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  • Secta, teorías conspiratorias y reptilianos extraterrestres: la trama detrás de la mujer que asesinó a su novio a quemarropa

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 16/07/2025 04:35

    Barbara Rogers en prisión (Foto: AP) En la madrugada del 15 de julio de 2017, una llamada estremeció la quietud del servicio de emergencias del condado de Monroe, en Pensilvania, Estados Unidos. “Mi novio tenía un arma. Me dijo que la sostuviera aquí y que apretara el gatillo. ¡Oh Dios mío, está muerto!”, alcanzó a decir Barbara Rogers, de 44 años, con la voz rota. Del otro lado de la línea, el operador del 911 intentó entender lo que había ocurrido, mientras la mujer insistía: “Fue un accidente”. Horas después, los agentes de la policía entraban en una vivienda del pequeño municipio de Coolbaugh Township, a más de 170 kilómetros de la ciudad de Filadelfia, y hallaban el cuerpo de Steven Mineo, de 32 años, con un disparo en la frente. La escena del crimen no ofrecía demasiados indicios de forcejeo. La pistola calibre .45 estaba tirada a pocos metros del cuerpo. No había signos de lucha, ni puertas forzadas, ni desorden. Solo la palabra de Rogers y la evidencia de un disparo a quemarropa en la cabeza del hombre que decía amar. Fue detenida en el acto. La muerte de Mineo pudo haber quedado archivada como un caso más de violencia doméstica, pero la investigación pronto derivó hacia un universo más inquietante y rebuscado. Tanto la víctima como la acusada estaban inmersos en un culto conspirativo que advertía sobre la supuesta existencia de reptilianos extraterrestres infiltrados entre los humanos. A través de publicaciones en internet, mensajes bíblicos reinterpretados y una comunidad cerrada de creyentes, el grupo alimentaba una visión paranoica del mundo. Barabara Rogers y Steven Mineo Según relató Rogers durante el juicio, la discusión que precedió al disparo estuvo marcada por el conflicto sobre el liderazgo espiritual dentro del grupo. Mineo y ella se habían alejado de la figura central del culto, Sherry Shriner, una mujer que desde Ohio difundía profecías apocalípticas y alertas sobre entidades demoníacas encarnadas en figuras públicas o simples ciudadanos. En ese contexto de aislamiento y tensión, los vínculos personales se volvieron frágiles y fueron atravesados por la desconfianza. La pareja había salido a beber aquella noche. Según Rogers, después de un par de tragos, regresaron a su casa. En algún momento, salieron brevemente al bosque con el arma de fuego. Luego, ya en el dormitorio, Mineo habría tomado la pistola, se la habría entregado a ella y le habría pedido que apretara el gatillo, asegurándole que no estaba cargada. La policía no creyó esa versión. El disparo había sido preciso y a quemarropa. La fiscalía avanzó con una acusación de asesinato en primer grado. El nombre de Sherry Shriner apareció pronto en el expediente judicial. Con muchos seguidores en Estados Unidos y una presencia digital sostenida durante años, Shriner había construido un relato conspirativo en el que mezclaba mensajes cristianos con teorías sobre el “Nuevo Orden Mundial”, entidades no humanas y combates espirituales. Desde sus plataformas, acusó a Barbara Rogers de ser una “súper soldado reptiliana brujo-vampiro”. El motivo: una publicación en la que la mujer manifestaba su gusto por la carne roja. En la lógica del culto, esa clase de decisión gastronómica indicaba una conexión con fuerzas oscuras. Para Shriner, ese solo detalle bastaba para denunciar una posesión demoníaca. Las tensiones entre Rogers, Mineo y la líder del grupo se agravaron en los meses previos al crimen. Shriner sugirió públicamente que Mineo se alejara de su pareja. Cuando él se negó, fue excluido de la comunidad. Según declaró Rogers, ese distanciamiento marcó profundamente a Mineo, quien comenzó a sospechar que la propia Shriner era una reptiliana infiltrada. Shriner murió en enero de 2021. Nunca fue imputada por las autoridades, pero su figura sobrevoló cada instancia del proceso judicial. El juicio comenzó con un punto de partida claro: una mujer que había disparado a la cabeza de su pareja. La defensa de Rogers insistió en que el disparo no fue intencional y que Mineo, en un estado de desesperación, la obligó a tirar del gatillo. La fiscalía, en cambio, sostuvo que el acto fue deliberado y ejecutado con pleno conocimiento. Durante las audiencias, los abogados defensores aportaron elementos sobre el estado mental de la acusada, el contexto sectario en el que vivía, la manipulación psicológica ejercida por la comunidad liderada por Shriner y la dependencia emocional con Mineo. También subrayaron la falta de antecedentes penales de Rogers y pidieron clemencia debido a que era madre de tres hijos. El jurado la declaró culpable y determinó que había cometido un delito menos grave: homicidio en tercer grado. La pena impuesta fue de entre 15 y 40 años de prisión, una condena menor en comparación con lo que pedía la fiscalía. La condena fue impuesta en junio de 2019. La mujer le pegó un tiro a quemarropa La decisión generó reacciones opuestas. Donna Mineo, madre del fallecido, expresó su indignación: “Lo que le ocurrió a mi hijo es permanente. Su sentencia también debería serlo. Fue totalmente injusta”. La familia quería cadena perpetua. Una tía de Mineo, Jackie, fue más dura: “Le voló el cerebro a alguien y la condenan por homicidio en tercer grado. Tuvo suerte”. Desde el Ministerio Público admitieron la frustración, pero evitaron cuestionar públicamente el fallo. “Entendemos por qué el jurado decidió lo que decidió”, dijo Andrew Kroeckel, fiscal adjunto del condado. Más allá de las instancias legales, el caso reveló el modo en que un sistema de creencias extremas puede alterar las relaciones personales. Mineo había sido seguidor de Shriner desde los años 2000. En los últimos tiempos, su visión se había radicalizado. Acusaba a familiares, exparejas y conocidos de estar poseídos o de ser espías al servicio de los reptilianos. Su vínculo con Rogers no estuvo exento de esas conspiraciones. La rutina de la pareja giraba alrededor de las órdenes que daba Shriner. Cambiaban sus hábitos alimenticios, evitaban a ciertas personas, desconfiaban del entorno. Tras el asesinato de Mineo, su cuenta de YouTube y otros foros digitales se convirtieron en espacios de debate entre quienes defendían la versión de Rogers y quienes culpaban al culto. En los interrogatorios posteriores al crimen, Rogers insistió: “Yo no tenía el control. No era la parte dominante”. Aun después de ser condenada, nunca modificó su relato.

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