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  • Monseñor Jorge Eduardo Lozano: “La ética nos ayuda a todos a convivir en paz”

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 29/06/2025 12:45

    Por Nahuel Maciel (*) En un mundo saturado de mensajes, donde la palabra parece multiplicarse sin medida, pero el diálogo se agrieta, monseñor Jorge Eduardo Lozano no levanta la voz. Habla despacio, con pausas que abren espacios de silencio fértil. Sabe que el lenguaje no es solo transmisión: es hospitalidad, es encuentro, es riesgo. Lozano cita al Papa Francisco: “Tenemos muchas herramientas para comunicarnos, pero estamos más solos que nunca”. No lo dice con nostalgia de un pasado idealizado, sino con la lucidez de quien ha caminado las periferias del mundo digital y real. Sabe de qué habla: como presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social y miembro del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, es uno de los referentes más lúcidos de la Iglesia latinoamericana en torno a los desafíos contemporáneos de la palabra y la verdad. “El uso no discernido de las redes sociales nos puede absorber en un mundo de fantasía. Genera vínculos con quienes están lejos, pero nos aleja de los que tenemos al lado”, advierte. Y ese es quizás uno de los signos de esta época: la paradoja de estar hiperconectados y, sin embargo, más solos. Hay una preocupación que recorre sus palabras como un hilo delgado: la pérdida del diálogo, de ese tejido fino que sostiene la convivencia. “El diálogo implica escuchar auténticamente y decir desde el corazón. Y eso requiere humildad”, afirma. La ausencia de ese ejercicio de mutua vulnerabilidad no solo corroe los vínculos personales: también resquebraja las estructuras democráticas. Lozano lo observa con claridad cuando habla del estilo político dominante: “Varios dirigentes del mundo, de distintos signos ideológicos, no admiten el pensamiento distinto. Todo lo diferente es enemigo”. En esa lógica, no se construyen consensos, se alimentan trincheras. “Me preocupa que vivamos en un clima en el que sube el nivel de agresión. Y eso puede terminar justificando incluso la violencia física”, alerta. En un tiempo donde el disenso es leído como afrenta y la discrepancia como traición, monseñor Lozano apela a una ética del cuidado y la responsabilidad. “La ética no limita la libertad. La ética nos ayuda a todos a convivir en paz”, resalta. Esa advertencia toma cuerpo cuando describe la brutalidad de ciertas formas del discurso público donde algunos apelan a la descalificación, a la agresión. Los medios de comunicación tampoco escapan a esta crisis y lamenta la pérdida de confianza de los lectores y la audiencia por informaciones que se publican sin sus debidos chequeos rigurosos. Eso también es parte de la fractura del diálogo. Ante esa pérdida de confianza, monseñor propone un ejercicio de discernimiento crítico: “No quedarse con una sola fuente. Consultar varios medios, buscar referentes confiables” y evitar las descripciones retaceadas que impiden percibir al conjunto. Pero no todo es sombra. También hay luces. Lozano cree en la capacidad transformadora de la palabra cuando es acompañada por la belleza, la verdad y el respeto. Por eso promueve la formación de evangelizadores digitales, la capacitación de comunicadores en las diócesis, y espacios de diálogo como el reciente encuentro con periodistas en la sede de la Conferencia Episcopal. “Queremos alentar a los obispos a escribir más, a los curas a predicar también en redes sociales, y a los laicos a decir palabras que conmuevan”, se entusiasma. Y esa insistencia en conmover no es retórica: es la apuesta por una comunicación que no sea solo transmisión, sino hospitalidad. La otra gran esperanza viene del Sur, del mundo académico y silencioso de las universidades. En Río de Janeiro y en Santo Domingo, más de 200 instituciones de todo el mundo –muchas de ellas no confesionales– se reunieron para pensar estrategias concretas de cuidado de la Casa Común. “Ahí hay una globalización bien entendida”, señala monseñor Lozano. No lo dice como quien celebra una rareza, sino como quien detecta un brote verde en medio del cemento. “Aunque no haya salido en los noticieros, aunque apenas se haya publicado en redes, esto me genera esperanza”. Porque el futuro –lo sabe bien– no depende solo de las estructuras de poder, sino también de esas redes invisibles que sostienen el bien común. Monseñor Lozano no cae en simplificaciones. Ni idealiza ni condena: discierne. Reconoce el poder de la tecnología, pero alerta sobre su uso irresponsable. Sabe que el lenguaje construye realidades, pero también puede destruirlas. Por eso, su voz no grita, acompaña. Su palabra no impone, escucha. Su diagnóstico no es para el escándalo: es para el alma. Y tal vez por eso mismo, conmueve. -Desde Johannes Gutenberg hasta la actualidad, nunca hemos tenido tanta posibilidad de transmitir ideas y comunicarnos. Sin embargo, también es cierto que desde Gutenberg hasta la fecha nunca hemos afrontado tantos riesgos de quedar aislados o en falsas realidades por la saturación en las comunicaciones. -Sí. Francisco lo expresaba así: tenemos muchas herramientas para comunicarnos, pero estamos más solos que nunca. Y es así, porque no siempre tener más instrumentos o más facilidades logra que nos podamos comunicar más, que podamos tener esta experiencia de encuentro. Por un lado, la maravilla: veo como algunas familias -a mí mismo me pasa-, que tienen miembros en otros continentes, yo tengo primos en España, y hoy se puede hablar con relativa frecuencia con ellos. Hay familias de aquí mismo -de Gualeguaychú-, que tienen sus hijos estudiando en Buenos Aires o en Córdoba, y que tienen videollamadas para ver cómo andan y acompañarse más. Pero, también acontece que el uso no discernido de las redes sociales nos puede absorber en un mundo de fantasía que en el fondo no existe, más que en nuestra imaginación, y generar entonces vínculos muy cercanos con algunos, pero a través de las redes. Y con quienes compartimos codo a codo, sea en un aula o en casa, no nos comunicamos tanto. -Y además se da en el marco de un deterioro del diálogo. Está fracturado el diálogo generacional, el diálogo entre la familia y la escuela, entre la directora y la maestra, entre la maestra y el alumno. Está debilitado el diálogo entre la actividad entrópica y la naturaleza. Y al no tener experiencias de diálogo, se pierde la cultura del encuentro. -Así es. El diálogo implica escuchar y decir. Pero, escuchar auténticamente y decir desde el corazón; lo cual implica -de algún modo- aceptar que somos vulnerables. Aceptar que el otro pueda decir algo que yo no sabía, o agregarme una perspectiva que yo no tenía, y que a su vez está esperando una respuesta. No es que dijo algo en el aire, sino que el diálogo que busca el encuentro entre dos corazones, entre dos personas, requiere un cierto despojo y una actitud de humildad. -La vez pasada -no recuerdo al autor- leía que convencer no es derrotar al otro en el campo de las ideas, sino es “vencer con” el otro. Especialmente partir de la década del ´60 en adelante, se tiene una imagen más completa de la persona que actúa en masas y cómo se despersonaliza en esa “multitud anónima”. El actuar en masa despersonaliza, facilita que las personas pierdan todo freno y facilita a las conductas impensadas por su agresividad. Lo más parecido a eso hoy se puede percibir en el anonimato que dan las redes sociales. No se comunican para intercambiar, sino para agredir; lo mismo que las personas masas, pero ahora desde un ordenador o un celular. -Es tremendo. Por un lado, los algoritmos posibilitan que nos comuniquemos con los que pensamos lo mismo. Entonces, se achica mucho el abanico de diálogo y en el fondo, como se decía hace un par de décadas, “nos cocinamos en el mismo puchero” con los que somos iguales. Perdemos en perspectiva otros pensamientos, otros modos de entender la vida. Pero, también corremos el riesgo de pensar o suponernos impunes. Y entonces, con la posibilidad de decir lo que quiera a quien sea sin hacerme cargo de nada y sin que eso después tenga en mí algún tipo de repercusión ética, lo cual hace que sea un riesgo, porque la ética está presente en todo. No es que la ética me limita la libertad. La ética nos ayuda a todos a una convivencia pacífica. -Es cierto que la tecnología, sobre todo en las comunicaciones, nos da una suerte de sensación de libertad para hacer lo que queramos. Pero, a indefectiblemente la libertad debe ir de la mano de la responsabilidad. A más libertad, más responsabilidad. Esto es fácil de percibir con los estilos de algunos gobernantes, especialmente Javier Milei y su entorno. Y ante la falta de argumentos, apelan a la descalificación, a la agresión. la imagen más parecida es la de un adolescente que al no tener el lenguaje o carecer de las palabras para manifestar lo que le pasa, cierra el puño y golpea. -Lamentablemente, hay un estilo en varios dirigentes en el mundo. Lo digo refiriéndome al mundo occidental, porque no me animo a generalizar tanto. Pensemos en el actual liderazgo de (Donald) Trump en Estados Unidos, en el liderazgo en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela, en la Argentina, en lo que fue (Jair) Bolsonaro en Brasil. Y vemos que son de distintos signos políticos, no son solo de izquierda o de derecha, pero son sin oposición o sin pensamiento distinto. Y todo pensamiento distinto es mirado como enemigo, como destructor, como perjudicial. Es un lenguaje que va generando en los propios adherentes rechazo de los que no lo siguen en lugar de buscar consensos o buscar la explicación de lo que es un camino mejor y lo que sucede en el ámbito de la democracia. El pueblo elige sus dirigentes y las propuestas que van realizando, más allá de que algunos, terminando su mandato hayan conseguido el beneplácito de quienes los votaron o de quienes no los votaron, que hayan podido llevar adelante sus propuestas. En esto me preocupa que vivamos en un clima como de ir subiendo el nivel de agresión y que esto implique el favorecer también un clima que justifica la agresión física. -Además, esta agresión, de la mano de la intolerancia, mella la democracia. -Así es y lo deberíamos tener más presente también. -Los medios de comunicación supieron gozar de confianza en los lectores o audiencias. Si había una discusión, muchas veces se superaba si alguien argumentaba “lo dice el diario”. No decimos que era una palabra revelada o santa, pero sí que había un grado de confianza sobre esa información compartida que permitía a alguien decir “cállate la boca, lo dice el diario”. Hoy, nuestros hijos nos enseñan: si nos informamos por un medio de comunicación masivo, debemos como primera instancia, desconfiar “de esas verdades”. Hay una relación ahí de confianza que también -al igual que el diálogo- se ha quebrado. -Mi experiencia particularmente, en la búsqueda de la información, trato de no quedarme con un solo medio. En general, si es prensa escrita trato de ver qué dicen 2 o 3 diarios; si es en la televisión trato de ver 2 o 3 canales distintos. Y tratar de tener, sobre todo, para las informaciones de mayor importancia referentes con quienes chequear la información. Y esto me parece que es un ejercicio sano, aunque me da pena que tengamos que desconfiar de lo que escuchamos sin poder asegurar que lo que dijeron ha sido chequeado. Es como la figura de un elefante. Si alguien describe la pierna, la puede describir perfectamente, pero no sabremos que el elefante tiene trompa. O puede describir perfectamente el colmillo y no saber que el elefante tiene una cola cortita. Entonces, también dependiendo de las descripciones -a veces muy parciales- nos perdemos el conjunto y ver cuál es el contexto donde se está produciendo esto que nos están contando. -En términos de comunicación siempre aparece la palabra globalización. Sin embargo, se trata de una palabra que es muy vieja en nuestra manera de pensar, porque ya los romanos decían “todos los caminos conducen a Roma”. Pero cuando uno analiza la economía, se percata que está globalizada. Los países se manejan por bloques: la Unión Europea, el Mercosur, los Tigres Asiáticos. Cuando se observa a la justicia internacional, el panorama es más desolador, porque a pesar que está constituida una Corte Internacional, sus alcances no están globalizados porque no todos los países son iguales. Hay algunos que tienen poder de veto y para ellos la ley no los obliga a nada. Podemos encontrar -tal vez- en la comunicación lo parecido a la idea de globalización. En estos este instante en el que estamos dialogando, en el living de una casa se está viendo por Internet, las acciones bélicas entre Israel e Irán. No hay nada más global que eso. Sin embargo, los dueños de los satélites son 2 o 3. Entonces, se vuelve a caer el concepto de la globalización. En donde sí la palabra globalización cobra más coherencia es en la idea-concepto de la Casa en Común. ¿Por qué cuesta tanto concebir la Casa Común? -Me parece que tiene que ver con intereses económicos en algunos; y con desconocimiento de la situación en otros. Respecto de globalización confiable en el ámbito de la Casa Común, hubo en este último mes dos eventos que he tratado de seguirlos. Una fue en Río de Janeiro hace 20 días. Fue la reunión de una red de universidades por el cuidado de la Casa Común, donde cerca de 200 rectores de universidades privadas, otras de gestión estatal, no necesariamente católicas, diría las universidades católicas serían un 10-15 por 100 en ese conjunto; se han reunido nuevamente después de haber venido con una serie de encuentros para ver de qué manera, desde el ámbito académico, aportar elementos acerca del cuidado de la Casa Común, involucrando más a los estudiantes. Ahí tenemos una globalización muy bien entendida. La semana pasada hubo otro encuentro en Santo Domingo de la organización de universidades católicas de América Latina y el Caribe. Esta vez sí, todas las universidades eran católicas, algo más de 80 universidades presentes a través de sus rectores, donde también están viendo cómo fomentar desde el ámbito académico pensamientos que ayuden a ver cómo prepararse mejor -en el primer caso en Río de Janeiro- para la próxima Cumbre Mundial del Clima. Y en el caso de Santo Domingo, para ver cómo desde el ámbito académico se pueden generar buenas prácticas desde las universidades. Ahí tenemos un foco muy importante de gran incidencia. Tal vez esto no apareció en ningún canal de televisión, no fue noticia. Y apenas se divulgó en algunas redes sociales de las propias universidades. Sin embargo, es un ámbito de muy buena incidencia. A mí esto me genera esperanza, aunque no se visualice masivamente. Hay que dimensionar que se pongan de acuerdo más 200 universidades del mundo y de distintas marcos antropológicos o ideológicos, es muy bueno, y encima se ponen de acuerdo para incidir en la próxima Cumbre Mundial del Clima. O sea, no es para elaborar algún “paper” abstracto que pocos leerán, sino para ver cómo incidir políticamente. Así que en esto me parece que también hay que buscar y rascar un poquito la tierra para para encontrar estos elementos que puedan ayudarnos desde la globalización a ver algunos signos positivos. - ¿Qué desafíos y qué planes afronta como presidente en la Comisión Episcopal de Comunicación Social? -Nosotros tenemos algunos desafíos. Mencionaré dos ahora, al interior de la vida de las diócesis. A mí me toca, junto con los otros obispos que están en la Comisión, ver cómo fortalecer más una red interna de la vida de la iglesia. Hay diócesis y jurisdicciones eclesiásticas, la mayoría, diría, el 60-70 por 100 que tienen alguna oficina de comunicación o alguna comisión; un 30-40 por 100, todavía no. Entonces, nosotros estamos viendo cómo a ese 30-40 por 100 les podemos brindamos servicios de capacitación que puedan ayudar en eso. Y a su vez, el país al ser tan amplio -nosotros lo hemos dividido en 8 regiones-, queremos referentes de cada región que nos ayuden a fortalecer más y acompañar, sobre todo, con capacitación; que es lo que más nos piden. Y en esto tenemos algunas universidades que nos colaboran. Otro ámbito que tenemos dentro de la Pastoral, en la vida de la iglesia, es cómo acompañamos a los que se llaman “evangelizadores digitales” o “misioneros digitales”. Que en eso hay unos cuantos laicos, sacerdotes, religiosas, que tienen una muy buena presencia en las redes sociales. Algunos tienen 200.000 seguidores, otros un poco más, otros un poco menos, algunos más dentro de su propia provincia, otros con alcance incluso global o internacional. Entonces, se han hecho ya dos encuentros y vamos a tener un tercer encuentro a nivel nacional a fin de noviembre de este año. Y también alentamos la participación para asistir en julio en Roma a un encuentro a nivel mundial de estos misioneros y evangelizadores digitales. Hay que tener en cuenta que en la Iglesia hemos tenido más experiencia en la presencia a través de la radio o la misa por televisión, pero poco en las redes sociales. En la pandemia nos ha hecho más afines estas herramientas que desconocíamos. Entonces, ahí tenemos otro segundo desafío en el ámbito eclesial. Y hacia la sociedad, lo que estamos procurando es que haya más presencia dentro de ámbitos de comunicación. Por ejemplo, el miércoles pasado (por el 11 de junio) tuvimos en la sede de la Conferencia Episcopal, con ocasión de haberse celebrado el Día del Periodista el 7 de junio, un encuentro con periodistas. Participaron cerca de 40 personas. La idea era conversar un rato, no era hacer una rueda de prensa, ni tampoco reportajes, sino más bien, alentarlos en lo que implica el rol del periodista, de la comunicación en la sociedad, y ver cómo nosotros mismos logramos que los obispos escriban más artículos, que los curas prediquen más a través de las redes sociales, que los laicos se capaciten para decir palabras que conmuevan, que lleguen, que tengan belleza, que haya respeto por el medio. Así que asumimos estas líneas de desafíos que estamos encarando. El desarraigo -Ustedes van cambiando de sedes, de territorio de acuerdo a los servicios pastorales. Cómo abordan el desarraigo. -Me parece que ahí cada persona lo trabaja de un modo diverso, según la propia historia y según la propia vocación. En mi caso personal, siempre tuve conciencia que mi vida no iba a transcurrir en Buenos Aires, al menos no toda mi vida pastoral. Sí, me ordené de cura para ser sacerdote en Buenos Aires. Pero, siempre tenía esta idea que no iba a dedicar toda mi vida a la ciudad de Buenos Aires. De hecho, en 1997-1998, empecé a pensar si mi lugar no era ir al África. Y empecé a hacer un discernimiento. Me había planteado hacer 3-4 meses de experiencia. Justo en ese discernimiento me nombraron obispo auxiliar de Buenos Aires. Fue Jorge Bergoglio, que era el arzobispo. Él me dijo: “Mirá, eso ahora ya queda en suspenso, ya la iglesia decidió cuál es tu lugar de misión”. Y después, estando acá en Gualeguaychú y ya Francisco como Papa, en una entrevista con él, le dije que tuviera presente que yo estoy disponible para ir al África, si es que necesita un obispo allá. Y conversamos un poco de eso. Él me dijo, bueno, mirá, no, yo quiero que te sigas quedando en Gualeguaychú. Después cuando me tocó ir a San Juan, que fue algo inesperado para mí, también me dijo: bueno, mirá, yo sabiendo de tu disponibilidad para ir a cualquier lugar del mundo, San Juan es cualquier lugar del mundo, así que te necesito ahí. No obstante, esto, que para mí es muy importante como parte de mi vocación, siento el que me quedan las raíces al aire a veces. Entonces trato, ahora he venido a Gualeguaychú con alegría a fortalecer de nuevo los vínculos porque algunos no se han perdido, a visitar a mi hermano, mis sobrinos, algunos amigos… en vacaciones trato de fortalecer de nuevo los lazos de amistad… y con esta idea de que ciertamente, bueno, en mi caso particular, me siento como que no estoy atado a un lugar y que el estilo misionero me puede llevar a cualquier parte. No obstante, siento que mis raíces están con mi familia, mis amigos. Claro que los extraño y hacemos fiesta y nos alegramos cuando nos encontramos. Fallecimiento de Francisco y nuevo Papa -A muchos seguramente les pasó que cuando falleció el Papa Francisco, obviamente, habrán experimentado angustia y una desazón enorme. Y después una incertidumbre en el proceso de la elección de su sucesor. Y finalmente, una alegría al saberse que fue elegido León XIV. ¿Cómo vivió usted esas tres etapas? -A la muerte de Francisco la viví, y espero que se entienda bien, con alegría. Porque yo lo veía ya muy deteriorado en los últimos meses, haciendo esfuerzos sobre humanos. A fin de octubre pude estar charlando con él, y vi lo que le costaba respirar y el esfuerzo que hacía. Pero, estaba impecable todavía en ese tiempo. Después, con la internación se deterioró mucho… Pienso que el día anterior, el Domingo de Pascua, que él haya podido estar en la Plaza San Pedro recorriendo un poco con el Papamóvil y haciendo la bendición desde el balcón, habrá sido un gran motivo de felicidad. Y se habrá ido “chocho”. Se fue con el corazón lleno de pueblo, como a él le gustaba. Entonces, a mí me puso contento que su muerte fuera en ese contexto, con ese broche… y lindo también me pareció, al terminar esa semana de duelo, que el último adiós se lo dieran los pobres en la puerta de la Iglesia de Santa María la Mayor, y que ellos fueran los que recibieran el féretro y lo llevaran hasta la sepultura. Digo, la muerte de Francisco fue como su vida. Entonces, con todo eso quedé contento, aún con el dolor que implica la muerte de él y reconocer lo valioso que es su figura para la vida de la Iglesia. Bueno, se abrió un tiempo de incertidumbre, que lo viví desde la fe rezando. No tenía candidatos. Sí sabía de algunos que veía con más posibilidades que otros, y me acordaba mucho de marzo del 2013 cuando fue la elección de Francisco. Cuando sonaron las campanas de la Catedral de Gualeguaychú, ese día 13 de marzo, yo estaba rezando en la Capilla acá del Obispado, y dije, bueno, tenemos papa. Así que fui y me senté delante del televisor y Dios nos sorprendió. Así que dije, bueno, yo me voy a dejar sorprender de nuevo. Entonces, viví también la elección de Prevóst hasta ese momento, con alegría y serenidad. Yo no lo conozco mucho. Compartí con él hace dos años una reunión en Santo Domingo de una asamblea del Celam que duró tres días, donde él estaba recién nombrado por Francisco a cargo del Dicasterio para los Obispos. Y él estuvo esos tres días de reunión, éramos unos 50 obispos. Y la verdad que muy bien lo que él predicó, el modo en que nos presidió la asamblea, y a mí me gustó mucho su figura. Algunos obispos de la Conferencia Episcopal de Argentina lo conocían mucho. Uno de ellos, Alberto Bochatey, también de la orden de San Agustín, fue compañero de él en los estudios de licenciatura y doctorado y vivió en varias ocasiones con él en Roma. Así que todos los comentarios han sido positivos y, bueno… vivo este tiempo también con alegría y empezando a conocer un poquito más su estilo, su lenguaje y lo que él nos va a regalar para el bien de la Iglesia. (*) Esta entrevista fue publicada en la edición 1131 de la Revista ANÁLISIS del 26 de junio de 2025.

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