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  • Falleció Héctor “Chiquito” Muriado, el locutor ambulante que puso palabras a la ciudad

    » El Sur Diario

    Fecha: 26/06/2025 00:30

    El pasado sábado, Villa Constitución perdió a una de sus voces más emblemáticas. Falleció a los 89 años Héctor “Chiquito” Muriado, figura popular, locutor ambulante, animador de clubes, músico, actor y, sobre todo, vecino muy querido. Para muchos, su voz no solo anunciaba eventos o promociones: era parte del paisaje sonoro de la ciudad, como una campana que resonaba en cada esquina con afecto y vitalidad. Conocido simplemente como “Chiquito” —incluso él mismo reconocía en vida que muchos no sabían su nombre real—, supo ganarse un lugar único en la comunidad gracias a su calidez, su energía contagiosa y su pasión por la comunicación. Su vida fue, en muchos sentidos, un homenaje viviente a la palabra hablada. Un barrio, una infancia, una vocación Nacido el 23 de enero de 1936 en el barrio Talleres, creció entre calles de tierra y campo abierto, donde cada cuadra parecía un mundo. Con cariño recordaba esa infancia compartida con vecinos y amigos, jugando entre zanjones y descampados, construyendo sueños con los recursos que había. Desde pequeño, se sintió fascinado por la radio. “Me gustaba desde chico. Transmitía los partidos en mi cabeza, conocía a todos los jugadores. Me despertaba e imaginaba que estaba en la cancha, como los que escuchaba en la radio”, contaba en una entrañable entrevista que Diario SUR le realizó en julio de 1998, en ocasión del Día del Locutor. Esa pasión se consolidó con el tiempo. En 1958 comenzó a hacer transmisiones de fútbol por la radio de Villa, entonces en AM (con permiso precario). Desde entonces, la voz de “Chiquito” no dejó de acompañar. El locutor del pueblo Con los años, su sello distintivo se volvió la publicidad rodante: a bordo de su automóvil, equipado con altoparlantes en el techo y micrófono en mano, recorría las calles de Villa Constitución y de otras ciudades vecinas anunciando espectáculos, productos, bailes y todo tipo de eventos. “Si tengo que grabar, sufro”, decía. Lo suyo era la calle, el contacto directo, el saludo espontáneo que tantas veces recibió al pasar. Durante años trabajó junto a Aldo Ramini, quien lo llevó a San Nicolás para hacer campañas publicitarias. Más tarde, gracias al apoyo de la firma Villber, desarrolló su propio sistema con vehículos propios. Su trabajo lo llevó también a Ramallo, La Emilia y otros puntos de la región. Con él, la publicidad se volvió una experiencia cercana, casi familiar. Músico, actor, productor Pero Muriado fue mucho más que un locutor callejero. Su amor por el arte y el espectáculo lo llevó a explorar muchos caminos. Junto a su hermano Tito (Eduardo) fundó la orquesta “Los Cariocas”, que llenó de música tropical, fox trox, baión y pasodobles los salones de clubes como San Martín, Belgrano, Argentino Oeste y Regatas. Él tocaba el acordeón a piano, mientras que su hermano cantaba bajo el seudónimo de Eduardo De Palma. En paralelo, también brilló en el teatro. Tras iniciarse en San Nicolás con la obra “Qué noche de casamiento”, impulsó en Villa la formación del elenco “Teatro Experimental Candilejas”, junto a referentes como Santiago Lischetti, Elsa Gatti, Rogelio Biscaro, Alicia Medina y Rubén Fontanella. El debut fue un éxito rotundo: localidades agotadas y aplausos que sorprendieron incluso a los actores. Aunque no pudo actuar en la primera función por una fiebre repentina, tuvo revancha en la reposición de la obra semanas después. Un legado que no se apaga A lo largo de su vida, “Chiquito” colaboró con instituciones, produjo bailes memorables, recorrió autódromos del país con LT8 de Rosario como parte de las transmisiones automovilísticas, y nunca dejó de estar presente en los eventos de la ciudad, como una especie de embajador afectivo y sonoro. Su historia es también la de una época: aquella en la que los vínculos se construían con la voz y la presencia, con la cara visible de quienes ponían cuerpo y corazón a todo lo que hacían. “Chiquito” no fue un locutor más. Fue un animador de la vida cotidiana. El que saludaba desde el auto, el que anunciaba con entusiasmo la llegada de un circo, un baile o un remate, el que transformó un trabajo en una forma de hacer comunidad. Hoy su micrófono está en silencio, pero su voz seguirá resonando en la memoria colectiva de Villa Constitución. En cada calle que recorrió, en cada saludo recibido, en cada historia que sembró con su presencia entrañable.

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