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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/07/2025 03:03
El joven pudo ser identificado por los tatuajes de su cuerpo Mauricio Oliver tenía 20 años. La noche del 6 de mayo de 2014 le dijo a su mamá que iba a la casa de unas amigas en tren. Salió a las 12 de la noche, con su documento, 50 pesos -entonces equivalentes a menos de 5 dólares- y sin celular. Nancy Bazán le sugirió a su hijo que no fuera a tomar el tren porque a esa hora, de madrugada, ya no pasaba. El joven no le hizo caso, la abrazó, le dio un beso y se fue de su casa de Adolfo Sourdeaux, en Malvinas Argentinas, provincia de Buenos Aires. Le dijo a su madre que iba a encontrarse con unas amigas. Fue la última conversación que tuvieron porque desde esa noche no se supo nada más de él. Sus familiares se inquietaron y comenzaron a buscarlo. Una semana después de la desaparición radicaron la denuncia correspondiente ante la Unidad Fiscal de Instrucción 22 de Malvinas Argentinas, que estaba a cargo de Fernando Corda. En aquel entonces la familia explicó que dejó pasar unos días para denunciar la ausencia de Mauricio Oliver debido a que se quedaba en casa de amigos sin avisar. Y además, según explicó entonces Noelia, hermana de Oliver: “Como mi hermano tenía esquizofrenia creíamos que podía haberse desorientado y estar trabajando en algún lugar sin saber cómo volver”. Mauricio vivía con sus padres y hacía changas. “No tenía deudas ni enemigos, sí muchos amigos que lo querían”, había dicho la hermana que difundía la búsqueda de su hermano por redes sociales y también llamaba a los noticieros de canales de alcance nacional para que también se ocuparan de difundir la existencia de la investigación y lograr que, tal vez se consiguiera alguna pista. Obviamente hubo muchas pistas, que se revelaron falsas, que llevaron a los familiares y amigos a, por ejemplo, buscarlo en varios asentamientos de la Ciudad de Buenos Aires. Incluso la hermana llegó a viajar hasta la provincia de Córdoba debido a un dato que les había llegado. Lo cierto es que la búsqueda terminó el 9 de julio de 2015, hace una década, cuando la fiscalía comunicó el hallazgo del cuerpo de Mauricio Oliver, enterrado como NN en el cementerio de Benavídez, cerca de Malvinas Argentinas. El joven había muerto arrollado por una formación del ferrocarril Belgrano Norte a dos estaciones de donde se había subido al tren. El accidente fatal, de una víctima sin identificar, fue reportado el 7 de mayo de 2014 en la estación Vice Almirante Montes que está dentro del distrito judicial de San Isidro. Y la búsqueda estuvo a cargo de la fiscalía de Malvinas Argentinas, que pertenece al distrito judicial de San Martín. Ante la falta de respuestas por parte de la fiscalía, la familia de Mauricio Oliver, a los seis meses de la desaparición, sumó a una abogada para que examine el expediente. La letrada, Adriana Mac Donell, explicó en aquel entonces uno de los errores cometidos por Corda: “El fiscal nunca le pidió a Ferrovías (a cargo del Belgrano Norte) las cámaras de seguridad para verificar si Mauricio había subido al tren en la estación Sourdeaux y había bajado dos estaciones después, en Montes. Seis meses después de la desaparición, cuando comencé a intervenir en el caso, las pidió. Ferrovías tardó otros seis meses en contestar: dijeron que no las tenían porque las grabaciones se guardan por 30 días”. Y agregó que ella había pedido el cotejo de huellas dactilares con los NN que están en las morgues, hospitales y cementerios. La familia apuntó en aquella época contra la autoridad judicial a cargo de la búsqueda. La hermana de Oliver había dicho: “El fiscal Fernando Corda, de Malvinas Argentinas, hizo todo mal. Estuvimos meses sin novedades hasta que pudimos contar con una abogada. Cuando ella agarró el expediente se dio cuenta que el DNI con el que lo buscaban tenía un número mal, y era un documento de mujer”. Ese era otro de los varios errores cometidos durante la búsqueda. La hermana dijo hace diez años, cuando recordó cómo había sido aquella situación agobiante: “Recibíamos llamados que nos decían que lo habían visto en Constitución, en la villa Zabaleta, en Soldati, en el Bajo Flores. Le decíamos al fiscal y no mandaba a nadie así que íbamos nosotros con una foto de él, tocando timbres. Y nada”. A la abogada de la familia se le ocurrió algo producto del más común de los sentidos, el sentido común: pidió notificar de la búsqueda a las jurisdicciones judiciales vecinas. Mauricio vivía en Adolfo Sourdeaux, partido de Malvinas Argentinas, que pertenece al Departamento Judicial de San Martín. A 10 cuadras de su casa, cambia el distrito: pasa a ser Don Torcuato, partido de Tigre, que pertenece al Departamento Judicial de San Isidro. La familia hizo lo posible para encontrarlo y subsanar las fallas de la investigación La abogada, hace diez años, había explicado: “Cuando hacemos llegar la búsqueda al distrito judicial vecino, se dan cuenta de que había un NN enterrado en el cementerio de Benavidez con esas características: un varón de 1.78 con dos tatuajes con nombres de personas”. Esos tatuajes fueron la clave para identificar el cuerpo. Porque Mauricio Oliver tenía un tatuaje en la clavícula izquierda que decía “Ludmila”, que era el nombre de su ex novia. En el brazo derecho tenía otro: dos palmeras, un sol y la palabra Dylan: así se llamaba su sobrino, el hijo de Noelia. Cuando las autoridades chequearon la descripción con el expediente no hubo dudas: era un NN que había tenido un accidente de tren y tenía esos tatuajes. Fue entonces que la familia se enteró: Mauricio había muerto atropellado la misma noche en la que desapareció, a dos estaciones de su casa. Lo habían buscado con desesperación un año, dos meses y tres días.
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