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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/06/2025 02:34
José Marrone “Cuidalo”, le imploró una a la otra. Una era Rosa Guilidoro, su primera esposa, que venía luchando contra sus reiterados problemas de salud y sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida por delante. La otra era Juanita Martínez, actriz y vedette, que por entonces cumplía el rol de amante frente a la sociedad. Y el hombre del que hablaron en esa corta pero contundente llamada telefónica, no era otro que José Marrone, más conocido como Pepe o Pepitito. El artista fue el creador de muletillas aún recordadas como “Cheeee”, “Me saco el saco, me pongo el pongo” y “¡Mamita querida!“, quien falleció el 27 de junio de 1990, quien supo amar a dos mujeres a la vez. Así como suena. A una, la madre de su hija Coqui, la había conocido cuando solo tenía miseria para ofrecerle. Y a la otra, cuando el éxito ya había tocado a su puerta. Pero ambas aceptaron, de alguna manera, compartir el cariño del capocómico que no estaba dispuesto a perder a ninguna de las dos. Marrone venía de atravesar una infancia y una adolescencia muy dura, cuando la vida lo cruzó con Rosa, a quien él llamaba cariñosamente “la Gorda”. Nacido el 25 de octubre de 1915, en el seno de una familia humilde del barrio de Palermo, de chico tuvo que soportar todo tipo de maltratos por parte de su padre, un taxista educado “a la antigua” que pensaba que golpear a su mujer y a sus hijos era la única manera de imponer su autoridad. "Me daba cada paliza el sanguinario. Le pegaba a mi madre, pobrecita, tantas trompadas... No tenía amor para nada”, recordó en una oportunidad. Con apenas 7 años, se vio obligado a dejar la escuela para buscar changas y poder llevar unos pesos a su casa. Es verdad que nunca le había ido bien en el colegio. Pero esto, en gran parte, tenía que ver con el hecho de que su cabeza siempre estaba turbada por lo que pasaba en su casa. A tal punto que, siendo todavía un niño, empezó a tomar clases de boxeo pensando en la manera de defenderse de la ira de su progenitor. Mientras tanto, trabajó como carnicero y aprendió a cocinar puchero y estofado para ayudar a su madre con los pensionados que se alojaban en las piezas que alquilaba. Rosa, primera esposa de Marrone, y su hija Coqui Tenía 14 años cuando se fue de su casa y terminó viviendo junto a una mujer que, casualmente, se había hospedado tiempo antes en una habitación del hogar de sus padres. Se hizo adulto de golpe. A la fuerza. Y buscó todo tipo de rebusques para sobrevivir, sin nunca caer en la delincuencia. Ese era su límite. Pero llegó a ser maquinista en una fábrica de cigarrillos. Y se convirtió en ayudante del ventrílocuo F. Belvedere, junto a quien le empezó a tomar el gustito a los escenarios. Así fue como cuando cumplió los 16 debutó como integrante de la orquesta cómica La voz de la quema -luego rebautizada como Los Caballeros de la quema-, que estaba la dirección de Hermes Rómulo Peressini. Y empezó a ganar un dinero que, al menos, le permitía no pasar tantas necesidades. Luego debió realizar el Servicio Militar Obligatorio y, se suponía, que su incipiente carrera artística iba a tener un impasse. Sin embargo, él se escapaba por las noches para poder cumplir con sus actuaciones en los distintos cabarets de la Capital Federal. Pero nada se daría tan fácil en la vida de Marrone, que durante muchos años siguió luchando contra la miseria. Fue por aquellos tiempos, de hecho, que la vida lo cruzó con Rosa, que era la novia de su amigo Pedro Quartucci. Cuando la mujer y el actor terminaron, él no dudó en tratar de seducirla. Pero ella era 16 años mayor que él, por lo que le costó mucho convencerla de empezar una relación. Aunque lo consiguió. Se casaron en 1937. Y juntos formaron un dúo llamado Rulito y La Gorda, con el que trabajaban a la gorra haciendo lo que el cómico denominó “rascada”. Pero, en más de una oportunidad, debieron afrontar situaciones apremiantes. “En Río Gallegos me agarró la nieve y estuve todo un invierno. Es muy triste la que pasé. Dormía en una galería. No tenía para comer. Estaba con mi Gorda, mi primera mujer. Dormía bajo un frío de 18 grados bajo cero en una galería. Me levantaba con la escarcha alrededor de la boca del aliento”, contó el capocómico, que solo cuando lograba una buena recaudación podía dormir con su mujer en una pensión, ella en una cama y él en un colchón. Fueron diez años de pasar miseria hasta que la suerte cambió para Marrone y su familia. Juanita Martínez, la mujer que acopañó a Marrone hasta el final de sus días En 1947, haciendo tiempo en la tradicional confitería La Paz hasta que llegara el colectivo, se encontró con un amigo que le propuso debutar en el Quisme, hoy conocido como El Palacio de la Papa Frita. “Estaba cansado de pasar hambre, de viajar en segunda. Teníamos ya una hija y vivíamos en La Plata. Pensaba poner una verdulería”, recordó justificando el motivo por el que decidió aceptar el desafío. Y, en un último intento por vivir de la actuación, terminó encontrando el camino hacia su consagración en el mundo del espectáculo. Fue trabajando en el Teatro de la Comedia en 1950 donde conoció a Juanita, una bailarina recibida de la Escuela Nacional de Danza que en un principio se negó a hacer un sketch con Pepe por considerarlo “un ordinario, una persona muy bruta”. Pero que después terminó haciendo una dupla con él que conquistó al público desde la primera vez que interactuaron juntos en un escenario. Y, como era de esperar, se enamoraron. Ella era 25 años menor que Rosa, que para entonces ya estaba enferma. Así que nunca le pidió a Pepe que se separara. Y él, durante décadas, pasó la mitad del día con una y, la otra mitad con la otra. La “bigamia” del Marrone era un secreto a voces. De hecho, cuando Rosa ya estaba postrada en su cama después de afrontar varias operaciones, comenzó a recibir llamadas anónimas de alguien que quería “advertirle” sobre la infidelidad de su marido. Y daba el número de teléfono de Juanita como para que pudiera increpar a su “rival”. Pero ella hizo un llamado solo para pedirle que, tras su partida, se ocupara de cuidar a su esposo. La mujer murió en 1982. Para Pepe fue un shock. Estuvo cinco días sin hablar. Y, cuando por fin pudo recuperar la voz, le pidió matrimonio a Martínez. Juanita se convirtió en la compañera incondicional de Pepe hasta el día de su muerte, hace ya 15 años. Para entonces, su nombre había quedado escrito en la historia de espectáculo argentino con films como Una viuda descocada y Alias Flequillo, programas de televisión como El circo de Marrone y obras de teatro como Si no es Maipo no es revista o La revista de Marrone, entre otros. Y su viuda mantuvo su recuerdo vivo hasta el 12 de mayo del 2001, cuando se suicidó tras una larga lucha contra el cáncer y fue encontrada en su casa con un revólver en una mano y, en la otra, una foto de su amor.
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