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» El litoral Corrientes
Fecha: 29/06/2025 04:16
n Caminando por la calle La Rioja entre Carlos Pellegrini y 9 de Julio lateral este, desde donde sale el sol a la mañana porque a la tarde hay que transitar por el oeste, casi a mitad de cuadra antes de llegar a radioL.T.7 se erige una casona que mete miedo hemos hablado de ella en otro relato, nunca termina de agotarse el conocimiento de sus energías negativas, apariciones, ruidos, cadenas que se arrastran, gemidos, el dominante es un llanto oración en idioma ininteligible por ello los ocupantes vinculados a la municipalidad, prudentemente al caerla tarde se van marchando, bajando la larga escalera de tiempos de acullá de noble madera. Analizados los testimonios, pruebas, el secreto se halla en el sótano que como hemos dicho anteriormente se hallaron objetos antiguos, una campana arcaica con inscripciones en latín. Resulta que una mañana justamente frente a esa casa, me encuentro con un señor que tiene percepciones; me contó con lujo de detalles parte de su historia tétrica oculta de ese sitio triste de la ciudad. Su propiedad en tiempos lejanos se atribuía a una familia patricia, según los lugareños de alguna manera ligada a la mala suerte o a pagar sus fechorías, una de dos. Fueron muchos los que la ocuparon pero pocos dejaron rastros que permitan las apariciones. Tiene un patio atrás, lúgubre, que había sido utilizado para enterrar los cuerpos de personas por nacer que por decisión de la madre eran arrancados del cuerpo –no juzgo ni dicto sentencia–, sólo cuento. Cuando se avecina una lluvia, el llanto de los niños se torna insoportable, es como si estuvieran pidiendo agua, tienen sed, no llegaron a ser personas, quedaron en el camino, pero que se hacen sentir no hay ninguna duda. Un antiguo y ya desaparecido señor del lugar en esos días cerraba su negocio de venta de artículos de sastrería dando franco a sus empleados. Luces, como llamaradas salían del suelo dirigiéndose hacia arriba como si fueran atraídas por un imán. Una excavación de tiempo muy cercano halló muchos huesillos de niños enterrados. Realizadas las averiguaciones resultó que también allí funcionó una clínica que en el sótano efectuaba sus trabajos, cuando se complicaba la situación, en complicidad con las autoridades policiales, –pago de por medio– el cuerpo de la mujer era sa- cado sigilosamente durante las noches, abandonado en ex-traños lugares, como el río, riachos, lagunas o esteros. Con espanto los galenos veían aparecer a una mujer india que los señalaba con el dedo, un frío terrible se apoderaba de ellos, escuchaban un rezo o cántico extraño. Pasado un tiempo la consternación aumentó, pues el llanto de los niños los perseguía a sus hogares, encabezados por una india que espiritualmente rondaba por el lugar. En el sótano, lugar en que se inician todos los fenómenos sobrenaturales los obreros que trabajaron me contaron una parte del guión. Sacaron además de una campana, una pileta de cerámica con cañerías de igual material, más otros elementos herrumbrados. Lo que se olvidaron de narrarme es el acto de magia, exorcismo o como se llame que realizó un brujo indio misionero. Este señor de pueblos originarios, que desean que lo llamen indio, apreció una llamada lejana de la ciudad de Corrientes, guiado por ella se acercó con el que me contó la historia hasta el sótano, lugar al que el personal del sitio le disparaba por instinto. De pronto se inició una conversación en guaraní. — ¿Eres tú? — interrogó el indio. —Soy yo, me trajeron de las Misiones cuando era chica, como chinita para todo servicio, me obligaban a hablar el castellano, me castigaban con una fusta cuando les hablaba en guaraní, que ellos también dominaban. —¿Por qué permaneces aquí? ¿Por qué no te marchas a las tierras de Yamandú (dios)? —Busco venganza, quiero venganza, fui maltratada, violada y abandonada, El Cherubichá (jefe) me dejó encerrada cuando se fueron al campo, como lo hacían siempre en el sótano, me colocaron grilletes con cadenas, padecí embarazada hasta que morí de sed, no puedo perdonar. —Ya es tiempo que olvides, los que te hicieron daño ya omanó kó (murieron), debes volver con los nuestros, te están esperando. —A veces intento marcharme pero no puedo librarme de las cadenas, me enoja mucho y aparece la sed de venganza. —Es que me tienes que escuchar, ahora voy a decirte despacio las palabras— se prendió de las rejas que guarecían el lugar y que ya no están y comenzó un rezo, leta- nía… —Me siento mejor, me siento mejor… —Ahora que estás tranquila podes liberarte, chamiga, yo sé que podes hacerlo… Una voz diferente al idioma guaraní en que platicaron de pronto se escuchó, en castellano y luego en guaraní... —Adiós… me llamaban Tránsita Espíndola, yo me llamo Itatí, (piedra brillante) chamigo. Una sombra se filtró entre los barrotes, un viejo anilla (grillete) apareció sobre el piso nuevo de cemento del sótano, temblaron las paredes, el viejo indio cansado fue sostenido por su ocasional compañero. Para los amigos del lugar que escuchan voces, ruidos, algunos gemidos, sombras que se pierden en recovecos, no se asusten, son ánimas buenas que no quieren abandonar sus carcasas (esqueletos) o lo que en tierra queda de ellos. Itatí se marchó, se percibe tristeza en el lugar, claro que sí, no es para menos. Fueron vanos los rezos cristianos que realizaron varias veces, “Cada cual con lo suyo”, dijo el chamán y se despidió. Ahora sabemos el secreto de los extraños sucesos de la casa, que continúan hasta ahora. Las sombras que aparecen entre las columnas del primer piso, siempre infundieron temor a los transeúntes.
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