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  • Entre despidos y demagogia: Concordia sin consensos y al borde del abismo social

    Parana » Analisis Litoral

    Fecha: 15/07/2025 22:20

    por: Analisis Litoral En una ciudad donde el Estado es prácticamente la única salida laboral, la política parece aferrada a una lógica binaria de enfrentamientos, gestos vacíos y oportunismos. Mientras 85 trabajadores contratados del municipio de Concordia y más de una docena de empleados de la CAFESG fueron cesanteados sin explicaciones claras, los gremios emiten comunicados, fijan plazos que no se cumplen, y evitan acciones concretas. Del otro lado del tablero, los libertarios intentan capitalizar el descontento con una propuesta llamativa —pero inconsistente— para eliminar tributos municipales de la boleta de luz. ¿Y la ciudadanía? Atrapada entre la precariedad, la desinformación y la impotencia, sigue sin espacios reales de participación o construcción colectiva. Despidos sin respuestas: el caso municipal El 3 de julio, cuatro gremios locales (ATE, STEMC, SEOS y UOEMC) dieron un ultimátum de 72 horas al intendente Francisco Azcué para revertir el despido de 84 contratados. Denunciaron una medida arbitraria, sin criterios ni diálogo, que dejó a familias vulnerables en la calle, muchas de ellas con más de diez años de servicio. La gestión alegó una caída en la recaudación y coparticipación como argumento. Sin embargo, pasado el plazo, no hubo medidas de fuerza ni avances reales. Apenas la promesa de que “se frenaron nuevos despidos”. En paralelo, en Desarrollo Social —una de las áreas más sensibles— se dejó afuera a personal que sostenía los CDI (Centros de Desarrollo Infantil), mientras otros funcionarios, como el subsecretario Roberto Niez, perciben sueldos superiores a los dos millones de pesos mensuales bajo la figura de “asesoramiento empresarial” a pesar de estar jubilados. Lo que se dibuja aquí no es solo una injusticia puntual: es la evidencia de un modelo en decadencia, donde el Estado como empleador se vuelve salvavidas y verdugo, y la dirigencia sindical parece más preocupada por dilatar que por enfrentar. La boleta de luz como trinchera política Mientras eso ocurre, un sector de La Libertad Avanza promueve la eliminación de tasas municipales de la factura eléctrica. Con más de 2.000 firmas, buscan ingresar el tema al Concejo Deliberante apelando al descontento popular con la suba de tarifas. Pero el histórico defensor de una tarifa justa, Roberto Maidana, desnudó las contradicciones: “Es una propuesta demagógica. El problema no son las tasas, sino el brutal ajuste nacional sobre la energía”. Con datos irrefutables —aumentos del 1.000% en los últimos dos años— Maidana señaló que la raíz de la crisis está en un modelo energético heredado de los años 90, que no contempla segmentación por ingresos ni control sobre las distribuidoras. A su vez, advirtió que eliminar tasas sin una alternativa de financiamiento es empujar a los municipios aún más al abismo financiero. Cambios de paradigma sin intérpretes Lo más grave es que ni los dirigentes tradicionales ni buena parte de la ciudadanía parecen dispuestos a entender —o al menos debatir con honestidad— los profundos cambios de paradigma que propone el presidente libertario Javier Milei. Su modelo, basado en un achicamiento radical del Estado y la eliminación de todo tipo de intermediaciones políticas, genera resistencias, contradicciones y desconcierto, pero también refleja el hartazgo de un país cansado de promesas incumplidas y de una cultura de subsidios sin eficiencia. Sin embargo, lejos de dar una respuesta madura y articulada ante este nuevo escenario, la política local —desde los gremios hasta los libertarios— cae en la trampa de los extremos: unos resisten sin autocrítica, otros agitan consignas sin soluciones. Ciudadanía sin horizonte ni liderazgo Ambas situaciones comparten un mismo trasfondo: la falta de proyectos sólidos, consensos reales y liderazgos comprometidos. En lugar de mesas multisectoriales, hay plazos que se incumplen y slogans sin sustancia. En lugar de políticas públicas, hay ajustes verticales y respuestas improvisadas. Los despidos, la precarización, el tarifazo, la demagogia… son síntomas de una enfermedad mayor: la fragmentación de Concordia como comunidad política. Cada actor parece hablarle a su tribuna, pero nadie construye puentes. Y mientras tanto, la sociedad —empobrecida, endeudada, sin voz— sigue esperando algo más que promesas o excusas.

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