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  • Albano Harguindeguy, en primera persona: su defensa de la dictadura y por qué no se publicaron las listas de los desaparecidos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/06/2025 04:33

    Albano Harguindeguy fue desinado como ministro del Interior por Videla Transcurría el verano de 1994, y uno de los hombres más temidos de la dictadura militar argentina, Albano Harguindeguy, pasaba sus vacaciones en las paradisíacas playas de Buzios, Brasil, junto su familia. El dato era preciso y el objetivo era entrevistarlo. La tarea era complicada porque se negaba a los reportajes debido a las decenas de causas por crímenes de lesa humanidad en las que estaba involucrado. Si bien desde 1974 en plena democracia ya era un “hombre fuerte” del Ejército Argentino y se venía desempeñando como jefe del Estado Mayor del I Cuerpo de Ejército, su rol más feroz y comprometido había comenzado el 30 de enero de 1975 cuando resultó nombrado jefe de la Policía Federal Argentina por la entonces presidenta de la Nación, María Estela Martínez de Perón. Harguindeguy fue un personaje clave para el derrocamiento del gobierno democrático ocurrido el 24 de marzo de 1976. Hombre fuerte de la dictadura Tras el golpe de Estado, Harguindeguy fue designado por Jorge Rafael Videla como ministro del Interior, y bajo su órbita y control continuaba el “funcionamiento” de la Policía Federal que manejaba los centros clandestinos de detención conocidos como “El Club Atlético” -en el sótano del edificio del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la fuerza en avenida Paseo Colón, entre Cochabamba y San Juan-, “El Garaje Azopardo” –en la avenida Ingeniero Huergo-, “El Olimpo” –División Automotores, Ramón L. Falcón 4250- y la Superintendencia de Seguridad Federal –Moreno 1417-. Siempre le sobró poder, tanto que se sentía tan respaldado por la Armada Argentina –además de su propia fuerza, el Ejército- que eso lo hizo soñar con pasar a convertirse en presidente cuando Videla estaba por dejar el cargo. Finalmente su deseo fue solo una ilusión, ya que las internas del poder determinaron que el sucesor fuera el por esos tiempo teniente general Roberto Viola. Por la época del mencionado encuentro para el reportaje, mediados de los años 90, Harguindeguy venía de ser juzgado por el secuestro de los empresarios algodoneros Federico y Miguel Gutheim, y si bien estaba procesado con prisión preventiva, terminó beneficiado con el indulto que el Presidente Carlos Menem le concedió a él y otros militares en 1989. Pero ahora, después de buscarlo durante varias horas, estaba mano a mano después de llamar a la puerta de la coqueta casa que esa temporada alquiló Eduardo, su hijo, quien por entonces trabajaba como arquitecto en Cabo Frío, distante 25 kilómetros de Buzios. Lo acompañaban su hija Patricia, sus nietos, y su mujer de entonces, Helena Pita. Él miraba incrédulo, y luego de varios minutos de insistencia aceptó el diálogo e invitó a pasar para iniciar la charla. Eran tiempos en los que todavía se percibía poderoso y reivindicaba el accionar del llamado Proceso de Reorganización Nacional: “A pesar de todo lo que se dijo estoy muy satisfecho por la tarea que se hizo. Tengo una pena muy grande en el corazón por la situación de los comandantes. Se les quitó el grado y son considerados ex oficiales. Pero a los que formamos parte de aquel gobierno el balance nos da positivo. Sembramos ideas e iniciamos el camino de una política a través de la transformación del Estado, que hoy se aplica en Argentina y en la mayoría de los países del mundo”. ALbano Harguindeguy durante el juicio por crímenes de lesa humanidad en su contra -También sembraron el terror. -No, intentamos controlar el terror que impusieron los subversivos y finalmente lo logramos. Los primeros años se dedicaron a la lucha contra la subversión. A Martínez de Hoz se le dijo cuando asumió que no aplicara una política de shock para que no incentivara aún más la guerrilla. Por eso la tarea de gobierno se hizo despacio. En las provincias quedaron muy pocas áreas por privatizar. -Además el Proceso falló en lo económico y en lo político. -Entre las mismas Fuerzas Armadas hubo diferencias. Tenían sus intereses y peleaban por espacios de poder. Eso entorpeció la ejecución del programa que se quería aplicar. En la primera etapa, con Videla, la economía funcionaba muy bien. Cuando Viola asume comete un gravísimo error, que fue devaluar la moneda al otro día de recibir el gobierno. Si el ministro de Economía Lorenzo Sigaut dejaba el dólar libre lograba una estabilidad inmediata, pero se equivocó. -Pero los especialistas aseguran que Martínez de Hoz llevó al país al fracaso económico. -Todavía hay idiotas útiles que dicen entender de economía y hablan de la nefasta política de Martínez de Hoz. Me gustaría que lean el anuncio del plan económico del 2 de abril de 1976. Lo que fracasó no fue el plan, sino los hombres que lo pusieron en práctica en el gobierno de Viola. Harguindeguy elegía hablar de la economía que se impuso en aquellos tiempos de represión y muerte, pero pasamos a hablar del derrocamiento del gobierno por la fuerza, del golpe de Estado que habían provocado una vez más la Fuerzas Armadas. -¿Es consciente de que cuando interrumpieron el gobierno de Isabel Perón violaron la Constitución Nacional? -Claro que soy consciente de que violamos la Constitución Nacional. Pero todos los argentinos pedían que lo hiciéramos. Albano Harguindeguy tenía en sus planes suceder a Jorge Rafael Videla al frente de la dictadura militar -Todos no. Muchos no estaban de acuerdo con el golpe de Estado porque estaban convencidos de que había otros mecanismos constitucionales con los que se podría haber dado solución a la difícil situación que se atravesaba. -Se ensayaron todas las posibilidades. Me cansé de hablar con los diputados y senadores peronistas. Me decían, “¿cómo vamos a echar a alguien con el apellido Perón del gobierno? No se olvide que es la esposa del líder”. -¿Hoy tiene claro que esa no es la forma de cambiar un gobierno? -Por supuesto. Entiendo que las Fuerzas Armadas no están para gobernar. Pero no quedaba otra alternativa. El país era un caos total. -¿No cree que complicaron aún más la situación que se vivía? -La subversión era incontenible. Algo había que hacer y se hizo. -Pero hubo secuestros, muertes y desaparecidos. Como ministro del Interior, ¿se hizo responsable de los excesos que cometió la Policía Federal? -Cuando la fuerza actuaba era por orden de los tres comandantes. Yo no era responsable de la ejecución de las operaciones militares, sí del equipamiento. Albano Harguindeguy declara en el juicio en su contra por crímenes de lesa humanidad La charla continuaba con idas, vueltas y cambios de opiniones frente al que por aquellos años demostraba que todavía se sentía un hombre fuerte de la dictadura por más que estuviéramos en democracia. Y así lo manifestaba: “El objetivo era aniquilar al enemigo y se logró”. La lista de desaparecidos -¿Por qué nunca se dieron a conocer listas con identidades de los desaparecidos? -Por disenso de las Fuerzas Armadas. -¿Usted tuvo la posibilidad y la intención de dar a conocer esos nombres? -Por supuesto que sí. En mi caja fuerte tenía un comunicado con las personas cuya desaparición fue denunciada ante el Ministerio del Interior. Cuando dejé mi cargo intenté publicar ese listado. Viola, Massera y Agosti, los tres comandantes responsables del gobierno no me lo permitieron. En el living de la casa Harguindeguy cruzaba palabras con sus demás hijos y nietos mientras reivindicaba a Videla y lo definía como un hombre íntegro. “Yo no, soy mortal y pecador”, se autodefinía. Del que no tenía tan buena opinión era del general Ramón Camps, quien fuera jefe de la temible policía de la Provincia de Buenos Aires durante el gobierno de facto: “Fue polémico, pero nunca voy a hablar mal de un camarada, aunque él no es el símbolo del Proceso”. -A usted el ex presidente Carlos Menem le inició una causa por privación ilegítima de la libertad y abuso de autoridad, ¿qué puede decir sobre eso? -Eso se produjo cuando fue preso por orden de los comandantes y llevado a Mar del Plata. Después se lo trasladó a Las Lomitas en Formosa. El tema se originó cuando enfermó su madre. Entonces ordené que se le diera el mismo trato que a Mera Figueroa (Julio, ministro del Interior durante la presidencia de Menem). Él también tuvo enferma a su mamá y viajó para verla. La orden fue que a él también se le permitiera visitarla. Nunca supe por qué no lo hizo. Si fue por problemas de que no había vuelos. Siempre se dijo que no le permití viajar y no fue así. El diálogo derivó en la Guerra de Malvinas. Harguindeguy quería referirse a las responsabilidades de aquella decisión: “Fue un error de Leopoldo Galtieri y el canciller Nicanor Costa Méndez. La Marina fue la que impulsó la guerra”, aseguró. -¿Usted hoy puede dormir tranquilo? -Sí, muy tranquilo... En 2004, luego de que se dieran por tierra los indultos, Albano Harguindeguy volvió a ser procesado por crímenes de lesa humanidad y se negó a declarar en causas por detenciones ilegales y homicidios en el Plan Cóndor, una campaña de represión política y terrorismo de Estado realizada desde 1975 por varias dictaduras latinoamericanas con el respaldo del gobierno de Estados Unidos. Entonces se ordenó que cumpliera prisión domiciliaria en su casaquinta de Los Polvorines, donde murió el 29 de octubre de 2012 a los 85 años sin haber recibido condena.

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