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  • Expertos advierten que el mundo se acerca a una era de declive poblacional

    Concordia » Despertar Entrerriano

    Fecha: 06/07/2025 03:21

    Los economistas Dean Spears y Michael Geruso sostienen que el crecimiento demográfico global está llegando a su fin y que la disminución de habitantes será irreversible, lo que plantea nuevos desafíos sociales, económicos y ambientales para las próximas décadas. El libro “After the Spike”, escrito por Dean Spears y Michael Geruso, ambos profesores asociados de economía en la Universidad de Texas en Austin, sostiene que el mundo está a punto de entrar en una nueva era demográfica. Según los autores, el “spike” —el pico de crecimiento poblacional seguido de un posible descenso igual de abrupto— es un proceso comparable al cambio climático: una vez que se inicia, resulta difícil de revertir. La cifra más alta de nacimientos registrada en la historia fue en 2012, con 146 millones de niños. Desde entonces, la población global ha seguido aumentando, aunque la tasa de natalidad ha caído, principalmente porque la humanidad ha logrado reducir la mortalidad infantil. Sin embargo, la tendencia hacia familias más pequeñas es clara y, en las próximas cinco décadas, las muertes superarán a los nacimientos. Spears, fundador del Research Institute of Compassionate Economics en la India, lanzó una advertencia que desafía la intuición predominante sobre la población mundial. “La despoblación es ahora el futuro más probable. En unas pocas décadas, la población mundial dejará de crecer y comenzará a disminuir, y no hay razón para creer que, una vez que eso suceda, se revertirá automáticamente”, manifestó durante una entrevista con la revista TIME. Esta afirmación, que encabeza el debate sobre el futuro demográfico del planeta, invita a reconsiderar la preocupación tradicional por la sobrepoblación y a mirar con atención el fenómeno opuesto: la disminución de habitantes. El economista ha observado este fenómeno de cerca en la India, donde la tasa de natalidad promedio ha descendido a menos de dos hijos por mujer, en paralelo con el aumento de la prosperidad: “Las decisiones que la gente ha estado tomando durante siglos han ido moviéndose hacia tasas de natalidad cada vez más bajas —de un promedio mundial de seis en 1800 a cinco y medio en 1900, a cinco en 1950 y a menos de la mitad de eso ahora—. Ha sido una trayectoria descendente a largo plazo; no ha sido solo una respuesta a condiciones inmediatas”. El investigador subrayó que, a diferencia de otras especies, los humanos toman decisiones reproductivas influenciados por factores sociales, culturales, familiares y económicos, y que revertir esta tendencia requeriría un cambio profundo en todos esos ámbitos. Por su parte, Geruso aportó en la entrevista con TIME una perspectiva matemática al problema: “El número clave aquí es dos. Sin dos hijos en la próxima generación para reemplazar a dos padres en la generación anterior, las generaciones se reducirán, y eso sucederá tanto si el nivel de población es de 10.000 millones como si es mucho menor”. En la actualidad, países como Estados Unidos tienen una tasa de natalidad de 1,6 hijos por mujer, mientras que en Europa la cifra es de 1,4. Geruso reconoció que, para muchas personas, estas cifras reflejan decisiones personales legítimas, pero advirtió que, a nivel global, la consecuencia es una disminución sostenida de la población. El fenómeno no es exclusivo de los países ricos. Según datos citados por TIME, desde 1950, 26 países han visto caer su tasa de natalidad por debajo del nivel de reemplazo y nunca ha vuelto a subir, aunque sus poblaciones hayan crecido por la reducción de la mortalidad infantil o la inmigración. Geruso señala que las explicaciones tradicionales —como el acceso a anticonceptivos, el descenso del matrimonio o el alejamiento de la religión— no bastan para entender la convergencia global hacia tasas bajas de natalidad. “Vemos tasas de natalidad convergiendo a niveles bajos en todas partes del mundo, en lugares ricos, en lugares pobres, en lugares donde la religión es importante, en lugares donde la religión está en retroceso, en lugares donde el matrimonio sigue siendo casi universal”, afirmó a la revista norteamericana. Asimismo, el economista reconoció que los científicos sociales y los responsables de políticas aún no comprenden del todo las causas exactas de este fenómeno. La preocupación por el impacto ambiental de una población creciente es uno de los argumentos más frecuentes en el debate público. Spears reconoce la gravedad de los desafíos ecológicos, pero cuestiona la idea de que la solución pase por reducir la cantidad de personas. “Es natural pensar que la forma de proteger el medio ambiente es tener menos humanos. Lo que decimos en After the Spike es que la idea de que la despoblación es la manera de enfrentar nuestros desafíos ambientales ahora no considera la historia de cómo hemos logrado avances ambientales”, explicó Spears. El investigador recordó que problemas como la gasolina con plomo en los vehículos o la destrucción de la capa de ozono se resolvieron mediante regulaciones y acuerdos internacionales, no por la reducción de la población. “Cada vez que hemos avanzado contra un desafío ambiental, ha sido mientras la población crecía, abordando el problema directamente”, subrayó. La cuestión de los recursos limitados y la posibilidad de conflictos por tierra, agua o recursos no renovables también surge en la conversación. Spears aclara que no abogan por un crecimiento poblacional sin fin, sino por una reflexión sobre si conviene aceptar la despoblación como un destino inevitable o si sería preferible estabilizar la población mundial en algún nivel, posiblemente inferior al actual. “Después de que la población alcance su máximo y comience a disminuir, que es el futuro abrumadoramente más probable, si se quiere una población estabilizada algún día, entonces la tasa de natalidad tendría que volver a subir, y básicamente se plantea la misma pregunta: ¿cómo lograríamos en ese futuro una tasa promedio de dos hijos por cada dos adultos?”, planteó. Geruso destacó los beneficios de una población numerosa: “A un nivel fundamental —aunque no siempre lo sintamos ni lo reconozcamos, y por eso no siempre lo valoramos— otras personas son buenas para nosotros. Lo que separa la vida actual de la de hace un par de siglos —cuando hasta la mitad de los niños morían antes de la adultez, cuando la seguridad material básica era inexistente, cuando la pobreza extrema superaba el 80% del mundo, frente al menos del 15% actual— es el trabajo, las ideas, la innovación, el progreso. Lo que ha hecho ese progreso tan espectacular es que muchas mentes han estado trabajando, compartiendo conocimientos, aprendiendo cosas y construyendo el avance que todos disfrutamos ahora”. Esta visión pone en valor el capital humano como motor de desarrollo y bienestar colectivo. Las proyecciones indican que el declive poblacional comenzará hacia 2080. Spears compara la situación con la lucha contra el cambio climático: “Ahora, en 2025, no tenemos todas las respuestas que necesitamos para combatir el cambio climático, pero estamos en una posición mucho mejor de la que estaríamos si la gente no hubiera estado pensando en ello y trabajando durante décadas. El año 2080 —o 2084, según la ONU— está a unos seis decenios de distancia. Hace seis decenios, la gente conocía algunos hechos generales sobre el cambio climático. Se empezaba la investigación científica, se construía un movimiento social y político para entender que descarbonizar era una buena idea. Eso nos dejó en mejor posición hoy para tomar decisiones e implementar los cambios necesarios. Tenemos la opción de empezar hoy a hablar sobre qué tipo de futuro queremos construir para las próximas generaciones, si debemos hacer que la crianza sea mejor, más justa, más fácil, más apoyada, si debemos dar la bienvenida a la despoblación o preferir otra cosa. Podemos estar haciendo esa investigación, construyendo ese consenso social, para que, a medida que pasen las décadas, la gente esté en mejor posición para afrontar los desafíos que enfrentarán”, explicó Spears a TIME. Geruso refuerza la analogía con el cambio climático: “Creo que la analogía es bastante cercana, donde podríamos, durante mucho tiempo, vivir en un mundo donde la decisión individual de cada persona que tiene sentido para ella sea seguir emitiendo carbono, seguir teniendo familias pequeñas, y deberían, en el caso de la fertilidad, ser libres de tomar esas decisiones. Así que tenemos una gran pregunta y un gran desafío, que es, ¿cómo podemos construir un mundo en el que las personas que aspiran a tener más hijos se sientan apoyadas, se sientan capaces de tener esas familias más grandes, de elegir tener una familia en primer lugar, de elegir tener hijos en primer lugar?”. El análisis de los países con tasas de natalidad superiores a dos revela que la tendencia descendente es global. Spears señala que aproximadamente dos tercios de la población mundial vive en países donde la tasa de natalidad está por debajo de dos. En África subsahariana, la tasa actual es de 4,3, pero era de 5 en 2014 y de 6,4 en 1950, lo que indica una disminución constante. “El nivel de educación secundaria en África subsahariana para las niñas no era tan diferente al de la India hace unas décadas, y la tasa de natalidad en África no es tan diferente a la de la India hace unas décadas. La población de África seguirá creciendo durante el siglo XXI. Hay 1.200 millones de personas viviendo allí ahora. Llegará a unos 3.000 millones al final del siglo. Simplemente están en un punto diferente del camino donde los mayores niveles de vida y las tasas de natalidad más bajas tienden a ir de la mano”, explicó Spears. En Estados Unidos, la percepción común es que la gente tiene menos hijos porque los costos de la crianza —guarderías, vivienda, universidad— han aumentado considerablemente. Sin embargo, Spears observa que dentro de las sociedades, las personas más ricas no suelen tener familias más grandes, y que los países más ricos tienden a tener tasas de natalidad más bajas: “Vemos una tendencia a largo plazo, donde a medida que los países experimentan mayores niveles de vida, también tienden a tener tasas de natalidad más bajas”. Para Geruso, el primer paso para revertir la tendencia hacia la despoblación es un cambio cultural profundo: “Si alguna vez vamos a desviar el rumbo de la humanidad lejos de la despoblación global, eso requeriría una gran inversión en la reorganización de nuestra economía, de nuestras instituciones, de nuestras culturas, para apoyar y priorizar la crianza y el cuidado. Y no hay razón para pensar que esa inversión seria vaya a ocurrir mientras sigamos aferrados a estos sentimientos anti-persona. Así que el primer paso debe ser una comprensión amplia de que todos nos beneficiamos de vivir en un mundo grande. Eso debe venir antes de cualquier recomendación de política”. El debate sobre la despoblación suele estar teñido de connotaciones ideológicas. Geruso advierte sobre la tendencia de algunos sectores progresistas a aceptar la premisa conservadora de que hablar del valor social de aumentar la natalidad implica retroceder en la equidad de género. “El motivo por el que deberíamos rechazar esa suposición es porque no deberíamos creer que los hijos son solo responsabilidad de las mujeres. Son responsabilidad de todos nosotros”, afirmó Geruso a TIME. Spears, por su parte, enfatiza la dimensión global del fenómeno: “Parte de lo que estamos haciendo es tratar de elevar la mirada de todos hacia el hecho de que las bajas tasas de natalidad y un futuro de despoblación es algo que compartimos globalmente, que la tasa de natalidad en la India no es tan diferente de la de Estados Unidos y que todos estamos en un camino compartido hacia la despoblación global”. Ambos autores, además de investigadores, son padres. Geruso tiene un hijo de 11 años y Spears, dos. Su experiencia personal se entrelaza con su análisis académico, aportando una perspectiva humana a un debate que, según ellos, debe trascender los prejuicios y centrarse en la construcción de un futuro sostenible y solidario para las próximas generaciones. Fuente: Infobae

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