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» El Ciudadano
Fecha: 26/06/2025 12:51
«Delicada, cómica, triste, tierna», son adjetivos que se pueden aplicar a una gran parte de las películas de Charlie Chaplin pero especialmente a La quimera del oro (1925), la que el actor y director consideraba su mayor logro, por la que quería ser recordado y de cuyo estreno se cumplen cien años este jueves. Fue su cuarto largometraje como director detrás El Chico (1921), El Peregrino (1923) y Una mujer de parís (1923), y el primero en el que era el protagonista absoluto. La película supuso un punto de inflexión no sólo en su trayectoria, sino en el cine en general. La quimera del oro, que regresa a los cines en varios rincones del planeta con motivo del centenario de la mano de A Contracorriente Films, demostró un lenguaje cinematográfico de enorme madurez, tanto que no eran necesarios los carteles con explicaciones tan habituales en el cine mudo. La historia de un buscador de oro al que todo sale mal se entiende a la perfección con las escasas frases de Chaplin, gracias a la cuidada narrativa y a la importancia que le dio al montaje, algo hasta entonces poco habitual. Ese mismo 1925 se estrenaría El acorazado Potemkin, de otro genio, Sergei Eisenstein, que sentaría las bases del montaje que a partir de ese momento utilizarían todos los directores de cine, pero Chaplin ya había comenzado a establecer las suyas unos meses antes. Porque el film de Eisenstein llegó a las salas en diciembre y el de Chaplin tuvo su estreno el 26 de junio en el nuevo y extravagante Grauman’s Egyptian Theatre, construido siguiendo la moda impuesta por el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, tres años antes. En aquel estreno estaba el todo Hollywood, desde Mary Pickford a Douglas Fairbanks, Buster Keaton, Gloria Swanson o Cecil B. DeMille, y fue un rotundo éxito. La fiebre del oro Era la culminación de un trabajo que empezó cuando Chaplin vio unas fotos de la llamada fiebre del oro de Klondike de 1896, lo que provocó un fuerte movimiento migratorio en esta región del Yukón canadiense. Pero decidió transformar esas historias, a menudo dramáticas, en una comedia esperanzadora que ponía un punto de humor en cualquier situación. Como en la famosa escena en la que Chaplin se come con elegancia la suela de una bota y hace de sus cordones unos espaguetis. Chaplin se reservó el papel principal, el de un buscador de oro con aire de vagabundo similar al de El Chico, que parte en busca del dorado metal para enfrentarse más bien a un sinfín de penurias que a grandes logros. El rodaje se iba a desarrollar en Alaska, pero finalmente se eligieron dos ubicaciones diferentes, la Sierra Nevada de California y el Monte Linkoln, de Colorado, según destaca en su web el American Film Institute (AFI). Chaplin utilizó efectos especiales como miniaturas, y una rudimentaria técnica de doble impresión para conseguir fusionar dos imágenes. Y para la escena en la que la cabaña cuelga sobre un precipicio, se utilizaron cables y una basa pivotante para poder balancearla. Fue un rodaje que comenzó en febrero de 1924 con Lita Grey, de quince años, como protagonista femenina. Pero la actriz y el director, que entonces tenía 35, comenzaron una relación de la que nacerían dos hijos. El rodaje se interrumpió por el primer embarazo de Grey, que fue sustituida por Georgia Hale, y reanudó un rodaje que acabó en abril de 2025, según precisa el AFI. Reestreno con música Chaplin no había acabado con la película y, con el boom del cine sonoro, decidió reestrenarla tras sustituir los subtítulos por narración hablada, alterar ligeramente algunas escenas y añadir una banda sonora, en cuya composición también participó. Y también incluyó piezas de música clásica, como la «Canción de la estrella vespertina», de la ópera Tannhauser de Richard Wagner; «El vuelo del moscardón», de la ópera El cuento del zar Saltán, de Rimski-Kórsakov, o parte del ballet La bella durmiente, clásico de Tchaikovsky. La nueva versión del film consiguió dos nominaciones a los premios Oscar, a mejor sonido y mejor música, pero no consiguió ningún premio. El cambio más notable estuvo en el final. En la versión de 1942 el beso final ante la cámara del fotógrafo es sustituido por una imagen en la que se ve a Chaplin y a Georgia irse juntos de la mano. La quimera del oro fue incluida en 1992 en el Registro Nacional de Cine de Estados Unidos por su relevancia cultural, histórica y estética. Y figura en el puesto 58 de las 100 mejores películas de la historia del AFI.
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