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  • Juan Luppi: “Empecé a trabajar como actor por casualidad, un golpe de suerte me hizo pasar mi adolescencia en ese mundo”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/07/2025 02:35

    Juan Luppi inició su carrera actoral por casualidad y consolidó su formación en España “Empecé a trabajar como actor por casualidad, fue un golpe de suerte que me hizo pasar toda mi adolescencia profesionalmente en el mundo de la actuación”, contó Juan Luppi, actor argentino, al recordar los comienzos de su carrera. El intérprete explicó que, aunque se formó en la escuela de Juan Carlos Coraza en España, fue una oportunidad inesperada la que marcó su camino: “Fue pegar un trabajo que resultó ser una serie de muchos años”, relata a Teleshow. Luppi creció en España, lugar donde su familia se trasladó cuando era niño, y allí completó el colegio. Más tarde, ya de adulto, regresó a Argentina a los 25 años. “A los 18 ya tenía una carrera empezada gracias a esa oportunidad”, agregó. El artista reveló además detalles de su experiencia migratoria, los vínculos conservados y cómo la formación fuera del país influyó en su mirada profesional. “No es poco empezar así, aunque todo parezca cuestión de azar”, afirmó. Luppi reflexiona sobre la transformación cultural de Buenos Aires y la nostalgia por el teatro clásico. Infancia, familia y origen profesional —¿Dónde transcurrieron tus primeros años y cómo influyeron en tu camino como actor? —Crecí en España. Allá hice el colegio y toda esa parte de mi vida la viví lejos de Argentina. —¿Empezaste a estudiar actuación en España? —Sí. Estudié en la escuela de Juan Carlos Coraza, un gran profesor, con él comencé. —¿Cómo fue tu ingreso a la actuación profesional? —Fue un golpe de suerte, pegué un laburo en Los Serrano que resultó ser una serie de muchos años en la televisión española. Así pasé toda mi adolescencia trabajando profesionalmente de actor. Cuando terminé el colegio, a los dieciocho, ya tenía una carrera empezada. La experiencia migratoria de Luppi y su regreso a Argentina enriquecieron su mirada profesional Influencias familiares y legado artístico —¿Cuál fue el impacto de tu familia en tus decisiones profesionales? —Es imposible disociar el apellido. No es de una manera directa, porque esos personajes no tuvieron acción directa en nada, pero al tenerlos cerca era una posibilidad. Me eduqué con eso, entonces sabía que era posible. Me animé, me lo busqué de una manera indirecta. —¿Cómo fue tu relación con tu abuelo durante la infancia y después? —En mi primera infancia lo tuve lejos. Él estaba en España. Y cuando yo me fui allá, él estaba en Buenos Aires. No nos cruzamos mucho. Fueron los últimos años que los dos coincidimos en Argentina cuando más compartimos. —¿Consumís su obra actualmente? —Muchísimo. Se me mezcla la admiración como profesional y, sobre todo ahora que ya lleva muerto unos años, es una manera de sentirme cerca de él, y también de un legado, de un mundo que yo siento que conocí, pero que ya no existe. La nueva obra de Juan Luppi explora el choque generacional y la ambición en el mundo teatral porteño El teatro de antes y la transformación cultural de Buenos Aires —¿Qué representa para vos ver una película de tu abuelo hoy en día? —A veces cuando tengo ganas de ver alguna peli suya no tiene que ver con él, sino con una pérdida de norte, como que la brújula artística se desvaneció. Conectar con mi abuelo es conectar con Augusto Fernández, que fue mi maestro, que también se murió. Tiene que ver con un teatro, con una época de mi vida donde estudiaba teatro y leíamos a Arthur Miller y Shakespeare, e íbamos al Teatro San Martín, donde todavía estaba Hugo Arana, Alfredo Alcón y soñábamos que con el arte todo era posible. —¿Sentís que ese mundo teatral ya no existe? —Parece que ya no existe más. Yo lo agarré tarde, pero en los años de estudiante sentíamos que era posible o que todavía estaba ahí. Ahora pareciera que ya no. El artista comparte su deseo de abordar clásicos y nuevos proyectos en la escena argentina —¿Cómo ves la transformación de la calle Corrientes y la cultura porteña? —Una sociedad argentina que se vestía elegante para ir al cine y a la calle Corrientes, una clase media que iba a consumir cultura… Eso ya no pasa ahora. Hay más circuitos, claro, pero también ha habido una decadencia. Veo un eco de eso en kioscos de tiza, carteles luminosos, gente vestida en la calle repartiendo folletos… Quedó el edificio viejo de un legendario teatro, pero lo tapamos con bonitos anuncios de TikTok y papeles para publicitar una hamburguesería. —¿Sentís alguna conexión afectiva con esos lugares aún? —Tengo treinta y cinco años, pero por mi mamá, por la historia de la calle Corrientes, por mi papá, por Federico Luppi y Alfredo Alcón, estuve muy cercano a una generación que sí lo vivió. Entonces conozco la historia. —¿Actualmente tenés algún refugio cultural? —No hay refugio ahora. Mi obra debe ser un refugio. Con mis amigos charlamos de esto, y nos amparamos como la resistencia. O salimos del metro, vamos a ver una obra a un teatro vacío o lleno, pero es como encontrarte con gente que habla el mismo idioma o que se acuerda de lo mismo. Ahora está más diseminado. La obra actual: argumento, adaptación y sentido generacional —¿Cómo surgió la obra en la que estás actualmente? —Es una comedia inglesa moderna, hace un par de años la leí, me pareció fantástica, súper inteligente, muy divertida. Compré los derechos, la traduje y la adapté. Transcurre en un teatro de barrio. Somos dos actores cómicos, medio pelo, que venimos de hacer teatro a la gorra en la peatonal de San Bernardo, con ambición de llegar a Buenos Aires, a la calle Corrientes. Vendemos marcadores en los teatros, pasamos la gorra y conseguimos trabajo como teloneros de dos grandes cómicos que están en decadencia. Coincidimos todos en un teatro de barrio. Los jóvenes queremos el éxito que los viejos tuvieron, y los viejos envidian la juventud. Ninguno es feliz; todos envidian al otro y todos terminan traicionando lo que sabían hacer. La experiencia migratoria de Luppi y su regreso a Argentina enriquecieron su mirada profesional —¿Por qué decidiste adaptar justamente esa historia? —Me pareció que hablaba de algo muy íntimo. Habla de las generaciones, de un teatro que no existe más, de la nostalgia por un pasado que uno cree que fue glorioso, de la ambición de la juventud. —¿Qué simboliza que ustedes hagan varios personajes? —Eso cumple una doble función. Es una metáfora muy linda de que yo soy las dos versiones: el actor y la creación, el joven que quiere triunfar y el viejo con nostalgia. Al mismo tiempo, tengo una memoria de Augusto Fernández, Federico Luppi y un Les Luthiers, una nostalgia por algo que conocí pero que ya no existe. —¿Cómo es el dispositivo escénico? —En la segunda mitad de la obra, los jóvenes y los viejos empiezan a sabotearse entre bambalinas. Maxi y yo hacemos cuatro personas: dos actores haciendo cuatro personajes que se persiguen y disputan, con mucha agilidad y rapidez. Es un paso de comedia muy bueno y divertido. El actor resalta la importancia de la memoria y la conexión con figuras icónicas del teatro argentino —¿Qué otros deseos o proyectos tenés a futuro? —Sueño con hacer algunos clásicos. Por ejemplo, Pericles de Shakespeare, una obra que hace muchos años tengo ganas de hacer. La próxima que voy a hacer creo que va a ser una obra de texto, una conversación filosófica entre dos personas tiradas en un sillón. —¿Sentís presión o buscás la mirada de tu papá? —Claro que la busco, porque sé que sabe mucho y siempre tiene una mirada constructiva, con muy buena onda. Es cierto que sabe muchísimo, y siendo mi papá, su mirada es una referencia. Para Juan Luppi, el teatro no solo es un espacio de trabajo y creación, sino también una forma de encuentro generacional y familiar. El actor destacó que actualmente comparte escenario con su hermana menor y mantiene vivo el legado artístico que marcó a su familia, mientras proyecta nuevos desafíos y sueños en la escena porteña. Mucha Mierda es una comedia musical de Ben Ashenden y Alex Owen, con música original de Ale Dolina y versión y dirección de Juan Luppi. Protagonizada por Juan Luppi y Maximiliano Zago, la obra se presenta en el Teatro El Tinglado (Mario Bravo 948).

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