29/06/2025 15:15
29/06/2025 15:14
29/06/2025 15:14
29/06/2025 15:14
29/06/2025 15:13
29/06/2025 15:12
29/06/2025 15:12
29/06/2025 15:11
29/06/2025 15:11
29/06/2025 15:10
» Elterritorio
Fecha: 29/06/2025 08:41
Carina Lovera comenzó sin recursos, apostó por lo diferente y creó una comunidad desde la cocina de su madre. Hoy forma y guía a otras mujeres que emprenden domingo 29 de junio de 2025 | 7:30hs. Con miles de alumnas en todo el mundo, creó una propuesta que combina técnica, cercanía y autenticidad. Perseverar sin plan B, confiar en lo propio aunque falten recursos y animarse a mostrarse sin filtros fue el punto de partida para Carina Lovera. Con una bebé pequeña, una cocina prestada y la intuición como única guía, hizo su primera torta sin imaginar que estaba dando el primer paso hacia un futuro completamente distinto. Usó las redes como vidriera cuando nadie más lo hacía y convirtió cada obstáculo en impulso. Superó barreras, aprendió a prueba y error y siguió adelante, incluso en los peores momentos. Hoy tiene una plataforma educativa, una tienda online y miles de alumnas en todo el mundo. Pero todo arrancó con una sola torta, hecha con amor para su hermana. “En 2016 mi hermana Yessica estaba de cumpleaños y me pidió una torta. Me mostró una imagen que había googleado, con muchos Kit Kat, y me dijo: ‘quiero esto’. Nunca en mi vida había hecho una torta decorada, pero le dije que sí. Fui a la casa de mi mamá, porque yo vivía de favor, sin cocina, y la hice como pude. Después subí una foto a Facebook, solo para mostrar, y fue una locura”, contó la reconocida repostera y creadora de contenido. En ese momento, relató que vivía en una habitación cedida por sus padres dentro de la radio cristiana de la familia. Tenía una cama, una mesa y un baño, pero no una cocina para producir. Aun así, la imagen de aquella torta, diferente a lo que ofrecían las panaderías locales, despertó el interés inmediato de muchas personas. “Era algo distinto, era más costoso, decorado con frutillas y brigadeiros. Me empezaron a pedir el número, me llamaban sin parar. Nadie preguntaba el precio por kilo; querían saber si tenía disponibilidad”, recordó emocionada sobre sus inicios. Según describió, en ese entonces había pocas reposteras jóvenes en la zona. Lo habitual eran tortas tradicionales con dulce de leche y crema. Su propuesta, por fuera de lo conocido, captó la atención de quienes buscaban algo novedoso y estaban dispuestos a pagar más. “Yo sabía hacer un poco de todo, pero no era repostera. Y tampoco tenía intención de serlo. La repostería me eligió a mí. Yo no salí a buscarla”. Del mismo modo, la misionera señaló que aunque sabía cocinar por tradición familiar, lo que la movilizó fue la respuesta del público. A partir de ese primer encargo, comenzaron a llegar más pedidos, incluso cuando no tenía dónde trabajar. “Desde el día cero opté por la repostería brasileña. No quería hacer lo que ya ofrecían las panaderías. Empecé vendiendo brigadeiros, mini postres, bombones, cupcakes, aunque en el fondo sabía que no quería seguir por la línea del cupcake. Lo mío eran los dulces finos, aunque no supiera hacerlos todavía”. En este sentido, remarcó que al inicio aún no sabía preparar brigadeiro para relleno de tortas, por lo que usaba dulce de leche como sustituto. Sin embargo, desde un principio supo que su meta era especializarse y diferenciarse con sabores y decoraciones brasileñas. Del mismo modo, resaltó que se enfocó en hacer solo aquello que sabía hacer bien, aunque fuera poco. Empezó con bombones, brigadeiros, trufas, mini shots y tortas, concentrándose especialmente en estas últimas. “Los mayores desafíos fueron financieros, sin duda. Aunque el teléfono sonaba y los pedidos llegaban, no podía hacer stock. No podía comprar diez kilos de azúcar o leche condensada. Todo era justo. Una torta pagaba la otra”. Asimismo, indicó que su esposo trabajaba en una radio cristiana, pero el sueldo no alcanzaba para cubrir los gastos del hogar. Lo que ingresaba con la venta de tortas les permitió alquilar una casa más amplia y comenzar una nueva etapa con mayor estabilidad. “Yo trabajaba con leche condensada, que siempre fue un producto caro. Y mi clientela era de doctores, profesores, gente que valoraba la calidad. Pero igual no alcanzaba para hacerme una reserva. Era ir al súper a comprar un kilo de azúcar, volver, hacer la torta y así sucesivamente”. En consecuencia, explicó que nunca podía comprar insumos al por mayor, ni organizar una producción anticipada. Todo era paso a paso, con lo mínimo necesario y reinvirtiendo en cada nuevo encargo. “Lo que me impulsó a seguir, incluso cuando las cosas no salían como esperaba, era el miedo de volver a vivir de favor. Aunque sabía que mi familia no me dejaría en la calle, yo no quería eso para mí ni para mi hija. Quería pagar mis cositas, tener mi rinconcito. Nunca tuve un plan B. Era esto o esto. Fallaba, lo volvía a intentar. Fallé muchas veces. Y solo seguí”. Seguidamente, recordó cómo ideó una estrategia para que sus productos llegaran a más personas. Le propuso a una mujer que ayudaba a su madre con la limpieza que saliera a vender porciones de tortas brasileñas en los comercios del pueblo, a cambio de una comisión. “Yo hacía la nega maluca, que es el bizcochuelo de chocolate brasileño, y la chica pasaba por mi casa a las siete y media. Iba a la municipalidad, a las tiendas, a todos lados. Porque yo pensaba: las chicas tienen que salir de la tienda para ir hasta la panadería. Entonces, yo les acerco el producto”. Además, detalló que horneaba desde las cuatro de la mañana, sin saber nada sobre anticipar procesos. Usaba siempre la misma receta y preparaba variantes de chocolate, coco y maní. Servía los trozos en una fuente y los entregaba sin logo ni packaging, solo con una servilleta. “Ella decía ‘vendo productos de Carina Lovera’, y así empezaron a conocer mi nombre. Después contraté más chicas. Fueron tres. Ya no dábamos abasto y abrí mi propio local de repostería en el centro con mi hermana mayor”. Enseñar desde la experiencia De igual manera, destacó que todo esto ocurrió en el primer año de actividad, entre 2016 y 2017. Pasó de cocinar en la casa de su madre a abrir una pastelería propia gracias al trabajo constante, las ventas de Pascua y la buena recepción de los clientes. Después, con la pandemia se mudó a Brasil un año, mientras la repostería seguía funcionando en Argentina. En ese año vendió su parte de la sociedad, estuvo sin saber qué hacer, pero la gente le pedía que enseñara lo que sabía. Fue en ese momento, según indicó, cuando se animó a compartir su receta de pipoca gourmet dulce. A partir de ahí recibió una enorme cantidad de mensajes de personas que la replicaban y le salía bien. Así nació una nueva etapa en su camino: la docencia digital. “Yo era muy apegada a mis recetas, pero me animé y empecé a dar algunas gratuitas. Ahí me surgió la idea de grabar un curso online para enseñar lo que yo hacía. Desde el primer día mostraba todo en redes, el proceso, la entrega. Fui la primera en mi pueblo en vender con la cámara prendida”. En ese sentido, afirmó que aunque no había estudiado marketing, su instinto la llevó a hacer lo correcto: generar contenido sin dejar de vender, conectar con el público mostrando lo cotidiano, construir confianza y presencia. “El primer curso que grabé fue sobre pan dulce relleno. Grabé con celular y luz natural. Después, con las ventas, compré cámara, luces y micrófono. Luego vino el curso de tortas, el más grande de todos. Después tortas en potes, huevos rellenos, y así seguí. Hoy tengo siete cursos”. Además, explicó que la repostería es un nicho con múltiples subnichos, por eso decidió separar los contenidos y enseñar paso a paso. De ese modo pudo estructurarse y mejorar cada propuesta con base en lo que sus alumnas iban necesitando. “Las clases no eran en vivo. Siempre grabadas, tipo Netflix. Vos entrás, ves la clase, volvés cuando querés. La idea era que tengan acceso por un año. Porque no todas pueden entrar en vivo. Algunas podían a la mañana, otras a la tarde o a la noche”. Plataforma propia Simultáneamente, fue adaptando los cursos de acuerdo con las preguntas frecuentes. Si una duda se repetía, ella corregía la clase. Nunca dejó un curso igual por más de un año. Siempre buscó actualizar y mejorar la experiencia de aprendizaje. “Antes usábamos Hotmart, pero las alumnas argentinas pagaban hasta 75% de impuestos. Bajamos el precio, pero igual se hacía difícil. Entonces decidimos crear nuestra propia plataforma Reposteraflix. Hoy ya son más de 4.000 alumnas en todo el mundo”. Además, aclaró que el desarrollo fue hecho junto a expertos de Brasil. Allí cada curso funciona como un producto separado, y al comprarlo las alumnas acceden sin impuestos extra, en un formato accesible y permanente. “Mi comunidad es 99% femenina. Me emociona saber que muchas hoy no tienen que dejar a sus hijos para ir a trabajar. Si salen, es por elección, no por obligación. Trabajan para ellas mismas. Eso es lo más”. “Me gusta mostrar mi día a día en las historias. En 2025 mi vida dio un giro enorme. Pasé por una crisis de ansiedad muy fuerte, ataques de pánico, todo por intentar ser una mujer que podía con todo. Mi esposo hace años que está en tratamiento por depresión, y yo me dejé para después. Llegué a pesar casi 90 kilos. La vida me gritaba que necesitaba parar”. En ese punto, subrayó que tomó la decisión de cambiar sus prioridades. A partir de entonces, adoptó una rutina enfocada en el bienestar, reorganizando sus horarios para cuidar primero de sí misma, luego de su negocio y por último de su familia. “Hoy mi lema es: primero la repostera, después la repostería. Me levanto a las seis y media, arreglo a mi hija, voy a entrenar, desayuno saludable, y recién ahí cuido de mi casa. Las mañanas son para mí, las tardes para el negocio y las noches para la familia”. De igual modo, explicó que en sus redes comparte esa rutina, abre preguntas para hablar de repostería y divide sus contenidos entre temas técnicos y recetas. Aclaró que su perfil no es un canal de recetas, sino una comunidad para reposteras que quieren vivir de su oficio. “Yo no quiero atraer público que busca recetas. Quiero atraer a reposteras que quieran vivir de esto, que quieran aprender a ganar dinero desde su casa. Por eso divido el contenido así: más técnica, menos recetas”. Invertir, adaptarse y enseñar: el camino detrás del contenido También compartió cómo fue su evolución en el uso de redes sociales. Aunque siempre las utilizó, al principio lo hacía de manera intuitiva. Luego fue aprendiendo a afinar el enfoque y a usar las herramientas de forma estratégica para atraer al público correcto. “Siempre mostré mi día, pero me fui dando cuenta de que eso atraía a gente que solo quería chusmear. Entonces empecé a filtrar. Ahora uso las redes para vender. Muestro mi vida, sí, pero con intención: para conectar con quien puede terminar comprando”. Afirmó además que esa transición fue acompañada por una fuerte inversión en conocimiento. A lo largo de los años, invirtió más de cinco millones de pesos en formación, mentorías y cursos, especialmente en marketing digital, área que disfruta tanto como la repostería. “Trabajo con mi esposo. Hace poco invertimos casi un millón en otro curso. El conocimiento es poder. Internet siempre se renueva, y nosotros también tenemos que hacerlo. Compramos infoproductos todo el tiempo”. Esa decisión de seguir capacitándose, sostuvo, es lo que permite que su negocio no se estanque. Aprender y aplicar de inmediato lo que funciona fue una constante desde que comenzó su camino en el mundo digital. “Ahora estoy trabajando en un nuevo proyecto: el MPR, Marketing para Reposteras. Hay muchas que tienen vergüenza de prender la cámara, de hablar de su marca, de mostrar sus productos. Quiero ayudarlas a ser influencers de sí mismas”. Actualmente, ese proyecto está en etapa de planificación, pero ya representa su próximo gran objetivo: empoderar a otras reposteras para que aprendan a comunicar y vender lo que hacen. “A quienes están empezando les digo que nunca van a estar listas. Empezá con lo que tenés y mejorá en el camino. Siempre va a haber alguien que sabe más, que tiene más recursos, pero también siempre hay alguien que está un paso atrás y necesita lo que vos sabés”. A modo de metáfora, ilustró su experiencia con una escalerita. Cada persona está en un escalón distinto y siempre puede servir de inspiración a quien está un peldaño más abajo, aunque todavía se sienta lejos de la cima. “Yo estoy en el octavo escalón, y hay reposteras que están en el primero o segundo y se inspiran en mí. Aunque yo me sienta lejos de donde quiero llegar, siempre hay alguien que puede aprender algo de lo que yo ya sé”. También resaltó que hay público para todos los estilos: desde la repostería fitness hasta la típica, desde lo artesanal hasta lo gourmet. Y que incluso en su pequeño pueblo, comprobó que siempre hay alguien dispuesto a comprar si uno ofrece con autenticidad. “Hay público para todo. Para brigadeiro, para tortas de seis pisos, para macarons, para donas, para lo que sea. Yo vivo en un pueblito chiquitito y acá hay público para todo. Imagínate en una ciudad”. Finalmente, compartió sus proyectos actuales: su tienda online de insumos importados de Brasil. Explicó que la abrió no para que las alumnas dependan de los ingredientes extranjeros, sino para facilitarles el proceso con productos de mejor calidad. “En los cursos enseño la función de cada ingrediente. Por qué usar un azúcar y no otro, o qué pasa si cambiás la crema de leche. Las argentinas no saben que el tenor graso de la crema brasileña es diferente, por eso a veces el brigadeiro sale mal”. Del mismo modo, aclaró que cada clase empieza explicando los fundamentos técnicos antes de pasar a la receta. Además, detalló que su tienda incluye productos difíciles de conseguir en Argentina, como moldes de tres partes, granas especiales y packaging. “No enseño solo recetas. Enseño qué pasa si cambiás un ingrediente, para que puedas reemplazarlo bien si no lo conseguís. Y mi tienda online ayuda con eso, enviamos a toda Argentina. Las ventas son una locura”. Con perseverancia, estrategia, aprendizaje constante y un profundo compromiso con su comunidad, Carina Lovera convirtió una necesidad en una marca. Una torta improvisada en una vida nueva. Y un celular en su mejor herramienta de transformación.
Ver noticia original