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    Fecha: 29/06/2025 09:41

    Las elecciones de octubre ya se juegan en Misiones- Oscar Herrera Ahuad será candidato y principal estratega de campaña con la premisa de que el centralismo porteño no interfiera en los temas locales- Los libertarios se debaten entre el segundo de Adorni (formado en el periodismo por la escuela Chiche Gelblung) o repetir a Diego Hartfield, el mimado de Toto Caputo- Rovira les pidió a los funcionarios dejar la piel en la gestión- El PJ no tendrá unidad si Máximo Kirchner sigue siendo la figura del trasvasamiento generacional que impulsa su madre, Cristina Fernández A 123 días de las elecciones nacionales, el Frente Renovador de la Concordia dio su primer gran paso hacia octubre. Lo hizo con el anuncio de una lista que tiene, como figura central, al exgobernador y actual presidente de la Cámara de Representantes de Misiones, Oscar Herrera Ahuad. El propio Carlos Rovira, conductor del espacio, fue quien reveló los primeros nombres de la nómina, que buscará recuperar el terreno cedido en 2021, cuando la Renovación solo logró ubicar un representante en la Cámara de Diputados de la Nación. La candidatura de Herrera Ahuad no sorprendió, pero sí marcó el tono de la campaña: será él mismo quien se ponga al frente de la estrategia. Un político con fuerte impronta territorial, que conoce palmo a palmo la provincia, y que hizo de la cercanía con la gente una marca registrada de su gestión como gobernador. En este nuevo desafío, recorrerá nuevamente la tierra colorada, no desde un cargo, sino como candidato. Y con una meta: volver a tener peso real en el Congreso de la Nación. La lista se completa, por ahora, con tres nombres: Micaela Gacek, dirigente libertaria con buena sintonía con el oficialismo nacional; el empresario metalúrgico Walter Rossner; y la ubsecretaria de Industria de la provincia, Graciela De Moura. Es una nómina diversa, que vuelve a expresar lo que el Frente Renovador define como el "blend": una síntesis entre experiencia, juventud, gestión, política y economía productiva, a la que se suman dirigentes con cercanía ideológica con los libertarios. La lógica misionerista vuelve a marcar el ritmo, esta vez con más claridad que nunca. Herrera Ahuad fue claro: no está dispuesto a negociar el desarrollo de Misiones por ningún interés externo. Y ese mensaje no es solo para sus adversarios, sino también para sus propios compañeros de fórmula. Las figuras cercanas al gobierno nacional, como Gacek, deberán asumir ese compromiso: enfocar el discurso en lo que les preocupa a los misioneros. Porque la campaña, lo sabe el exgobernador, se gana en la chacra, en el aserradero, en el secadero de té, en el comercio del centro de Posadas o en el CAPS de una colonia del Alto Uruguay. Ese enfoque, eminentemente local, es también la respuesta a la aparición de nuevos espacios que desde el 10 de diciembre tendrán representación legislativa. Durante un reciente encuentro en Montecarlo, casi veinte intendentes de la zona norte analizaron los resultados electorales y el desempeño de sus estructuras durante la campaña. Muchos de ellos, formados en la vieja escuela política, sostienen que el cara a cara con el vecino sigue siendo la principal forma de palpar la realidad. Para ellos, Herrera Ahuad aparece como la figura que puede ordenar el juego. Con una imagen sólida y la experiencia de haber gobernado durante la crisis más dura del siglo, el médico de San Pedro vuelve al barro electoral, no por ambición personal, sino por la necesidad de consolidar un modelo que, en tiempos de desregulación salvaje, sigue creyendo en un Estado presente. Mientras tanto, otros espacios ya comenzaron a definir sus nombres. El Partido Agrario y Social (PAyS) anunció que su candidato a diputado nacional será el actual legislador provincial Cristian Castro, en un intento de sostener el capital político que aún conserva en el interior. Por su parte, La Libertad Avanza aún no resolvió su interna: se debate entre el posadeño Javier Lanari, periodista que trabajó como panelista en los bizarros programas de Samuel “Chiche” Gelblung o la posibilidad de reiterar a Diego Hartfield, excandidato en las elecciones anteriores. Sin embargo, un vistazo, apenas superficial a sus redes sociales deja entrever una desconexión con la agenda provincial. Hartfield parece más preocupado por replicar los postulados de su jefe político, Luis “Toto” Caputo, que por los problemas concretos que atraviesan a la comunidad misionera. El desafío no es menor para el oficialismo. Recuperar los escaños perdidos, defender los intereses productivos, resistir al centralismo porteño y, sobre todo, renovar el contrato con la sociedad misionera. Porque en estos tiempos líquidos, donde la política parece haber perdido el pulso de la calle, volver al territorio no es solo una estrategia: es una necesidad vital para seguir construyendo poder con sentido. Como dice el propio Herrera Ahuad, “cada lugar donde a uno le toca estar debe ser una herramienta para mejorar la calidad de vida de la gente”. Ese es el verdadero desafío. La piel Además del anuncio de la lista de candidatos que representarán al Frente Renovador de la Concordia en las elecciones nacionales de octubre, el encuentro de la tradicional previa del jueves dejó una consigna clara, potente y directa por parte del conductor del espacio, el ingeniero Carlos Rovira: es tiempo de recuperar la calle, la cercanía con el misionero y la mística que históricamente distinguió al proyecto político que gobierna Misiones. El mensaje fue dirigido a funcionarios, dirigentes y militantes. Rovira, con la claridad de quien mira el escenario más allá de la inmediatez, instó a todos los cuadros del oficialismo a volver al territorio, a escuchar con atención, a caminar cada barrio, cada colonia, cada comunidad, como se hizo desde los inicios de la Renovación. Porque es allí, en ese contacto cotidiano y real, donde se construye la confianza del misionero. “El que está en la gestión debe dejar la piel”, fue una de las frases que más resonó entre los presentes. No se trató de un llamado a la épica vacía, sino a redoblar los esfuerzos en la resolución de los problemas concretos de la gente, priorizando los temas que de verdad le importan a los misioneros: el trabajo, la producción, la salud, la educación, el arraigo, la conectividad. Lejos de detenerse en diagnósticos que solo miran hacia atrás, Rovira volvió a proyectar. Con su estilo sereno pero contundente, dejó en claro que la política debe ser útil, creativa y dinámica, y que los tiempos actuales exigen más sensibilidad, más compromiso y más presencia. Su liderazgo —construido desde el pensamiento estratégico y la innovación— es el que vuelve a marcar el rumbo. En un contexto nacional complejo, con una sociedad golpeada y una dirigencia fragmentada, la Renovación pone el cuerpo, y ahora también, en palabras del propio Rovira, debe volver a poner la piel. Porque no se gobierna con algoritmos: se gobierna con presencia, con compromiso y con gestión. Y eso, en Misiones, se aprende caminando. La unidad Las internas del Partido Justicialista, tanto a nivel nacional como en Misiones, no encuentran un rumbo claro. La palabra “unidad” aparece en cada declaración, en cada cumbre y en cada entrevista, pero más como una consigna desesperada que como un camino sólido. Porque lo que está en crisis no es la vocación de juntarse, sino el sentido profundo de esa unidad. A nivel nacional, resulta evidente que mientras Cristina Fernández de Kirchner siga creyendo que el recambio generacional pasa exclusivamente por su hijo Máximo, cualquier intento de reconstrucción se verá limitado. La Cámpora demostró, con los años, que su prioridad no es el armado territorial ni la formación de cuadros políticos con capacidad de gestión, sino la ocupación de espacios en el Estado para sostener estructuras y hacer caja. Ese modelo se agotó. Y lo sabe buena parte del peronismo tradicional que mira con desconfianza una estructura que administra lealtades sin construir poder real. En este punto, vale recordar el concepto de trasvasamiento generacional que Perón promovía como un ejercicio permanente de renovación dentro del movimiento nacional. Ese trasvasamiento no consistía en la herencia biológica del poder, sino en la formación de nuevos dirigentes con vocación de servicio, compromiso territorial y arraigo popular. Todo lo contrario a lo que viene sucediendo con el kirchnerismo, que confundió militancia con marketing digital y liderazgo con apellido. En Misiones, la experiencia de 2019 sirve como ejemplo perfecto de una unidad forzada, más preocupada por la conveniencia que por la coherencia. El Frente de Todos logró entonces ubicar en el Congreso a Cristina Brítez y Héctor “Cacho” Bárbaro, pero lejos de fortalecer un proyecto colectivo, la alianza entre el kirchnerismo y el Partido Agrario y Social fue un experimento fallido. Seis años después, la realidad expone aquella fractura anunciada: la falta de construcción política seria, programática y sustentable, más allá del objetivo común —y temporal— de sacar a Mauricio Macri del poder. Hoy, con un gobierno nacional que cruje por sus propias contradicciones, el peronismo debería tener todo a su favor para consolidarse como alternativa. Pero la incapacidad para superar mezquindades internas y definir liderazgos genuinos y abiertos al debate sigue jugando en contra. No se construye unidad con verticalismo forzado ni con promesas de cargos. Se construye con territorio, escucha y proyecto. El PJ, si quiere volver a ser protagonista, deberá romper con sus propios fantasmas. Y eso implica también decir basta a las lealtades vacías y a los liderazgos hereditarios. Porque la política no se hereda: se gana en la calle, en la gestión y en el compromiso con la gente. Como decía el General, las nuevas generaciones deben tomar la posta, no por derecho de sangre, sino por mérito, vocación y trabajo. Esa sigue siendo la deuda pendiente. Por Sergio Fernández

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