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  • “Operativo Judas”: el crimen del “Lobo” Vandor, el sindicalista que negociaba con Onganía y quería un “peronismo sin Perón”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/06/2025 04:40

    Augusto Timoteo Vandor era el líder de la UOM en 1969 y predicaba un "peronismo sin Perón" Corría enero de 1973 y faltaban dos meses para las elecciones que consagrarían a Héctor J. Cámpora como presidente por el Frente Justicialista de Liberación cuando Juan Domingo Perón recibió a un cronista del diario Mayoría en su quinta madrileña de Puerta de Hierro. Habló de los temas del momento, centrados por supuesto en la situación política en la Argentina de cara a los comicios del 11 de marzo de ese año, pero en un momento la conversación derivó al pasado y el expresidente se refirió un dirigente sindical que había sido asesinado a balazos el 30 de junio de 1969. Se llamaba – se había llamado - Augusto Timoteo Vandor, el hombre que con el general en el exilio se había propuesto construir “un peronismo sin Perón”. En esa entrevista, Perón contó que había llamado a llamar a Vandor en abril de 1969 y le había avisado que lo iban a matar: “Yo le dije: a usted lo matan; se ha metido en un lío que a usted lo van a matar. Lo mataban unos o lo mataban otros, porque él había aceptado dinero de la embajada americana y creía que se los iba a fumar a los de la CIA. ¡Hágame el favor! Le dije: ahora usted está entre la espada y la pared; si usted le falla al Movimiento, el Movimiento lo mata; y si usted le falla a la CIA, la CIA lo mata. Me acuerdo que lloró. Le dije: usted no es tan habilidoso como se cree, no sea idiota; en esto no hay habilidad, hay honorabilidad, que no es lo mismo”, relató. Los inicios de Vandor “El Lobo”, como se lo conocía a Vandor, había comenzado su actividad sindical en la década de los ’50 como delegado de la fábrica Phillips y entre sus logros iniciales se contaba el de haber liderado una huelga por mejoras salariales. El derrocamiento de Perón en septiembre de 1955 le costó el despido de Phillips y unos meses de cárcel, pero para 1958, durante el gobierno de Arturo Frondizi, volvió a aparecer en el escenario sindical, donde se catapultó a la secretaría general de la poderosas Unión Obrera Metalúrgica. Vandor se reconocía peronista – y lo era -, pero también tenía ambiciones propias, más allá de los que pensara el general exiliado. Como secretario general de la UOM había encabezado durante los años ‘60 los intentos más importantes de construir un “peronismo sin Perón”, tolerable para el sistema, presentando listas electorales propias o arreglando con los militares golpistas. A eso, y a sus métodos de control de las estructuras sindicales para la negociación y el arreglo, se llamó entonces “el vandorismo”, y en enfrentamiento con el líder justicialista – aunque soterrado – resultó inevitable. Augusto Timoteo Vandor tenía contactos con la dictadura de Onganía En la entrevista que le dio a Mayoría a principios de 1973, Perón no recordó la carta que en 1966, antes del golpe que llevaría a Juan Carlos Onganía a la Casa Rosada, le escribió a otro importante líder sindical, José Alonso, el secretario general de los textiles, donde le decía que había que acabar con Vandor. Pero el documento existía: “El enemigo principal es Vandor y su trenza... hay que darles con todo y a la cabeza, sin tregua ni cuartel. En política, no se puede herir, hay que matar, porque un tipo con una pata rota hay que ver el daño que puede hacer... Deberá haber solución y definitiva, sin consultas, como ustedes resuelven allí. Esa es mi palabra y usted sabe que Perón cumple”, había escrito el general desde Madrid. El derrocamiento del presidente radical Arturo Umberto Illia en junio de 1966 ilegalizó a los partidos políticos y suspendió la actividad sindical, dejando sus luchas internas en un segundo plano. “Hay que desensillar hasta que aclare”, mandó a decir Perón desde Madrid. El dictador Onganía pretendía quedarse dos décadas en el poder, apenas tres años después, con las manifestaciones del Rosariazo y el Cordobazo, la situación había cambiado y las luchas políticas comenzaron a desarrollarse a velocidad vertiginosa. “Operativo Judas” El lunes 30 de junio de 1969 hacía frío y la Argentina venía de semanas calientes. Hacía apenas un mes, el Cordobazo había marcado el principio del fin de las pretensiones de Juan Carlos Onganía. Augusto Timoteo “el Lobo” Vandor tenía previsto pasar por la sede de la UOM a la mañana, antes de un almuerzo previsto para ese mediodía con el coronel Luis Prémoli, uno de sus tantos contactos con los militares en el poder. Prémoli había sido uno de los tres militares de alto rango que habían ingresado por la fuerza al despacho presidencial para echar a Arturo Illia. Onganía asumió la presidencia un día después y el coronel pasó a formar parte del círculo estrecho de la toma de decisiones del dictador. Buena parte de los sindicalistas, aunque se decían peronistas, tenían vínculos estrechos con el Onganiato. Prémoli era secretario de Información Pública y uno de los encargados de la alianza con los sindicatos. Los restos de Vandor en su velorio Pero varios meses antes de que explotaran el Rosariazo y el Cordobazo, un grupo de peronistas enemigo de los acuerdos con Onganía ya había decidido un curso de acción. En principio eran ocho los que, en secreto, habían planeado la muerte de Vandor. En marzo de 1969, el grupo de ocho se redujo a cinco. Se juramentaron entrar al muy vigilado edificio de la UOM y no salir hasta haber terminado con la vida del líder metalúrgico. Lo llamaron “Operativo Judas”. Durante tres meses, el grupo intentó conocer la distribución y el movimiento del edificio, pero nunca consiguieron entrar. Tuvieron que preparar el operativo con unos croquis que habían dibujado a partir de observaciones exteriores. Las armas que tenían ponían en evidencia que no se trataba de profesionales: dos pistolas 45, un revolver 38, otro 32, un 22, una pistola 22 y cinco metralletas caseras calibre 22. Además, habían conseguido tres kilos de trotyl: en caso de no localizar a Vandor una vez adentro, harían un acto suicida con la certeza de que el hombre al que querían matar tampoco saldría vivo. Dentro de la sede sindical, en La Rioja 1945 del barrio porteño de Parque de los Patricios, podía haber hasta 40 personas y los complotados daban por seguro que los custodios de “el Lobo” estarían relajados. En cambio, ellos sabían que contaban con la sorpresa y la disposición a morir en el intento. Pese a las tres deserciones, el grupo de cinco confiaba en que no había nadie que pudiera dar información sobre sus propósitos. El secreto era clave: sabían que dos tentativas anteriores de matar a Vandor fracasaron porque él se enteró y compró a los implicados. La corona de flores de Perón a Augusto Vandor El 30 de junio empezaron a moverse a las 8 de la mañana, para llegar a la sede de la UOM alrededor de las 10. Cuatro de los integrantes del comando fueron en un auto al que antes cambiaron platinos, bujías y cargaron nafta. Sólo dos sabían manejar, si a esos dos les pasaba algo tendrían que escapar a pie. El quinto integrante estaba en la esquina de Cátulo Castillo y La Rioja para verificar que Vandor hubiera llegado y estuviera dentro del edificio. Tuvo momentos de zozobra, porque “el Lobo” llegó puntualmente a las 10, pero los encargados de matarlo se retrasaron una hora y recién llegaron pasadas las 11 de la mañana. El coche quedó estacionado a la vuelta del sindicato. Lo dejaron en marcha porque confiaban en que todo duraría pocos minutos. Ingresaron al edificio con unas credenciales falsas de policías y mostraron unos papeles que simulaban ser una citación judicial para Vandor. Una vez adentro, sacaron las armas y empezaron a buscar oficina por oficina hasta que encontraron la del secretario general. Cuando Vandor trató de encerrarse, le pegaron varios tiros y, aprovechando la confusión, se escaparon. A la salida, para cubrir su huida, detonaron una granada. Adentro, “El Lobo” ya era un cadáver. Una autoría demorada Al día siguiente, la CGT de los Argentinos (CGTA), liderada por el gráfico Raimundo Ongaro, convocó a una huelga general. Las disputas, agrias, entre distintos sindicatos, no eran suficiente razón como para hacer silencio sobre una muerte que podía cambiar el tablero político. La CGTA tenía como uno de sus puntales al cordobés Agustín Tosco quien estaba preso como cientos de participantes del Cordobazo. Y lo que menos querían Ongaro y Tosco era desbarrancar. La tapa del diario Crónica que daba cuenta del crimen de Vandor en la sede de la UOM de Parque Patricios Por su parte, Onganía respondió con la sutileza de un oso pardo: declaró el estado de sitio y atribuyó la muerte de Vandor a “un plan subversivo de ideología perfectamente determinada, que trata de cambiar nuestra forma de vida”. El viernes 4 de julio, el gobierno clausuró el periódico de la CGTA, dirigido por Rodolfo Walsh, e intervino la mayoría de sus gremios. Hubo razzias y detenciones. El propio Raimundo Ongaro, acusado de complicidad en la muerte de su rival político, fue a parar a la cárcel por seis meses. Era su sexta detención en doce meses, y fue la más larga. En medio de tanto revuelo, los servicios de inteligencia de la dictadura no daban pie con bola en sus intentos por averiguar quiénes habían cometido el crimen. La investigación no avanzó y el expediente fue cerrado por el juez Alberto Chiodi sin ningún procesado y sin una pista firme sobre el caso. Recién en febrero de 1971 – más de un año y medio después del atentando - un Comando “Héroe de la Resistencia Domingo Blajaquis” del Ejército Nacional Revolucionario (ENR) se adjudicó la muerte de Vandor. Los autores eran en realidad integrantes de un grupo peronista de izquierda que pronto cambiaría su nombre por el de Descamisados y que se sumaría definitivamente a Montoneros a fines de 1972.

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