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Parana » Valor Local
Fecha: 28/06/2025 02:52
Por Juan A. Bracco Publicidad La ausencia de Rogelio Frigerio en la boleta, el PJ con ventaja de tiempo y propuesta, la expectativa de baja participación y las experiencias de lo ocurrido en otras provincias hacen que la de este año sea una elección atípica si se la compara con las que se realizaron durante la década. Desde 2019 que los comicios de Entre Ríos no presentan ciertas características. La más notable será la ausencia de Rogelio Frigerio en la boleta. En 2021 encabezó durante la votación para diputados nacionales y obtuvo un triunfo histórico, con paliza al PJ incluida. Dos años más tarde, fue al frente de la propuesta provincial. Y venció, por estrecho margen, a Adán Bahl. Así, desbancó al peronismo después de 20 años ininterrumpidos. Esto no es un dato menor. Si se ajusta la lupa, se podrá ver que el andamiaje Cambiemos/Juntos por el Cambio/Juntos por Entre Ríos, sólo pudo vencer al justicialismo con Frigerio como candidato. Las experiencias anteriores fueron frustrantes. Con el radicalismo de punta de lanza, los armados contra el peronismo terminaron por debajo del 20% de los votos en 2007, 2011 y 2019. Además, Alfredo De Angeli (PRO) no logró capitalizar en 2015 la “ola amarilla” y cayó frente a Gustavo Bordet por una diferencia cerrada. El actual gobernador deberá probarse ahora como elector y armador. Es un desafío complejo, sobre todo porque no será su gestión la que se sopesará el 26 de octubre. Ese domingo habrá un virtual plebiscito de la administración del presidente Javier Milei. La votación, más allá de las propuestas que haya en el cuarto oscuro, será un “sí” o “no” a estos dos años de experiencia libertaria. El riesgo para Frigerio es que si pierde, la derrota se anotará en su cuenta. Le ocurrió a los peronistas Sergio Urribarri en 2009 y Bordet en 2017. Ambos pudieron reconvertirse y ganar su reelección dos años después. Pero tenían la ventaja de que el radicalismo era oposición y no aliado. En la UCR, los sectores tradicionales acostumbrados a estar fuera del gobierno están esperando cualquier resbalón del Gobernador para romper y generar una interna. Se lo hicieron al último caudillo radical, Sergio Montiel, después de la catástrofe de 2001 ¿Por qué no actuarían igual con alguien que nunca usó boina blanca? La comodidad de ser opositores, es decir de disfrutar de las mieles de la política sin responsabilidades ante la sociedad (algo que están empezando a paladear algunos legisladores del peronismo) suele ser un camino de ida. Aunque todas las semanas hay conversaciones, Frigerio aún no pudo sellar una alianza con La Libertad Avanza. En Chaco, el gobernador radical Leandro Zderó pudo agitar el triunfo de Jorge Capitanich como fantasma para forzar un acuerdo con los libertarios. El Gobernador de Entre Ríos no tiene un elemento de negociación así. Solo puede esgrimir la compatibilidad de agenda y “haber hechos los deberes” tanto en lo administrativo (ajuste) como en lo político (votaciones en el Congreso). De allí que esté aún en el limbo entre ser oficialismo puro, ofiposición, opofialismo o alguna otra alquimia que, para el electorado, le resulte arduo decodificar. Esto dilata también la definición de nombres. Una reciente encuesta telefónica consultó sobre el ministro de Seguridad, Néstor Roncaglia, como candidato a legislador nacional. En las últimas semanas, la actual diputada Nancy Ballejos (entró en reemplazo de Pedro Galimberti en septiembre de 2024) se ha mostrado activa para renovar su banca. Pero nada está firme aún. Del otro lado Por primera vez desde aquella elección del ‘19 donde Bordet fue reelecto de manera aplastante, el PJ de Entre Ríos tiene definida su propuesta electoral antes que su principal rival. Esto no quita que el peronismo entrerriano siga padeciendo la falta de conducción política. El PJ necesita un líder para articular su estructura. No lo tiene. Y tampoco aparece en el horizonte. Sin embargo, el justicialismo provincial cuenta con dos ventajas. La primera es que desde que se oficializó una sola lista, con Guillermo Michel y Bahl como figuras principales, su boleta está cerrada. Y además tiene un claro perfil opositor al gobierno nacional. Será en el cuarto oscuro la alternativa principal para aquellos que quieran decirle “no” a Milei. Este es, de forma relativa, otro diferencial del PJ frente al oficialismo actual que no pudo definir todavía, a su pesar, si es sí, no, ni o so. Michel es, por el momento, el único que está aprovechando ese diferencial. El resto del peronismo sigue en la postura especulativa en la que cayó tras la derrota de 2023. Mucha de la dirigencia, aún la que muestra los dientes en redes sociales, aún aguarda que suene el teléfono con una convocatoria de Casa de Gobierno para dar el salto. Las urnas semivacías El fenómeno de época es la baja participación electoral. El dato atravesó todas las elecciones provinciales que se registraron hasta el momento. Y es altamente probable que se repita en las nacionales de octubre. Un estudio de Sebastián Halperín con base en un relevamiento de Equipo Mide ahondó en las razones del ausentismo. Al encuestado se le consultó: “¿Por qué ha decidido no participar en las elecciones legislativas de este año?”. Y se le ofrecieron varias respuestas posibles. Un 56% eligió la opción “rechazo al sistema político”, un 21% optó por la alternativa “falta de representación”, un 12% se inclinó por “pesimismo y cuestionamiento al gobierno” y, en relación, un 11% prefirió la opción “escepticismo electoral”. “Uno de cada dos encuestados manifiesta una postura de rechazo al sistema político concebido de manera genérica. Ello implica desde una falta de credibilidad, atendiendo a la baja performance registrada a lo largo de los sucesivos gobiernos, y que se traduce en una mirada devaluada de la dirigencia para dar respuesta a la agenda pendiente, hasta el cuestionamiento a los niveles de corrupción rampantes que aquejan a nuestro país. Ello se evidencia mediante una actitud de fuerte enojo con la política: “me tienen podrido”, “ya estoy harto”, concluyó Halperín. “Este escepticismo sobre la política como vehículo de transformación de la realidad, y que se refleja en menciones tales como “es una pérdida de tiempo”, “no sirve de nada ir a votar”, “me da igual”, “no me interesa” se combina con la presencia en este segmento de un sector que asume una posición crítica frente al gobierno nacional, y que no visualiza una alternativa de cambio considerada consistente: “no hay proyecto de país”, “a nadie le importa el pueblo”, agregó. El informe de Halperín no lo indica, pero ante un escenario de escasa participación cobrarán fuerza los aparatos electorales. Las estructuras de fiscalización y de movilización de votantes tendrán un peso específico mayor al de comicios anteriores. Una elección atípica En una votación atípica donde, como ya se dijo, la alternativa será “Milei sí” o “Milei no”, los comicios que se han concretado en varias provincias y en ciudad de Buenos Aires arrojan otra certeza: La Libertad Avanza no acepta segundas marcas. Cuando el sello libertario compitió con boleta propia no hubo ocasión para que otras alternativas electorales que intentaron mimetizarse con el discurso libertaria pudieran pescar votantes. Dos casos extremos son el de Ramiro Marra, ex ladero de Milei, en CABA y el de Martín Arjol, radical con peluca, en Misiones. En un caso, LLA terminó ganando y el otro trepó de cero al segundo puesto. Las segundas marcas quedaron fuera de carrera. Este fenómeno también afectó a los oficialismos locales que intentaron asimilarse al esquema libertario o tomar elementos del discurso mileista. Las muestras son otra vez CABA, con Jorge Macri y el PRO en tercer lugar, y Misiones, donde Carlos Rovira y su Frente Renovador hicieron la peor elección de su historia. En ambos ejemplos, se notó una fuga del voto republicano/progre espantados de los modos y el manejo del poder del Presidente. Así se explica, en parte, el fenómeno de Leandro Santoro y Horacio Rodríguez Larreta en CABA y del Frente Agrario en Misiones. La estrategia de los hermanos Milei, con Karina presidenta de LLA nacional como abanderada, no es ganar a cualquier precio sino fortalecer el sello partidario. El objetivo es pintar de violeta el voto de centro derecha / derecha / conservador. Lo que el Presidente busca no es poner el último clavo al cajón del kirchnerismo, como expresó. Eso puede esperar al 2027. La meta es enterrar a Mauricio Macri y su experiencia política, quedándose con el mandado, el vuelto y la bolsa. (Valor Local)
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