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    La Paz » Politica con vos

    Fecha: 19/07/2025 23:27

    Sueldos congelados, reducción de los ingresos a la carrera de investigador, financiamientos suspendidos: la destrucción del sistema científico argentino avanza día a día. Un ajuste presupuestario e ideológico. Por María Carolina Stegman De acuerdo a datos del Grupo EPC, dedicado a la investigación sobre políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación, los créditos ejecutados de la Función Ciencia y Técnica (FCyT) caerán un 24,9% real en 2025 tras perder 30,3 puntos en 2024. Esto muestra que hubo un retroceso de 55,5 puntos desde 2015 y de 47,6% desde 2023, alcanzando un mínimo histórico en relación con el PBI (0,153%). Según la Ley de Financiamiento de la Ciencia votada por unanimidad en el Congreso en 2021, este año el presupuesto destinado al sistema científico debía alcanzar el 0,45% del PBI. Otros números advierten, además, que el Crédito Vigente 2025 muestra una caída pronunciada en el inciso salarial (-28,4%) y las becas (-22,7%). Pero, además, los incisos no salariales (transferencias, bienes de uso y bienes de consumo) se encuentran subejecutados. Todos estos recortes son un disparo a la ciencia local, tan reconocida en todo el mundo. Acción conversó con científicos y científicas para conocer su situación diaria, en medio de lo que, aseguran, es un ataque ideologizado por parte del Gobierno. «En el Conicet se han reducido los salarios y estipendios en aproximadamente un 35% en lo que va en la gestión de Milei. Por el otro lado, no está habiendo nuevos ingresos a la carrera de investigador científico; tenemos 853 investigadores que han sido seleccionados evaluando sus méritos académicos y plan de trabajo, y aún no se hizo efectivo ese ingreso, están en un limbo, esperando», detalló Valeria Levi, vicedecana de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, investigadora principal del CONICET y coordinadora de la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (RAICYT). A su vez, indicó Levi, la Agencia I+D+I está paralizada en grado extremo. «Los pocos fondos que nos giran están en el orden del 1% de lo que recibe un investigador en Uruguay, en Chile, en Perú, ni siquiera nos comparamos con el primer mundo, sino con países vecinos. Se paralizaron las compras de equipamientos, no tenemos acceso a las bibliotecas electrónicas, lo que nos permitía estar actualizados; todo esto termina por definir lo que vivimos como un cientificidio, no como un ajuste tradicional. Es un ajuste netamente ideológico, no presupuestario. Si uno ve lo que se necesita para mantener medianamente el sistema científico, ni siquiera para hacerlo crecer, es muy poco. Para frenar la última corrida cambiaria se gastó lo que equivale al presupuesto del Conicet durante un año; es una decisión política», sentenció. Sin fondo Alejandro Nadra es biólogo y director del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, actualmente dirige un grupo de Bioquímica Estructural de Proteínas. Además, en los últimos años viene desarrollando biosensores, que son sistemas basados en componentes biológicos. «En particular, lo que hago es modificar bacterias para que cambien de color cuando hay un contaminante en el agua. Uno de los contaminantes que evaluamos es el arsénico, otro es el plomo y las cianotoxinas, que son las que se producen cuando hay florecimiento de algas en los lagos. Todas estas sustancias son muy tóxicas a muy baja concentración y difíciles de detectar. Lo que hacemos es aprovechar la biología para que cuando el biosensor reconoce que está presente alguno de estos contaminantes genere un color, fácil de ver, de ese modo, contribuimos al acceso al agua potable», explica. Consultado sobre la situación de su trabajo en el último año, Nadra no duda en responder: «Lo que estamos viendo en el último año es la crueldad hacia un sistema científico que funcionaba y que, por odio e ignorancia, se está destruyendo. En algunos casos esa destrucción es activa y desmantelan instituciones o desfinancian, pero a veces es solamente dejarlo morir lentamente, disminuyendo el poder adquisitivo en un 30%, impidiendo el ingreso de nuevos investigadores a la carrera, desmotivando a la ciencia, la tecnología y a la innovación». La pregunta que surge es ¿cómo se hace ciencia e investigación sin dinero? La respuesta es clara: como se puede. «Durante el primer tiempo, tras la asunción de Milei, con la escasez de fondos, seguimos trabajando con lo que teníamos en los armarios o en la heladera. Luego, se agotó. En la segunda etapa, en lugar de planificar experimentos de acuerdo a nuestro criterio científico-tecnológico, nos pusimos a pensar qué experimentos podíamos hacer con los recursos que teníamos, esto implicaba hacer análisis bioinformáticos, o teóricos, pero no cosas experimentales, y sobre todo planificar muchísimo, porque lo que hoy se termina no lo podemos reponer. Hoy usamos mucho de nuestro tiempo tratando de conseguir fondos en otras instituciones públicas y fundaciones, la perspectiva es bastante oscura; están rompiendo todo», afirma. «El sistema científico y tecnológico nacional está amenazado hoy como nunca desde la recuperación de la democracia», aseguran los investigadores. Las ciencias sociales resisten Beatriz Bragoni es historiadora e investigadora Principal del Conicet, en el Instituto de Ciencias Sociales, Humanas y Ambientales de Mendoza. Recientemente, además, editó el libro Las mujeres de la Revolución, escrito en conjunto con otras historiadoras y antropólogas. «Las decisiones del Gobierno de desfinanciar al sector dejaron a las instituciones congeladas. Los primeros meses fueron muy difíciles, en los institutos donde se desarrollan las investigaciones había problemas hasta con los artículos de higiene, este extremo no había ocurrido nunca en los últimos 30 años», indicó la historiadora. Para seguir trabajando, relata, se suspendieron algunas actividades, investigaciones, y se incentivaron actividades con el sector público provincial en materia de turismo, para recomponer además el vínculo con la opinión pública, frente a los ataques libertarios. «La política que tienen desde el Gobierno para el sector está anclada en un paradigma productivista llevado a su extremo. La realidad es que las ciencias sociales y las humanidades ofrecen estudios de sociedades, de economías, de planeamiento urbano, políticas de salud, entre otras, y son herramientas, además, de monitoreo», asegura Bragoni, para quien la situación es «límite». En el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Psicología Matemática y Experimental (CIIPME), la situación no es mejor. Su directora, la investigadora Celia Rosemberg, que lidera equipos que estudian el desarrollo del lenguaje infantil en diversos contextos de interacción social, cuenta que todos los meses hay que pagar impuestos y las partidas no llegan. «Nuestras investigaciones son la base de las propuestas de alfabetización temprana que hoy se implementan en Entre Ríos, Corrientes, Tucumán, Salta, Misiones. Trabajamos con chicos de todos los sectores sociales y de poblaciones indígenas como la qom y toba, en Chaco, con maestros indígenas y criollos de comunidades wichis y chorote, en Salta. Desarrollamos materiales pedagógicos, libros para niños, todo esto se alimenta de investigación básica. Hoy no tenemos fondos para continuar», sostiene. Lejos de apostar al desarrollo científico, la gestión libertaria deja un signo de pregunta respecto del futuro. «Hay una ceguera ideológica que busca destruir todo, es tremendo –concluye Levi–. La perspectiva es muy mala, por eso los científicos tenemos un consenso transversal, independientemente de las ideologías, de creer que la ciencia y la tecnología son fundamentales para desarrollar el país, si perdemos el sistema científico argentino perdemos para siempre esa oportunidad».

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