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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/07/2025 22:36
El hallazgo de un tumor en Telmatosaurus transsylvanicus sugiere que el cáncer no es una enfermedad moderna sino un fenómeno recurrente en especies extintas. (MDPI) El reciente descubrimiento de un tumor en un fósil de Telmatosaurus transsylvanicus, un dinosaurio herbívoro que habitó lo que hoy es Rumanía hace más de 66 millones de años, abre nuevas perspectivas en la evolución del cáncer y cómo las especies extintas pudieron haber lidiado con enfermedades similares. Este hallazgo no solo es relevante para los estudios paleontológicos, sino que también ofrece una ventana única hacia la biología evolutiva del cáncer, un fenómeno que podría haber acompañado a los seres vivos desde tiempos remotos. El tumor identificado en los restos de este dinosaurio corresponde a un ameloblastoma, un tipo de tumor benigno en la mandíbula que también afecta a los humanos, según describen los investigadores en la revista Multidisciplinary Digital Publishing Institute. Este hallazgo fue realizado por un equipo de investigadores del Imperial College de Londres y la Universidad Anglia Ruskin (ARU), quienes, además de estudiar las características del fósil, buscaron posibles paralelismos entre los tumores en dinosaurios y los de los seres humanos. Según Biancastella Cereser, coautora del estudio, “queríamos ver si este tumor en el dinosaurio podría darnos alguna información sobre algún paralelismo con los cánceres humanos”. El descubrimiento resalta que el cáncer no es una afección exclusiva de los humanos, sino que es un fenómeno biológico recurrente que también afectó a especies extintas como los dinosaurios. Técnicas avanzadas de paleoproteómica permiten estudiar tumores antiguos en fósiles, abriendo nuevas posibilidades en la investigación sobre el cáncer evolutivo. (MDPI) Este descubrimiento también subraya una realidad sorprendente: los dinosaurios, a pesar de ser conocidos por su fuerza y su indomable imagen en la cultura popular, no eran inmunes a enfermedades graves como el cáncer. A lo largo de los años, los paleontólogos han descubierto tumores en los fósiles de varios dinosaurios, pero el caso del Telmatosaurus transsylvanicus es particularmente significativo debido a la naturaleza del tumor encontrado. Aunque la identificación de tumores en fósiles de dinosaurios no es común, los avances científicos y las nuevas técnicas de análisis han permitido que los investigadores obtengan información crucial para entender las enfermedades que podrían haber afectado a estas criaturas prehistóricas. Uno de los aspectos más innovadores de este hallazgo es el uso de técnicas avanzadas de paleoproteómica, que permiten a los científicos analizar restos de tejidos blandos fosilizados. Estos tejidos, aunque raros, pueden preservarse en condiciones geológicas especiales, brindando información biológica valiosa que antes parecía irrecuperable. Las proteínas, más estables que el ADN, tienen la capacidad de resistir el paso del tiempo durante millones de años, lo que hace posible que los investigadores estudien la biología molecular de especies extintas, como los dinosaurios, para comprender mejor cómo evolucionaron y cómo manejaron problemas de salud similares a los que enfrentamos hoy. El descubrimiento de un ameloblastoma en el Telmatosaurus transsylvanicus ofrece claves para comprender cómo las especies extintas lidiaban con el cáncer. (MDPI) Los investigadores que han trabajado en este hallazgo, como Justin Stebbing, de la Universidad Anglia Ruskin, explican que “la investigación, que utiliza métodos relativamente poco utilizados, invita a una mayor exploración que podría ser la clave para futuros descubrimientos que podrían beneficiar a la humanidad”. Los avances en el análisis de proteínas fósiles han permitido que el estudio de enfermedades prehistóricas, como el cáncer, se convierta en una nueva disciplina científica: la paleooncología comparada. Este campo emergente no solo estudia la evolución de enfermedades en especies extintas, sino que también podría ofrecer pistas valiosas sobre cómo evolucionaron mecanismos biológicos de supresión tumoral en especies antiguas, lo que podría abrir nuevas posibilidades para la medicina moderna. El cáncer, como fenómeno biológico, no es un problema reciente, sino que parece haber sido una amenaza persistente a lo largo de la evolución de especies grandes y longevas, como los dinosaurios. Este descubrimiento genera la hipótesis de que los dinosaurios podrían haber desarrollado mecanismos evolutivos para manejar la susceptibilidad al cáncer, similar a lo que ocurre en los animales modernos de gran tamaño, como los elefantes o las ballenas. Estos animales, debido a su tamaño y longevidad, enfrentan un dilema evolutivo similar al de los dinosaurios: cómo controlar una enfermedad que prospera en cuerpos grandes y con muchas células. La preservación de fósiles con tejidos blandos puede revelar secretos biológicos ocultos, fundamentales para estudiar la evolución del cáncer en especies prehistóricas. (MDPI) Por ejemplo, los elefantes tienen múltiples copias del gen supresor de tumores TP53, lo que les permite prevenir el desarrollo de tumores. De manera similar, las ballenas boreales han desarrollado mecanismos avanzados de reparación del ADN, lo que les permite sobrevivir a un mayor número de células y posibles mutaciones. Los científicos se preguntan si los dinosaurios poseían sistemas similares, o si, por el contrario, desarrollaron mecanismos únicos que podrían ahora ser redescubiertos a través de los fósiles. Este hallazgo, además de sus implicaciones biológicas, plantea una reflexión crucial sobre la conservación paleontológica. La preservación de fósiles con tejidos blandos se convierte en una prioridad para la ciencia moderna, ya que estos restos pueden proporcionar datos esenciales sobre las enfermedades y mecanismos biológicos que existieron en el pasado. “Es crucial que los esfuerzos de conservación de fósiles a largo plazo se coordinen para garantizar que los futuros investigadores tengan acceso a especímenes adecuados para investigaciones moleculares de vanguardia”, destacó Stebbing. La conservación de estos fósiles no solo nos conecta con el pasado, sino que abre puertas a descubrimientos que pueden tener un impacto directo en la salud y la medicina actuales. El Telmatosaurus transsylvanicus, un dinosaurio herbívoro que vivió en el Cretácico Superior, se presenta como un ejemplo de cómo las especies antiguas compartían problemas biológicos con las que aún existen hoy. Los dinosaurios, como el Telmatosaurus, compartieron desafíos evolutivos relacionados con el cáncer, similar a los problemas enfrentados por especies modernas como los elefantes. (MDPI) Este dinosaurio, cuyo fósil fue hallado en la cuenca de Hateg en Rumanía, no solo representa un hallazgo paleontológico importante, sino también una oportunidad para estudiar los mecanismos evolutivos que podrían haberse utilizado para lidiar con el cáncer. El hecho de que el ameloblastoma, un tumor benigno, haya afectado a este dinosaurio sugiere que el cáncer podría haber sido una constante en los ecosistemas prehistóricos, un fenómeno que no solo afecta a los humanos, sino a toda una variedad de especies, grandes y pequeñas. Este descubrimiento también tiene implicaciones filosóficas y científicas. Al entender cómo las especies extintas manejaron el cáncer, los investigadores pueden arrojar nueva luz sobre cómo las especies modernas, incluida la humana, podrían enfrentar desafíos similares en el futuro. Este estudio de los dinosaurios permite ver el cáncer no solo como una anomalía moderna, sino como un desafío evolutivo recurrente que ha acompañado a los seres vivos durante millones de años. En términos prácticos, este hallazgo abre la puerta a nuevas investigaciones sobre cómo las especies han desarrollado mecanismos para controlar el cáncer a lo largo de la historia evolutiva. La paleooncología comparada, como nueva disciplina, tiene el potencial de desentrañar secretos biológicos ocultos en los fósiles, lo que podría ayudar a mejorar la comprensión y el tratamiento del cáncer en la actualidad. El descubrimiento del tumor en el fósil de Telmatosaurus transsylvanicus es un paso significativo en la ciencia del cáncer, al demostrar que esta enfermedad no es exclusiva de los humanos, sino que ha acompañado a los seres vivos durante su evolución.
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