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  • El rugido del león: el ascenso de Javier Milei, la construcción de una nueva identidad política y sus contradicciones.

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 29/06/2025 11:47

    Las alianzas de siempre disfrazadas de novedad. Milei forjó su identidad pública como un outsider antipolítico, alguien que venía a enfrentarse al sistema desde afuera. Sin embargo, una vez en el poder, comenzó a construir alianzas con figuras representativas del establishment tradicional, como Mauricio Macri —antes de que surgieran tensiones entre ambos— y referentes del PRO, como Patricia Bullrich, a quien durante la campaña calificó despectivamente como “montonera”. De esta forma, mientras proclama la necesidad de “aniquilar a la casta”, su gobernabilidad depende de acuerdos con los mismos sectores a los que dice combatir. Y estas alianzas no se limitan al universo antiperonista: Milei incorporó a su gestión a sectores del peronismo tradicional, como el clan Menem, a través de Martín Menem, e incluso sumó figuras con pasado kirchnerista, como Daniel Scioli, actual Secretario de Turismo, Ambiente y Deporte de la Nación y ex candidato presidencial del Frente para la Victoria en 2015. Identidades políticas: una mirada teórica. Autores como Ernesto Laclau, Chantal Mouffe, Norbert Lechner y Pierre Bourdieu han analizado la manera en que las identidades políticas no son meras adhesiones racionales a una ideología, sino construcciones complejas que combinan narrativa, emoción, oposición y pertenencia. Laclau, en “La razón populista”, argumenta que las identidades políticas emergen cuando demandas sociales dispersas se articulan bajo un significante común. Mouffe, por su parte, sostiene que la democracia requiere de la pluralidad de identidades en conflicto y que el antagonismo político es constitutivo del orden democrático. Lechner aporta una dimensión emocional al señalar que la política se vive desde el deseo, el miedo y la bronca. Bourdieu, desde otra perspectiva, muestra cómo el capital simbólico y cultural influye en las formas de identificación, en función de clases sociales, estilos de vida y formas de hablar o habitar el espacio. Desde esta mirada, se percibe otra contradicción clave en el fenómeno Milei: la apelación emocional a la libertad y el rechazo al Estado convive con propuestas de fuerte centralización del poder en el Ejecutivo, represión de la protesta social y reducción de derechos laborales. Así, la retórica libertaria convive con prácticas que podrían limitar la libertad en sentido amplio. Milei: del outsider mediático a presidente. En este contexto teórico, Javier Milei aparece como un caso paradigmático de construcción de identidad política. Su discurso no se limita a lo económico, sino que presenta un relato de antagonismo total contra “la casta”, a la que responsabiliza de todos los males del país. El concepto de "la casta" opera como significante vacío al estilo laclauniano: agrupa y condensa distintos malestares (corrupción, pobreza, privilegios, impunidad, clientelismo) en un enemigo común. Esto permite interpelar tanto a emprendedores de clase media cansados de la presión fiscal, como a jóvenes precarizados que sienten que el sistema está cerrado para ellos. La contradicción, como ya se mencionó, aparece en el uso del término “casta”: muchos de los funcionarios que integran su gabinete provienen de la política tradicional, de bancos internacionales o del mismo sector empresario al que también se suele criticar por connivencia con el poder. Así, mientras se presenta como una ruptura, el mileísmo también reposa sobre estructuras tradicionales del poder. Uno de los casos paradigmáticos fue el respaldo de Milei al juez Ariel Lijo para ocupar una vacante en la Corte Suprema. Lijo es una figura fuertemente cuestionada por sus vínculos con el poder político tradicional. Lo curioso —y contradictorio— es que ese mismo juez también fue promovido por sectores del kirchnerismo, lo que marca un punto de contacto entre Milei y Cristina Kirchner. La connivencia con ese aparato, al que antes prometía arrasar, abre preguntas sobre los límites reales de su vocación refundacional. ¿Quiénes son los que se identifican con Milei?: datos sociales y demográficos. Los estudios de opinión y los resultados electorales muestran que Milei obtuvo un apoyo significativo en sectores urbanos, especialmente entre los jóvenes de entre 16 y 30 años. En el balotaje de 2023, ganó en provincias tradicionalmente peronistas como Salta, Tucumán o San Juan, pero también arrasó en el AMBA y en grandes ciudades como Córdoba o Mendoza. Según un informe de la consultora Zuban-Córdoba, el 52% de los menores de 30 años se manifestaban a favor de Milei en octubre de 2023. No se trata solamente de una cuestión de edad. También hay una variable social: muchos de sus votantes pertenecen a clases medias empobrecidas o aspiracionales, sectores golpeados por la inflación, el desempleo o la inseguridad, pero que rechazan los discursos asistencialistas. Allí se forja una identidad basada en el “meritócrata indignado”: no quieren ser mantenidos ni mantener a otros, sino “salir adelante sin que el Estado les ponga trabas”. Aquí también surge una contradicción: muchos de los votantes de Milei esperan mejoras económicas inmediatas, pero las políticas de ajuste y liberalización extrema que propone tienden a perjudicar, al menos en el corto plazo, a los mismos sectores populares que lo votaron. La expectativa de cambio convive con el riesgo de mayor exclusión. Emoción, rebeldía y redes: el “viva la libertad” como bandera generacional. El “¡Viva la libertad, carajo!” no es sólo una frase: es un gesto político-emocional. Representa una identidad en construcción, que combina liberalismo económico, rechazo al status quo y una dosis de rebeldía anti-establishment. En las redes sociales, Milei se convirtió en un producto cultural: memes, canciones, ediciones virales y frases provocadoras le dieron una estética disruptiva y cercana a los códigos juveniles. En este punto, Bourdieu sería clave para entender el valor simbólico de esa identidad. Rechazar al Estado, a la universidad pública, al lenguaje inclusivo o al feminismo no son sólo posturas ideológicas: son formas de diferenciación simbólica frente a otros sectores que representan “el progresismo urbano porteño” o el “Estado bobo”. Pero esta identidad libertaria juvenil también enfrenta contradicciones internas: mientras se proclama la defensa de la libertad, se proponen recortes en salud, educación y cultura que afectan derechos básicos; mientras se repudia la violencia estatal, se aplauden medidas represivas y discursos de intolerancia hacia el disenso. La libertad se invoca selectivamente y eso tensiona la coherencia del discurso. Del ajusto al reparto: la paradoja asistencialista del gobierno de Milei. A pesar de su discurso contra “la casta” y las críticas a los programas sociales durante su campaña, el gobierno de Milei no sólo mantuvo, sino que incrementó varias prestaciones de asistencia social clave. Por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo (AUH) se duplicó, creciendo entre diciembre de 2023 y septiembre de 2024 un 308 % según datos oficiales. Sumado a esto, la Tarjeta Alimentar aumentó un 137–138 %, y el Plan 1 000 días —destinado a la primera infancia— se incrementó en torno al 1300 %. Pese a estos aumentos, el gasto social total cayó un 21–22 % durante su primer año en el poder, según la Oficina de Presupuesto del Congreso y diversos estudios. Esto se debió a recortes profundos en programas como Potenciar Trabajo/Volver al Trabajo (–60 %), becas Progresar (–63 %) y asistencia médica a adultos mayores no contributivos (–12 %). Cabe aclarar que la crítica no radica en la ampliación de estas políticas sociales —que, en muchos casos, resultan necesarias—, sino en la contradicción entre ese rumbo de gestión y el discurso confrontativo que Milei sostuvo durante años contra el llamado “Estado asistencialista”. Se dio, así, la paradoja de un gobierno que, mientras pregonaba batalla contra el gasto público y la asistencia directa, reforzó selectivamente prestaciones populares —visibles en los medios y en campañas—, pero simultáneamente desfinanció gran parte del sistema de protección social. La estrategia fue habilitar políticas llamativas hacia sectores vulnerables, al tiempo que vaciaba el andamiaje institucional que las sostenía. El desafío de las nuevas identidades. El caso Milei demuestra que la política no está muerta, sino que muta. El voto no es solo racional ni programático: es también una expresión de pertenencia, emoción y sentido. El león no llegó a la presidencia solo por el fracaso de los demás, sino porque supo construir una identidad política poderosa, que le dio voz a sectores que se sentían olvidados, burlados o traicionados. No obstante, esa identidad contiene tensiones y contradicciones que pueden erosionar su legitimidad a futuro. La promesa de libertad choca con medidas autoritarias; la idea de meritocracia se enfrenta a una realidad de desigualdad estructural; el discurso antisistema convive con alianzas sistémicas. El éxito de Milei reside en su capacidad para mantener esa identidad cohesionada a pesar de estos conflictos internos. Comprender estas nuevas identidades es clave para interpretar el presente y proyectar el futuro. No se trata solo de confrontarlas, sino de analizarlas en su complejidad: qué valores expresan, qué deseos movilizan, qué temores condensan y qué contradicciones las atraviesan. En ese análisis está el verdadero sentido de hacer ciencia política. Julián Lazo Stegeman

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