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  • Pablo Basso: “Ningún espacio político que ha gobernado esta ciudad les ha dado a los barrios las obras y los servicios que necesitan”

    » El Ciudadano

    Fecha: 26/06/2025 07:51

    Daniel Zecca El candidato a concejal de Más para Santa Fe Pablo Basso nació en Rufino, en una familia marcada por la militancia peronista y la resistencia a la dictadura. Sus padres, ex detenidos políticos de los 70, le transmitieron desde chico una identidad forjada desde la imprenta familiar del semanario La Tribuna, donde todos los hermanos trabajaron repartiendo y escribiendo, incluso su hermano mayor, Juan Emilio, periodista, militante de derechos humanos, que murió en 2021, que nació en cautiverio. Pablo se mudó a Rosario en su adolescencia, justo durante el «conflicto del campo» en 2008. Ese momento, más la efervescencia de los juicios a los militares, lo impulsó a sumarse a la militancia organizada en el Movimiento Evita. Su joven historia es una mezcla entre la herencia familiar, la militancia, el periodismo y el asociativismo: lidera la cooperativa Flor de Ceibo en el polo autogestivo La Fábrika de barrio Industrial. Hoy ocupa el quinto lugar en la lista de candidatos a concejales que lidera Juan Monteverde. —¿Tu militancia arrancó en el Movimiento Evita? —Sí. El Movimiento Evita es la única organización en la que milité y aprendí día a día a militar ahí. Emilio Pérsico, que es el secretario general, dice que la militancia es un poco como aprender a andar en bicicleta: uno no se olvida nunca. A mí el Evita me enseñó muchas cosas, quizás algunas buenas y otras no tanto, pero una de esas era que nuestra militancia y nuestra organización era muy necesaria en un sector de los trabajadores que ya no contaban con las herramientas de organización que quizás contaban en otro momento de la historia, con una Argentina de bienestar social, de desarrollo, de industria, sino que es un sector de los laburantes que había sido expulsado del mercado del trabajo, que empezó a organizarse más con una identidad de movimiento social, de piquetero, pero siempre intentando construir su identidad de laburante también, desde la informalidad, desde la exclusión. Fui convocado a una militancia más barrial, más social, de conocer un poco la realidad de los barrios más postergados de la ciudad, de los barrios más humildes, que es terrible, y es terrible hace muchísimos años. Ningún espacio político que ha gobernado esta ciudad le ha dado a los barrios de la ciudad lo que en verdad necesitan, digamos, las obras y los servicios que necesitan. Ahí fue que me fui formando hasta que fui responsable de la juventud del Movimiento Evita. Entonces, recorrí toda la ciudad un poco tratando de construir la juventud. Hasta que encontré un lugar propio acá en la zona noroeste de Rosario, a la entrada de Empalme, barrio Industrial casi, que nosotros llamamos La Fábrika. Y ahí empezamos a construir materialmente y políticamente también algo, una experiencia muy particular de los movimientos sociales, en donde organizamos desde un jardincito comunitario, un club de futsal, cooperativas y unidades productivas de trabajo, primaria para adultos. Intentamos construir ahí, en un espacio que nos lo permite también, las necesidades que nuestro pueblo tiene. Y resolverlas ahí dentro. Una especie de maqueta de comunidad organizada, si se quiere, que viene siendo también muy golpeada, todo ese tipo de construcción que intenta poner de pie al de al lado que está caído, ¿no? Pero, bueno, seguimos estando, seguimos existiendo. Me parece que ahí hay también el germen de la rebeldía, de que no hay un proceso que está agotado, que no hay un proceso que está acabado, sino que está la potencia de repensar hacia dónde tiene que ir, no solo las organizaciones, sino la política argentina. Y también está esto de dar un paso adelante hasta generacionalmente o asumir también que la pelea también es política, algo que quizás a muchos militantes barriales o sociales les cuesta. —Pelea político-electoral. —Sí, sí, lo político-electoral, los espacios legislativos, la democracia representativa. Que es lo que siempre estuvo en función de otros intereses, más allá de algunos baches en la historia, que tienen que ver más con el peronismo que con otra cosa. Pero asumir esa pelea en este momento histórico creo que es necesario, no de gusto ni en sueños, sino porque hay una realidad que empuja y obliga a que esa pelea tiene que ser dada. Porque el quiebre que se da en la Argentina en 2023 tiene un montón de aristas, pero una de esas es la falta de representatividad política que existe en la Argentina, sobre todo ligada a proyectos claros. O a intereses claros. Nadie sabe muy bien qué intereses defiende cada político. Son discursos muy vacíos, que apelan más a lo emocional que a ideas concretas o a sujetos concretos. Creo que nosotros ahí tenemos un rol que ocupar y que ser claros con eso. Nosotros defendemos un proyecto que tiene que ver con los laburantes, que tiene que ver con los humildes, con el movimiento obrero argentino, y hay que construir a partir de ahí una democracia distinta de alguna manera. Porque es lo que el pueblo está reclamando. El sistema representativo hoy parece que no es el deseado. La gente por ahí me parece que no quiere delegar a poca gente muchas cosas, sino también tomar decisiones sobre las grandes cosas que modifican o que hacen a su vida. Entonces, me parece que ahí hay mucho por laburar. —¿Y cómo sería eso? ¿Asambleas por fuera del Concejo? ¿Nuevas instituciones? Porque ahora se va a abrir un debate a partir de la autonomía de Rosario y el debate de la Carta Orgánica. —Sí, se tiene que reformar la Carta Orgánica de la ciudad. Nosotros seguramente no formemos parte de esa discusión, porque los tiempos dicen que si se aprueba —que se va a aprobar— la reforma de la Constitución, la reforma de la Carta Orgánica tiene que ser con la composición actual del Concejo, antes del 10 de diciembre. Entonces, esa Carta Orgánica va a ser reformada por el actual Concejo Deliberante y no con la nueva composición. Pero no deja de ser una oportunidad para repensar cuál es la vida política de la ciudad de Rosario, nosotros no vamos a resolver los problemas de la democracia de esta ciudad, pero sí podemos hacer alguna especie de experiencia o de boceto de cuáles son las instituciones que nuestra imaginación es capaz de crear y que pueden convocar o nuevamente volver a representar. Rosario tiene algo interesante, que es un fuerte y a la vez una debilidad, que es la descentralización que en algún momento se pensó del Estado. Pero cuando uno va hoy a los distritos, son espacios de trámite administrativo. Lo cual está bueno porque no te tenés que ir al centro para hacerte el carné, pero está reducido al carné de conducir, más algunos trámites más. El Concejo creo yo que hasta el 2001 —esto me lo dijeron, no es historia lo que yo conozco de primera mano—, primero que era una institución de puertas abiertas. Uno va hoy al Concejo y es muy difícil entrar. La entrada principal no se puede entrar: tiene que dar la vuelta, tiene que pedir permiso, es muy difícil hablar con un concejal. Nosotros tenemos una práctica de herramienta que tiene que ver con construir los canales y los espacios de participación para que los vecinos vengan a decirnos a nosotros qué es lo que quieren. Y no nosotros pararnos al frente de un micrófono y decirle como si fuéramos los mejores conocedores de los problemas de su barrio —barrios que muchos candidatos y dirigentes pisan una o dos veces, o nunca—, sino a la inversa. —¿Cómo serían esas instituciones? —Nosotros venimos haciendo asambleas ciudadanas. Es un espacio donde quienes tienen la última palabra, el poder definir políticamente una discusión en un espacio formal, institucional de la democracia, se sientan a escuchar a quienes no tienen la oportunidad de sentarse ahí a tomar esa definición, para que después lo hagan con el aval de los vecinos. En esta ciudad se toman decisiones políticas sin consultar a los vecinos. Entonces, uno empieza a sentir que Rosario no le pertenece. Que esta ciudad te da la espalda, que cuando vos hacés un reclamo no te escucha nadie. El municipio está dejando abandonado un montón de barrios de la ciudad, a no ser que sea año electoral, cuando salen en un mes a tratar de hacer todas las obras que la ciudad necesita. Tendría que haber elecciones todos los años si fuera por la lógica del oficialismo, del gobierno. Bueno, creo que hay que repensar un poco eso, la institucionalidad de la democracia, de la vida social también, porque no solo de los ámbitos políticos: asociaciones civiles, clubes, bibliotecas, todas son espacios que hacen a la vida social y que ordenan un poco y contienen el tejido social. Y necesitan herramientas y necesitan fuerza, y el Estado muchas veces lo único que hace es exigirles que cumplan con los libros, el balance, pero nunca con una herramienta de crecimiento. Por lo general son subsidios en forma de deuda, que tienen mucho que ver también con la política. Que si está con ellos te dan un subsidio y si no, no. Pero no hay una herramienta formal para el crecimiento de los clubes en la ciudad de Rosario. Nosotros tenemos un club en La Fábrika. La principal preocupación es siempre cómo le pagamos el contador, cómo cumplimos con los libros, porque los pibes que sostienen el club son los que contienen a los pibes del barrio. Entonces, para sostener los libros tenemos que conseguir guita, porque nosotros no armamos un club porque nos gustan los libros. Uno no arma una cooperativa de trabajo porque le gustan los libros. Arma una cooperativa de trabajo porque no tiene el capital. Entonces, por ejemplo, la situación del trabajo en la ciudad y la necesidad que tienen los barrios de obra, ¿cómo puede ser que no se piense un plan que optimice un sector como el cooperativismo de trabajo? Hay casi 4.000 cooperativas de trabajo en Rosario con matrícula. Muchas estarán suspendidas, pero son las que alguna vez se registraron en Inaes, un número altísimo. Rosario tiene una gran tradición de asociativismo, mutualismo y cooperativismo. Hay muchas experiencias que si uno se pone a pensar pueden resolver gran parte del funcionamiento social. No tienen que ver con un déficit fiscal ni ninguna de esas boludeces, porque se hacen con muy pocos recursos, inclusive menos de lo que se ejecutan ahora. Pero generan mucho más puestos de laburo, generan mucho más desarrollo y crecimiento en la vida social de los barrios. —¿Cómo qué tipo de acción? —Como ayudar a los clubes con sus libros, por ejemplo. Nosotros el año pasado logramos que se aprobara una ordenanza acá en la ciudad. Obviamente el intendente, yo no sé si no se enteró o tiene un cajón donde duermen las ordenanzas aprobadas que tienen el tamaño del Monumento a la Bandera. La ordenanza autoriza al municipio a contratar a cooperativas de distintos objetos. El cooperativismo se diversifica un montón. El municipio hasta ese momento solo podía contratar cooperativas de construcción. Para obras menores, saneamiento, que responde también al 2001, a la crisis del trabajo. Nosotros presentamos ese proyecto para que se pudiera ampliar ese objeto a cooperativas de logística y distribución, a cooperativas de medios de comunicación, periodismo, software, alimentos, etcétera. Toda la diversidad que tiene eso, con la idea también de que el municipio tenga una herramienta para permitir no solo el crecimiento del sector cooperativo, que tiene que ver con la generación de laburo, sino resolver muchas cuestiones que le faltan a la ciudad. Bueno, ese proyecto está ahí durmiendo. —¿Cómo estás viviendo esa sociedad política con Ciudad Futura? El peronismo está acostumbrado, cuando arma frentes, más a liderar que a acompañar. ¿Cómo lo vivís eso vos? —Yo lo vivo aprendiendo, sobre todo. Me parece que la unidad con otro enriquece cuando uno la comprende y la transita. Nosotros con Ciudad Futura ya venimos construyendo no solo una alianza electoral, sino un espacio político que tiene su propia agenda, que inclusive va construyendo sus propias herramientas prácticas. Como puede ser la Asamblea Ciudadana y las mesas de trabajo. Y en ese encuentro uno aprende del otro y el otro aprende de uno, y me parece que hay una potencia en el espacio político que venimos construyendo, que es convocante también para quien a veces ve que no hay alternativa o está buscando depositar su esperanza en algo distinto. Parece que el espacio que nosotros venimos construyendo es muy convocante. El peronismo siempre construyó con otros. Siempre fue frentista, siempre construyó con otros partidos. Todos los nombres que nosotros le hemos conocido a las distintas construcciones peronistas —ya sea Frente para la Victoria, Unión por la Patria o cualquiera que se nos ocurra— estaba compuesta por cinco, seis, ocho, nueve partidos distintos. Sí es verdad que cuesta entender a veces que el proceso lo conduzca alguien que no es 100% del PJ. Pero hoy, de hecho, creo que el peronista está empezando a entender algo muy importante, que es mucho más importante el movimiento que el partido. Y en eso creo que el proceso que nosotros estamos construyendo tiene que ver con reconstruir un movimiento político, social, cultural que tenga la fuerza de pensar una realidad distinta. Las herramientas políticas que usemos para tratar de construir eso las discutiremos, pero me parece que lo más importante es cómo reconstruimos ese movimiento, que es el que le da fuerza a las transformaciones. Nunca un partido solo ha logrado ninguna transformación en la historia si detrás de eso no había un movimiento de personas o una gran organización que tuviese el convencimiento de la dirección que toman los procesos. Yo creo que estamos en eso, estamos en un proceso que es correcto, y así nos lo marcan no solo los resultados electorales, sino los compañeros, la gente en la calle, transmitiendo su esperanza y su ánimo de la construcción que estamos haciendo. Y bueno, los resultados electorales también nos están diciendo algo concreto, que me parece que en el escenario actual no es algo mínimo, porque si hay algo que creo que necesita el movimiento nacional, además de su reconstrucción, su reordenamiento, es un triunfo político. Que no lo estamos encontrando en ninguna parte de la Argentina, que quizás nosotros acá en Rosario vamos dos pasitos adelantados en esto de repensar las construcciones que expresen políticamente a las mayorías nacionales, a los laburantes, a los humildes. Me parece que nosotros arrancamos en el 2023, estamos un poquito más adelantados. Creo que por más adelantados que estemos no estamos equivocados, porque la oportunidad de construir un triunfo la tenemos. No está garantizado, pero la tenemos. Entonces, me parece que el peronismo, que es una fuerza política que sobre todo la convoca la posibilidad de triunfo y de real disputa por el poder, entiende que en esta construcción eso existe, que eso es uno de sus principales activos: la posibilidad de un triunfo político. Y que en este contexto y en este escenario, ese triunfo no es solo algo local, sino que forma parte de una disputa nacional de empezar a frenar y al gobierno de Milei acá en Rosario. —¿Qué es lo que ves vos que más duele del discurso o de la práctica política que baja del gobierno nacional? —Duele cuando las motosierras se la meten a los jubilados, cuando se la meten a las empresas nacionales y las fábricas empiezan a cerrar y a echar a patadas a los laburantes que quedan en la calle. Cuando hay familias que no tienen para comer. Viene de ahí el dolor. Que no es una situación nueva, porque en Argentina hay pobres desde siempre, pero sí que el fenómeno de hacer política congratulándose con esa situación, celebrando el dolor de otro, eso sí es nuevo, y de buscarlo como forma de gobierno, de mostrar éxito en su gestión: que los jubilados tengan jubilaciones de hambre, que los médicos tengan que estar haciendo protesta todos los días porque tienen el sueldo por debajo de la línea de pobreza, sacarle la comida a los comedores que le dan de comer a los pibes que tienen hambre, me parece que eso sí es un dato nuevo. El ser descarado en la política. Pero bueno, creo que frente a la dirigencia nuestra que era demasiado pacata y formal, llamó mucho la atención, pero el dolor que genera este gobierno a algún lado va. Nosotros lo queremos conducir hacia una expresión política. —Bueno, me imagino que habrás visto en el barrio, en los lugares donde vos actuás, a muchos compañeros o ex compañeros, trabajadores, gente humilde que votó este gobierno. ¿Qué estás viendo ahora? —Mirá, nuestro pueblo tiene muchas estrategias de supervivencia. Las ha aprendido con el tiempo y no le cuesta mucho eso. Pero sí creo justamente eso, que el dolor a algún lado va, y me parece que Milei es un poco consecuencia de ese dolor acumulado, de un montón de deuda que la democracia y el sistema político no resolvió, pero que está generando más dolor. Y eso es muchísimo más peligroso, porque no sé si la política puede encausar ese dolor dentro de su sistema político. Sí creo que hay que hacer política de otra manera, que tiene que ser cerca de la gente, que tiene que ser con el compañero, con la compañera, que hay que moverse, que hay que estar junto al dolor de la gente. —¿El desafío sería reconducir ese nuevo dolor o ese agravamiento del dolor hacia una opción política y no hacia el desencanto total? —Sí, sí. El desafío nuestro es ser la expresión política de los que necesitan que la política esté en función y al servicio del pueblo. Y no de los gobernantes. Lo otro tiene que ver con el sistema democrático, que creo que nosotros, como espacio político, también asumimos un poco el desafío de repensarlo y ser creativos para que funcione.

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