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  • Dos tomos, 780 páginas y millones de ejemplares: el libro que Hitler dictó en la cárcel y anticipó el horror del Holocausto

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 19/07/2025 03:25

    Hitler reveló todos sus planes en "Mi Lucha" Fue el verdadero huevo de la serpiente. Una biblia del horror, no porque sus páginas hablaran de religión, sino porque sirvieron para endiosar a Adolf Hitler, y porque una década después de publicadas se convirtieron en un elemento vital de la propaganda nazi que contribuyó a elevar a Hitler a la categoría de caudillo supremo, que eso quiere decir “führer”. Como ejemplo, un dato: cuando esa biblia del espanto apareció, el primer tomo el 18 de julio de 1925, hace un siglo, y el segundo tomo en 1926, pasó casi inadvertida; años después, con Hitler en el poder, se imprimieron y vendieron millones de ejemplares y era un regalo del Estado, de aceptación obligada, a todas las parejas de recién casados y a los estudiantes cuando se graduaban. El libro, los dos tomos originales se fundieron luego en uno, es una monstruosidad. Hoy está prohibido en muchos países del mundo; circula en Internet impune, en Argentina se lanzó una edición comentada en 2016 y en Alemania, en 2015, al cumplirse setenta años de la muerte de Hitler, esa biblia, “Mein Kampf – Mi Lucha”, pasó a ser de dominio público. En enero de ese año se editó una versión con comentarios del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich: se agotó en pocas horas en el sitio alemán de Amazon. La publicación del libro de Hitler en la Alemania que lo padeció, despertó un debate público y dividió a los grupos judíos que apoyaron o se opusieron a la reedición. Los propios investigadores alemanes del Instituto de Historia dijeron que limitarían el acceso público al texto, ante el temor de que su reaparición despertara sentimientos neonazis. El artículo 130 del Código Penal alemán prohíbe la incitación al odio, pero el odio, en sus distintas formas, ejerce una siniestra fascinación y debe dar buenos dividendos: la edición alemana de la obra de Hitler vendió en pocos meses ochenta y cinco mil ejemplares. El texto de Hitler anticipaba sus ideas antisemitas Estas líneas no van a evocar, ni a celebrar, que se cumpla un siglo de la aparición de aquella biblia del espanto; pero sí van a recordar la semilla que aquellas páginas sembraron en una nación que terminó destruida, mutilada, con ocho millones de muertos entre militares y civiles y al borde de la extinción. Y aunque no puedan justificar la seducción, el atractivo, el complejo hechizo que todavía ejercen esas páginas en los nostálgicos de la sangre y la derrota, sobre todo en quienes hoy se sienten atraídos por la verba incendiaria del führer, intentarán eludir, tal vez con éxito, citar o describir los llamados al odio racial lanzados por Hitler en aquellas páginas inflamadas, aunque tampoco podrá evitar aludir a sus planes de conquista que preveían el aniquilamiento de millones de seres humanos y la destrucción de etnias a las que juzgaba inferiores en beneficio del desarrollo de la “gran nación alemana”. Hitler empezó a escribir su única obra literaria, hay vestigios de otra, pero nunca se publicó, en la cárcel de Landsberg, condenado a cinco años de cárcel por impulsar un golpe de Estado para tirar abajo la República de Weimar, que había reemplazado al imperio alemán luego de la Primera Guerra Mundial. Fue una pena leve para un agitador que ya era famoso, que encendía los ánimos de una multitud cada vez mayor de seguidores y que ya era mirado por industriales, financistas y empresarios como una alternativa de poder. Fue una condena leve y bajo un régimen carcelario indulgente y bonachón para quien había cometido el delito de alta traición: le permitieron recibir visitas en cantidad y finalmente lo liberaron cuando le faltaban cumplir tres años, trescientos treinta y tres días, veintiuna horas y cincuenta minutos de su breve condena, según el cálculo que hizo Ludwig Stenglein, el furioso fiscal que había pedido una condena ejemplar. Fue en Landsberg, tras los barrotes, donde Hitler empezó a escribir una especie de autobiografía que exponía su visión del mundo y su proyecto político. Contó su infancia en Austria a su manera, eludió recuerdos que podían dañar su imagen y se inventó otros que la ensalzaban. Le ayudaron en la tarea, Hitler dictaba en voz alta, como un filósofo griego, y otros tomaban notas Emile Maurice, uno de los primeros miembros del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán NSDAP. Era amigo de Hitler y su chofer en esos tiempos fundacionales. Las páginas las terminó de recopilar Rudolf Hess, que también estaba preso por el intento de golpe de Estado y que sería luego el lugarteniente preferido de Hitler hasta su inexplicable huida a Inglaterra, en plena guerra mundial, para hablar cara a cara con el primer ministro Winston Churchill, que no lo recibió. Hitler salió de la cárcel con la idea de tomar el poder en Alemania En la prisión de Landsberg, Hitler estaba como en casa. En su celda amplia, amueblada y con una ventana, enrejada eso sí, que le dejaba ver un paisaje campestre, usaba los típicos pantalones bávaros de cuero, leía los diarios en un sillón de mimbre, recibía y contestaba centenares de cartas, estaba prendado de una corona de laureles que le habían regalado sus admiradores, recibía flores, regalos, mensajes de apoyo y más visitas que las permitidas hasta que, como suele suceder, le sugirieron ser más prudente: sus compañeros de prisión y sus carceleros lo saludaban con un “Heil Hitler”. Fue en esa prisión donde Hitler aprendió dos conceptos fundamentales: no era posible tomar el poder en Alemania sin el apoyo de las fuerzas armadas y, en segundo lugar, supo, o intuyó, que su etapa de agitador, de rebelde provocador había terminado; que ya no había que esperar más la figura providencial que salvara a Alemania del caos: él era esa figura providencial. “Hemos sido elegidos por el destino”, diría a sus seguidores. Su plataforma política, que antes de la cárcel era una serie de borrones difusos, adquirió solidez y trazos más firmes en el libro que pretendió titular “Cuatro años y medio de lucha contra las mentiras, la estupidez y la cobardía”, y que su editor acortó a las dos palabras con las que pasó a la historia: “Mi lucha”. Hitler describió en su obra el proceso por el que se convirtió en un antisemita furioso y cuáles eran sus planes futuros para Alemania bajo su gobierno. En esas páginas late el embrión de sus futuros discursos que pinta a Alemania en manos de traidores y de cobardes que habían “vendido la nación a sus poderosos enemigos”. Esa era la huella profunda que había dejado la guerra perdida y el Tratado de Versalles al que Hitler llamaba “la paz de la vergüenza”. Culpa de la crisis a los judíos, a los ingleses y a los franceses que “pretenden destruir Alemania” y describe un escenario de tragedia: Alemania está amenazada, bajo un gobierno, el de Weimar, mentiroso y corrupto y un sistema de partidos políticos asentado sobre la miseria económica, la división social, el conflicto político y el fracaso ético. La única vía de salvación consistía en una nueva política, un nuevo partido y un líder que se convirtiera en dictador. Años antes de la celda de Landsberg, en 1920, Hitler había proclamado en un discurso de barricada: “Alemania necesita un dictador que sea un genio”, sólo que entonces no se veía a sí mismo como ese dictador, y ahora sí. Durante el nazismo se imprimieron 12.800.000 de ejemplares de "Mi lucha" (AP) La plataforma política de Hitler encerrada en las setecientas ochenta y dos páginas de su libro, buscaba justificación en una interpretación acaso antojadiza de la historia: “Ninguna nación ha preparado con más cuidado su conquista económica con la espada con mayor brutalidad y la ha defendido después de forma más despiadada que los británicos”, escribió. La visión del mundo que Hitler expresó en su libro contemplaba la destrucción de Francia que dejaría a Alemania el camino libre para expandirse hacia el Este, hacia Rusia. Culpó del desastre alemán a “los dos males gemelos del mundo: el marxismo y el judaísmo” en combinación con la República de Weimar y la socialdemocracia. También consagró el fanatismo como política de Estado. El nazismo debía depender “del fanatismo, si se quiere de la intolerancia”, de la misma forma que el cristianismo había triunfado no por su filosofía sino “por el inquebrantable fanatismo con que proclamó y sostuvo su propia doctrina”. El historiador británico Ian Kershaw, el gran biógrafo de Hitler, explica el proceso transformador que tuvo en Hitler la escritura de Mi lucha: “Reforzó también aquella fe ilimitada y narcisista que tenía en sí mismo. Le convenció plenamente de su misión y de sus cualidades mesiánicas, dándole la certeza de que estaba destinado a convertirse en el “Gran Caudillo” que esperaba el país, que acabaría con la ‘traición criminal’ de 1918, que restauraría el poder y la fuerza de Alemania y crearía un Estado germánico de la nación alemana renacido”. Hitler basó su idea del renacer de Alemania en los siniestros pilares de la inferioridad de las razas: “La mezcla de sangre aria con la de pueblos inferiores tuvo como resultado la ruina de la raza de cultura superior”. Puso al judío en las antípodas del ario; atacó la ética judeocristiana y la calificó como creadora de la “moral de esclavo” y del deterioro de los valores. Hitler dictó los dos tomos de Mi Lucha, unas 780 páginas Anunció en aquellas páginas desbordantes de odio que el sistema parlamentario y democrático debía ser destruido porque degradaba la autoridad completa del führer, y anticipó cuál sería su política de expansión territorial cuando el nazismo llegara al poder. Y fue lo que hizo cuando en enero de 1933 se convirtió canciller y jerarca del Tercer Reich: “El derecho a poseer tierra puede convertirse en un deber si una gran nación, sin extensión de suelo, parece condenada a la destrucción. (…) Alemania será una potencia mundial o no será nada. Y para ser una potencia mundial precisa esa magnitud territorial que le proporcionará la posición que necesita en el período actual.” Era una declaración de guerra anticipada en casi quince años. ¿Dónde buscaría la Alemania de Hitler más territorio, más “espacio vital” para el renacimiento hitleriano? En la Unión Soviética: “(…) Los nacionalsocialistas trazamos conscientemente una línea por debajo de la tendencia en política exterior de nuestro período anterior a la guerra. Continuamos donde lo dejamos hace seiscientos años. Detenemos el movimiento alemán interminable hacia el sur y el oeste y volvemos la mirada hacia la tierra del este (…) Si hablamos de territorio en Europa hoy podemos pensar ante todo y únicamente en Rusia y sus estados vasallos de la frontera. Rusia extrajo sustento durante siglos del núcleo germánico, de sus estratos dirigentes superiores. Hoy se puede considerar casi totalmente exterminado y extinguido. Ha sido sustituido por el judío (…) No es ningún elemento de organización, sino un fermento de descomposición. El imperio gigante del Este está maduro para su caída. Y el final de la dominación judía de Rusia también será el final de Rusia como estado”. Destrucción de los judíos y conquista de “espacio vital”: esa era la visión del mundo con la que Hitler dejó la cárcel de Landsberg el 20 de diciembre de 1925, lo habían condenado a seis años de cárcel en abril del año anterior. Kershaw lo retrata: “Tosco, simplista, despiadado, pero esta invocación a los dogmas más brutales del antisemitismo, el racismo y el imperialismo de finales del siglo XIX, traspuesto a la Europa oriental del siglo XX, era un brebaje embriagador para los que estaban dispuestos a consumirlo”. Los primeros en probar ese brebaje fueron los grandes industriales, banqueros y terratenientes alemanes, estos últimos ligados todavía a la vieja aristocracia imperial; todos escucharon embobados los discursos violentos del futuro führer, celebraron sus insultos, festejaron sus groserías y marcharon hacia el desastre junto a una sociedad que, en gran parte, también bebió gustosa de aquel brebaje arrebatador. Como si el legado de horror y de destrucción que Hitler dejó después de masticar una cápsula de cianuro y volarse la cabeza en su bunker de la Cancillería, el 30 de abril de 1945, dictó y firmó un testamento en el que legaba todo su patrimonio a aquella Alemania que iba a renacer y estaba al borde de su desaparición. En ese patrimonio figuraban los derechos de autor de su credo político convertido en libro. En 1958, el canciller Konrad Adenauer decidió que Alemania renunciaba a esa herencia. En el texto, Hitler anticipa los horrores que llegarían con el Holocausto En la Alemania nazi llegaron a imprimirse doce millones cuatrocientos mil ejemplares de Mi Lucha. Hitler se alzaba con un marco por cada ejemplar vendido. Cientos de miles de ejemplares quedaron en los depósitos y, la mayoría, fueron destruidos por los aliados al final de la guerra. Desde entonces, y según el país, el libro fue prohibido, circuló clandestino, reeditado con “comentarios” que lo protegían de la prohibición, admitido y reimpreso como un best seller, hasta que Internet habilitó el que fuese posible descargarlo gratis en diversas versiones, escaneadas del original o de las versiones traducidas. Es verdad que es una biblia del espanto. También es verdad que todavía tiene devotos lectores.

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