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  • Luciano Castro: "Este unipersonal me enfrentó conmigo mismo"

    » La Capital

    Fecha: 27/06/2025 08:41

    Luciano Castro protagoniza "Caer y levantarse", el unipersonal que viene de ganar el Premio Estrella de Mar, y se podrá ver en el Teatro Broadway En el escenario, Luciano Castro es Junior, un boxeador detenido en una penitenciaría de la Costa Argentina. La noche previa a recibir su sentencia, repasa los claroscuros de su vida a corazón abierto. Esa es la apuesta de “Caer y levantarse”, el unipersonal con texto de Patricio Abadi y Nacho Ciatti, y dirección de Mey Scápola. Se podrá ver el jueves 3 de julio, a las 21, en el Teatro Broadway (San Lorenzo 1223). Las entradas están disponibles a través de la plataforma TuTicket . Suscriptores de la Tarjeta de Beneficios La Capital tienen 20% de descuento y acceso a sorteos exclusivos. Es conocida la pasión y el largo recorrido de Castro con el boxeo, y no es la primera vez en su carrea que interpreta a un pugilista: en 2012, protagonizó la tira “Sos mi hombre”, en la que encarnaba a un deportista retirado y venido a menos. En la reincidencia, se manifiesta la convicción del actor de que el ring resulta un espacio narrativo potente. En “Caer y levantarse”, primer unipersonal del actor, el personaje explora el éxito, el ocaso, la paternidad, el amor, los mandatos, la caída y la resiliencia. La obra ganó dos premios Estrella de Mar 2025, incluyendo el de Mejor Unipersonal. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de PRODUCTORA TEAM 22 (@team22ok) >> Leer más: Agenda de teatro en Rosario: funciones todos los días, para todos los gustos Antes de su llegada a Rosario, Luciano habló con La Capital sobre su historia con el boxeo y con la actuación, y el desafío de estar solo en el escenario. ¿Por qué te parece que el mundo del boxeo tiene potencia para hablar de la vida en general? Yo creo que el boxeo es la vida misma. No es una metáfora, es la vida en carne viva. Es entrar a un ring sabiendo que te van a pegar, que vas a caer, que vas a tener que tomar decisiones difíciles en segundos… y aun así subís. Subís igual. Porque lo que te mueve no es ganar o perder, sino algo mucho más profundo. No sé bien qué, pero imagino que es la dignidad, el orgullo, la lucha interna, el amor propio, el deseo por vivir y salir adelante. Yo me crié con el boxeo. Entrené desde muy pibe. Y lo que me dio no fue solo físico o técnica, fue cabeza. Me enseñó a frenarme cuando tenía ganas de explotar, a pensar antes de actuar, a respetar al que tengo enfrente, aunque me quiera partir la cara. Me enseñó que hasta el tipo más duro del mundo puede caer, pero lo que lo hace realmente fuerte es cómo se levanta. Yo vi tipos que venían con historias muy jodidas, que encontraron en el boxeo una forma de no romperse del todo. Gente que, si no era por el gimnasio, por el entrenador que les dio una mano, por esa rutina dura y constante, terminaban en cualquier lado. Y eso me emociona. Porque no es solo pelear, es sobrevivir. Es construirte desde el dolor, desde la frustración, desde el límite. Y también hay algo hermoso en la nobleza que se genera ahí. Dos tipos que se cagan a piñas durante diez rounds, pero cuando suena la campana final se abrazan. Se reconocen. Eso no lo ves en muchos lados. No hay caretas, no hay chamuyo: hay respeto. Y eso para mí es sagrado. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de CAER Y LEVANTARSE cuenta oficial (@caerteatro) >> Leer más: El Puma Goity llega a Rosario con "Cyrano", la obra que lo "hizo ser actor" ¿Qué desafíos y qué aprendizajes te presentó hacer por primera vez un unipersonal a esta altura de tu carrera? Hacer un unipersonal fue, sin exagerar, el salto más grande que di como actor. Y no hablo de lo técnico solamente. Hablo de lo humano, de lo emocional, de lo existencial casi. Yo venía de muchos años de laburo, de hacer televisión, teatro, cine... Pero esto era otra cosa. Porque en el unipersonal estás solo. No hay compañeros de escena para sostenerte, no hay red. Si te caés, te caés solo. Y si volás, volás solo también. Es un espejo enorme, brutal, que te devuelve todo: tus inseguridades, tus vicios, tus muletillas, tus miedos, tus verdades también. Al principio fue un vértigo tremendo. Dije para qué me metí en esto, sinceramente. Porque no es lo mismo actuar con otros que sostener una hora y pico de escenario con tu cuerpo, tu voz y tu historia. Pero ese miedo también fue un motor. Me obligó a trabajar desde otro lugar, a desnudarme sin excusas, a conectar con el texto desde adentro, no desde la forma. Y lo que aprendí, o mejor dicho, lo que recordé es que el actor, en el fondo, es un canal. Cuando estás solo ahí arriba, no podés mentir. O estás, o no estás. Y si estás, tenés que estar con todo. No hay plan B. Y eso me devolvió algo muy genuino del oficio, algo que capaz había perdido en medio de tanto ritmo de laburo, de tanta rutina de producción: el deseo. El fuego. Las ganas de decir algo de verdad. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de CAER Y LEVANTARSE cuenta oficial (@caerteatro) >> Leer más: Fabián Vena: "La filosofía y el teatro son dos actividades que no tienen respuestas" También fue hermoso sentir que, a esta altura de mi carrera, todavía puedo sorprenderme, todavía puedo ponerme en un lugar incómodo para crecer. Porque si no, ¿para qué estamos? ¿Para repetir lo que ya sabemos hacer? Este unipersonal me sacó de la comodidad, me enfrentó conmigo mismo, y me dejó algo muy claro: nunca es tarde para empezar de nuevo, nunca es tarde para animarte a ser más vos, incluso si eso significa volver a sentir miedo. ¿Qué descubriste o qué aprendiste en este tiempo interpretando a Junior? Interpretar a Junior me enseñó que no alcanza con calzarte un par de guantes para creer que ya entendés todo lo que hay detrás. Yo quería ser sincero tanto con el personaje como con el mundo del boxeo; no me interesaba construir a Junior desde una mirada superficial o televisiva, y para mí fue fundamental respetar y cuidar la esencia del deporte y a los ídolos que aparecen en la historia. Desde el primer momento me quedó claro que Junior no es sólo un tipo duro preso en una celda, sino alguien marcado por muchas heridas, que atravesó momentos de gloria, de encierro, de miedo y de soledad profunda. Y ahí fue cuando empecé a conectar con cosas muy personales: mis propias caídas, mis miedos, mis derrotas. Esa oscuridad que él vive, que yo también he transitado, es la que me genera un vértigo fuerte, pero a la vez me desafía y me impulsa. Lo que aprendí es que caer no es sinónimo de fracasar. Junior me mostró que lo realmente importante es cómo uno decide levantarse, cómo elige seguir peleando aunque no haya aplausos ni cámaras observando. Ese acto de levantarse es una decisión que sólo depende de uno mismo. Por eso ese título, Caer (y levantarse), para mí es una enseñanza profunda que llevo conmigo. Y aunque ya tengo cincuenta años, sé que sigo en esa lucha diaria de caer y volver a pararme. image - 2025-06-26T151307.765.jpg >> Leer más: Murió a los 53 años el actor René Bertrand, el rosarigasino de "La peluquería de Don Mateo" También entendí cuánto requiere una historia bien contada y un actor que se anime a mirar directamente a los ojos del público. En este unipersonal no existe la cuarta pared, ni hay escapatoria posible: si hablás, tenés que sostener a quien te escucha, hacerlo con verdad, con convicción. Ese silencio en la sala, esa conexión con la gente, es algo que me representa y me atraviesa. Me confirma que, pese al miedo que tuve al principio de sentirme ridículo, este era el camino que necesitaba transitar. Por último, me di cuenta de que sigo animándome, que aunque parezca que hice muchas cosas, aún tengo ganas de experimentar, de salir de la zona de confort, de asumir riesgos. Ahí estuvo Mey, empujándome con esa frase tan simple y contundente: “Tenés que hacerlo”. Y tenía razón. Me sacó de ese molde cómodo, me hizo desnudarme otra vez —y por eso le estoy muy agradecido. ¿Cómo vivís poder salir de gira y recorrer el país con el teatro? La gira tiene algo único que es el contacto directo con todas y cada una de las particularidades que hacen a la argentina el país que es. Amo este país. Con lo bueno y con lo malo. La gira te pone en jaque siempre, en guardia, como en un ring de boxeo. Diría que es igual que el boxeo, porque cada lugar es distinto y presenta sus propias ventajas y desventajas, como un contrincante en el ring. La gente en las provincias suele disfrutar todo de una manera más pura, como más honesta incluso. Quizás tenga que ver con que hay menos variedad que en Capital Federal, pero lo disfrutan como si fuera algo nuevo, con ojos más honestos o inocentes, y eso para el artista es un regalo, un lujo. Llevás muchísimos años en esto, ¿qué te sorprende todavía del oficio? Lo que más me sorprende, y juro que me sigue pasando, es que el oficio nunca se termina. Nunca sentís que ya sabés. A veces creés que tenés todo más o menos ordenado, que entendés los tiempos, los climas, cómo meterte en un personaje… y de repente aparece un texto, una escena, un director o una situación que te desacomoda todo. Y ahí decís: “ah, pará… esto sigue”. image - 2025-06-26T151748.959.jpg >> Leer más: Gimena Accardi y Andrés Gil llegan a Rosario con la obra "En otras palabras" Me sigue sorprendiendo cómo el cuerpo y la emoción reaccionan diferente cada vez. Podés hacer la misma escena mil veces, pero si estás disponible de verdad, nunca es igual. Eso es lo que más me conmueve del oficio: su condición viva. No es una receta. No es algo que se aprende y se repite. Es algo que se habita. También me sorprende, y lo digo sin vergüenza, que todavía me da miedo. Me subo a un escenario y tengo nervios. Voy a grabar una escena fuerte y tengo dudas. Y lejos de querer sacarme eso de encima, aprendí a abrazarlo. Porque si un día no siento más nada, si dejo de sorprenderme o de temblar un poco, ese día me tengo que ir. Y otra cosa que me pasa, sobre todo ahora, con los años que llevo, es que el oficio me permite conocerme más. Antes actuaba para mostrar. Hoy actúo para descubrir. Cada personaje me devuelve algo que no sabía de mí. A veces lindo, a veces no tanto. Pero siempre verdadero.

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