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» Primerochaco
Fecha: 25/06/2025 20:41
Mientras muchas personas prefieren viajar de noche por menor tránsito, los especialistas advierten que los riesgos aumentan hasta diez veces. La percepción visual se reduce y la atención se dispersa con facilidad. Por Pablo Aitkel, especialista en seguridad vial En esta época del año, cuando aún es de noche al salir a trabajar, es importante revisar los hábitos y recaudos en la conducción nocturna. Si bien muchas personas eligen circular por la ruta durante la madrugada por la baja circulación, los riesgos que conlleva esta decisión suelen subestimarse. “La percepción visual cambia totalmente. Perdemos la capacidad de calcular distancias, contrastes y distinguir objetos con claridad”, advierte Pablo Aitkel. La iluminación de los vehículos, especialmente con luz baja, alcanza a cubrir apenas 80 u 85 metros hacia adelante, lo que reduce significativamente el tiempo de reacción ante imprevistos. En condiciones óptimas —una noche despejada y seca— esa distancia resulta limitada si se circula a velocidades habituales. Pero en caso de lluvia, niebla o fatiga del conductor, el riesgo se multiplica. Fatiga, monotonía y “sueño blanco” Uno de los mayores peligros al volante en la noche es el efecto de la somnolencia, en especial cuando se suma una jornada extensa de trabajo. “Nuestro cerebro está biológicamente adaptado para estar activo durante el día y descansar por la noche”, explica Aitkel. Esto da lugar a fenómenos como el “sueño blanco” o conducción subconsciente, donde el conductor puede estar con los ojos abiertos, pero en piloto automático. “Es típico de rutas largas, rectas y monótonas, como la que une Resistencia con Formosa”, ejemplifica el especialista. La falta de curvas, eventos o estaciones de servicio puede llevar a la mente a distraerse con pensamientos ajenos a la conducción. La conversación como distracción Otro mito muy extendido es que “hay que ir hablándole al chofer para que no se duerma”. Si bien esto puede ayudar en algunos casos extremos, la realidad es que conversar activa procesos cognitivos complejos, como la elaboración de respuestas, que generan distracción. “El problema no es tanto escuchar, sino pensar qué se va a responder. Eso exige recursos mentales que quitan atención de la conducción”, asegura Aitkel. Aunque el conductor parezca atento a la ruta, su mente puede estar ocupada en otro proceso. Estudios europeos con cámaras y sensores han demostrado que la atención visual se mantiene, pero las reacciones motrices y perceptuales se ven alteradas durante una conversación, incluso usando manos libres. Percepción selectiva y diferencias entre géneros El cerebro humano ha evolucionado para enfocar la atención en un solo estímulo a la vez, como bien lo saben los ilusionistas. La percepción selectiva impide que el conductor pueda procesar simultáneamente todo lo que ocurre alrededor, especialmente si hay distracciones internas. En ese sentido, Aitkel señala una diferencia interesante: “Las mujeres cometen menos errores humanos que generan accidentes que los hombres”. Esto se explica, en parte, por una evolución distinta del cerebro femenino, con mayor capacidad de atención multitarea, relacionada con la crianza y el hogar. En contrapartida, el hombre tiende a ser más agresivo en la conducción, con maniobras de sobrepaso más arriesgadas y mayor velocidad. “El adolescente varón, por ejemplo, muchas veces busca exhibirse, como el pavo real con sus plumas. Ese comportamiento se traduce en maniobras temerarias”, comenta. De mitos y pioneras al volante El prejuicio de que las mujeres manejan peor que los hombres tiene una raíz histórica. En los primeros tiempos del automóvil, la dirección y los frenos eran mecánicos, lo que demandaba fuerza física. Pero eso cambió con el tiempo, al igual que los roles y la visibilidad femenina en el automovilismo. “El primer viaje en auto lo hizo una mujer. Y una mujer también inventó el espejo retrovisor: Dorothy Levitt”, recuerda Aitkel. Aunque la patente fue registrada por un hombre, la idea y su aplicación práctica surgieron de ella. Casos como este invitan a revisar los mitos construidos alrededor del género y la conducción. “Estamos en tiempos de derribar ideas viejas con datos y ciencia”, concluye.
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