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Parana » AnalisisDigital
Fecha: 25/06/2025 16:20
Fernando J. Ruiz (*) Los liderazgos polarizantes suelen encontrar su legitimidad en procesos sociales traumáticos previos. Por eso, representan el lenguaje áspero y las formas bruscas de la indignación. El kirchnerismo fue horneado en los fuegos del 2001, y el mileísmo en los fracasos de los últimos gobiernos. En el 2023, la hiperinflación se instalaba y un horizonte caótico hizo que muchos jóvenes emigraran de un país sin futuro. Ante ese contexto traumático, un tercio del país apoyó el liderazgo revolucionario del presidente Milei. Es obvio que para hacer una reforma profunda se tienen que tener y, sobre todo, mostrar convicciones indestructibles. Pero Milei cree además que hay que destruir las convicciones de los demás como sea, como si tener convicciones indestructibles fuera incompatible con el respeto por las ideas de los demás. La civilidad, en este mar de indignaciones, sería una idea ñoña. El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. Pero a los revolucionarios siempre les ha molestado la libertad de expresión. “La petición de prensa libre cuando la Revolución está triunfando es un acto contrarrevolucionario. Supone libertad para combatir la Revolución. Y no puede haber libertad para combatir la Revolución”, decía Maximiliano Robespierre en los momentos más intensos de la Revolución Francesa. En otro discurso histórico, Fidel Castro dijo ante artistas e intelectuales en 1961: “¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”. Si bien Milei o Trump no han metido preso a nadie por opinar, la libertad de expresión está en riesgo porque el ataque discursivo es una represalia contra el que informa u opina. No es un ataque a los argumentos, es un ataque a las personas. Si hubiera plena libertad de expresión, no habría represalias por lo que uno dice. Además, esta guerra de palabras se está convirtiendo en una guerra legal. Trump ya le ganó batallas legales a Meta, X, Disney y avanza sobre Paramount. Milei vive en un país donde la protección constitucional a la prensa es más alta que en Estados Unidos, pero dependemos de un poder judicial más incierto. En este contexto de libertad de expresión acosada por un gobierno con impronta revolucionaria, ¿cuáles serían las libertades que los periodistas deben proteger? Podemos hablar de cuatro libertades básicas, que no son abstractas sino bien concretas. Libertad de prensa. Evitar la interferencia externa en la autonomía de la prensa. El monitoreo de FOPEA, liderado por el periodista tucumano Fernando Stanich, registra un inédito nivel de agresiones. La agresión discursiva la lidera el presidente Milei llegando ya a los cien exabruptos contra periodistas en lo que va del año y, sumando las agresiones de todo origen, ya se registra una agresión física semanal en todo el país. Esta es la libertad urgente. Libertad periodística. Esta consiste en que los periodistas puedan hacer periodismo profesional en el interior de las redacciones. Si estas son un corralito muy estrecho, donde no se puede hablar de muchos temas o personas, no se puede informar de modo profesional. Libertad de fuentes. La calidad de la información depende de que las fuentes que tienen información sensible sientan que pueden hablar con libertad. Los informantes funcionan como alertadores que tienen que sentirse protegidos. Libertad de los clics. Podemos tener las anteriores libertades disponibles, pero no las usamos porque estamos sometidos a una ciega lógica de sumar clics que nos saca de los temas de interés público. Ese es un periodismo vaciado por dentro. No se trata de negar la necesidad del clic, sino de no perder el equilibrio. Estas son las libertades que debemos defender para poder relacionarnos con las necesidades de las personas comunes, que es el objetivo principal, si no, como dice León Gieco, “la realidad baila sola en la mentira”. En este contexto, la expresión de un periodismo libre en Argentina es que se pueda conectar con todas las partes en las que se divide el país, y no solo con la parte más afín. “Hoy no somos un país, somos pedacitos de país”, dijo Paula Moreno, presidenta del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), en el reciente congreso de Córdoba, ante un auditorio repleto. Hoy la libertad es la capacidad de insertar matices en los relatos cerrados. Es ahí cuando el trabajo de un periodista está pensado para llegar a las personas más reticentes a sus ideas. El impacto no es inmediato, pero la carrera por la verdad no es de velocidad, sino de resistencia. El lema de las redacciones podría ser “si hay libertad, hay matices”. (*) Profesor de Periodismo y democracia en la Universidad Austral. Esta columna fue publicada en Perfil.
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