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  • «Demasiado lejos», la novela de Eduardo Sacheri sobre los días previos al 2 de abril desde la mirada de la gente común

    » El Ciudadano

    Fecha: 28/06/2025 18:50

    Por Paulo Menotti – Fotos: Federico Paul Unos mozos de Casa Rosada, una diplomática de carrera, un grupo de amigos en un bar de Buenos Aires, una familia en una inmobiliaria son testigos de los días previos y del 2 de abril de 1982 cuando el gobierno de la última dictadura cívico militar decidió recuperar nuestras Islas Malvinas. Demasiado lejos es la nueva novela de Eduardo Sacheri que desde la perspectiva de la gente común se va metiendo en la Guerra de Malvinas, aunque desde la parte continental de nuestro país. “La idea original era que la trama alcanzara también a los soldados y las circunstancias que sucedieron en las Islas Malvinas. Me di cuenta que era tan diverso y tan diferente en lo que empezaba a ser la vida de unos y de otros. Entonces me dije que eran dos historias distintas. En el otro libro, que se llamará Qué quedará de nosotros, vamos a encontrar una novela en espejo con el libro que aparece ahora”, explicó el autor adelantando lo que será la continuación de esta historia que fue presentada en Rosario el pasado miércoles. En una entrevista con El Ciudadano, Sacheri reflexionó acerca de qué significó la Guerra de Malvinas para él, “un imán identitario notable” y para el conjunto de los argentinos, y por qué prefiere abordar desde la ficción a algunos temas que generan intensos debates en nuestra sociedad. —¿Por qué Malvinas?, ¿qué es Malvinas para vos? —Me parece que nunca tengo claro por qué me pongo a escribir sobre algún tema. Lo que si tengo en claro es cierta sensación de inquietud, de interrogación, de pensar por qué esto es un problema, por qué es difícil hablar de esto. Creo que la Guerra de Malvinas es uno de estos temas, de los que es complicado conversar sanamente. A diferencia de otros temas muy traumáticos para nuestra sociedad que, si han producido, no sólo diálogo académico, sino también diálogo cultural, de ficción. Malvinas ha generado poquísimo. Si tomamos novelas sobre Malvinas nos sobran los dedos de las dos manos. Si contamos películas, nos sobran los dedos de una mano. Canciones de rock nacional, poquísimas también. Es como que esa indagación, esa constatación ya me resulta una llamada interesante. Después, el hecho de pensar por fuera o por encima de la guerra, sigue siendo un imán identitario notable. Lo era antes del conflicto bélico pero la guerra no fracturó eso. Se reconstituyó y a más de cuatro décadas de Malvinas, la mayoría de los argentinos siguen en una posición parecida a la anterior a 1982, la de la reivindicación, el reclamo, la sensación de que es un territorio irredento que debe regresar. Eso es algo que ya lleva un siglo en la Argentina. La permanencia de esa guerra me resulta interesante. —¿Esta ficción cuenta la Guerra de Malvinas desde la mirada de la gente común? —En general, cuente lo que cuente, siempre me paro desde ahí. Se ve que es lo que me interesa, la gente común. Aún, con telones históricos tan llamativos como el de la Guerra de Malvinas. También se podría contar desde la mirada de Galtieri, Costa Mendes, el gobernador Menéndez y la Thatcher. Se la puede contar desde ahí. Pero, en general me interesa la gente común viviendo la historia que creo que es lo que nos pasa a todos. Más allá de la incidencia que tengamos en los acontecimientos, nuestra vida está totalmente entrelazada con eso. Esta no es la excepción. —¿Cómo viviste a la guerra? —Yo tenía catorce años y la viví con entusiasmo. Con ingenuidad, que ahora veo desde mi mirada adulta. En esa época no tenía a nadie cercano que me oriente. Creo que esa fue una variable para ver dónde se paraban unos y otros. En la novela intento reflejar eso. Una cosa es si somos cuatro tipos que nos juntamos en un bar a charlar. Otra cosa distinta es si tenés un hijo, que tiene posibilidades de ir a la guerra. Me parece que eso marcó una diferencia muy fuerte. Yo pertenecí a ese grupo, creo que mayoritario, que se entusiasmó con el desembarco, que se congratuló con eso, que se sintió que era algo que terminaba ahí. Yo me acuerdo mi abril del 82 pensando “qué bien que estuvimos, fin, esto termina acá”. Luego, ¿cómo una guerra? Después cuando el conflicto bélico se materializó, no retrocedimos en ese apoyo como sociedad. No pensamos que nos estábamos metiendo en un callejón sin salida. Pensábamos que era una avenida que nos iba a conducir al triunfo. Mejor aún, no es que desembarcamos, sino que resistimos y triunfamos. Mejor aún, pensábamos en ese momento. Fue una épica muy frívola porque en ningún momento nos detuvimos a considerar. No digo las implicancias políticas de un triunfo en Malvinas en relación con el gobierno de la dictadura. Ni siquiera pido ese nivel de análisis de billar a varias bandas. Si no el hecho de pensar que había soldados que estaban arriesgando su salud y su vida. Eso no entraba en nuestro pensamiento y por eso el título de esta novela, Demasiado lejos. Salvo, para quienes vivieron en el sur de nuestra costa atlántica. Cuando vos hablás con gente de allá, su memoria es diferente porque su implicación es distinta. Era una narración que nos hacían, que nos hacíamos, que reproducíamos y que nos embelesó casi durante tres meses. —¿Qué pensás de las guerras del presente en general? —Me sigue asombrando lo pacífico del mundo en las últimas décadas. En relación a lo que fue siempre el mundo. Poniéndolo en relación a morir en una guerra, las chances que tenían los humanos del siglo XXI son infinitamente menores que las de cualquier siglo anterior. Esa es mi hipótesis que puede ser discutible. Me parece que la pulsión destructiva de una especie no termina en cincuenta años. Creo que, si analizamos la historia de las guerras en el mundo, después de la Segunda Guerra Mundial a casi un siglo, tres cuartos de siglo, hubo un montón de guerras, pero también hubo millones y millones de personas que vivieron al margen de la guerra. Creo que eso antes no sucedía. Sin embargo, me parece que es demasiado poco tiempo para pensar que el hombre sea capaz de sustraerse a esa pulsión de ejercer la fuerza, de imponer su voluntad por medio de la fuerza y la violencia. —¿Te animás a hacer un balance si estuvo bien o mal ir a la Guerra de Malvinas? —Soy totalmente incapaz de hacer ese balance. Por eso hice una ficción. A mí, la historia me interesa enormemente, pero por algo yo no escribiría historia del presente, del pasado muy cercano. Porque son temas que siento que sólo me puedo aproximar con la ficción. Porque me aproximo con preguntas no con respuestas. En un libro de ensayo, ensayas una respuesta. Con una novela no y es mi manera de decir que algo está bueno pensarlo, pero no sé cómo abarcarlo. Te propongo contar una historia en la que voy con mis preguntas y vos vas con las tuyas. Con la Guerra de Malvinas me pasa eso. Hay un montón de lugares en los que es legítimo pararse. Te querés parar en el lugar de reivindicación de la soberanía, es legítimo. Te querés parar en el lugar de que la paz es un valor supremo, es legítimo. Te querés parar en el lugar de que fue una manipulación del gobierno militar para permanecer, es legítimo. Te querés parar en el lugar del soldado y su obligación de defender el suelo, es legítimo. Entonces, creo que son las discusiones más interesantes esas donde los opuestos son legítimos. Es lo que suele pasar. Libro Título: Demasiado lejos Autor: Eduardo Sacheri Editorial: Alfaguara (432 páginas)

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