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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/07/2025 07:09
Una vez reducida la inflación a niveles tolerables, la prioridad pasa a ser el diagnóstico y la solución de la enfermedad subyacente (Foto: Shutterstock) La fiebre es un indicador importante de problemas de salud, y cuando llega a niveles muy altos hay que bajarla con urgencia por sus propias consecuencias. Pero tratar solo la fiebre, sin atender la infección, puede llevar a recaídas o a que el problema de fondo se agrave silenciosamente. De forma análoga, es urgente controlar la inflación cuando alcanza niveles extremos. Una vez reducida a niveles tolerables, la prioridad pasa a ser el diagnóstico y la solución de la enfermedad subyacente. En la transición, es un error poner todo el énfasis en eliminar el síntoma, mientras se posterga el diagnóstico y el tratamiento de los problemas económicos subyacentes. La enfermedad de fondo del paciente económico argentino es la ineficiencia de su modelo productivo, caracterizado por su cierre al comercio exterior, una legislación laboral anti-empleo y un sector público sobredimensionado. Si después de los notables logros coyunturales alcanzados seguimos enfocados exclusivamente en la inflación remanente, la enfermedad de fondo no empezará a curarse y hasta podría agravarse. Este es el caso, por ejemplo, de insistir con una eliminación de la inflación al costo de un atraso cambiario crónico que contribuye a un ahorro insuficiente y a la postergación de sus sectores más productivos. Consecuencias del modelo actual Uno puede diagnosticar la enfermedad estructural de Argentina de distintas maneras. Un enfoque atractivo es mostrar la estructura de empleo laboral en comparación con una economía sustancialmente más libre -pero no exenta de vicios intervencionistas- como es Estados Unidos, país con el que competíamos en ingreso per cápita en la primera mitad del siglo XX. El cuadro siguiente es muy ilustrativo de nuestros problemas relativos actuales de productividad e ingreso por habitante. Las causas de la ineficiencia estructural El dato comparativo más notable (ver quinta línea) es que mientras en Estados Unidos el 69,4% de la población en edad de trabajar (entre 18 y 64 años) está empleada formalmente en el sector privado, en Argentina ese ratio alcanza solo el 27,5% de la misma población. ¿Qué explica semejante diferencia? Las razones son varias: El empleo público sobredimensionado. Mientras en Estados Unidos el sector público emplea solo el 6% de la población en edad de trabajar, en Argentina absorbe el 15,3%. Dentro de esta diferencia están los planes trabajar del gobierno argentino, que no existen en Estados Unidos y que en Argentina cubren al 3,9% de la población referida. También es significativa la diferencia en empleo específico del sector público (11,5% en Argentina vs. 6% en Estados Unidos), lo que refleja el fenómeno del sobreempleo estatal (los populares ñoquis), que tiene una alta concentración a nivel provincial pero también es significativa a nivel nacional. La enfermedad de fondo del paciente económico argentino es la ineficiencia de su modelo productivo La economía informal. El tamaño de la economía informal, prácticamente inexistente en Estados Unidos, es otro rasgo notable del empleo en Argentina, alcanzando al 18,9% de la población referida. Otro rubro agrupable aquí, por su característica de empleo de baja productividad, es el de los autónomos y monotributistas, que también existe en Estados Unidos, pero mientras allí representan el 5,1% de la población en edad de trabajar, en Argentina constituyen el 8,3 por ciento. Entre la informalidad ilegal y la legal (los autónomos monotributistas) se llega a un nivel de empleo informal prácticamente igual al empleo en blanco. Es decir, solo el 50% del empleo privado ocurre en empresas organizadas con economías de escala y métodos modernos de producción. El otro 50% ocurre en establecimientos pequeños e ineficientes, necesariamente así para evitar ser descubierto en la masiva evasión que significa estar en la informalidad. Entre la informalidad ilegal y la legal (los autónomos monotributistas) se llega a un nivel de empleo informal prácticamente igual al empleo en blanco En esta situación, solo 50% del sector privado paga todos los impuestos que el gobierno recauda; el resto no paga nada (o muy poco, en el caso de los autónomos monotributistas). La presión tributaria argentina, en promedio muy alta para su nivel de ingresos y similar al promedio de los países desarrollados, esconde una realidad destructiva: la presión tributaria sobre el sector formal que paga impuestos es el doble que la de países donde no existe evasión significativa. Evadir en conjunto el IVA, las cargas sobre el salario, Ganancias, Ingresos Brutos y la multiplicidad de impuestos menores constituye un subsidio implícito formidable a la informalidad, capaz de cubrir groseras ineficiencias productivas y además permitir utilidades en negro. Evadir en conjunto el IVA, las cargas sobre el salario, Ganancias, Ingresos Brutos y la multiplicidad de impuestos menores constituye un subsidio implícito formidable a la informalidad Menor participación laboral. En Argentina, de cada 100 personas en edad de trabajar, solo el 74,8% está empleada o busca empleo. En Estados Unidos, ese mismo ratio llega al 84%. Esta diferencia explica por sí sola una menor posibilidad de empleo privado formal de 9,3 puntos de la población en edad de trabajar. ¿Por qué ocurre esto? En parte porque para muchos beneficiarios del Estado, como por ejemplo las receptoras de la Asignación Universal por Hijo (AUH), lo que reciben es aparentemente suficiente para sobrevivir y no aspiran a un empleo en el sector privado formal, o no aspiran a un empleo formal porque perderían los beneficios de la AUH. También puede explicarse por las falencias de un sistema educativo que no les permitió acceder a una capacitación personal mínima. Mayor tasa de desempleo. Argentina registra una mayor tasa de desempleo que Estados Unidos (4,9% vs 3,6%), redefinida en este análisis como porcentaje de la población en edad de trabajar. Argentina registra una mayor tasa de desempleo que Estados Unidos (4,9% vs 3,6%), redefinida en este análisis como porcentaje de la población en edad de trabajar (Foto: Reuters) Todas estas causas explican por qué el empleo privado formal es comparativamente mucho menor en Argentina. Cualquier otro destino que no sea el trabajo formal (menor participación laboral, mayor tasa de desempleo, ñoquis en el Estado) tiene productividad cero o mucho menor que el empleo privado formal, como ocurre con la informalidad laboral o la condición de autónomos. En resumen, si Argentina lograra reducir significativamente la informalidad laboral, racionalizar el empleo público, ampliar la participación laboral y disminuir el desempleo estructural, el país podría casi triplicar su nivel actual de empleo privado formal. Si Argentina lograra reducir significativamente la informalidad laboral, racionalizar el empleo público, ampliar la participación laboral y disminuir el desempleo estructural, el país podría casi triplicar el empleo privado formal En términos concretos, se estima que: La eliminación del trabajo informal permitiría incorporar alrededor de 5,7 millones de nuevos empleos formales. La reducción de planes sociales y empleos estatales de baja productividad (“ñoquis”) sumaría otros 2,8 millones. Aumentar la proporción de personas en edad de trabajar que efectivamente participan en el mercado laboral podría agregar 2,8 millones adicionales. Una formalización parcial de los trabajadores autónomos y monotributistas podría sumar 1 millón más. La reducción del desempleo estructural permitiría recuperar cerca de 400.000 puestos. En conjunto, estos cambios representarían un aumento de más del 150% en el empleo privado formal, pasando de los actuales 8,3 millones de trabajadores registrados a unos 21 millones. Este salto significaría una mejora sustancial en términos de productividad y sostenibilidad fiscal, además de permitir un incremento considerable del salario real promedio, al redistribuirse mejor la carga tributaria y mejorar la eficiencia de la economía. Productividad laboral El salario real promedio aumentaría proporcionalmente con el empleo formal solo si la actual productividad del empleo informal fuera cero, cuando en realidad es baja pero positiva. Este análisis no agota el potencial de crecimiento del ingreso per cápita. La participación privada formal del empleo es una condición necesaria pero no suficiente para alcanzar la máxima productividad posible. El tema es que el valor económico de la productividad del sector privado formal podría ser mucho mayor si se dedicara a producir aquello que resulta más eficiente. Hoy no lo puede hacer, pues el cierre de la economía incentiva la producción para el mercado interno y posterga el desarrollo de los sectores más eficientes, capaces de competir en el exterior. El valor económico de la productividad del sector privado formal podría ser mucho mayor si se dedicara a producir aquello que resulta más eficiente (Foto: Reuters) La maximización del valor de la productividad laboral del sector privado depende críticamente de la apertura de la economía. Por otra parte, un aumento significativo del empleo formal no podría darse con una demanda limitada al mercado interno empobrecido. La demanda potencial de un mercado mundial es la única alternativa para superar la restricción doméstica en cualquier proceso acelerado de crecimiento. El caso de China antes y después de la apertura lo demuestra con claridad, así como la experiencia de países como Chile, Perú e Irlanda. La ineficiencia sistémica de la economía argentina, reflejada en su bajo ingreso per cápita, extendida pobreza y estructura laboral anómala, exige políticas estructurales para remover las causas de la decadencia relativa. Las ganancias potenciales son enormes y llevarán tiempo una vez iniciadas las reformas, pero lo importante es que los cambios estructurales se implementen a la brevedad para que el fin de la decadencia y el aumento del crecimiento hagan auto-sostenible el cambio liberal. La ineficiencia sistémica de la economía argentina, reflejada en su bajo ingreso per cápita, extendida pobreza y estructura laboral anómala, exige políticas estructurales La excepcional presión tributaria que recae sobre la economía formal es la causa principal de la informalidad productiva. La evasión es un subsidio auto-generado por el empresario informal. La multiplicidad de impuestos y la magnitud de las tasas hace que el subsidio implícito sea enorme y explique una extensión de la informalidad similar a la de las empresas formales. La reducción de la presión tributaria es un requisito esencial para atacar el problema. Pero ese no es el único factor. También es importante que, frente a la presión tributaria que permanezca, las personas sientan que sus contribuciones se reflejarán en servicios de salud, protección contra el desempleo y jubilaciones acordes con los aportes realizados. Los impuestos al salario que financian jubilaciones futuras no garantizan a quienes aportan que recibirán una jubilación proporcional (Foto: EFE) La solidaridad desmesurada en los beneficios de nuestro Estado de bienestar impide que eso ocurra. Por ejemplo, los impuestos al salario que financian jubilaciones futuras no garantizan a quienes aportan que recibirán una jubilación proporcional. Saben que, aun si evaden los impuestos laborales trabajando en la informalidad, de todas formas, obtendrán una jubilación mínima. La pérdida en términos de jubilaciones futuras no es significativa si se evade, mientras que los aportes durante la vida activa absorben un porcentaje importante del sueldo en blanco. La desmesura de solidaridad de nuestro sistema de bienestar explica la evasión, y esta a su vez ha requerido tasas impositivas crecientes para financiar un sistema jubilatorio con exceso de jubilados respecto al número de aportantes. Actualmente, las contribuciones sobre el salario destinadas a financiar el pago de jubilaciones alcanzan para cubrir solo el 60% de las mismas, siendo la diferencia cubierta por impuestos generales. Este porcentaje sería aún menor si las jubilaciones no hubieran caído un 25% en términos reales en los últimos ocho años. Actualmente, las contribuciones sobre el salario destinadas a financiar el pago de jubilaciones alcanzan para cubrir solo el 60% de las mismas El sistema previsional actual es insostenible en sus condiciones presentes y requiere una transformación profunda. No solo no puede restaurar el poder adquisitivo perdido, sino que requeriría una caída adicional de un 40% en términos reales de las jubilaciones para equilibrar sus cuentas. La presión tributaria extraordinaria sobre el sistema formal no solo se explica por el déficit previsional. Los impuestos también cubren el exceso de empleo en el sector público, los planes de empleo gubernamentales, la AUH y otros subsidios familiares, las pensiones de invalidez, etc. Sin bajar el gasto público social, que en estos rubros creció espectacularmente desde 2002, no habrá forma de reducir la presión tributaria extraordinaria. El proceso de reforma debe ser integral Si la presión tributaria no baja y los rasgos solidarios del sistema no se atenúan seriamente, los incentivos a la evasión y la informalidad no cambiarán. Pero la solución del problema requiere múltiples reformas complementarias entre sí. Con atraso cambiario e impuestos que no bajan, y sin una reforma laboral que elimine la industria del juicio y la indemnización por desempleo (reemplazando esta por contribuciones individuales al seguro de desempleo), la apertura comercial enfrentará resistencias insuperables. Sin apertura comercial y un dólar competitivo, no habrá una expansión de la economía formal a través de exportaciones y servicios exportables (turismo y otros) que absorba la informalidad y el sobreempleo estatal. Sin apertura comercial y un dólar competitivo, no habrá una expansión de la economía formal a través de exportaciones y servicios exportables (Foto: Reuters) Para evitar la parálisis, el proceso debe ser simultáneo en todos los frentes: reducir la desmesura distributiva, cambiar la naturaleza y dimensión de la asistencia social para que la pérdida de beneficios no desincentive el trabajo formal, avanzar en una reforma laboral que elimine la indemnización por desempleo y la industria del juicio, y abrir la economía con un tipo de cambio crecientemente competitivo a medida que avanza la reducción arancelaria. Solo con un enfoque integral y simultáneo se generarán incentivos para que el sistema económico privado formal crezca y sea más eficiente, genere empleos y los actuales beneficiarios del sector público tengan incentivos para aprovechar las nuevas oportunidades en el sector privado. Conclusión La profundidad y complejidad de las reformas necesarias no puede ocultarse. Un reformismo superficial no alcanza y muchas reformas requerirán cambios constitucionales para asegurar su credibilidad. Quedará para otras notas abordar los principios y la profundidad de las reformas necesarias en los distintos campos específicos, incluyendo temas críticos no tratados aquí, como la Educación y el Régimen de Coparticipación Federal de Impuestos. No hay margen para un nuevo fracaso de programas “neoliberales”. El camino hacia una economía liberal recién empezó y aún queda mucho por recorre Las resistencias políticas que se generarán son fácilmente anticipables. Pero en esto va el futuro de Argentina. No hay margen para un nuevo fracaso de programas “neoliberales”. El camino hacia una economía liberal recién empezó y aún queda mucho por recorrer. Ojalá que, a partir de las próximas elecciones, o incluso antes, Javier Milei centre el programa económico en las profundas reformas estructurales necesarias, con la misma convicción con la que atacó el desequilibrio fiscal y la inflación; y aplicando, en la medida necesaria, los principios de acción política que postula: “Es mejor decir una verdad incómoda que una mentira confortable” y “Nunca hay que negociar las ideas para rascar un voto”. El autor es miembro del Consejo Superior de la Universidad del CEMA, Master en Economía, Universidad de Chicago (Esta columna es a título personal)
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