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  • Las mil historias de Joaquín Levinton: sus gastos más ridículos, el hurón que le robaba la ropa y las locuras que ya no hace

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 29/06/2025 05:17

    Las mil historias de Joaquín Levinton: sus gastos más ridículos, el hurón que le robaba la ropa y las locuras que ya no hace Desde que era un niño Joaquín Levinton soñaba con ser una estrella de rock, y muchos lo miraban con ternura porque creían que era una fantasía, pero él no tenía dudas lo iba a hacer realidad. “Superó ampliamente mis expectativas todo lo que viví”, cuenta en diálogo con Infobae, mientras se prepara para un nuevo show de Turf en el Teatro Gran Rex. El viernes 15 de agosto va a subir al escenario para festejar que se cumplen 30 años desde que se formó la banda. “Ya hace más tiempo que estamos juntos que el que pasamos separados en nuestras vidas”, dice Levinton, sobre la trayectoria del grupo que integra junto a Leandro Lopatín, Carlos Toddy Tapia, Fernando Caloia y Nicolás Ottavianelli. Joaquín no alcanzó su deseo de dedicarse y vivir de la música, con hits como Loco un poco, Magia blanca y Pasos al costado. La esencia de rockstar la tuvo siempre, pero a veces ni él puede dimensionar todo lo que viajó, cantó y bailó desde que era un veinteañero hasta sus flamantes 50, un número que lleva con mucha soltura por su alma de joven eterno. —¿El rock te trajo más mujeres, más plata o más quilombos? —Más mujeres. Sí, muchas. Con la plata siempre fui malo, siempre calculé mal y siempre me gustó gastar la plata que tenía. No tengo ni la menor idea de hacer negocios, de cómo se hace un cheque ni si siguen existiendo. No sé cómo se hace para pagar la luz. No entiendo nada. —¿Y quién se ocupa de que no te corten la luz en tu casa? —Alguien me ayudó en su momento a poner por débito las cosas y nunca más me enteré de lo que se paga ni lo que no se paga. Salvo AYSA, algo que se llama AYSA que no sé lo que es. —Es el agua. —Recibo mensajes todos los días que quieren que vaya a pagar. Y debo 20 años porque me quedó afuera del pago del débito. La deuda que acumulo es millonaria. Pero no me saben explicar cómo tengo que pagarles y además no me quieren hacer un descuento que a mí me resulte, cuando me dicen el importe final es tan grande que uno no quiere pagar. —Pero te vas a quedar sin agua. —Creo que ellos por ley no pueden cortarte el agua. Creo que estamos jugando un tira y afloje. —¿No ganaste plata con la música? —Sí, gané plata como para vivir como a mí me gusta. Soy solo, o sea que mis gastos son pocos. Toda la vida viví en un PH en Almagro que tiene muy pocos gastos. No soy un tipo que le guste el lujo, entonces tampoco me manejo con gastos importantes. —¿Te metiste en muchos quilombos? —Sí, porque soy quilombero. Me gusta armar quilombo. Me parece que el quilombo es parte del rock. Y no me gustan los roqueros que no hacen quilombo. Me parece que eso no está bien. Yo cuando me subo a un escenario veo qué se puede hacer para romper un poquito la barrera del escenario, donde hay una especie de pared invisible con el público, y hay que trascenderlo para generar unidad. Siempre me he colgado de columnas, de estructuras, he entrado volando con sogas, he entrado a caballo, en moto, porque cuando termina el recital yo quiero que haya pasado algo. El líder de Turf revela anécdotas, éxitos y desafíos personales antes del show aniversario en el Gran Rex. —¿Y qué estás preparando para agosto en el Gran Rex? —Vamos a presentar nuestro nuevo disco, Polvo de estrellas, que fue muy lindo de hacer. Turf tiene toda su discografía en vinilo y es una locura. Los tengo en mi casa apoyados como si fuesen un trofeo. —¿Estás con ganas de encontrarte con la gente? —Siempre tengo muchísimas ganas. Me gusta mucho lo que hago. Me ha pasado de tener 40 grados de fiebre, y querer cantar igual. Una vez me rompí un brazo y durante tres meses canté con un yeso. Me fabriqué una funda con flecos, un guante, y tocaba con capa. Nadie se enteró que yo toqué tres meses con un brazo roto. —En este disco estrenaron colaboración con Lali Espósito. —Sí, hicimos Loco un poco con Lali, y fue un placer enorme. Ella me invitó a cantarlo en sus dos shows en Vélez. Fue una experiencia maravillosa. Siento una admiración muy grande por el espectáculo genial que dio, y por lo enorme que es como artista. Todo esto empezó cuando vi un video que estaba cantando nuestro tema con amigos en un fogón, y le escribí para preguntarle si le gustaría que lo grabemos juntos. Y enseguida la grabamos en lo de Ale Sergi, que fue el productor, y que también participa. —¿Con qué te encontraste cuando tuviste que empezar a revivir todos los clásicos de Turf? —A mí me encanta. Y somos tan como somos, vivimos tan en otro planeta, que nosotros sentíamos que estábamos componiendo hitazos como si no los hubiésemos compuesto ya. Lo sentíamos como si fuesen nuevos. Pasados tantos años de trayectoria, las canciones de Turf no envejecen. En todo caso, crecen. Tenemos un repertorio muy pero muy conocido, y la gente los disfruta como si fuese la primera vez. —¿Qué te pasa cuando escuchás un tema tuyo en la cancha? —Me siento orgulloso. Y aunque soy de River, la empezó cantando la hinchada de Boca, porque a Dios le gusta hacer ese tipo de bromitas. —Es muy fuerte que la gente se adueñe de esa forma de tu música. —Es el colmo de la llegada de la canción popular, porque en la cancha la gente que lo canta por ahí no sabe ni de quién es el tema. Se apropian de la canción y le ponen su propia letra para alentar a un equipo. De repente son 85 mil personas, y es como si fuese un mantra. —Hay algo místico en los cánticos de cancha. —Sí, es como que te empuja. Muchas de las cosas que me han pasado yo las soñé, a diferencia del Indio Solari que no lo soñó (risas). —¿En qué momento entendiste que ibas a vivir de esto? —Eso lo supe desde el principio. —Sabías que la ibas a romper. —Sí, o al menos yo me lo re creía. Joaquín Levinton y Lali grabaron una nueva versión de "Poco un loco". —Una vez contaste que tu abuela te pasaba plata por debajo de la mesa cuando eras chico. —Sí, me bancaba un poquito. Era típico de abuela, me decía: “No le digas a nadie”, y al otro nieto también le daba. —Y vos pensabas que eras el preferido. —Siempre, pero tengo algo que podría catalogarme como preferido: soy el primer nieto varón. Y yo era re versero, me hacía el estudioso, y era re tramposo. Le llevaba fotos de cuando fui abanderado, y yo no estudié nunca. —¿Nunca? ¿Y cómo aprobabas? —Tengo un instinto muy grande de supervivencia. Me doy maña. Me hacía machetes. Y siempre me hice un amigo nerd, y tenía mucha habilidad para copiarme. —¿Cuál fue el machete más bizarro que te hiciste? —El de los rollos de fotos. Los negativos. Me hacía una tira con toda la información que tenía que tener, lo enrollaba y lo escondía. Una obra de arte. —¿Te agarraron alguna vez copiándote? —Sí, pero siempre fui muy simpático y muy habilidoso para zafar. —¿No era más fácil estudiar que hacer semejante obra de ingeniería con el rollito del negativo? —Sí, pero ese rollito del negativo era algo casi de espionaje, era una cosa única. Y siempre me dieron mucho pánico las pruebas, las evaluaciones, que me evalúen. Al punto de que cuando tuve que dar el examen para el registro de conducir me reprobaron como diez veces el psicológico. Y también manejaba mal, digamos que se podría decir que manejaba de manera temeraria. —Menos mal que te reprobaron. —Una vez me hice 120 kilómetros por banquina. —Es peligroso. —Sí, pero no lo hice jodiendo a nadie. Tenía una camioneta con ruedas muy grandes, todo terreno, y estaba yendo el 31 de diciembre a Valeria del Mar a lo de mi vieja. Y el tránsito era a paso de hombre. Entonces fui todo por el costado de tierra y llegué en un toque. Me paró la policía con cuatro motos y me trataron pésimo. Me hicieron volver a Dolores. Retrocedí 150 kilómetros, y ahí tuve mi primera causa. —¿Te detuvieron? —Me detuvieron un rato, me sacaron el registro, me devolvieron el auto, y me prohibieron manejar. Manejó mi acompañante, mi amigo Cufa, que tampoco tenía registro, pero por suerte no se lo pidieron. —¿Vos ibas detenido en tu propio auto? —Claro, en mi propio auto, pero yo era temerario. Son cosas que ya no hago más. —¿Ahora estás manejando tranquilo? —Sí, muy tranquilo. En esa época de manejo temerario iba al banco a sacar plata y estacionaba en Avenida Corrientes y Talcahuano, abría el capó, le tiraba agua para que salga humo y lo dejaba como si fuese que se fundió. —¿Para bajarte al cajero? —Sí, para entrar en el banco directo en la puerta, y no tener que estacionar. —No sé si estás loco o sos brillante. —Es parte de lo mismo. Y me iba chocho con la plata. —En una época también cuando cobrabas de SADAIC te ibas con la plata en bolsas de supermercado. —Sí, SADAIC pagaba cada cuatro meses, y yo metía todo el fangote en la bolsita del súper. En el camino era como un chico que se compraba todo. No pensaba “esta plata tiene que durar cuatro meses”. Era como un botín, más que un pago. —¿Cuál es la compra más ridícula que hiciste? —Una muy divertida fue un megáfono gigante con el que dirigí el tránsito. Y la gente me hacía caso. Tenía sonido de policía y de ambulancia. Fuertísimo. Otra compra muy ridícula fue una corneta grande, que lamento día a día cada haberla perdido, porque la tenía colgada siempre en el cuello. Dormía con la corneta colgada. —Sos un poco un nene. —Sí, siempre. Y una vez compré un hurón, que lo llevaba a la plaza con correa. Antes de tener un perro quería una mascota. Tenía la sensación de una falta de compañía leal y fiel, me puse a investigar y me encató el hurón, que es inteligente, compañero, divertido, y andaba con su cola tan loca. Fui a lo de mi abuela, que en paz descanse, que siempre me segundeaba en mis fantasías, y fuimos a la Feria de la Mascota y me compré el hurón. Y me hizo un quilombo inmenso en casa. Me escondía las cosas. Yo no sabía que tenía esa característica. No encontré nada durante muchos meses. Dejabas una ropa y desaparecía. Yo decía: “Me robaron”, pero era el hurón. Era muy inteligente, y nunca lo veías venir. De repente te caía de arriba y no lo habías visto que estaba colgado. Un infierno. Al final terminé regalándoselo a un amigo que tenía campo y ahí fue feliz. —¿El hurón vino después o antes que el hámster que tuviste enyesado? —No, ese hámster enyesado, que en paz descanse, se llamaba Nené, y fue antes. Tuve bastantes comentarios negativos de gente que decía que yo maltraté al hámster. Y por el contrario, yo lo curé. —¿Pero vos no lo tiraste de la cama? —Saltó solo. Abrí la jaulita para jugar, salió corriendo y saltó. Por otro lado, yo también tenía la impunidad de ser chico. —Eras un niño. —Claro, no es que esto me pasó ahora. —El hurón sí lo tuviste de grande. —Sí, en mi casa en Almagro. —¿Cómo se llama el hurón? —Totó. —Y después ya vino Raquel. —Raquel, mi perra, pobrecita, que en paz descanse. —Fue un camino: primero el hámster, después el hurón y después Raquel. —Sí, Ranquel fue una perra que realmente me hizo entender qué es un fiel compañero. Alguien incondicional, que vivimos tantas aventuras juntos. Fuimos a la cancha, y a Cocodrilo, un boliche que quedaba a cuatro cuadras de donde yo vivía, en bajada. Iba con el auto apagado hasta allá para ahorrar nafta. Y ahí iba con Raquel que era chiquitita, y comíamos pizza. —¿Entrabas al boliche con Raquel? —Sí, mi perra tenía una bufanda de River que le había tejido una amiga mía que maquillaba muertos. Y Raquel también me acompañaba a las entrevistas. —Esa lealtad de Raquel, ¿la encontraste en parejas o no? —La encontré en amistades sobre todo, y en algunas chicas, sí. Pero no sé si existe ese nivel de fidelidad en humanos. No sé si alguien quiere estar siempre con otro. —Vos saliste con algunas de las mujeres más lindas de la Argentina. ¿Sos enamoradizo? —Muy. —¿Hoy en qué andas? —Estoy solo. —¿Con ganas de enamorarte? —Uno siempre tiene ganas de enamorarse. —¿Estás para noviazgo? —Me gusta tener novia. Soy cariñoso, afectuoso, y muy caballero. —¿Se enamoran de Joaquín o se enamoran del rockstar? —No tengo una buena relación con aquel que me mira de esa manera. Soy una persona que no me creo ese personaje en mi vida. Soy callejero y no me olvido de quién soy. Por eso cuando me piden una foto me resulta muy raro todavía. Joaquin Levinton y Charly Garcia —Te vi en una nota con La Joaqui que hicieron para Infobae, re lindo ese encuentro. Y en un momento hablaron de drogas y contaste que vos nunca estuviste en rehabilitación. —No, por suerte, no. —¿Tuviste momentos de estar muy roto? —Nunca estuve en la situación de la droga como un flagelo. Nunca me sentí adicto. Nunca fui oscuro, pero sí medio insoportable. —¿Por qué? ¿Qué te pasaba? —Era re intenso. Muchísima gente pierde la cabeza con la droga, pierde la casa, la plata, los instrumentos. —La vida. —Tal cual, se mueren. No es recomendable. Hay poca gente que se divierte con la droga, y obviamente que cuanta menos gente consuma, mejor. —¿Vos no te sentiste nunca en riesgo? —Sí, pero soy un tipo muy capaz, valiente y corajudo. Siempre manejé mis situaciones. Aún drogado, siempre pude manejar mi vida. Pero repito, no es ejemplo de nada porque no es lo que suele pasar. —¿Te lastimaste a vos mismo alguna vez? —Jamás. —¿Y a otro? —Menos, pero sí le hinché las pelotas a mucha gente. Mis compañeros de grupo en un momento no me bancaban más. —¿Pero eso tiene que ver con las drogas o con tu forma de ser? —La droga te exacerba muchas cosas. —Contaste en ese encuentro con La Jaqui que marihuana no consumís. —He probado, pero no consumo porque pierdo las cosas, no encuentro las llaves, me pasa de todo. —¿Tu abuela nunca se preocupó? —Sí, a veces sí. Me dijo qué carajo estaba haciendo, y ahí hubo que ponerse las pilas. —¿Y tus viejos? —En un momento sí. Me llamaban y no respondía. Llegaba tarde al almuerzo familiar, estaba desbolado. —¿Tuviste adicciones con otras cuestiones que no tengan que ver con sustancias? —Soy adicto al teléfono. Eso es un problema muy grande, que lo tengo que mejorar y es difícil. Es una locura que todos estemos tanto con el celular. —Nos perdemos de ver lo que está pasando al lado. —Totalmente. El otro día vi una entrevista donde a Charly García le preguntaban qué sería un acto de rebeldía hoy. Y él dijo: “Dejar el teléfono de lado”. Sabias palabras. —¿Cómo está tu vínculo hoy con Charly? —Muy esporádico. Lo amo. Él siente muchísimo cariño por nosotros porque tenemos una historia enorme juntos, de millones de cosas. Estuvimos mil veces juntos en la casa. Vimos mil películas. Participó en muchos discos. Vino a cantar con nosotros millones de veces. Filmamos un videoclip donde él actúa. —De todo. —Lo considero un amigo, un referente, un genio. —Qué gente grosa que conociste. ¿Choluleaste a alguien alguna vez? —A Marcelo Gallardo. Y a Juan Carlos Mesa, ídolos para mí. —¿Les pediste foto? —No, no me animé. —Te dio vergüenza. ¿Hay un Joaquín Levinton tímido? —Soy tímido, sí, aunque no parezca. Una vez le pedí una foto muy valiosa para mí a Mirtha Legrand. Me pareció una genia. Nunca vi una persona tan concentrada y atenta. —Brillante Mirtha. —Sí. Es una máquina. —¿La pasaste bien en la mesa con Mirtha? —La pasé genial, y atrapé una mosca en vivo. Yo no podía más, me molestaba que ande rondando. Y Mirtha me dijo: “¿Joaquín, atrapaste una mosca?“. Nadie se dio cuenta, pero ella sí. Y se cagó de risa. Estaba muy atenta a todo lo que pasaba. —¿Qué otros talentos ocultos tenés? —Sé chiflar muy fuerte, y me costó mucho aprenderlo. Me sirve de mucho porque no tengo que gritar. Joaquín Levinton con Tatiana Schapiro en Infobae —Hoy los artistas hablan mucho más de salud mental y rompen algunos prejuicios que hay con la ansiedad, la depresión, los ataques de pánico. ¿Qué pensás? —La ansiedad es algo terrible en la ciudad. Estamos todos muy ansiosos. Tratar de manejar la ansiedad me parece uno de los grandes desafíos de la actualidad. La adicción a producir, a generar, pero yo soy bastante relajado en ese sentido. Soy muy adicto al ocio y me gusta mucho pasear. —¿Te llevás bien con el tiempo libre? —Amo el tiempo libre. Me gusta la Ciudad de Buenos Aires, la conozco muy bien y me gusta recorrer sus calles. —¿Y cuando tenés que sacar un tema nuevo no te genera ansiedad? —No, siempre tuve la sensación de que si echase todo a perder podría volver a lograr lo mismo. Podría empezar de cero, y lo tuve que hacer muchas veces. —Y eso que Turf ya es como un ser humano de 30 años. —Es un señor, o un boludo importante. Sí, vivímos de todo. —¿En qué momento dijiste “Yo no puedo creer estar viviendo esto”? —Cuando uno de los managers me dijo: “Hoy se cumplen 1.500 shows”, que fue hace 15 años. No sé la cantidad que vamos ahora. El tiempo es muy relativo. Una de las contradicciones más guachas de todo esto es que si te divertís la vida pasa volando, y si te aburrís dura 200 años. —Y la balanza cómo te da, ¿te divertís más de lo que te aburrís? —A mí se me pasa volando. Soy un tipo que elijo armar mi día con cositas lindas. Lo mismo hago cuando me planteo el año: ir a Japón, ir a ver a Oasis a Manchester. Lo programo cuando empieza. Y entonces siento: “Este año ya va a tener cosas hermosas”, y las organizo. Después de eso viene un disco de meses de preparación, una gira, y los años son geniales. —Y para poder escribir hace falta vivir. —Sí, pero he hecho tantas canciones y tantos discos que ya no estoy pensando en qué escribir, buscando la inspiración todo el tiempo. Pienso en divertirme, en hacer que mi vida sea lo más feliz y alegre posible. Y lo logro. Joaquín Levinton en Bake Off —Hace un par de años empezaste a estar más en la tele y estuviste en MasterChef Celebrity. ¿Te gustó? —Me encantó. Entré con prejuicios contra ese tipo de exposición y sin saber cocinar ni una milanesa. —Te divertía. —Era un desafío enorme. No tenía nada que ver conmigo y me encató animarme. Descubrí personas maravillosas con las que compartí todos los días. —Apareció algo tan lindo tuyo ahí, con algunos momentos épicos que quedaron, como el pescado Raúl, y te volviste uno de los favoritos. —Soy una persona muy fanática de los comediantes, del humor inglés también. Tengo una manera de ver la vida siempre de modo absurdo. Entonces capaz que tengo una óptica medio desencajada, y la gente se identificó o se divirtió. Y soy muy espontáneo también. —¿Por qué se llama Polvo de estrellas el disco? —Porque son estrellas las que vienen a sumarse a cada tema, y eso nos gustaba. Y muchas veces las estrellas quedan hechas polvo. Tiene sus chistes y contrapuntos como nombre. —Ese nene que quería hacer música, que sabía que la iba a romper, ¿la está pasando bien? —Súper bien. Con el tiempo aprendimos a llevarnos bien entre nosotros en el grupo. Ya no nos peleamos más, porque no tenemos ganas. Hacemos lo que realmente queremos, tenemos mucha más experiencia en lo que hacemos, y por eso Turf está re lindo ahora. Nos sentimos muy cercanos a la gente y va a ser un espectáculo con invitados increíbles, que son superestrellas. Un verdadero show de rock, tal como los que soñaba de chico.

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