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  • La esperanza y la verdad

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 12/07/2025 14:40

    Fue entonces que Cervantes se decide a terminar prontamente la segunda parte de la novela y, para afirmar la veracidad de esta, el célebre escritor español del siglo XVI y XVII puso en boca de un personaje ficticio, un historiador morisco llamado Cide Hamete Benengeli, un "juramento" por el que afirmaba que el relato era veraz, similar a como un cristiano católico lo haría. Si bien este recurso es utilizado para añadir verosimilitud a la obra, es evidente que para el gran Cervantes, en el mundo católico, había mayor valoración de la palabra y que era más sagrada que en el mundo de los moros al que Cide pertenecía según esa ficción. Por el contrario, en el mundo actual no pasa lo mismo. ¡Hay que decirlo!: con la palabra no se juega y la mentira, las “medias verdades” propias de las ideologías, la desinformación son realmente una calamidad para los corazones, las familias, los pueblos y las civilizaciones. Tomemos el siguiente caso: a nosotros nos cuesta mucho creer que los medios de comunicación nos estén mintiendo de manera sistemática acerca del desarrollo de las lamentables guerras que tienen lugar en este momento en el mundo especialmente en Medio Oriente. Cualquier persona sensata dirá “Con eso no se juega”. ¿Y por qué a nuestra buena gente le cuesta tanto aceptar que haya tanto engaño? ¿Por qué se resiste a creer que haya tanta mentira y trata de seguir creyendo en los informativos? Porque, gracias a Dios, tenemos esa herencia hispano criolla y católica que nos ha enseñado que “la palabra es un documento”, como se dice en los ambientes más tradicionales evocando la sabiduría atávica de nuestros pueblos y también sentenciaba el Obispo Bóxler: “Un hombre es su palabra”. Así, por ejemplo, en una simpática canción entrerriana se dice: “Si me preguntan en qué pago yo nací (…)/contesto vengo de los pagos de gurí y las naranjas/ya sabrán de donde soy,/Donde la gente le abre grande el corazón/y cuando la palabra empeña es documento”. El catecismo dice (cuando habla del octavo mandamiento) que mentir es profanar la palabra dando a entender cierto carácter sagrado en lo que se dice. Además, “La mentira es condenable por su misma naturaleza. Es una profanación de la palabra cuyo objeto es comunicar a otros la verdad conocida”, afirma el texto. Es que- como decía sabiamente Santo Tomás de Aquino- “Los hombres [...] no podrían vivir juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad”. Cabe señalar que los padres conciliares del Vaticano II respecto a la prensa decían que la comunicación debía ser siempre verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la caridad y agregaban “debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la búsqueda de la noticia como en su divulgación». Por su parte, el Magisterio del papa y los obispos afirma que a las autoridades civiles les corresponde velar para que la información sea verdadera en favor del bien común. En el año de la esperanza recordemos que sin la verdad sólo existen vanas ilusiones y no la auténtica esperanza que no defrauda. Es necesario aprender a jurar como lo pretendía Cide Hamete para no “profanar la palabra”.

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