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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 29/06/2025 10:31
Imagen de archivo de un desfile anual del Orgullo Gay en París (AFP PHOTO / MARTIN BUREAU) Debbie Hayton es una trans británica de 56 años, que se destaca por rechazar la ideología transgénero y la negación de la biología que conlleva. Se opone al concepto de autopercepción de género, a la administración de bloqueadores de la pubertad a los niños -“cambiar de género no es un juego de niños”, advierte- y a la participación de personas trans en los deportes femeninos, entre otras cosas. Ha defendido abiertamente a J.K. Rowling de los ataques del lobby trans de los que ella misma ha sido víctima. Es que en nombre de la no discriminación estos grupos ejercen una feroz censura y cancelación contra cualquiera que manifieste la más mínima disidencia con sus postulados. Profesora de biología, militante laborista y sindicalista docente, Hayton publica regularmente una columna de opinión en The Spectator, pero artículos suyos han sido también difundidos en The Daily Mail, The Times, The Economist y The Telegraph, entre otros. En un escenario hegemonizado por un dogma que no admite matices y cancela a cualquiera que cometa el menor desliz de lenguaje, el discurso de Hayton se destaca por su originalidad y el coraje de formularlo. En un reciente artículo (11/6/2025) en la revista francesa Le Point sostiene que la bandera LGBT ya no despierta el mismo entusiasmo, al menos en el Reino Unido. “De hecho -escribe Hayton- hace tiempo que la Pride (el Orgullo) ha dejado de lado sus orígenes: una manifestación de gays y lesbianas que protestaban contra la discriminación y el acoso, que antes eran demasiado habituales”. Actualmente sus derechos están reconocidos e inscriptos en las leyes. Esto es cierto en Europa y, en general, en todo Occidente, dato que parecen desconocer estos movimientos que, como el feminismo, son más extremistas en el discurso en los países donde estos son reconocidos. Pero, dice Hayton, como todo movimiento necesita objetivos, la Marcha del Orgullo se buscó unos nuevos, lo que explica el crecimiento del acrónimo que los identificaba y que de LGB pasó a ser LGBT para incluir a las personas transgénero. La ampliación no se detuvo allí. Aunque tiene muchas variantes, podríamos decir que la más frecuente es LGBTQIA+, donde Q es por queer, I por intersexuales (antes hermafroditas), A, por asexuales, y el signo + para dejar la puerta abierta a la imaginación. “Es difícil entender por qué las personas asexuales —que, según la definición, no sienten deseo ni atracción sexual— tendrían que temer el acoso o la discriminación”, escribe Hayton Y no sin ironía, agrega: “Quizás ahora haya cierto poder en declararse víctima, y la Pride parece haber erigido como prioridad la defensa de quienes se identifican con esta postura”. Junto con el crecimiento del acrónimo, también asistimos a una inflación temporal: de un día, pasamos a una semana y ahora a un mes. Debbie Hayton En referencia al apoyo de las autoridades y de las empresas al Mes del Orgullo, Hayton dice: “La Pride se ha impuesto como un paso obligado del establishment”. Lo mismo sucede entre nosotros y cabe preguntarse, al igual que respecto del feminismo: ¿qué clase de revolución es ésta, tan bien recibida por la élite? No solo la aceptan, la asumen, la promueven, la financian. Como para pensar que les conviene… En Cuba, por ejemplo, se puede cambiar de sexo, pero no de partido (hay uno solo). Ni mudarse de ciudad sin permiso oficial. Ahora bien, Hayton señala un cambio incipiente en este respaldo. Son varios los municipios que empiezan a relativizar su apoyo. Recientemente, Liverpool anuló su Marcha del Orgullo anual por “dificultades financieras y organizativas de peso”. Hayton dice que las empresas pueden estar reconsiderando su entusiasmo por el arcoiris debido a que detrás de la “T” “se perfila un movimiento que ha encontrado un eco inquietante en niños con dudas sobre su sexualidad o simplemente angustiados por la idea de crecer”. Y recuerda que las llamadas “terapias de afirmación de género” incluyen cirugías muy invasivas, irreversibles y mutilantes. Esto sería, dice, “la consecuencia más chocante de la ideología de género”. El debate también se ha instalado entre nosotros, aunque enturbiado por la mala fe de responder aquello que no se dice. Por caso, acusar a quienes piden prudencia con los menores de decir que se hacen cirugías en niños. En niños no, pero sí en menores. Y, desde los 12, 13, 14 años se suministran bloqueadores de pubertad. Es decir, se frena el desarrollo sexual natural de la persona. No sabemos con exactitud cuántas cirugías se han hecho en menores, porque no se lleva una estadística seria, pero uno de los cirujano del Hospital Durán, pionero en estas prácticas, dijo haber hecho unas dieciséis, en pacientes de menos de 18 años. Con 16 o 17 -suponemos- no eran niños, pero tampoco adultos. En una reciente entrevista radial, el responsable del servicio de género del Durand hizo una curiosa analogía entre las críticas a estos tratamientos en menores con el rechazo que existía antes a las personas zurdas. Aseguró que se llegaba a atar el brazo izquierdo del niño para obligarlo a usar la mano derecha. Sin duda, una práctica condenable. Pero llama la atención que eso le parezca un escándalo y en cambio considere normal e incluso benéfico, extirpar ambos senos a una adolescente de 16 años. Muchos homosexuales cuestionan la promoción de la transición de género entre los menores, una de las consecuencias de la inclusión de la letra "T" en el acrónimo Hayton evoca la prohibición decretada por el gobierno de Donald Trump de aplicar estos tratamientos a menores. La misma decisión ha tomado el gobierno argentino recientemente a través de un decreto. Curiosamente, los mismos que niegan que los menores sean objeto de estas prácticas han presentado recursos de amparo en varios juzgados del país en representación de estos chicos “privados de derechos”. “Sea cual sea el destino de los cirujanos que se han enriquecido extrayendo tejido sano de jóvenes angustiados, las empresas harían bien en sopesar más detenidamente sus decisiones en materia de patrocinio de eventos. Su reputación podría verse gravemente afectada”, advierte Hayton. Son muchos los homosexuales preocupados por el hecho de que sus reivindicaciones sean usadas para introducir un discurso como mínimo imprudente en el tratamiento de los menores con disforia de género, como lo expresaron en su momento algunos de ellos en Infobae. En el Reino Unido, en las últimas elecciones locales (mayo pasado), el partido euroescéptico Reform UK fundado por Nigel Farage, alcanzó la mayoría absoluta en diez municipios ingleses. Kent es uno de ellos y este año no izará la bandera arcoíris. Varios municipios del Reino Unido no izarán la bandera del arcoíris este año (Foto: @carmenm57542973) Más llamativo resulta el hecho de que el nuevo vicepresidente del concejo deliberante de Durham, Darren Grimes, que es gay vale aclarar, dijo que “enarbolar la bandera nacional junto con la local era una acto federal, pero reemplazarlas con símbolos políticos reservados a algunos es sólo una variante más de una política identitaria tóxica”. “Personalmente, considero este cambio saludable -escribe Hayton-, y lo digo como persona transgénero. Ese lobby nunca me representó. A veces incluso he tenido la desagradable impresión de que trataba activamente de perseguirme. No comparto su visión de las cosas -por ejemplo, no creo en la identidad de género- y me atreví a expresar públicamente mis convicciones”. Por ese motivo intentaron destituirla de sus funciones en el sindicato al que pertenece, con el argumento de siempre: “Discurso de odio”. Excusa para no debatir. “Hermosa ilustración de su pretendida inclusión, que evidentemente nunca abarca las diferencias de opinión”, dice Hayton. También aclara que no se siente para nada amenazada por el hecho de que estos municipios estén arriando la bandera LGBT. “Para mí, la Pride hace tiempo dejó de ser una marcha de reivindicación de derechos para convertirse en el instrumento de un lobby intolerante, ávido de poder político”, concluye. El movimiento también está siendo instrumentado partidariamente, como herramienta de la izquierda. Ejemplo de ello es el afiche con el cual se convocó en Francia a la Marcha del Orgullo este 28 de junio y que despertó críticas incluso en el seno del movimiento. En particular del grupo Beit Haverim, que nuclea a gay y lesbianas judíos. El afiche que causó polémica. Marcha de los Orgullos. Queers del mundo uníos, el nuevo lema de la izquierda En particular critican la inclusión de la bandera palestina en el afiche. Los responsables adujeron que en realidad eran los colores de las banderas de Hungría y Bulgaria, países donde estarían prohibidos estos desfiles. Como puede verse, el nuevo lema de la izquierda es “¡Queer del mundo uníos!” Lo del proletariado es historia. En el afiche se ve a siete personajes. Llama la atención una mujer con velo, símbolo de países que no son precisamente tolerantes con la homosexualidad ni respetuosos de los derechos de la mujer. Otro personaje sostiene un cartel “Contra la internacional reaccionaria”, que al parecer no incluye a esos países donde la mujer está obligada a cubrirse. Otra imagen cuestionable es la de un individuo de traje negro derribado que obviamente representa al macho supremacista blanco y heterosexual, que sería el victimario de todas las minorías perseguidas. El grupo judío LGBT + de Francia Beit Haverim criticó estas “opciones de comunicación irreflexivas”, que podrían provocar “desbordes o actos hostiles”. La presidente de la región de Ile-de-France, Valérie Pécresse (Les Républicains, derecha, chiraquianos) denunció que el afiche incita “a la violencia con ese cadáver derribado” y dijo que había pedido que se lo retirara en su distrito, así como la subvención. Por otra parte, Sébastien Chenu, de Rassemblement national (antes Frente Nacional, lepenistas), dijo: “Mujer con velo, hombre blanco martirizado y caricaturizado como facho, apoyo a Palestina, cuando los homosexuales, bis y trans son masacrados allí… he ahí las marcas del extremismo”. Marcha del Orgullo Gay de Nueva York, el 25 de junio de 2023 (Foto Charles Sykes/Invision/AP) Fuentes del Ministerio del Interior, que dirige Bruno Retailleau, denunciaron “la incitación a la violencia” de un afiche que “muestra la extrema izquierdización de las asociaciones organizadoras”. “Si el objetivo era dividir, está logrado”, concluyeron. Y la asociación FLAG!, que agrupa a policías y funcionarios judiciales LGBT rechazó totalmente el afiche y se apartó de la organización de la manifestación. Alexandre Schon, presidente de la InterLGBT, es decir la coordinadora de todos los grupos organizadores de la marcha dijo a la agencia France Presse que los símbolos del afiche “representan la convergencia de las luchas a la cual adhiere la InterLGBT”. En su diseño “el artista quiso representar a las personas queer unidas frente a una internacional reaccionaria que mata (sic) a personas LGBT, les impide expresarse, restringe su derecho a existir, amarse y autodeterminarse”, agregó. “Miles de nuestros camaradas están muriendo actualmente”, sostuvo. Se exagera -se fabula incluso- con las persecuciones. Esto se relaciona también con la manía fundacional de muchos políticos que, con tal de magnificar sus realizaciones, siempre aseguran que antes de ellos fue la nada. O el infierno. Por eso hay que celebrar la publicación, en 2022, del libro Entre Buenos Aires y Madrid, que recoge una larga conversación entre dos amigos intelectuales: Juan José Sebreli y Blas Matamoro (con la coordinación de Facundo Guadagno) recorren diferentes temas y sobre todo recuerdos de cómo se vivía a lo largo de (casi) todo el siglo pasado (Sebreli, fallecido en noviembre pasado, era del 30, y Matamoro nació en el 42). Entre los temas que abordan, está la condición homosexual que ambos comparten. Juan José Sebreli (1930-2024) y el libro que escribió junto a Blas Matamoro, publicado en 2022 “Querría empezar por ubicar la homofobia dentro de la sexofobia que existía en esa época en todos los países, salvo tal vez Francia”, dice Sebreli. Recuerda algo que hoy pocos saben: “Se vivía peor [como homosexual] en Londres que en Buenos Aires porque en Buenos Aires el máximo castigo que te daban era treinta días en Villa Devoto y eso si eras un lumpen. Si eras un tipo de clase media, pasabas una noche en comisaría. En Londres te daban penas de varios años, como en la época de Oscar Wilde”. Pero enseguida insiste: “No se trataba de la persecución a los gays. Se trataba también de la persecución a los amores ilegítimos”; claro que, “dentro de esa sexofobia, la homofobia la pasaba peor”. “La sexualidad libre se conoció recién en los ochenta en la Argentina”, dice Sebreli. O sea, mucho antes de la ola de “ampliación de derechos”. Por si no quedó claro, resume: “Me parece importante subrayar que el homosexual lo pasaba peor, pero no distinto a lo que era la moral de la época, enemiga de toda libertad sexual”. En la semblanza que hace de su amigo Sebreli, en la introducción del libro, Blas Matamoro incluye un recuerdo común: “En 1971, en mi casa, se fundó el Frente de Liberación Homosexual (FLH) por iniciativa de Héctor Anabitarte, gremialista del sindicato de correos. Nos juntamos con él Sebreli y los escritores Juan José Hernández y Manuel Puig”. Blas Matamoro En los actos del peronismo en aquellos años, se veían los carteles de ese Frente y se escuchaban consignas como: “¡Los p… con Perón!” Volviendo a Matamoro, éste agrega: “Se formaron pequeños núcleos (del FLH) que funcionaron con autonomía hasta que la persecución de la nueva dictadura obligó a su disolución”. Lo más interesante de esta parte de la charla es el rechazo que ambos expresan al particularismo o la “guetoízación” de los homosexuales. “Creo que por lo único que hay que luchar es por la igualdad del homosexual y del heterosexual, como entre la mujer y el varón. No que el homosexual tenga particularidades, como las feministas que creen que la mujer tiene cualidades especiales que hay que defender y exaltar. No creo eso”, dice Sebreli, categórico. Recuerda que estuvo “en alguna manifestación de orgullo gay en Buenos Aires” y no le gustó ese “acto de carnaval” con “personajes sacados de un sainete”. No volvió. Considera que esas vestimentas extravagantes expresan una “concepción particularista de la homosexualidad”, mientras que “en la concepción universalista” que él defiende, “el gay tiene que vestir igual que un varón heterosexual”. Blas Matamoros agrega que esos disfraces hasta pueden ser “ofensivos para la mujer, porque es una caricatura de la mujer”. “El homosexual no renuncia a su sexualidad fisiológica. No quiere que le arranquen los testículos ni nada por el estilo”, agrega, diferenciando al gay del trans. zzzzinte1 Costumed participant walk past during the "Gay Pride" parade in Paris on July 2, 2016. / AFP PHOTO / FRANCOIS GUILLOTzzzz El coordinador del diálogo explica que el movimiento queer consiste en “la discrepancia sexual como forma de posicionarse frente a la sociedad de manera disruptiva”. Y Matamoro replica: “Estamos tratando de evitar esa idea de la comunidad homosexual. De lo contrario, estamos rearmando el gueto, el que habíamos resuelto evitar”. “Como ex miembros del FLH ¿no creen que el cuerpo es político?”, pregunta Guadagno. “El cuerpo es político, pero no por homosexual. Es político porque se compran y se venden las horas de trabajo y la fuerza de trabajo”, responde Matamoro, recordándole de paso a la izquierda las banderas que parece haber olvidado. “No tiene por qué haber agrupaciones homosexuales -dice por su parte Sebreli-. El homosexual es escritor, pintor, músico, obrero, médico, político, es veinte mil cosas antes que homosexual, y tiene que tomarse en esa pluralidad, no en una de sus particularidades como el sexo. Estoy en contra del queer”. El wokismo se ha defendido de las críticas diciendo que sólo es un movimiento de sensibilización ante las injusticias. En realidad, actualmente, el wokismo es esencialmente una corriente que promueve el identitarismo extremo y en consecuencia una fragmentación de la sociedad. En nombre del antirracismo, del feminismo, de los derechos de las minorías, se promueven los guetos. Así como algunos son víctimas por el solo hecho de pertenecer a determinado género, etnia o minoría sexual, otros son victimarios por el mismo motivo. Es casi como un delito de autor. Es contrario al principio que inspiró los derechos humanos: todas las personas, todos los habitantes de este mundo, compartimos una misma condición, una misma esencia. Matamoro apunta contra esta tendencia a la victimización: “Hay una actitud paranoide. [Es] la necesidad de que me persigan para que yo cobre una identidad. Yo, para ser judío, necesito que me persigan los antisemitas; como mujer, necesito que me persigan por ser mujer. Entonces, a pesar de que me han dado todos los derechos, necesito que haya una figura patriarcal persecutoria. Como homosexual, necesito que haya una policía que me persiga y que me amenace”. Sebreli insiste en reivindicar “la universalidad contra la particularidad”. “No hay particularidades femeninas, homosexuales, negras ni judías. El hombre es universal. Debe tender a serlo”.
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