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» Diario Cordoba
Fecha: 27/06/2025 13:48
Estoy plantada como cariátide en la puerta de El Café Comercial, esperándolo, y no lo veo entrar hasta que sus espaldas rebasan las lunas giratorias. O sea, ¡Joaquín! Juro que ha entrado invisible; "sigiloso", dice él con un acento como ruso cargando las consonantes. Caen a plomo sobre Madrid 31 grados de rigor y aparece el cómico enfundado en negro, camisa de manga larga y una abrigada cazadora, a más inri tocado de una mochila de peluche con el careto de Coco, el de Barrio Sésamo, que le compró a su hija y nunca se la dio. Le ha pasado el tiempo a Reyes (Albacete, agosto del 74). Le ha pasado bien (descubro que es un coqueto), pero sensato. Echo de menos las risas con un Reyes anterior y luego voy a constatar que no soy la única en añorarlo, pero él erre que erre con sus argumentos y escaso de chanzas. Actúa el próximo viernes día 4 de julio en el festival Río Babel de Madrid, donde se ha colado entre una pléyade de grandes estrellas musicales con –dice el cartel – "una amalgama de chorradas" para despistar al respetable. "Un viejuno que no ha perdido la frescura chanante", añade la presentación. ¿A quién tengo el placer de entrevistar, de entre todos sus yoes? Al muchacho de Albacete. (Y en diciéndolo, se mira de refilón en el espejo de la pared, y no, ni un pelo se le ha movido en el tupé). Pues bien, Reyes, vamos: ¿por qué se niega usted a parodiar a un muerto? Cierto reparo me da, cuando la persona está recién fallecida; me da pena. Otra cosa son los personajes históricos, como Kant (jajaja, recuerden su personaje filosófico). Pero no creas que esto es una gran reflexión. Sin embargo, sí le gustan las bromas de cuerpo caliente, ¿no es cierto? No sabría decirte. El humor necesita un poco de distancia, no tiendo a la actualidad, sino a lo atemporal. Lo que más me gusta y más he practicado es el humor absurdo y surrealista mezclado con el costumbrismo. En el pos entierro de mi padre se montó un concurso de chistes, ¿qué le parece? ¿En serio? Me parece bien, aunque no es lo usual. ¿Y por qué esto? Hay chistosos en la familia. Algunos, insoportablemente chistosos. Fue para desengrasar, ¿no? Se da en los entierros una especie de catarsis, situaciones cómicas, risas inesperadas… No tengo necesidad alguna de exponer mi vida en redes. Veremos las consecuencias y la factura que este narcisismo y este juicio constantes van a pasarles a las siguientes generaciones Sigo por lo que no le gusta: de todos los personajes de actualidad que ha interpretado, ¿con alguno se ha sentido especialmente incómodo? Me sucede últimamente que el personaje parodiado va por delante de la parodia, nos quedamos cortos, y esto no dice nada bueno de cómo está la situación: hay una normalización de la desvergüenza. Y de entre todas sus celebrities, ¿ninguna se ha cabreado, ni siquiera Ferran Adrià? No, Adrià se lo tomó bastante bien aunque le hicieron una encerrona: le pusieron la parodia mientras grababan su reacción, lo que a mí me horripiló, me pareció una situación violenta. A quien no le gustó nada fue a Sánchez Dragó, por ejemplo, dijo que era lo peor que había visto en su vida, lo peor ¡eh! Y la que hicimos de Javier Marías, tampoco, nada en absoluto, se cabreó como un mono. Tuvimos un rifirrafe en El País y me llamó "el nuevo Paco Martínez Soria", lo que no me ofendió porque aunque él hacía un humor poco sofisticado menudo éxito que tuvo, y con las mujeres era un gigoló, Paco Martínez Soria, cuidado (y se pone a contarme los gags de una de sus películas). Y a Luis Cobos tampoco le gustó. Yo no les culpo, lo asumo. Intento siempre parodiar al personaje público, sin tocar temas personales, porque no me parece ético. Su versión de la fuga de Puigdemont, que fue disuelta por la policía, ¿cree que superó la última huida real del prófugo tras bambalinas? Aquello fue un ejercicio de desaparición. Ese día que parodiamos su primera fuga, acababa de morir José Luis Cuerda y fue como si todo lo que nos sucedió hubiera sido escrito por él: un jubilado de Torrejón me confundió con el político de verdad y vino la policía a detenerme, en la huida casi nos chocamos con un taxi sin taxista porque se había bajado a meter una bronca y el coche siguió la marcha… una serie de cosas tan raras… Pero sí, la política se ha convertido en una astracanada, algunos han adoptado la línea de la hipérbole y se han convertido en una parodia de sí mismos. ¿El humor no pretende superar la realidad, como sí hace la ficción? ¿Ni siquiera lo intenta? Nuestra labor de cómicos es distorsionar, como si pusiéramos al personaje delante de un espejo deformado. El problema es que a veces estas parodias políticas les benefician, como ha sido el caso de Trump, cuya exposición es extenuante. Difícil superar la realidad de la rueda de prensa de la ex militante Leire y la aparición de Aldama, ¿no cree? Sí, sí, es todo tan intrincado… Nos han creado un estado de ansiedad, y yo echo de menos los tiempos en que la política era aburrida, incluso me sorprendo añorando el bipartidismo. Creo que la polarización ideológica no es mala per se, pensamos diferente, pero el problema es la polarización afectiva, que no nos permite convivir. ¿La realidad hoy no es algo así como el escepticismo mal entendido; es decir, nada de lo que está pasando puede ser verdad? Supongo que esto facilita el humor… El humor es algo muy valorado, la sátira política es lo que la gente prefiere para informarse. Pero ha llegado un punto en que es difícil parodiar a los políticos porque han exagerado tanto su discurso público… Esto no lo habíamos visto nunca: se ha perdido el rigor y el respeto por el adversario. Sería bueno rebajar el tono. El humor es un medio de expresión, y cada uno tiene su línea editorial y su criterio. El cómico Joaquín Reyes. / ALBA VIGARAY El suyo consiste, mayormente, en traducir cualquier personaje a la clave manchega. ¿Cree que funcionaría con el andaluz, o con el gallego, por ejemplo? No tendría por qué no, fíjate cómo triunfó Eugenio con su acento catalán. Ocurre que el acento manchego es mucho menos reconocible y el plus que aporta es que es muy de pueblo, por definición del paisanaje, y eso funciona muy bien cuando parodias a gente sofisticada: creas un contraste entre la forma y el fondo. Además todos mis personajes hablan igual, y escuchar a Madona hablando como un señor de Cuenca, es chocante, pero funcionó, divertía a la gente. Y esto lo acompañaba con una caracterización muy elaborada, para que la identificación fuera inmediata. Es la aportación de la que más orgulloso me siento. Dicen que un cómico ha de buscar sus límites, ¿dónde están los suyos? ¿Hay algo que le haga cero gracia? Hay muchos tipos de humor, pero todos necesitan la complicidad de la persona que es objeto de la broma, porque si no se convierte en burla: ese sería mi límite, lo que rige mi humor. Si ofendo sin querer, no funciona. Y no es autocensura, es criterio: uno no va por ahí diciendo lo que se le emperejila, lo piensa antes, ¿no?; pues el humor, lo mismo, uno ha de ser responsable de sus bromas. A no ser que tu objetivo sea la provocación, lo que también es muy lícito. ¿Y ha de tener ego el cómico?, ¿usted lo tiene? Hombre, uno no se planta delante de un escenario sin ego, o seguridad o una buena imagen de sí mismo, porque lo pasaría fatal. Pero hay que mantener al ego ahí tranquilito, no considerarse por encima de los demás. Estoy diciendo un montón de obviedades, pero intentar no ser un gilipollas me parece un buen objetivo. ¿Y vergüenza? ¿Hay algo que le dé vergüenza? Los españoles tenemos mucha vergüenza ajena, un concepto que no existe en otros sitios. No, la verdad es que no soy una persona vergonzosa, no. ¿Sus hijos no se avergüenzan de usted, cuando le ven bailando en maillot, por ejemplo? Sí, ellos sí. A mi hijo mayor (Jesús, 18 años) le da vergüenza que llame la atención, que haga bromas en público, porque a él no le gusta nada destacar. Y Esther (16 años) sí es más payasa y expansiva, aunque no se vaya a dedicar a esto, ¿Le viene a usted de su padre, el humor? Mi padre era una persona muy graciosa y ocurrente, era pedagogo, orientador escolar. Y mi madre, profesora, también tenía un buen sentido del humor. Vengo de una familia de docentes, mi abuela y mis tías abuelas también eran maestras. En casa, sobre todo en la mesa, nos moríamos de risa, y mi madre le decía a él: ¡Eres peor que los chiquillos! El ambiente era de complicidad y confianza, sobre todo porque mi padre se reía mucho de sí mismo y nos contagiaba, y eso es muy bueno: aprender a entender la vida con humor. ¿Evita muchos traumas? Así es, evita la mochila de traumas. Y de sus hijos, ¿aprende? ¿Qué aprende? Sí, me encanta hablar con ellos, son grandes conversadores, y me gusta que estén cuando vienen amigos. Consumen mucha información, como casi todos los jóvenes hoy, y me parece importante contrastarla con ellos, la información política, por ejemplo, que no podemos dejar en manos de las redes. Los padres somos responsables de la creación de su conciencia crítica. Echo de menos los tiempos en que la política era aburrida, incluso me sorprendo añorando el bipartidismo. La polarización ideológica no es mala per se, pero la polarización afectiva no nos permite convivir ¿Es importante para un cómico conservar la mirada del niño? Parece algo consustancial al cómico: no perder la voluntad de jugar o tomarnos la vida como un juego. Pero luego nos ponemos estupendos y decimos frases como "no hay nada más serio que la comedia". Mira, chico, a mí lo lúdico, lo que remite al disparate y al absurdo, me encanta. No es que tenga el síndrome de Peter Pan, pero no he perdido la mirada infantil, lo que me parece importante para cualquier artista, te mantiene la curiosidad, la inquietud y todas esas características del niño. Es peligrosísimo creerse que uno lo sabe todo, convertirse en una persona seria. Porque, ¿lo más difícil para un humorista es parecer serio? ¿A usted le cuesta poner esa cara que lleva ahora, por ejemplo? Hombre, es que no te puedo estar soltando chorradas, tengo que tomarte en serio. Chico, pero alguna que otra chorrada nos iría bien a todos… Si me pongo en plan chorras no te sirve de nada la entrevista. Mi formación es en Bellas Artes y lo que más me interesa es el arte a partir de las vanguardias, y me encanta leer. Hubo una época en que el humorismo iba de la mano de la intelectualidad, Poncela, Neville, Gómez de la Serna… intelectuales que utilizaban el humor. Pero eso se perdió, y yo lo reivindico, tiene que ver con una genealogía muy española, como el esperpento de Valle-Inclán, o el Quijote, que es pura sátira. Y ahora no sé por qué se ha establecido una brecha entre humor e intelectualidad: nunca se ha vuelto a dar ese binomio de vanguardia y humor. Reyes, ¿qué esconde el alma de un payaso, tristeza acaso? Tengo un conflicto con este asunto del payaso triste: no lo comparto, creo que hay un poco de pose. No quiero trivializar el sufrimiento, pero alguien que se dedique al humor ha de tener un alma alegre y mirar la vida con desenfado. Sorprende que no tenga usted un canal en YouTube, pero es que ni siquiera tiene web o la que tiene es tan surrealista que mejor sería no tenerla, ¿por qué? Lo nuestro era la televisión, antes de que llegaran estos canales. ¿Cómo salí de las redes? No entrando, porque nunca lo he necesitado, ni quiero esa exposición. Hay como una economía de la atención que no la necesito, me siento reconocido y querido en mis espacios creativos. No tengo necesidad alguna de exponer mi vida. Veremos las consecuencias y la factura que este narcisismo y este juicio constantes van a pasarles a las siguientes generaciones. Podía mostrar mi trabajo gráfico, sí, pero vivo bien así: me he quitado hasta las aplicaciones, ese scroll infinito es una pesadilla. Lo que tengo en Insta lo gestiona un amigo y yo ni entro, y me di de baja en X cuando Musk hizo el saludo nazi. Pero tampoco me parece que haya dejado a nadie desamparado. Dígame para terminar, ¿por qué le parece tan graciosa la ce hache? Ah, bueno, porque hay algo ahí en el fonema que me parece chispeante, me pone contento. Incluso en palabras sórdidas como chabola, será una chabola pero ¡qué bien suena!: ay chavala al chabolo (imposta voz chabolera). En cambio, las erres trabadas no me gustan nada, incluso en palabras positivas como entrañable, jamás me la escucharás. Le doy mucha importancia a la sonoridad de las palabras, esa especie de fatiga semántica que practicábamos de niños… La tarde que descubres que diciendo monja dices jamón, es la más feliz de tu infancia.
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