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» Misionesopina
Fecha: 14/07/2025 16:59
Por Mónica Gómez* Hace unos días leí una nota que anticipaba calor extremo y sequía en Misiones y la región para el verano de 2026. Aunque el artículo aclaraba que “el invierno aún no terminó en el hemisferio sur”, no pude evitar detenerme —una vez más— en esa frase que parece repetirse cada año: “Podría ser uno de los veranos más calurosos de las últimas décadas”. ¿Cuántas veces lo escuchamos ya? ¿Cuántas veces hablamos del clima con preocupación mientras notamos cómo las estaciones intermedias desaparecen? Cambios bruscos de temperatura, de 24 a 12 grados de un día al otro, ya forman parte de nuestra rutina. Lo padecemos en el cuerpo, en la ropa que no sabemos si guardar o sacar, y sobre todo en nuestra salud. Quienes somos sensibles a los resfríos lo sentimos especialmente. Pero esta vez la alarma fue más allá del pronóstico. Lo que realmente me introdujo al tema fue ver el posteo del colega misionero, Damián Cunale, que compartía la nota con una reflexión contundente a la toma de conciencia “NO HAY QUE HACER FUEGO FUERA DE LAS PARRILLAS”. Ahí mi primera observación: frente a esta situación, los incendios forestales serían un caldo de cultivo, tal vez más intenso que el bacteriano. Recordé entonces aquellas notas sobre incendios en el NEA, hace unos cinco años atrás. Zonas arrasadas por el fuego, sin presencia del Estado nacional. Productores enfrentando las llamas con mochilas al hombro, tapados de humo. Familias recorriendo campos calcinados, cubiertos de ceniza donde antes había pastizales. Movida por la inquietud, hice lo que los médicos no recomiendan: busqué en Google. De los diez portales de noticias que leo habitualmente, solo dos abordaban el tema. Entré al buscador y encontré una nota de Greenpeace, publicada el 10 de julio, con un título que me encendió las alarmas: “Preocupación por el Fondo Nacional de Manejo del Fuego”. En el cuerpo del texto se explicaba que la organización ambiental alertaba por la disolución del fideicomiso encargado de administrar ese fondo. Citaban incluso el Decreto 463/2025, publicado en el Boletín Oficial bajo el frío título de “Disoluciones”. Ahí llegó el espanto. Primero, por esa intuición que venía sintiendo. Segundo, por el silencio en los medios, en redes sociales, y lo que es más grave: entre productores, organizaciones y comunidades rurales que viven en carne propia los efectos del cambio climático. En ese contexto, el presidente Javier Milei, junto con el Ministerio de Economía, decidió disolver tres fondos estatales que financiaban programas públicos, entre ellos el Fondo Nacional del Manejo del Fuego. El argumento: mala administración, ineficiencia y falta de control. A partir de ahora, el dinero será gestionado por el Ministerio de Seguridad, mientras que el sistema de manejo del fuego seguirá funcionando… al menos en lo formal. Pero, ¿qué era este fondo y por qué importa? El Fondo Nacional del Manejo del Fuego fue creado por la Ley 26.815 para financiar tareas críticas: compra de equipamiento, contratación de brigadistas, logística y todo lo necesario para actuar ante incendios forestales. El propio decreto lo dice: se destinaba a cubrir gastos en personal, inversiones, bienes y servicios necesarios para el Sistema Federal de Manejo del Fuego. Entonces uno se pregunta: ¿quién piensa en lo que implican estas decisiones a 1.300 kilómetros de distancia de Casa Rosada? ¿Quién mide el impacto en un productor de Andresito, en el norte de Misiones, que todos los veranos mira el cielo con temor y el pasto reseco y con angustia? Dado que muchas medidas que se toman desde el Estado centralista parecen ignorar la realidad de quienes viven y trabajan en territorios profundos del país, donde el fuego no es una metáfora, sino una amenaza concreta, en esta “disolución”, no encuentro contradicción. Aún así no es malo refrescar la memoria, ya que creo que con estos pronósticos no hay margen para equivocaciones ni para recortes que pongan en riesgo la capacidad de respuesta ante una catástrofe ambiental. Que no solo afecta a la población, sino que también a la economía de los productores que viven de los cultivos o animales en peligro de incendio. *Periodista Agropecuaria
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