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  • ¿La “Guerra de los 12 días” o la “Guerra de los 16.910 días”?

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 18/07/2025 03:09

    credito Prensa AMIA En la necesidad por captar la atención o de resumir conceptos complejos, los medios de comunicación globales abrazaron sin mucho razonamiento el título marketinero con el que el presidente Donald Trump bautizó la reciente escalada bélica entre Irán e Israel: la “Guerra de los 12 días”. Sin embargo, es una simplificación que puede distorsionar el sentido profundo de un conflicto que lleva más de cuatro décadas y media, y que también involucra a nuestro país. El rigor de la historia nos obliga a hablar de la “Guerra de los 16.910 días” –o de las 2.415 semanas, o los 555 meses o los 46 años–, el tiempo que nos separa del 1º de abril de 1979, día de la proclamación de la República Islámica de Irán, en el marco de la revolución liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeini, que mostró desde el primer día un discurso fanático y antisemita. Las figuras de los líderes de la Revolución Islámica que, desde su comienzo, trabajó por la destrucción de Israel. (AFP) Las autoridades del régimen que se instaló en Teherán no han cesado de proclamar, desde entonces, la “muerte a Israel” y la destrucción de su población. El propio Jomeini se encargó de acuñar la expresión “Gran Satán”, para referirse a los Estados Unidos, y “Pequeño Satán”, para definir a Israel. Lo más dramático es que no se trata de meros eslóganes vacíos y carentes de sentido, sino que las autoridades de Teherán han llevado sus consignas a la práctica, a partir de la organización y la financiación de una red de grupos terroristas y de campañas de desestabilización en todo el mundo. Según Israel Fact Check, solo en la primera mitad de esta guerra extendida (entre 1979 y 2000), Irán financió y coordinó más de 130 atentados terroristas contra civiles israelíes en todo el mundo, incluyendo bombardeos en sinagogas y otros objetivos civiles . Nuestro país lo sufrió en carne propia el 17 de marzo de 1992, cuando se atentó contra la Embajada de Israel en Argentina, y el 18 de julio de 1994, con el ataque a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en pleno centro de Buenos Aires. Hoy se conmemoran 31 años de este último atentado, que provocó la muerte de 85 personas. La Justicia argentina identificó claramente a sus responsables, entre los que se encuentran altos cargos del gobierno de la República Islámica de Irán, algunos de los cuales están aún hoy en funciones y gozan de total impunidad. Como hemos dicho en otras oportunidades, el atentado, planificado y ejecutado por un Estado nación y sus organizaciones terroristas que le responden, constituyó una clara violación de nuestra soberanía nacional. El atentado a la AMIA se inscribe en un largo asedio de Irán contra Israel. (Telam) Gracias a la reciente reforma del Código Procesal Penal de la Nación, los Tribunales argentinos tendrán ahora la oportunidad de juzgar a los responsables “en ausencia”, en el marco de la categorización de tales actos como “crímenes contra la humanidad”, en aplicación del artículo 7 del Estatuto de Roma. En ese marco, el juez federal Daniel Rafecas resolvió habilitar la apertura del juicio en ausencia contra los imputados declarados en rebeldía. Es fundamental dejar en claro, como lo ha hecho reiteradamente el gobierno del Estado de Israel, que la responsabilidad de esta campaña de terror y del llamado a aniquilar a Israel recae enteramente en el régimen que gobierna Teherán desde 1979, y no en su población. La hermandad que une a persas y judíos data, al menos, de 2500 años: la propia Biblia da cuenta del papel que tuvo Ciro el Grande, fundador de la dinastía aqueménida, en la liberación del pueblo hebreo del yugo de Babilonia. Giuseppe Verdi inmortalizó ese acontecimiento histórico en su ópera Nabucco y en el célebre “Va, pensiero”, coro del tercer acto, que se ha convertido en un himno universal a la libertad. Ese vínculo cercano se mantuvo intacto hasta 1979 y, de hecho, Persia fue destino de una gran diáspora judía a lo largo de los siglos. Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial y a partir de la fundación del Estado de Israel, los lazos con Teherán posibilitaron un notable intercambio cultural, un floreciente comercio bilateral y la cercanía entre sus poblaciones. Todo ello se cortó, de manera artificial, cuando un grupo de fundamentalistas tomó por asalto el poder en Irán y se encargó de inyectar el odio no solo en su población, sino en toda la región, eligiendo al Estado de Israel como chivo expiatorio y válvula de escape de sus fracasos a nivel interno. En su carta fundacional, Hamas llama a la destrucción del Estado de Israel. (AFP) Lo que sucedió después del 7 de octubre de 2023 es historia conocida. Han quedado probados los contactos entre el grupo terrorista Hamas y la Guardia Revolucionaria iraní, que se encargó en las últimas décadas de articular el denominado “eje de la resistencia”, con la participación de Hezbollah en el Líbano, el sostenimiento del sanguinario régimen de la familia Assad en Siria y las milicias hutíes en Yemen, entre otras organizaciones extremistas. La situación se deterioró a partir del 13 de abril de 2024, cuando el régimen de los ayatolás, de forma directa y no a través de sus brazos terroristas y acciones veladas, atacó por primera vez suelo israelí, al lanzar más de 200 drones y misiles contra la población civil de Tel Aviv y otros centros urbanos del país. Cabe recordar, en el caso de Hamas, que su carta fundacional, que data de 1988, hace un llamado a la destrucción del Estado de Israel y convoca a los países árabes vecinos a que “abran sus fronteras a los muyahidines de las naciones árabes e islámicas para que puedan asumir su función y aunar esfuerzos con sus hermanos musulmanes de Palestina”, en una clara propagación del odio y el terrorismo contra el pueblo israelí. “Ante la usurpación de los judíos, es obligatorio izar la bandera de la Yihad”, sostienen estos fundamentalistas en su estatuto, en el que llaman a la guerra santa en la que todo parece estar justificado. Las evidencias del enriquecimiento de uranio y el decidido objetivo de Irán de dotarse de armamento nuclear llevaron a la operación “León Ascendente”, llevada a cabo por las Fuerzas de Defensa de Israel, y, posteriormente, a la operación “Martillo de Medianoche”, ordenada por el gobierno de Estados Unidos. Fueron acciones dirigidas a descabezar la cúpula militar iraní y a neutralizar el peligro inminente de una bomba atómica en manos de un régimen que ha hecho de la destrucción de Israel su causa nacional y no ha cejado en sus planes desestabilizadores de toda la región, al apoyar y financiar a los rebeldes hutíes yemenitas contra Arabia Saudita y los Emiratos, y al atacar, en su última acción de venganza contra Washington, la base estadounidense de Al Udeid, en Qatar. El Instituto Weizmann, uno de los pilares de la investigación científica en Israel, fue bombardeado por Irán. (Eldad Tzahor) La respuesta de las autoridades de Teherán fue una campaña de terror contra la población civil de Israel: durante los doce días que duró esta última etapa del largo conflicto que describimos, Teherán lanzó 533 misiles, de los cuales solo 31 lograron impactar. Ejemplo de ese ensañamiento fue el ataque contra el Centro Médico Soroka, de Beersheba, que afortunadamente había sido evacuado previamente, y los bombardeos contra barrios residenciales en Ramat Gan y Holon –en el distrito de Tel Aviv–, así como contra la norteña ciudad de Haifa, entre otros objetivos totalmente alejados de cualquier infraestructura militar. También fue atacada la sede del prestigioso Instituto Weizmann de Ciencias en Rehovot, al sur de Tel Aviv, que se encuentra entre los diez principales centros de investigación del mundo y del que surgieron avances en los campos de la salud, la biología, la química, la física y las matemáticas. Lejos de dejarse vencer, a pocos días del bombardeo, científicos del Weizmann publicaron en la revista Nature los resultados de un estudio sobre la detección temprana de la leucemia. Una muestra más de la resiliencia israelí. Al escribir estas líneas, todavía se encuentran cautivas en la franja de Gaza 50 personas, 49 de ellas tomadas como rehenes durante los ataques terroristas del 7 de octubre de 2023. Las Fuerzas de Defensa israelíes consideran que 28 de ellas ya están muertas y el país reclama la devolución de sus cuerpos. Nuestro país se ha sumado, a partir de una firme decisión política del presidente Javier Milei, a la campaña internacional por la “liberación inmediata e incondicional” de los rehenes, entre los cuales figuran aún cuatro ciudadanos argentinos: Eitan Horn, los hermanos Ariel y David Cunio, y Lior Rudaeff, quien se presume que está muerto. No podemos olvidar, en ese contexto, el brutal asesinato en cautiverio de los hermanos Ariel y Kfir Bibas, y su madre Shiri, todos ellos de nacionalidad argentino-israelí. El reclamo para que las víctimas de la AMIA tengan por fin justicia hace eco en la realidad geopolítica actual. (Fernando Calzada / DEF) En este nuevo aniversario del atentado a la AMIA, revisemos los hechos con perspectiva histórica y comprobemos cómo, a pesar de haber pasado 31 años, tienen total vigencia y actualidad. El reclamo para que las víctimas tengan por fin justicia no puede disociarse del contexto geopolítico que lo enmarca. La impunidad sigue siendo una herida abierta, no solo para los familiares, sino para la democracia argentina en su conjunto. La amenaza que representa el régimen iraní, lejos de haber disminuido, se ha expandido con nuevos rostros y estrategias, pero con la misma lógica de odio. Por eso, honrar a las víctimas también implica no claudicar en la búsqueda de verdad y justicia, y sostener una memoria activa que identifique con claridad a los responsables. Porque solo así podremos afirmar, como sociedad, que no hay lugar para el terrorismo internacional ni la impunidad en nuestro país.

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