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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/06/2025 04:41
Javier Milei en el Congreso de LLA “Los soldados no dudamos. La duda es la jactancia de los intelectuales”, descerrajó Aldo Rico frente a los periodistas. Atrincherado en el country Los Fresnos, el líder carapintada resistía la citación judicial de los oficiales acusados de crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar. Corrían los tempestuosos ochenta. La emblemática frase, inmortalizada en el desopilante alzamiento carapintada, es retomada en el nuevo milenio por Javier Milei. En orden a defenestrar a aquellos que reivindican el pensamiento crítico y la deliberación que él asocia con sectores del progresismo, la intelectualidad y la academia, el león libertario la hace propia y la pone en acto. Para los que adhieren a este catecismo, lejos de ser una virtud que abre el camino hacia el conocimiento, la duda es una forma de parálisis, de cobardía por oposición a la valentía y el liderazgo. “A los tibios los vomita Dios” es otra consigna muy propia de este tiempo. El kirchnerismo de estos días revive también la esencia del concepto. Los K no admiten duda alguna. Se alinean detrás de consignas cerradas, no dan entrada a ningún cuestionamiento. Se abroquelan bajo la creencia de que Cristina Kirchner es inocente y que la condena que la confinó en arresto domiciliario es pura injusticia. Nada que analizar. Empeñados en mantener viva para la política a la lideresa condenada se atrincheran en el más cerrado de los convencimientos, despliegan un revoleo de cotillón, souvenires y exigencias. La tobillera electrónica deviene fetiche. Suena curioso y extravagante pero asociar el artefacto con la dignidad es el desafío de la hora para la militancia K. Mayra Mendoza, la inefable intendenta de Quilmes se tatúa un dispositivo con flores en la que se lee “Dignidad”. Siempre disponible a ponerle el cuerpo a todo lo K, la alcaldesa que vive con la imagen de Nestor Kirchner impresa en su brazo entre otras laceraciones, salió esta semana a adoctrinar en las escuelas primarias pregonando la inocencia cristinista. Mayra no duda. No se plantea nada. Desconoce en absoluto la decisión de la Justicia. Ella va para adelante. Puede que hasta sueñe con ser una nueva CFK. Los que tampoco se permiten dudar son los diputados y senadores de Unión por la Patria que aseguran disponer del sacrosanto “derecho a visitar a CFK” cuando lo consideren pertinente. En una presentación ante el TOF2 aseguran que no piensan respetar ninguna restricción judicial sobre las visitas. Los legisladores “eligen creer” que no poder visitar libremente a CFK afecta el ejercicio de la “representación parlamentaria”. En este caso además “finjen demencia”. La respuesta del Tribunal Federal 2 (TOF2) fue inmediata: no corresponde. El juez Gorini calificó el reclamo como “manifiestamente impertinente”. El reality de CFK podría incluir un programa de televisión semanal desde los aposentos de la calle San José. Por ahora la señal “Carnaval” no estaría en condiciones de ofrecerle espacio y fierros para hacer posible el envío pero no parece una dificultad difícil de sortear. Hay que pasar este invierno y en los días que corren un streaming no se le niega a nadie. Difícil reclamar institucionalidad y buenos modos a Milei cuando desde el planeta K se libra una batalla de tan desafiante hostigamiento a la Justicia por haber confirmado el fallo que obliga a CFK a cumplir su condena con pena privativa de la libertad. Es probable que todas estas movidas solo sumen complicación a la ya penosa situación de la ex presidente de los argentinos. La Justicia dispone de la potestad de modificar las condiciones de detención e incluso de revertir el beneficio de la domiciliaria. Nada de eso parece importar. Nadie se permite pensar ni dudar. Lo único importante es militar el relato. Cristina es inocente. La condena es injusta. Cristina está proscripta y con ella el peronismo que asegura encarnar. Es tiempo de recrear discursos y narrativas, de agitar consignas cerradas y vibrantes. La realidad es demasiado compleja como para intentar interpelarla. Mejor comprar las ideas hechas, no cuestionar nada. Javier Milei ancla la campaña en el mismo formato. No anda con vueltas, te la hace fácil. En el congreso libertario de este jueves Javier Milei le puso el cuerpo a la campaña revitalizando a fuerza de insultos e imprecaciones la polarización extrema. Lo que está en disputa en las elecciones es la tensión entre “dos modelos o convicciones: la del kirchnerismo o la libertad, la del Partido del Estado o la de quienes trabajan por su propio esfuerzo”. “Civilización o barbarie”, concluye. Sin CFK en el papeleo de las listas, Kicillof pasa al frente. Es el nuevo target. Encarna al enemigo a vencer. “Pichón de Stalin…burro eunuco…pelotudo…”. A la selecta seguidilla de calificaciones se suma la incorporación de una nueva categoría para encuadrar a los oponentes: “parásitos mentales”. Una denominación por Axel Kaiser Barents, subdirector académico del think tank libertario “El faro” y autor de unlibro que lleva ese nombre, toma del psicólogo evolutivo Gad Saad y la adapta a las urgencias vernáculas. Mientras Saad encuadra en esa categoría a las creencias ideológicas que actúan como “virus mentales” afectando el pensamiento racional, Kaiser condensa el concepto en las ideas progresistas como justicia social, derechos sociales, Estado benefactor y diversidad entre otras. Bajo esta perspectiva Milei viene a “desinfectar” la mente de los argentinos. El léxico libertario escala en tiempos electorales ganando en creciente procacidad. Los dirigentes del oficialismo tampoco se permiten dudar. Se trepan a las consignas redoblando la apuesta que propone el líder disruptivo. El diccionario de los funcionarios mileistas gana en brutalidad incorporando una gama de insultos que van de lo soez a lo escatológico. Directo, para que se entienda. No intentan apelar a ningún argumento lógico. Puro arrebato, emoción, violencia discursiva. Una marca de época. Para con los aliados Milei aplica los mismos métodos. Nada de colorimetría. Nada de amarillismo. El libertario llama a teñir la Provincia de violeta. Para el PRO, en acelerada vía de disolución, solo queda “subordinación y valor”. Hay un único sello LLA. Eso no se discute. Para los partidarios de la libertad, como lo fue para los K, la política es también cuestión de fe, una especie de religión, un contrato de adhesión. Se está con el todo o no se es nada. Cualquier desliz puede dejarlos fuera de la casa, arrojarlos del paraíso. Los tiempos que corren cierran el paso a los librepensadores. No hay espacio para el pensamiento crítico. Se impone la adhesión incondicional al líder disruptivo al que se endiosa y venera. El ecosistema digital nos atrapa en sus cámaras de eco, nos acorrala en la tiranía de los algoritmos. Distinguir lo verdadero de lo falso deviene imposible. Las consignas fluyen cargadas con vértigo viral e imponen supuestas verdades que nadie se molesta en contrastar. No hay espacio para debate alguno. No hay tiempo ni actitud para poner bajo cuestión nada de lo que se propone. Ninguna consideración para los que “eligen dudar”. La democracia deviene frágil y, como la libertad, está llena de riesgos, pero sin pensamiento crítico no hay democracia sustentable ni libertad posible. El acceso al conocimiento es amplio pero las emociones corren más rápido que las razones. La frustración, el descontento, el desapego y el miedo viralizan mejor. Disentir, cuestionar, desalinearse tiene precios: el más recurrente, la cancelación. Las preguntas tienen mala prensa en un mundo que se jacta de disponer de todas las respuestas. La búsqueda del sentido se propone desde el encendido de sentimientos fuertes, preferentemente negativos. La cultura del odio se naturaliza y abre paso a los dogmatismos, populismo y las diversas versiones del nacionalismo. El pensamiento mágico asociado a teorías conspirativas reemplaza al debate y a la búsqueda de consensos. La búsqueda del sentido se organiza en torno del pensamiento único. “Donde todos piensan igual, nadie está pensando demasiado”. La emblemática frase de Walter Lippmann hoy resuena como nunca.
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