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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 17/07/2025 08:31
Javier Milei y Victoria Villarruel, un vínculo roto y sin retorno (foto Reuters) La regla no escrita en la política argentina es que el vicepresidente conspire contra el presidente. O que el presidente así lo crea. Hay excepciones que confirman esa maldición bíblica, pero no es el caso de Javier Milei y Victoria Villarruel. El choque abierto e indisimulado entre el primer mandatario y la titular del Senado expuso de manera descarnada una pelea tóxica en la cima del poder, que tiene impacto institucional y final abierto. Hay una cronología de esa íntima desconfianza, sospechas de traiciones y una charla secreta que saben pocos y nadie confirma. “Lo bueno es que ahora Victoria Villarruel actúa a cara descubierta”. La definición provino de las entrañas del Gobierno, después de la estrepitosa derrota en la Cámara alta que sufrió la Casa Rosada. Fue 7 a 0. “Rompieron el superávit con las jubilaciones, la ley de discapacidad y los proyectos de los gobernadores. Hasta aprobaron el día del cóndor andino, fue una joda y la vicepresidente dejó hacer. No defendió a su Gobierno”, describió uno de los operadores de la Casa Rosada que hizo una autopsia de lo que ocurrió la semana pasada en el Congreso. Fue el último episodio de una larga lista de desencuentros del binomio presidencial. Hablando de reglas y excepciones, la norma en esa relación fue la discordia. Hay genéticas que predisponen esas diferencias y que ambos reconocen: Milei es un economista liberal libertario y Villarruel, una abogada nacionalista católica. En política y en economía hablan idiomas distintos. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, le puso nombre a esa bifurcación que se materializó el jueves pasado. "Sin duda es una crisis, no institucional, sino una crisis política dentro del Gobierno. Hay un desentendimiento entre el presidente de la Nación y la vicepresidente", sostuvo el jefe de Gabinete, en diálogo con la señal de noticias DNews. La entrevista de Francos con el periodista Eduardo van der Kooy (fuente DNews) Es una “crisis política” inoportuna para el Gobierno, cuando marcha a enfrentar su batalla más dura. Faltan menos de dos meses para las elecciones bonaerenses, en las que La Libertad Avanza en alianza con el PRO buscará batir a su némesis, el peronismo kirchnerista. Son unos comicios cuyos resultados pueden irradiar al turno electoral siguiente, el del 26 de octubre, cuyos resultados parirán el nuevo Parlamento. No es un escenario desconocido. Milei llegará al 7 de septiembre con la misma orfandad política con la que abordó su proyecto presidencial. Sergio Massa suele recordar que el día en que fue reconocido como futuro presidente en asamblea legislativa, más de 300 legisladores nacionales tuvieron que aplaudir a dos diputados que le habían ganado a todo el sistema. De esos dos, ahora queda uno. Con todos los gobernadores abroquelados en defensa de “la caja” -o de los “recursos de las provincias”, dirían ellos-, una Cámara de Senadores decididamente opositora y Diputados preparados para el zarpazo final, el Presidente optó por el conflicto antes que por el acuerdo. Es un reflejo condicionado, un método que hasta ahora le dio resultado. Pegar para negociar, con la convicción de que los votantes (“los argentinos de bien”) están de su lado. En la pelea con Villarruel, un último sondeo de la encuestadora Casa 3, que conduce Mora Jozami, parece darle la razón a esa intuición presidencial. “Se reconfigura el respaldo dentro del oficialismo. En enero del 2024, el 92% de los que valoraban positivamente a Milei también apoyaban a Villarruel. Hoy, es 76%. Aunque las imágenes de ambos se mantienen estables, el dato muestra un desplazamiento dentro del electorado libertario”, expresó. Electorados distintos. Milei y Villarruel, según Casa 3 La encuesta, igual, deja un dato perturbador para la Casa Rosada que puede explicar el trasfondo del divorcio político. Para la mayoría de “la gente” que votó a este Gobierno, Milei y Villarruel son, todavía, parte del mismo cuerpo. Ajenos a las minucias del poder, los votantes están ensimismados en sus urgencias cotidianas. Nada es más extraño que las intrigas de palacio y así lo vienen expresando, como un grito que la dirigencia no escucha: vota la mitad del electorado. Traiciones y desencuentros La ruptura de la fórmula presidencial fue el final de una mutación sigilosa que se vino macerando desde fines del año pasado. Villarruel cambió todo su entorno y se preparó para un tiempo nuevo. Fueron fotos de una película que ahora se proyecta con nitidez sobre el sistema político. “Ella es institucionalista, nunca va a estar detrás de un golpe, ni va a buscar desestabilizar al Presidente. Reaccionó porque se hartó de los ataques y que le dijeran traidora”, reconocieron sus colaboradores. Más brutal, describieron los motivos de las respuestas a usuarios random de Instagram: “Se hinchó las pelotas”. Son explicaciones que no convencen al Gobierno, sobre todo porque en esos intercambios cruzó un límite. Más allá de posiciones y opiniones políticas, la vicepresidente criticó personalmente al primer mandatario y a Karina Milei: “Un Presidente que no puede ni saludar a la persona con la que llegó al poder? Hacele el reclamo a él que yo la educación no la pierdo. Cuando el Presidente decida hablar y comportarse (sic) adultamente podré saber cuáles son sus políticas dado que no habla (...) No uso aviones del Estado, esos los usan Milei y su hermana”. Los intercambios de Villarruel con usuarios de Instagram Son expresiones que dejaron en claro que Villarruel pasó de la resistencia a la ofensiva. Y que anticipan una pésima convivencia. Escenas que hacen juego con la relación de Julio Cobos con Cristina Kirchner después del “voto no positivo” por la resolución 125, allá por el año 2008. En la Casa Rosada ya reconocen a la Vicepresidente como una opositora. “El Senado tiene 34 votos kirchneristas, que están encolumnados con Cristina Kirchner y están dispuestos a ir por todo. Están Martín Lousteau, Guadalupe Tagliaferri y Pablo Blanco, que votan contra el Gobierno: son 37. ¿Qué podemos esperar, si encima Villarruel juega abiertamente para ellos? Vamos a aguantar en Diputados", proyectan en el oficialismo. Antes de los “misiles” desde Instagram, hubo otra provocación. Dejó trascender que el día del 7-0 resistió la presión para levantar la sesión o, al menos, demorarla. La llamaron Guillermo Francos, Santiago Caputo y también Martín Menem. Eran momentos decisivos y el Gobierno le pidió un alineamiento in extremis para evitar un Waterloo parlamentario. No solo se negó, sino que ventiló que ni siquiera escuchó el audio que le envió el asesor del presidente. “No es un interlocutor válido”, dicen que dijo. “Se puso del lado del kirchnerismo y la casta. Es la alta política que le gusta a ella”, le recriminaron desde Casa Rosada. “Victoria podría haber hecho mucho más de lo que hizo. Tiene razón que el Senado es soberano y puede decir cuándo sesionar, pero puso al secretario Parlamentario, ordenó como presidente de la Cámara poner todo a disposición y se sentó cuando le pidieron que no lo haga. El kirchnerismo era capaz de hasta meter una falsa amenaza de bomba si no quería que hubiera sesión. Nos entregó sin luchar”, resumió un senador que la valora en estricto off the record. Son postales del presente que tienen antecedentes. Y que les dan la razón a quienes desconfiaron de Victoria Villarruel desde el inicio de la conformación de esa sociedad política. En primera línea está Karina Milei, “El Jefe”, y ahora, Santiago Caputo, el asesor que conforma con el presidente el “triángulo de hierro”. La secretaria General de la Presidencia estuvo siempre atenta a los movimientos. Fue la encargada de gestionar con Juan Manuel Olmos, por ejemplo, de que no fuera Villarruel, sino Cristina Kirchner, la que le tomara juramento a Javier Milei el 10 de diciembre. Por algo no quería esa foto. Y la que anotó cada disidencia, insidia o presunción de deslealtad. Desde los tiempos de la campaña hasta el presente. En una cronología rápida y desprolija: reuniones con diplomáticos, con jefes militares y policiales, con Mauricio Macri -la mayoría realizadas sin aviso y de manera inconsulta-; la aparición del logo propio con la V de Victoria en actos proselitistas; el aval a los aumentos de las dietas de los senadores; la indecorosa frase “pobre jamoncito” sobre Milei; las críticas a los acuerdos por Malvinas, el ataque a Francia antes de la reunión con Emmanuel Macron; el rechazo a la propuesta para la Corte del juez Ariel Lijo; la descripción del Senado como “alta política”; su ausencia en las reuniones de Gabinete; y la foto con Isabel Perón y la inauguración de un busto en el Senado, entre tantas otras. Pero hay un secreto que empezó a contarse como el origen de la desconfianza. Una conversación ante varios testigos. Una charla en la que Villarruel le habría sugerido a Milei que se bajaran de la carrera presidencial ante la posibilidad de una derrota catastrófica. Era otoño del 2023. La conocen pocos y nadie, por ahora, la confirma.
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