14/07/2025 16:25
14/07/2025 16:25
14/07/2025 16:24
14/07/2025 16:24
14/07/2025 16:24
14/07/2025 16:24
14/07/2025 16:24
14/07/2025 16:24
14/07/2025 16:24
14/07/2025 16:24
» Diario Cordoba
Fecha: 14/07/2025 10:26
Con escasos días de diferencia, he leído en las páginas de este periódico dos noticias que me han llamado la atención. Una de ellas viene a decir que más del 64% del alumnado de Formación Profesional de la provincia que obtuvo la titulación hace cinco años tiene trabajo en la actualidad. El otro titular hacía referencia a que un tercio de las ofertas de trabajo que se publican en Córdoba exigen estudios de FP. Esas afirmaciones hay que examinarlas en función de determinados datos y los que se han publicado recientemente aportan aún más valor a esas informaciones. Para no perderme en cifras, en nuestra tierra ha habido en el último curso escolar 17.955 personas matriculadas en alguno de los grados que conforman la Formación Profesional, principalmente en los superiores, con 8.664 estudiantes. De ese global, un 35,6% realizó sus estudios de FP en un centro de titularidad privada, mientras que el 64,4% lo hizo en públicos o sostenidos con fondos de la Administración. Esos son los números que me llevan a reflexionar respecto a la importancia que para las empresas y la propia sociedad cordobesa ha adquirido esta opción de enseñanza en los últimos años. Por lo pronto, muy atrás queda ya aquel viejo axioma de que la FP era la opción de los que «no servían» para lo que hoy es el Bachillerato o la Universidad. Por fortuna, la concepción social de la Formación Profesional es otra en la actualidad. Se ha convertido en la opción más directa que muchos ven para incorporarse al mercado laboral y, además, el lugar hacia el que miran muchas empresas a la hora de buscar talento y personas formadas para puestos de trabajo muy concretos. Pero no todo es un camino de rosas en el complejo sistema de la FP, sino que también hay zonas algo más lóbregas sobre las que haríamos bien entre todos en ordenar y clarificar. En primer lugar, la oferta formativa tiene que adaptarse a las necesidades reales de las empresas. Es cierto que hay diálogo y que los programas se suelen acoplar a lo que demandan los emprendedores, pero no siempre se acierta, por lo que la interlocución debe ser una prioridad, contando siempre con todos los agentes sociales. De otro lado, cada vez son más los centros de índole privada que se embarcan en la FP. Todo lo que sea ampliar las opciones puede considerarse positivo, pero eso no debe llevar a una desregularización del sistema ni a la laxitud administrativa a la hora de certificar la capacidad de estas entidades. Por regla general, se trata de proyectos de empresa bien definidos, con una estructura y vocación transparente, pero también hay casos en los que esa vigilancia de las instituciones es exigible, tanto para defender a quienes sí cumplen con la normativa como para proteger los derechos de la ciudadanía que quiere formarse por esta vía. Los gobiernos no pueden mirar para otro lado. A mayor control e inspección de las autoridades educativas, tanto en el ámbito público como en el privado, mayores garantías para el alumnado y sus familias, que invierten parte de sus ingresos en una modalidad formativa muy cambiante. Igualmente, ese examen administrativo tendrá impacto en las empresas que buscan talento, ya que tendrán la garantía de que esa titulación -que es oficial, no lo olvidemos- es fruto de una enseñanza previa real y constatable, acorde a lo que marca la legislación. Otro aspecto importante es que la Formación Profesional no debe ceñirse única y exclusivamente al aprendizaje de una profesión y a adquirir una serie de conocimientos técnicos que tendrán a posteriori una aplicación práctica remunerada. Estamos hablando, en la mayoría de los casos, de un alumnado joven, al que nuestro modelo de enseñanza tiene que instruir en una serie de valores que no pueden quedar relegados a un segundo plano. No se trata de adoctrinar, sino de transmitir las cualidades y conceptos que sí están bien definidos en otras alternativas educativas para nuestras hijas e hijos, desde la Primaria al Bachillerato, pasando por la ESO. La Formación Profesional es ya una realidad en cuanto a la aportación de muchos jóvenes a un mercado laboral que, aunque mejora, sigue presentando datos de paro preocupantes en la provincia de Córdoba. En nuestras manos, y en las de quienes nos gobiernan, está la posibilidad de consolidar un sistema de enseñanza que nos abre camino en el presente y que puede hacerlo aún más en el futuro. *Presidente de la Federación Provincial del Comercio Comercio Córdoba y vicepresidente de la Confederación de Empresarios de Córdoba.
Ver noticia original