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Parana » Uno
Fecha: 25/06/2025 06:04
El defensor da clases en la Mount Roskill Intermediate School y colabora también en una escuela primaria. Ante Boca vivió un sueño al marcar. La figura de Christian Gray (28) se volvió el centro la escena este martes tras convertir el gol del empate para Auckland City ante Boca Juniors en la tercera fecha del grupo C del Mundial de Clubes. El defensor, que forma parte de un plantel que vive de otras profesiones ya que la liga neozelandesa es amateur, marcó de cabeza tras un tiro de esquina desde la derecha, en el arranque del segundo tiempo, en el estadio Geodis Park de Nashville. Gray nació el 29 de noviembre de 1996 en Gisborne, Nueva Zelanda. Es integrante del Auckland City desde 2022. Además de jugar al fútbol, trabaja como docente. Da clases en la Mount Roskill Intermediate School, una escuela intermedia en Auckland, y también colabora en una escuela primaria de la ciudad . Su padre, Rodger Gray, dirigió la selección nacional de Nueva Zelanda y ahora supervisa la seguridad del club. El tanto de Gray frente al conjunto de Miguel Ángel Russo, que quedó fuera de competencia tras la victoria de Benfica ante Bayern Múnich, es el primero -y probablemente el último- del equipo en el torneo. El Xeneize, que había empezado ganando, se vio sorprendido por la reacción del conjunto neozelandés, que logró el empate parcial antes de que el partido se suspendiera varios minutos ante amenazas de tormentas. Todos los futbolistas del multicampeón de Oceanía se entrenan por las noches y viven, en realidad, de otra cosa. Uno trabaja en el depósito de una fábrica manejando un toro mecánico, otro es asesor comercial en una empresa de herramientas para la construcción, hay un agente inmobiliario y hasta un peluquero. Cada uno de ellos juegan por amor a la camiseta y por el orgullo de representar a su nación. Christian Gray, del Auckland City, en el centro, celebra tras anotar el primer gol de su equipo con sus compañeros durante el partido de fútbol del Grupo C de la Copa Mundial de Clubes entre Auckland City y Boca Juniors en Nashville, TennesseeJohnnie Izquierdo - FR172149 AP Todo en Auckland City funciona distinto. La Federación de Nueva Zelanda impuso un tope salarial para mantener el espíritu amateur: ningún jugador puede cobrar más de 150 dólares neozelandeses por semana — 90 dólares estadounidenses-. A cambio, los clubes ofrecen alguna ayuda menor, como cubrir la cuota del gimnasio o la nafta. En Auckland ni siquiera hace eso. Si el equipo juega lejos, el club paga el vuelo y la comida. Nada más. En ese marco, los jugadores viven sus carreras deportivas con una rutina difícil de sostener en el tiempo. En abril, Auckland viajó a las Islas Salomón para disputar la Champions de Oceanía. Muchos de sus referentes no pudieron estar. No por lesiones ni decisiones tácticas. Simplemente, no les dieron permiso en el trabajo. Entre los ausentes estuvieron el capitán Mario Illich, el goleador Angus Kilkolly, el zaguero Alfie Rogers y el extremo Regont Murati. Cuatro titulares. Cuatro historias. Algunos habían agotado sus días de vacaciones. Otros eligieron guardarse el tiempo para poder estar en el Mundial de Clubes. Antes, cuando el torneo se resolvía en dos semanas, era posible combinar las fechas con el calendario laboral. Pero el nuevo formato, con más equipos y más días de competencia, volvió todo más complejo. En Auckland, muchos jefes fueron comprensivos. Otros no tanto. Hubo jugadores que se animaron a pedir favores. Otros apelaron a colegas. Algunos enviaron correos formales, y otros pidieron permiso casi de rodillas. Agustin Kikkolly era pintor y se perdió la Champions de Oceanía porque no le dieron permiso en el trabajo Durante la temporada, Auckland practica cuatro veces por semana, más el partido. Siempre de noche. Muchos llegan al club con el uniforme de trabajo en el bolso, todavía manchado de pintura, de polvo o de grasa. Se cambian rápido y salen a la cancha. Los lunes son los más pesados: hay piernas duras, ojos cansados. Por eso, cuando llegan a un certamen como éste y pueden entrenarse por la mañana, con el resto de la jornada libre, lo sienten en el cuerpo. Descansan mejor, comen mejor, tienen tiempo para elongar, para charlar con los compañeros. El fútbol se parece un poco más a lo que siempre soñaron, y también a cómo es en casi todas partes. Los trabajos de los jugadores de Auckland City Illich, el capitán, y Rogers trabajan como representantes de ventas en Coca-Cola. Recorren negocios, negocian contratos e implementan estrategias para crecer en un mercado donde nadie los conoce por lo que hacen los domingos. Kilkolly, el 9, era pintor, pero ahora es asesor comercial en Milwaukee. El lateral Regont Murati trabaja en logística, y Jerson Lagos corta el pelo en una barbería de barrio. Adam Bell atiende en una tienda que vende de todo: desde pintura hasta plantas. El arquero Conor Tracey, que perdió el puesto tras la goleada sufrida ante el Bayern, pasa los días manejando un elevador en el depósito de una fábrica, cargando cajas de un lado a otro. Gerard Garriga es español y trabaja dando charlas en colegios para promover el fútbol en Nueva Zelanda Dylan Manickum, atacante y capitán de la selección neozelandesa de fútbol sala, se desempeña como ayudante de ingeniero vial. Adam Mitchell, el otro capitán, es agente inmobiliario: trabaja con su padre, cuya agencia patrocina a un equipo rival de la liga. El delantero Joseph Lee está en atención al cliente en una empresa de celulares y electrodomésticos. Y Gerard Garriga se dedica a dar charlas en escuelas para promover el fútbol en el país. Los más jóvenes aún viven con sus padres o estudian. Ninguno vive exclusivamente del fútbol.
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