Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La vida de Juan José Castelli: la mano dura de la revolución, el fusilamiento de Liniers y su triste final sin poder hablar

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 19/07/2025 02:38

    Juan José Castelli, vocal de la Primera Junta. Fue a hacer cumplir la orden de fusilar a Liniers Mariano Moreno no lo podía creer. Había indicado claramente que, una vez capturado Santiago de Liniers -que se había levantado junto a un puñado de españoles contra la autoridad de la Primera Junta- fuese fusilado donde se lo encontrase. En lugar de eso, lo traían a Buenos Aires. Era el héroe de la Reconquista y su popularidad impediría ejecutarlo en la ciudad. El secretario de gobierno y además encargado de la Guerra no dudó: “¡Vaya usted, Castelli!”. Sabía a quien encomendaba semejante misión. Coincidían en muchas cuestiones, hablaban mucho entre ellos, y sus contemporáneos hacía tiempo identificaban a ese abogado de 45 años como un precursor en cambiar el rumbo político en estas tierras. Este abogado inteligente e ingenioso que detestaba las medias tintas había nacido en Buenos Aires el 19 de julio de 1764 y fue bautizado como Juan José Antonio. Su papá Angel Castelli Salomón era un médico cirujano y boticario nacido Villa de Nici, provincia de Corón, reino de Morea, Grecia, que se había radicado en Buenos Aires en 1743, donde se casó con María Josefa Villarino. Atendía la botica que había pertenecido a los jesuitas. La Primera Junta en pleno. Castelli batalló mucho en las históricas jornadas de mayo de 1810 Como en la familia se había dispuesto que uno fuera cura, a Juan José, el mayor de ocho hermanos, lo mandaron a estudiar al Colegio Monserrat, en Córdoba. Cuando murió su padre en septiembre de 1781, decidió volcarse a la jurisprudencia. Su mamá le ofreció estudiar en España, pero él prefirió la Universidad San Francisco Javier en Chuquisaca, en cuyas aulas se formaron muchos hombres que tendrían relevancia en los movimientos independentistas. Cuando regresó se dedicó a la abogacía. De tez mate, ojos castaños, siempre con gesto adusto y de estatura mediana, en 1794 se casó con María Rosa Lynch. Tuvieron seis hijos: Angela, Pedro, Luciano, Alejandro, Francisco José y Juana. Ese año, su primo segundo Manuel Belgrano, a su regreso de su viaje de estudios en España, asumió como secretario del Consulado de Buenos Aires, y lo propuso como su suplente. Los miembros españoles se la hicieron difícil y recién lo aceptaron dos años después. Con Manuel Belgrano eran primos segundos. El parentesco venía por la madre del creador de la bandera Cuando en junio de 1806 su mamá murió, compró la chacra del obispo Manuel Azamor y Ramírez e invirtió la herencia en una fábrica de ladrillos, que levantó en lo que hoy es el barrio de Núñez, y allí terminaría viviendo. Con hombres como Saturnino Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes y otros hablaban sobre la posibilidad de armar un gobierno con independencia de España. Cuando fue la primera invasión, con Pueyrredón se entrevistaron con el general William Beresford, con la esperanza de que los ingleses trabajasen junto a los criollos por la independencia de estas tierras. Al darse cuenta que el británico no tenía ninguna intención en ese sentido, se sumaron a la resistencia. En el mismo sentido, intentaron interesar, sin suerte, a Carlota Joaquina de Borbón, hermana del cautivo Fernando VII, quien había logrado fugar al Brasil con la corte portuguesa. Castelli apoyaría al virrey Santiago de Liniers cuando el 1 de enero de 1809 estalló un golpe para derrocarlo. Lo encabezaba Martín de Alzaga que buscaba la instalación de una junta adicta a España y que garantizara que los comerciantes españoles pudieran seguir favoreciéndose con el monopolio comercial. Castelli fue comisionado por Mariano Moreno para hacer fusilar a Santiago de Liniers Liniers sería reemplazado por Baltasar Hidalgo de Cisneros a mediados de 1809, que asumió en el peor momento. El 14 de mayo de 1810 llegó la noticia que en enero había caído en España la última junta de resistencia a Napoleón. El “sordo” Cisneros –había perdido parte de la audición en la batalla de Trafalgar- ya no tenía jefe y debió ceder al reclamo de un cabildo abierto. Uno de los que más presionó en ese sentido fue el propio Castelli, junto a Belgrano. En la histórica jornada del 22, dijo que, como no existía una autoridad legítima, la soberanía regresaba al pueblo y éste era el que debía elegir su gobierno. «Aquí no hay conquistados ni conquistadores, aquí no hay sino españoles. Los españoles de España han perdido su tierra. Los españoles de América tratan de salvar la suya. Los de España que se entiendan allá como puedan y que no se preocupen, los americanos sabemos lo que queremos y adónde vamos, aunque el señor obispo no lo sepa ni quiera seguirnos. Por lo tanto, señores, tratemos de resolver lo que nos conviene hacer ahora: no perdamos tiempo, yo propongo que se vote la siguiente proposición: que se subrogue otra autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de los franceses y que será independiente si España queda subyugada«. Cuando se votó afirmativamente la deposición del virrey, las horas siguientes se comprimieron un cúmulo de operaciones de los españoles para no perder el manejo de una junta en que estarían los criollos. Así cayó el intento de armar una con Cisneros como presidente, dos españoles el cura Juan Nepomuceno Solá y el comerciante José Santos de Inchaurregui, y con los criollos Belgrano y Castelli. Combate de Suipacha, la primera victoria del Ejército Auxiliador En la noche del 24 de mayo, en la casa de Rodríguez Peña, salió la lista de los integrantes de la Primera Junta. Castelli sería vocal. Tenían dos grandes tareas por delante. Por un lado, arrancar de cero con un nuevo gobierno y segundo, llevar la revolución al interior y sofocar los connatos de contrarrevolución. En Córdoba la cabeza visible de la resistencia española era Liniers, donde vivía en Alta Gracia, y se había complotado con el gobernador Juan Gutiérrez de la Concha, Victorino Rodríguez, Santiago Allende, Joaquín Moreno y el obispo Orellana. Además, se conoció que en Charcas y Potosí desconocían la autoridad de Buenos Aires. A fines de junio partió de Buenos Aires el llamado Ejército Auxiliador, al mando del coronel Francisco Ortiz de Ocampo y Antonio González Balcarce; Vieytes iba como representante de la junta. Si bien la primera orden de Mariano Moreno, que ejercía también el cargo de secretario de guerra, era la de llevar a los complotados a Buenos Aires, después cambió de opinión, y ordenó fusilar a Liniers y a su grupo donde se los encontrasen. Una vez apresado Liniers y su gente, Ocampo y Vieytes dudaron y decidieron remitirlos a Buenos Aires hasta que Moreno se enteró, estalló y comisionó a Castelli a cumplir la orden por él dada. Castelli puso plata de su bolsillo para poder hacer el viaje. El 15 de diciembre de 1810, en la plaza de Potosí, fueron fusilados Nieto, Paula Sanz y Córdoba González Balcarce y Castelli reemplazaron a Ocampo y Vieytes y el 26 de agosto fusilaron a Liniers y a los otros, menos al obispo Orellana, por ser religioso. Luego de las ejecuciones, ese ejército continuó camino hacia el Alto Perú, con Castelli como representante de la Junta de Gobierno. A medida que el ejército avanzaba, primero fue Cochabamba y luego Oruro las que se plegaron a la Primera Junta de Buenos Aires. Cuando en Potosí se conoció que las fuerzas enviadas desde Buenos Aires se acercaban, el pánico se apoderó de los españoles. El mariscal Vicente Nieto le pidió ayuda al general José Manuel de Goyeneche y éste le escribió al virrey Abascal, quien estaba concentrado en sofocar un levantamiento que había estallado en Quito. Contestó que no podía enviar refuerzos y le dijo a Goyeneche que lo que estaba haciendo estaba bien. Por un decreto anexó al virreinato del Perú las provincias que pertenecían al del Río de la Plata, creó el Ejército del Alto Perú y nombró a Goyeneche comandante general de las fuerzas de esas provincias del sur. Y a arreglarse. El primer encuentro fue en Cotagaita, donde las tropas mandadas por González Balcarce fueron rechazadas, pero luego se reivindicarían en Suipacha. La victoria supuso el ascenso a brigadier de González Balcarce y fue el principio del fin para Nieto, Córdoba y Sanz, quienes días después serían apresados. En la villa imperial de Potosí Castelli anunció que en el Alto Perú gobernaría la Primera Junta de Buenos Aires. Los días siguientes a su llegada fueron de pura fiesta callejera, con arcos del triunfo, con gente festejando y con celebraciones de misas durante nueve días en acción de gracias. A los jefes españoles se los sometió a un proceso exprés que encabezó Eustoquio Díaz Vélez, tercer jefe del Ejército Auxiliar, con un final firmado de antemano: la pena de muerte, por negarse a jurar fidelidad a la Primera Junta, tal como les exigió el propio Castelli. Muchos vieron la sentencia como una venganza por los ajusticiados de la revolución de La Paz del año anterior, cuando se intentó instalar un gobierno independiente y fue severamente reprimido con cabecillas ahorcados y otros degollados. Proclama de Tiahuanaco, en la que Castelli ponía en un pie de igualdad al indígena con el hombre blanco (Archivo General de la Nación) Fueron ejecutados el 15 de diciembre de 1810, a partir de una sentencia firmada por Castelli y Rodríguez Peña. Llegó tarde un perdón enviado por la Primera Junta. A fines de diciembre, Castelli se hizo cargo de la presidencia de Charcas y una de sus primeras medidas fue la conformación de consejos de provincia en cada gobernación intendencia, integrados por criollos que apoyaban a la Primera Junta. En su famosa proclama de Tiahuanaco, en el primer aniversario de la Revolución de Mayo, declaró a los indígenas en igualdad de condiciones frente al hombre blanco, en cuanto a empleos, distinciones, honores e igualdad de derechos. El ejército desplegado en el Alto Perú disponía de una fuerza considerable de cerca de 6000 hombres. Los españoles, rompiendo una tregua acordada, atacó el 20 de junio de 1811 en Huaqui, y los patriotas fueron derrotados. Los españoles volvieron a hacerse fuertes en los territorios perdidos, como La Paz y Cochabamba. El ejército se desbandó, situación que fue aprovechada por Saavedra y los suyos, donde cargó las tintas contra Castelli. Gobernaba entonces la Junta Grande, que ordenó su relevo. En el interín, Saavedra fue destituido y surgió el Primer Triunvirato. Castelli volvió a Buenos Aires como el principal culpable de la pérdida del Alto Perú. El junto a González Balcarce, fueron sometidos a proceso. Fue defendido por Monteagudo y Nicolás Rodríguez Peña. Castelli estaba enfermo. Parece ser que la quemadura de un cigarro en la lengua le desarrolló un tumor y cada vez se le dificultaba más hablar. Cuando se opuso a bendecir la unión de su hija Angela con Francisco Javier Igarzábal, hombre de confianza de Saavedra, los novios escaparon. El muchacho fue condenado a destierro y la chica a dos años de prisión. Pero la sociedad porteña se movilizó, logró el perdón y la pareja finalmente se casó el 30 de mayo de 1812. En sus últimos tiempos ya no podía hablar y se comunicaba mediante la escritura. Una de sus últimas anotaciones fue: “Si ves al futuro, dile que no venga”. Murió el 12 de octubre de 1812 y fue enterrado en San Ignacio. Su chacra fue rematada a fin de ese año y su viuda esperó años a que el Estado le pagase los sueldos adeudados de su marido. Su hijo Pedro tendría un final trágico: sería degollado en la malograda Revolución de los Libres del Sud, en 1839, cuando integró el grupo que se levantó contra Juan Manuel de Rosas. Otro de sus hijos, Alejandro, murió en la batalla de Pavón el 17 de septiembre de 1861. En Plaza Constitución se levanta la estatua que lo recuerda El golpe militar del 8 de octubre de 1812, que provocó la caída del Primer Triunvirato, hizo pasar casi inadvertida la desaparición de aquel abogado de gesto adusto, de verba encendida e inteligente, que detestaba las medias tintas.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por