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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 05/07/2025 06:54
Andrés Montero destaca la importancia de la narración oral y la mediación en la formación de lectores Hay quienes tienen la dicha de haber escuchado cuentos de abuelas, madres o padres o maestros contados con emoción y frescura. Hay quienes tienen el talento para poder narrar, para interpretar las historias con palabras y gestos. En su novela Taguada, Andrés Montero retoma esos personajes capaces de transformar un relato en algo maravilloso. No es por azar o fortuna: él es un juglar de la palabra, un pregonero. Nacido en Santiago de Chile en 1990, además de escritor, es narrador. Es autor de la novela Tony Ninguno; del libro de cuentos La muerte viene estilando, del ensayo Por qué contar cuentos en el siglo XXI y de cuatro libros juveniles publicados en su país, Argentina, México, España, Italia, Grecia y Dinamarca. Dicta cursos de narración; dirige, junto con Nicole Castillo, la Escuela Casa Contada y conduce el programa de televisión Los cuenteros en ruta. En su novela "Taguada" retoma el papel de la narración dentro de las comunidades —¿Cómo se construye la identidad lectora? —Pienso que es como todas las identidades, se construye en la relación con los otros. O sea que, cuando conocemos a los demás y conocemos sus gustos lectores, empieza a forjarse en nosotros una identidad propia, porque vemos lo que nos gusta, lo que nos hermana con otros, lo que nos diferencia y lo que nos hace que nuestra trayectoria lectora sea única, también. Por lo tanto, me parece que la lectura y todos los planes de fomento tendrían que apuntar hacia lo colectivo, hacia leer juntos y los clubes de lectura, a socializar lo que leemos. Y entonces, la identidad lectora se va construyendo de forma orgánica, comunitaria. Quizá no siempre es así, a veces las vamos construyendo un poco a los porrazos, un poco solos. Y en el camino se pueden quedar muchos lectores que no forjaron su identidad. —¿Crees que un libro podría despertar el interés por leer? —Por supuesto. Yo creo que toda la gente que lee es porque hubo algún libro que le despertó el interés de seguir leyendo. Ahora, ¿qué libro? Digamos que ahí hay un trabajo que hacer de la gente que escribe, quienes median, los libreros, los bibliotecarios, porque el mismo libro no va a hacer que todos lean. Todos somos distintos. Por lo tanto, que te llegue ese libro que a ti te va a hacer leer más y buscar más libros para pasarlo bien y acompañarte, esa es una tarea en la que tenemos que trabajar. El escritor aboga por fomentar la lectura colectiva y la socialización de las experiencias lectoras —De un hogar sin padre ni madre ni familiares lectores, ¿puede surgir un ávido lector? —La experiencia dice que sí, porque hay muchos casos de gente que escribe, que lee y que dice que en su casa no había ningún libro y nadie leía. Pero cuando uno busca un poquito más en esas historias, casi siempre hubo algún vecino, algún profesor, alguna biblioteca en el barrio o una escucha de historias que a lo mejor esa gente no leía, pero sí contaba muchas historias. Lo que sería raro es que apareciera un ávido lector sin ninguna de estas cosas, o sea, sin historias que se cuentan, sin bibliotecas cerca... A veces hay casos, también, de que la familia en la que trabajaba la madre como empleada doméstica tenía una biblioteca. Siempre hay casos así, Si no hubiera nada de eso, es imposible. El Estado y la sociedad tienen que encargarse de que siempre haya alguna posibilidad. —¿Hay un momento para empezar a leer? —Pienso que depende de cada persona, de cada trayectoria lectora. Hay gente que empieza a leer a los 60 años y nunca había leído antes y se transforman en grandes lectores. Hay gente que empieza muy chica y luego incluso lo deja. O sea, no hay una regla. Yo creo que hay que empezar a leer el mundo. Eso lo hacemos desde que nacemos, vamos leyendo cómo es el mundo y que eso está acompañado de ficciones, de palabras, de versos, de rimas. Ahí sí depende mucho de los padres, de la gente que está más cerca del bebé. Entonces, el primer momento, yo creo que es cuando empezamos a leer el mundo con las canciones que nos cantan, con los cuentos que nos cuentan, con los versos que nos recitan. Dicho esto, sí creo que la lectura misma de leer sobre papel, juntar letras para formar palabras, está muy apurada. A los niños y las niñas se les está tratando de hacer leer lo más pronto posible, 5, 6, 7 años. Se les mide con la cantidad de palabras que pueden leer, y si no lo saben hacer, tienen que repetir el año. Y en realidad, pienso que lo que deberíamos hacer es contar historias todo el tiempo posible, y cuando los niños ya estén enamorados de las historias, van a ir a buscar la lectura. Montero relata cómo los cuentos y cómics marcaron sus primeros encuentros con la lectura y la narración —¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación o hay otro tipo de mediadores? —Un mediador de lectura es toda aquella persona que está al medio entre un libro y otra persona, que no ha leído ese libro. Es un puente que permite ese acercamiento. Generalmente, funciona más cuando sin ese mediador el encuentro entre la persona y el libro era difícil que se diera. Por lo tanto, mediadores de lectura podemos ser todos, todos los días, prácticamente en cada momento. No está ligado a la educación exclusivamente. En absoluto. Los libreros son mediadores de la lectura. Los bibliotecarios, por supuesto; los padres, las madres, los abuelos, los tíos, los hermanos mayores, los hermanos menores. Cualquier persona puede ser un mediador de la lectura. —¿Recuerdas tu primer encuentro con libros? —Bueno, en mi casa sí había muchos libros. Están los cuentos que me leía mi mamá, las historias que me contaba mi papá. Tengo dos recuerdos muy nítidos. Uno es que cuando mi hermano estaba en segundo básico y tenía que leer un libro para el colegio. Vi ese libro, que se llamaba Gustavo y los miedos, me lo leí. Fue el primer libro que leí completo. Luego recuerdo –tiene que haber sido por la misma época– haberme quedado una tarde solo en la casa y encontrado un cómic chileno que se llama Mampato, que es genial porque se trata de un niño que viaja en el tiempo. O sea, puede ir a ver a los mosqueteros de Francia o a los cavernícolas o a donde él quiera. Es un cómic histórico muy bueno. Y me acuerdo haber tomado uno de esos cómics y haber pasado una de las mejores tardes de mi vida y haberme enamorado para siempre. [Fotos: gentileza Andrés Montero]
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