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  • Gran Bretaña y Argentina buscan acuerdo militar en Malvinas para contrarrestar a China y complacer a Estados Unidos

    Parana » Informe Digital

    Fecha: 08/07/2025 15:12

    Los altos mandos estadounidenses están preocupados por el Atlántico Sur, un punto de partida hacia la Antártida, donde Rusia y China cuentan con 15 bases conjuntas, compitiendo por asegurar recursos. Esta Región está conectada al Pacífico a través del Estrecho de Magallanes, la única ruta marítima segura entre ambos océanos, aparte del Canal de Panamá, que es vulnerable a la sequía. El tráfico marítimo a través del Estrecho se encuentra en aumento, al igual que la pesca ilegal china en ambas costas. Además, China está impulsando proyectos de infraestructura en toda la región. Los principales generales estadounidenses han visitado el extremo sur de Argentina en tres ocasiones durante los últimos dos años. A primera vista, Estados Unidos está bien posicionado para gestionar cualquier amenaza. El presidente argentino, Javier Milei, es un aliado comprometido. Gran Bretaña mantiene aviones de combate Typhoon y el buque patrullero HMS Forth en las Islas Malvinas. No obstante, las Fuerzas Armadas argentinas se hallan en una situación precaria. El Reino Unido se centra en la defensa de las Malvinas (soberanía que Gran Bretaña reclama y Argentina disputa). Como resultado de la guerra de las Malvinas, Gran Bretaña impone estrictas restricciones a la venta de armas a Argentina, lo que ha complicado los esfuerzos de este país por modernizar sus fuerzas armadas y lo ha llevado a adquirir aviones y armamento de China, lo que ha alarmado a Estados Unidos. En la actualidad, una combinación de factores, incluida la inusual postura de Milei sobre las islas y el interés estadounidense por la modernización militar argentina, ha generado una oportunidad para un nuevo acuerdo estratégico en el Atlántico Sur. Discretamente, y tras una larga pausa, se ha reanudado el diálogo entre los ministerios de defensa argentino y británico. Argentina busca que Gran Bretaña flexibilice sus restricciones a la compra de armas. Gran Bretaña, por su parte, desea una aceptación discreta de su rol en el resto del Atlántico Sur, a pesar de que Argentina mantiene su reclamo constitucional sobre las Malvinas. Además, Gran Bretaña quiere colaboración de Argentina en asuntos prácticos que mejoren la calidad de vida en las Malvinas. El acercamiento comenzó en febrero de 2024, poco después de que Milei asumiera el cargo. Agregados de defensa británicos visitaron el Ministerio de Defensa en Argentina por primera vez en tres años. En septiembre de ese año, los ministros de Asuntos Exteriores británico y argentino se reunieron y organizaron una visita de argentinos a las tumbas de sus familiares en las Malvinas. También acordaron compartir información pesquera y reanudar los vuelos directos mensuales a las Malvinas desde Argentina. Desde entonces, el diálogo en materia de defensa se ha intensificado. Una delegación argentina viajó a Londres en enero, y se espera que una delegación británica visite Buenos Aires próximamente. El presidente Milei busca modernizar las fuerzas armadas de su país con el equipo más adecuado para alinearse con la OTAN. Está implementando drásticos recortes en el gasto público, pero planea aumentar el presupuesto de defensa del 0,5% del PIB al 2% en un plazo de siete años. El año pasado, Argentina solicitó el estatus de socio de la OTAN. Gran Bretaña también muestra interés en un acuerdo, aunque con cautela. Comparte las inquietudes de Estados Unidos sobre el Atlántico Sur. La aceptación de facto por parte de Argentina de la relevancia británica en la región facilitaría una colaboración más estrecha en diversos ámbitos, desde la ciencia hasta la seguridad, no solo con Argentina, sino también con sus vecinos, Chile y Uruguay. Sin embargo, a pesar de que las familias argentinas visitaron el país en diciembre, Argentina aún no ha intercambiado datos de pesca ni reanudado los vuelos, ambos pasos esenciales para avanzar en la política armamentística. Los isleños permanecen precavidos. “Nos sentimos muy seguros”, afirma Leona Roberts, del Consejo Ejecutivo de las Malvinas, “pero probablemente no nos sentiríamos del todo cómodos con que el Reino Unido suministre equipo militar a Argentina”. Gran Bretaña ha bloqueado durante mucho tiempo las ventas de equipo militar con componentes británicos a Argentina, incluso por intermediarios. Dada la fortaleza de la industria armamentística británica, esto ha representado una seria limitación. En 2020, se vetó la venta de aviones de combate coreanos que contaban con partes británicas. La política oficial es impedir las ventas que pudieran “mejorar la capacidad militar argentina”. Sin embargo, hay margen para la flexibilidad. Gran Bretaña podría permitir ventas que “no perjudiquen los intereses de defensa y seguridad del Reino Unido”. Un primer paso podría ser una interpretación más laxa de esa cláusula. La forma de las cosas por venir Son varias las razones por las que un nuevo acuerdo parece posible. Pocos consideran a Argentina una amenaza real para las Malvinas. “Es militarmente impensable… (Gran Bretaña) nos borraría del planeta”, afirma Alejandro Corbacho, historiador militar de la Universidad del CEMA en Buenos Aires. Gran Bretaña parece más dispuesta a reconsiderar sus restricciones si Argentina proyectara realizar adquisiciones importantes, ya que eso beneficiaría su industria de defensa. Si esto sucediera, sería un indicio de que el embargo tiene más que ver con temas políticos que con la protección de las Malvinas. Gran Bretaña es consciente de que, en cualquier caso, sus restricciones están perdiendo impacto a medida que más países producen equipo militar. El interés de Estados Unidos en un nuevo acuerdo también es crucial. En sus declaraciones públicas, ha brindado un firme respaldo a la modernización de las fuerzas armadas argentinas. En privado, un estadounidense con conocimiento del tema califica a Argentina como “un socio importante”, pero asegura que su ejército “requiere urgentemente equipo y entrenamiento”. Este equipo, sin embargo, debe ser occidental, no chino. El embargo británico complica esta situación. La intransigencia sostenida podría fortalecer a quienes, en un futuro gobierno colombiano, crean que el destino de Argentina, en términos de armamento y política, se alinea más con China que con Occidente. El acercamiento de Argentina hacia sus adversarios estadounidenses es concreto. A Milei le interesa comerciar con el gigante asiático. En 2023, antes de tomar posesión, una empresa china parecía dispuesta a construir un importante puerto cerca de la entrada argentina al Estrecho. Aunque el proyecto fracasó en medio de intensas objeciones, tanto internas como externas, China, que opera una estación espacial en Patagonia, mantiene un gran interés en la región. Bajo la administración anterior, Argentina estuvo “al borde de adquirir aviones de combate chinos”, advierte un estadounidense. En 2021, semanas antes de la invasión de Ucrania, el gobierno anterior firmó un acuerdo con el Ministerio de Defensa ruso que permitía a oficiales argentinos recibir entrenamiento en Rusia. Durante la presidencia de Joe Biden, Estados Unidos instó a Gran Bretaña a que permitiera a Argentina adquirir modernos aviones de combate F-16 con un asiento eyectable británico. Gran Bretaña se mostró reticente y se encontró una alternativa. Argentina compró aviones F-16 más antiguos a Dinamarca por 40 millones de dólares. Estos no poseían piezas británicas, por lo que no fue necesaria su aprobación. Sin embargo, Estados Unidos aún intentó justificar la decisión ante Gran Bretaña, la cual aceptó. Esto representó un avance. “El gobierno estadounidense también estaba interesado en analizar la posibilidad de levantar los controles de exportación más amplios”, señala un exfuncionario estadounidense. Un portavoz del gobierno británico indica que “no tiene planes actuales de revisar la política de control de exportaciones del Reino Unido hacia Argentina”. No obstante, es plausible prever un cambio en la posición británica. La administración Trump es autoritaria, ignora la ortodoxia y mantiene una estrecha relación con Milei, cuya postura prooccidental podría fomentar una mayor flexibilidad británica. Su tono conciliador y su capacidad para abordar tabúes sobre las Malvinas son fundamentales. Admira abiertamente a Margaret Thatcher, quien lideró a Gran Bretaña durante la guerra de las Malvinas. Reconoce que las islas “pertenecen al Reino Unido” y asegura que Argentina no intentará recuperarlas por la fuerza. Recientemente, incluso pareció insinuar que los isleños tienen derecho a la autodeterminación, una postura británica. La política interna, sin embargo, sigue siendo un obstáculo significativo en ambos países. Argentina nombró un nuevo ministro de Asuntos Exteriores en octubre. A pesar del entusiasmo en otros sectores del gobierno, mejorar las relaciones con Gran Bretaña parece ser una prioridad menor para el nuevo ministro. Por otro lado, Gran Bretaña se preocupa por quién sucederá a Milei. Vender armas a una Argentina bajo su dirección puede ser conveniente, pero él dejará el cargo en 2027 o 2031. Un intento en 2016 de restablecer relaciones fracasó tras el regreso al poder de los peronistas de izquierda. Sería vergonzoso ayudar a Argentina a modernizar sus fuerzas armadas solo para que eso vuelva a ocurrir. En ambos países, la oposición, que enarbola banderas, podría presentar un acuerdo como una concesión y utilizarlo para avivar la indignación. En Gran Bretaña, el partido Reform UK de Nigel Farage está en ascenso en las encuestas y podría presionar al gobierno sobre cualquier nuevo acuerdo, presentándolo como una traición a los caídos en la guerra. En Argentina, los peronistas ya han criticado a Milei por su postura respecto a las Malvinas. Con las elecciones de mitad de mandato en octubre, él y su equipo podrían preferir mantener el tema alejado del foco por ahora. Sin embargo, la lógica predominante de la política exterior de Milei es una alineación inquebrantable con Estados Unidos (a pesar de su comercio con China). Gran Bretaña sigue una tradición similar, aunque menos rígida. La administración Trump está tan preocupada por la influencia china en Latinoamérica que amenaza con apoderarse del Canal de Panamá. A su vez, tiene clara la amenaza en el Atlántico Sur. Si presiona más, sus dos aliados podrían llegar a una conclusión similar y actuar en consecuencia. © 2025, The Economist Newspaper Limited. All rights reserved.

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