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  • La historia de un informante de la CIA que impidió a Taiwán desarrollar armas nucleares

    » Jackemate

    Fecha: 05/07/2025 21:13

    Comparte este Articulo... Por Ricardo Marconi (*) Se conocieron detalles de cómo Chang Hsien-yi, uno de los ingenieros nucleares más destacados de Taiwán, fue informante de la CIA. El ingeniero, en 1988, desertó a Estados Unidos, luego de acordar esa decisión en función de aportar información esencial sobre un programa, considerado ultra secreto que, sin duda, alteraría la historia de Taiwán. Entre las décadas del 60 y el 80, Taipéi, el coronel Chang Hsien-yi era una figura de renombre en el proyecto de obtener armamento nuclear para Taiwán, a los fines de seguir el ritmo de China. El militar le entregó la información al país del Norte, llevando a Estados Unidos – como el aliado más cercano a Taiwán-, a presionar a este último Estado para que cerrara el programa, que, según los expertos en proliferación, estaba a punto de completarse. Los gobernantes taiwaneses críticos afirmaron que el informante traicionó a su patria y minó la capacidad de Taipéi para disuadir una posible invasión china, mientras que Chang declaró en una entrevista que “tomó la decisión correcta”. “No hay traición en absoluto”, declaró a CNN desde su casa de Idaho, donde se instaló con su familia. “Decidí proporcionar información a la CIA porque creo que era bueno para el pueblo de Taiwán”, dijo el hombre de 81 años. “Sí, había una lucha política entre China y Taiwán, pero desarrollar cualquier tipo de arma mortal no tenía sentido para mí”. La historia de Chang guarda semejanzas con la de Mordechai Vanunu, el famoso informante israelí que reveló al mundo el programa nuclear clandestino de su país. Pero mientras Vanunu hizo públicos los avances de su país, Chang los denunció en secreto y sin ninguna fanfarria. Las ambiciones nucleares taiwanesas En 1964, apenas 15 años después de que la guerra civil china terminara con una victoria comunista y dejara a los nacionalistas de Chiang Kai-shek controlando únicamente Taiwán, Beijing probó con éxito un arma nuclear, lo que inquietó profundamente al gobierno de Taipéi, que temía que algún día pudiera utilizarse contra la isla. Dos años después, Chiang lanzó un proyecto clandestino para sentar las bases técnicas del desarrollo de armas nucleares durante los siete años siguientes. El Instituto de Investigación Científica Chungshan dirigía el proyecto bajo el Ministerio de Defensa, y fue allí donde Chang empezó a trabajar como capitán del ejército un año después. Fue elegido Chiang para recibir formación nuclear avanzada, que incluiría estancias en Estados Unidos. Así, tras estudiar física y ciencias nucleares en Taiwán, asistió al Laboratorio Nacional de Oak Ridge, en Tennessee. A pesar de las declaraciones oficiales de Taipéi de que su investigación nuclear solo tenía fines pacíficos, Chang dijo que todos los estudiantes enviados a EE.UU. eran conscientes de su verdadera misión: aprender técnicas para el desarrollo de armas nucleares. “Sabemos con precisión, aunque no figure en la declaración escrita, lo que vamos a hacer, en qué tipo de área debemos concentrarnos”, dijo Chang en su oportunidad. “Estábamos algo excitados e intentábamos hacer el trabajo”, añadió. “Todo lo que hicimos fue centrarnos en el área que nos asignaron, pusimos todo nuestro empeño en hacerlo, en aprender todo lo posible”, agregó el ingeniero y militar. Luego advirtió que, mientras estaba en Oak Ridge, recordó Chang, la CIA ya estaba interesada en él. “En 1969 o 1970, recuerdo haber recibido una llamada telefónica”, dijo. La persona que llamó dijo que estaba “con una empresa y que estaban interesados en el negocio de la energía nuclear… se ofrecieron a llevarme a comer”. “En ese momento dije que no tenía interés porque tenía una tarea orientada a una misión. Pero no sabía que era de la CIA, solo lo supe después de muchos años”. Sospechas estadounidenses En 1977, un año después de doctorarse en ingeniería nuclear por la Universidad de Tennessee en Knoxville, Chang regresó a Taiwán. Fue ascendido a teniente coronel y dirigió el desarrollo de códigos informáticos para simular explosiones nucleares en el Instituto de Investigación de Energía Nuclear (INER), un laboratorio nacional que avanzaba de manera encubierta en el desarrollo de armas. Los dirigentes taiwaneses se enfrentaban a un delicado equilibrio: Estados Unidos se oponía firmemente a nuevos programas de armamento nuclear en cualquier parte del mundo, y Taipéi no podía permitirse alienar a su aliado más importante. Estados Unidos ha confiado durante mucho tiempo en la disuasión nuclear como parte de su estrategia más amplia para contrarrestar el almacenamiento de cabezas nucleares por parte de China y, en virtud de una política de no proliferación, se opone a que cualquier país desarrolle nuevas armas nucleares. Por aquellas décadas, Taiwán no era la democracia rica y vibrante que es hoy. Era una economía en desarrollo bajo el gobierno autocrático del Partido Nacionalista Chino, o Kuomintang. Ese régimen siguió ocupando un puesto en las Naciones Unidas hasta 1971 y mantuvo relaciones diplomáticas formales con Estados Unidos hasta 1979. Objetivo: minimizar riesgos Para minimizar riesgos de que se descubrieran sus ambiciones nucleares, la isla solo pretendía establecer en secreto la capacidad de producir armas nucleares rápidamente en cualquier momento, pero no construir un arsenal. “Las tapaderas de Taiwán eran increíblemente buenas”, afirmó David Albright, experto en proliferación nuclear y autor de “Taiwan’s Former Nuclear Weapons Program: Nuclear Weapons On-Demand”. “Siempre recalcaron que, en Taiwán, la investigación solo tenía fines civiles… Los funcionarios (estadounidenses) no sabían cómo romper esta tapadera”. Pero el riesgo de una conflagración nuclear a través del estrecho pesaba sobre Chang. El líder chino Deng Xiaoping, que asumió el poder en 1978, advirtió que, si Taiwán adquiría armas nucleares, China respondería con la fuerza. “Creo que van muy en serio”, añadió Chang. “Yo creía en eso”. “No quería tener ningún tipo de conflicto con China continental”, dijo el coronel. “Utilizar cualquier tipo de armas químicas o nucleares mortíferas… para mí no tiene sentido. Creo que todos somos chinos y hacer eso no tiene sentido”. Así que cuando los agentes de la CIA se acercaron de nuevo a Chang durante un viaje a Estados Unidos en 1980, aceptó hablar. “Le conocemos y estamos interesados en usted, y mantuvimos una conversación”, relató Chang, añadiendo que los estadounidenses le sometieron a un detector de mentiras “muy minucioso” para asegurarse de que no era un agente doble. Ayudó a la CIA en algunas tareas puntuales, antes de convertirse en informante en 1984. Durante los cuatro años siguientes, un agente de la CIA, identificado solo como “Mark”, se reunió con Chang cada poco mes en pisos francos de Taipéi, incluido un apartamento cerca del mercado nocturno de Shilin, uno de los destinos gastronómicos más famosos de la isla, según señaló CNN. En esas reuniones, la CIA le pedía que corroborara información de inteligencia, compartiera información sobre proyectos recientes del INER y tomara fotos de documentos confidenciales. “Todas esas conversaciones eran bastante profesionales. Cogía un lápiz y un cuaderno para anotar mis respuestas”, cuenta Chang. “Me repetía que harían todo lo posible por mantenernos a salvo a mí y a mi familia”. El accidente de Chernóbil El desastre de Chernóbil en 1986, un catastrófico accidente nuclear ocurrido en Ucrania, expuso a cientos de miles de personas a radiaciones nocivas y solidificó la convicción de Chang de que era imperativo detener el programa de armas nucleares de Taiwán. Ese mismo año, Vanunu expuso públicamente detalles del programa nuclear clandestino de Israel, entregando la información que tenía a los medios de comunicación británicos y causando una sensación internacional. Posteriormente fue secuestrado por agentes del Mossad, devuelto a Israel y procesado, motivo por el cual pasó años en prisión. Un nuevo capítulo de la vida La vida de Chang -y la de su esposa y sus tres hijos- dio un giro dramático en enero de 1988, cuando la CIA los trasladó a Estados Unidos. Para entonces, la administración del presidente Ronald Reagan había reunido pruebas suficientes y aprovechó la oportunidad creada por la muerte del presidente Chiang Ching–kuo -hijo de Chiang Kai-shek- para presionar a su sucesor reformista Lee Teng-hui para que cooperara. Albright, experto y escritor, dijo que Chang fue el informante más crucial a la hora de armar a Washington para acabar con el programa taiwanés. “Estados Unidos llevaba años jugando al gato y al ratón con Taiwán sobre su programa nuclear”, dijo. “Chang realmente se aseguró de que Estados Unidos tuviera pruebas contundentes que Taiwán no pudiera negar… y se enfrentara directamente a los taiwaneses”, agregó. En los meses posteriores a la partida de Chang, Estados Unidos envió especialistas para desmantelar una planta de separación de plutonio, una instalación diseñada para extraer materiales nucleares para la fabricación de armas. El equipo también supervisó la retirada de agua pesada, sustancia utilizada como refrigerante en los reactores nucleares, y combustible irradiado, combustible nuclear que puede reprocesarse para extraer materiales para armas nucleares. Chang fue declarado persona buscada en Taiwán. La orden de detención expiró en 2000, pero nunca ha regresado a la isla, y declaró que no estaba seguro de cómo sería recibido. La oficina presidencial y el ministerio de Defensa de Taiwán declinaron hacer comentarios cuando la agencia internacional de noticias se puso en contacto con ellos. ¿Héroe o traidor? La decisión de Chang de trabajar con la CIA siegue siendo controvertida en Taiwán y en los años transcurridos ha continuado su enorme expansión industrial y económica, convirtiéndose en una democracia plena en la década de 1990. Pero las hostilidades entre ambos lados del estrecho persisten. Taipéi se ha visto sometido a una creciente presión militar por parte de China, que ahora tiene el mayor ejército del mundo y se muestra cada vez más firme en sus reivindicaciones territoriales sobre Taiwán. El Partido Comunista Chino ha prometido tomar Taiwán por la fuerza si es necesario. Beijing deja pequeño al ejército de Taiwán: gasta unas 13 veces más en defensa. Algunos han argumentado que si Taiwán hubiera logrado adquirir armas nucleares podría haber servido como elemento disuasorio definitivo, de forma paralela a Ucrania, donde Rusia podría no haber invadido si Kiev hubiera conservado su arsenal nuclear de la era soviética en lugar de renunciar al mismo. Como ya hemos puntualizado, taiwaneses han criticado a Chang, diciendo que “se extralimitó al decidir unilateralmente que la isla está mejor sin una fuerza nuclear disuasoria”. “Creo que es un traidor”, dijo Alexander Huang, profesor asociado de estudios estratégicos en la Universidad de Tamkang, porque las armas “serían vistas como una herramienta útil para negociar un mejor resultado diplomático” con Beijing. Pero, a su vez, Su Tzu-yun, director del Instituto de Investigación sobre Defensa y Seguridad Nacional de Taiwán, afirmó que la falta de una opción nuclear “no afectó substancialmente a las modernas capacidades de defensa de Taiwán, porque la munición de precisión puede utilizarse para lograr objetivos similares a los de las armas nucleares tácticas”. “El gobierno taiwanés de entonces analizó que, si China desembarcaba en Taiwán, podría utilizar armas nucleares tácticas para eliminar a las tropas que desembarcaran”, dijo. “Pero en su ausencia, también podemos emplear armas de precisión como misiles para sustituirlas”. No es un elemento informativo internacional de todos los días, pero sí es cierto que Taiwán compra armas a Estados Unidos, ya que -a pesar de haber cerrado el programa nuclear- sigue siendo su socio militar clave, y por ello Estados Unidos sigue suministrándole munición, entrenamiento y sistemas de defensa. Elemento disuasorio Además de armamento, la isla cuenta con lo que algunos consideran un elemento disuasorio más eficaz que las bombas nucleares. En 1987, justo un año antes del cierre del programa nuclear, el empresario tecnológico Morris Chang fundó la Taiwán Semiconductor Manufacturing Company, que hoy produce aproximadamente el 90% de los chips semiconductores más avanzados del mundo para empresas tecnológicas. El papel integral de la isla en la cadena mundial de suministro de semiconductores, según algunos observadores, bastaría para disuadir a China de lanzar una invasión, formando lo que se conoce como su “Escudo de Silicio”. Albright, que realizó una amplia investigación sobre el programa taiwanés, también afirmó que su éxito no habría sido beneficioso para Taiwán. “Creo que habría aumentado el riesgo militar de un ataque chino”, dijo, mientras que Washington también podría haber respondido “reduciendo su compromiso de seguridad o limitando la ayuda militar” una vez conocidas las capacidades de Taiwán. “Quizá sea bueno para el pueblo taiwanés. Al menos no provocamos a China continental, de tal manera que iniciara una guerra agresiva contra Taiwán”, dijo Chang. “Lo hice con la conciencia tranquila, no hay traición, al menos a mí mismo”, concluyó Chang al ser entrevistado. (Jackemate.com) (*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

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