: “Me cerraron las puertas en la cara”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/07/2025 04:33

    Bob Paris fue un ícono del fisicoculturismo En la década de los ochenta, cuando Arnold Schwarzenegger ya era una leyenda y los gimnasios explotaban de jóvenes queriendo parecerse a Conan, un nombre se hizo notar entre los titanes de la musculatura de aquella época: Bob Paris. Tenía 1,83 metros de estatura, líneas casi perfectas y una dedicación zen para esculpir su físico al punto de recibir el apodo de The Flawless Marvel (la maravilla sin fallas). Aunque para muchos fanáticos, su estética superó a figuras como Steve Reeves o Frank Zane, el mayor legado de Paris no se midió en bíceps ni en títulos, sino en la valentía de decir, a plena luz de los flashes, algo que nadie se atrevía a hacer público por ese entonces: “Soy gay”. Bob Paris nació en Columbus, Indiana, en 1959, en el seno de una familia atravesada por divorcios y silencios. Desde adolescente utilizó al deporte como una vía de escape: jugaba al baloncesto, al fútbol americano, hacía atletismo y golf, aunque también participaba en obras de teatro en su colegio. “Era un niño artístico que practicaba deportes porque era lo que se esperaba de los chicos”, contó una entrevista con Fantasticman en 2015. Su encuentro con el fisicoculturismo, en tanto, fue, como él mismo lo define, “accidental”. A los 17 años, mientras exploraba una vieja máquina de pesas en el sótano del gimnasio de su escuela, algo hizo clic. “Después de entrenar un rato, fui a un quiosco a comprar una revista de mochileros, y había un ejemplar de Muscle Builder con Arnold Schwarzenegger en la portada. Fue como si me hubiera llamado la atención. Estaba en una etapa de transición en mi vida donde podría haber ido a cualquier lado. La agarré y me dio un enfoque”, relató. Aquella máquina vieja lo llevaría lejos. A los 25, Paris era ya profesional y su físico decoraba portadas de revistas, afiches y publicidades. En solo dos años ganó el Mr. Los Ángeles y el Mr Southern California. En 1983 fue más allá, al conquistar los NPC National Championships (Mr. América) y los IFBB World Championships (Mr. Universo), logros que le permitieron tener un lugar entre los diez mejores de Mr. Olympia, la máxima cita de la disciplina. Su figura era celebrada como el molde ideal del atleta masculino: músculos gigantes, sonrisa de estrella de cine, aura de perfección. Bob Paris era una sensación del fisicoculturismo Pero detrás del cuerpo de escultura griega, Paris vivía dividido. En lo privado era un joven que al cumplir 21 años asumió su orientación sexual, comenzando a explorar bares y lugares comunes. En lo público, sin embargo, su entorno se ocupaba de mantener la verdad bajo llave. “Nunca inventé historias sobre una novia, pero todos coincidieron en que lo mejor para todos era que mi homosexualidad no se divulgara”, explicó en 2015. Durante años soportó la presión de ser “el hombre perfecto” mientras cargaba con el secreto. La ropa, cuenta, era un símbolo de esa cárcel: “Nada me quedaba bien. Era muy frustrante. Tenía que comprarme unos 501 con cintura de 101 cm y que me los ajustaran, y aun así las piernas me quedaban muy apretadas. Y en cuanto a las camisas, nadie hacía tallas XXL por aquel entonces”. Bob Paris era considerado uno de los culturistas más estéticos de la época El fisicoculturismo le dio fama, dinero y disciplina. Pero también, dice, fue un refugio: “Sé que cuando escriban mi obituario, el culturismo ocupará un lugar central, y lo entiendo. Pero para mí, es casi como una interrupción en el camino que se suponía que debía seguir. Tenía que encontrar el culturismo, porque sin él, probablemente estaría muerto”, reflexionó. En julio de 1989, harto de ocultar sus sentimientos, Bob Paris hizo algo impensado para la época: se declaró gay públicamente en una entrevista con la revista Iron Man Magazine, convirtiéndose, como él mismo cuenta a través de su página web, en “el primer atleta profesional activo del mundo, en cualquier deporte, en salir del clóset en los medios”. Bob Paris cuenta su calvario tras contar que era homosexual “Soy gay. Sin embargo, mi carga no es mi homosexualidad, sino que mi familia y la sociedad me criaron para odiarme por ser gay. Crecí aprendiendo a odiar la persona que realmente era. Fue un ciclo muy difícil de romper”, afirmó entonces. La repercusión fue inmediata y brutal. Mientras casi el 70% de los estadounidenses seguía considerando la homosexualidad como un pecado (según datos publicados por Los Angeles Times), Paris puso su rostro, su cuerpo y su nombre en la primera línea de visibilidad. “Vi cómo el 80% de mi negocio simplemente desapareció”, reveló en 2014 en una entrevista con Windy City Times. Contratos de publicidad, patrocinios, invitaciones: todo se esfumó en cuestión de meses. “Literalmente, me cerraron las puertas en la cara”, confesó en el programa Oprah: ¿Dónde están ahora?. Las amenazas de muerte se multiplicaron. Algunas llegaban por teléfono, otras por correo. Sin embargo, Paris también recibió miles de cartas de apoyo. Entre 20.000 y 30.000 mensajes llegaron desde todos los rincones del país. “Pensé que iba a salir del clóset y volver al trabajo, pero las circunstancias de la época me llevaron por un camino muy diferente”, recordó en la charla. Aquel combo de situaciones fue un impulso que lo llevó a convertirse en un fuerte activista. Durante los años siguientes llevó su voz más allá de los escenarios del culturismo, recorrió universidades como conferencista y cofundó una organización que destinaba ayudas económicas a proyectos que respaldaban a jóvenes LGBTQ+. Bob Paris abandonó el camino del fisicoculturismo y siguió por la via del arte Ese camino también golpeó su vida personal. En 1989, Bob y su entonces pareja, Rod Jackson, se casaron en una ceremonia de compromiso y se convirtieron en símbolo del matrimonio igualitario. “Cuando Rod y yo nos conocimos, descubrimos un vínculo espiritual. Si lo desvirtúas y lo guardas en el bolsillo trasero donde nadie pueda verlo, pronto lo irás desprendiendo poco a poco, hasta que no te quede absolutamente nada”, dijo Paris, respondiendo la pregunta de Oprah: “Bob, ¿por qué no te quedaste en el clóset?”. Pero la exposición pasó factura. Tras siete años, Paris y Jackson se separaron. “Éramos personas muy diferentes. Teníamos ideas muy distintas sobre cómo encarábamos el mundo. Hice todo lo posible por mantener la relación, incluso cuando sabía que no era así. Sentía que estaría defraudando la causa”, reconoció. En cuanto a su carrera deportiva, el fisicoculturismo había quedado atrás. El auge de los esteroides y la deriva de una disciplina cada vez más obsesionada con cuerpos inalcanzables lo llevaron a retirarse temporalmente en 1985, aunque regresó un tiempo después hasta 1991, cuando decidió dejarlo para siempre para volver a su vieja pasión: el teatro. A partir de entonces estudió actuación en Nueva York y se dedicó a escribir. Publicó nueve libros, primero de fitness, luego de memorias. “Nunca me propuse convertirme en un gurú del fitness”, dijo, orgulloso de haber transitado de la barra de pesas al teclado. En lo que respecta a su vida personal, en 1996 conoció a Brian LeFurgey. Se enamoraron y en 2003, cuando la provincia de Columbia Británica, en Canadá, aprobó el matrimonio igualitario, se casaron. “Poder finalmente legalizar nuestro matrimonio sanó una herida profunda en mi alma que había estado desde que tenía 14 años y me di cuenta de que era un hombre gay que vivía en una cultura que me consideraba inferior”, reflexionó. Hoy, retirado del músculo extremo, sigue entrenando por placer. Sus gigantescos pectorales quedaron en las fotos de época, pero su activismo se mantiene intacto. “Hay una desconexión entre la vida de antes y la de ahora. Mi vida antes de Brian era como un pequeño túnel extraño por el que tenía que pasar. Mi vida ha tomado un rumbo mucho más auténtico”, resumió. Bob Paris no ganó siete Mr. Olympia como Arnold, pero logró algo que no se compara con la obtención de ningún trofeo: ser recordado como el hombre que se atrevió a ser él mismo en un momento en el que serlo significaba perderlo todo.

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