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  • “La Nueva Tierra”: Sebastiano Mauri mezcla humor, ayahuasca y autodescubrimiento en su nueva novela

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/06/2025 14:59

    Sebastiano Mauri presenta "La Nueva Tierra", una novela sobre identidad, espiritualidad y transformación personal Sebastiano Mauri lo ha hecho de nuevo: el libro La Nueva Tierra (Adriana Hidalgo, 2025), escrito durante la primera cuarentena, llega en su edición castellana y en la patria de su madre, por la editorial que lo publicó por primera vez —Disfruta del problema: Relajate y goza–. “Mi madre es argentina. Toda su familia es de acá. Vengo de toda mi vida, es mi segundo país, entonces para mí era como una evolución natural”, señala acerca de ser editado en el país. Y no es el único punto coincidente con su primera novela. La búsqueda y definición de la identidad y el humor para narrarlo son su seña característica. Aunque, dice, aquella “era más sexo, droga y rock n’roll en los años 90 en Nueva York”, ciudad en la que vivió, ya que se graduó en cine. Allí vivió quince años, adquirió experiencia, se apropió del idioma, pero se fue, ya que señala que es una ciudad que “te da mucho, pero si te das cuenta, te saca más de lo que te está dando. Se renuncia a un montón de cosas para vivir ahí”. Esa reflexión da cuenta de una sensibilidad única. Y así, por diferentes circunstancias que lo llevaron a experimentar con la ayahuasca, se llega a La Nueva Tierra, su flamante publicación que hoy será presentada en Eterna Cadencia a las 19 junto con Dario Sztajnszrajber. En esta novela, su protagonista –su personaje, como lo llama él, una suerte de alter ego–, Leone Amoedo viaja a la Amazonía del Perú por invitación de su prima y cómplice de la vida, Nur. Ella cree que él necesita una transformación, y no se equivoca. Mauri destaca la importancia de la ficción como herramienta para revelar verdades personales y universales Sin escatimar en detalles –en la que se evidencia su formación cinematográfica–, sumerge de a poco a los lectores y lectoras en un universo desconocido tambien para el protagonista que, fiel a su personalidad, ingresa distraído, pero se enfrenta a cierto baño de realidad. Estructurada en capítulos breves pero igual de intensos que las experiencias a las que se enfrenta Leone, La Nueva Tierra convoca a la reflexión, al disfrute y la emoción sin perder la sonrisa. Tras una conversación amena, entretenida, en la que no faltó el análisis coyuntural, la ironía y las anécdotas más diversas, Infobae Cultura acerca a los lectores algo del mundo en torno de La Nueva Tierra, de Sebastiano Mauri y de sus emociones. —Siempre me gusta preguntar cómo surge escribir una novela. Más, en este caso, en el que entiendo que está basado en una experiencia personal. Y me gustaría preguntarte, además, cómo las licencias que vos tomás son puestas en evidencia. En el cierre hablás de una prima, como en la novela. Como que no hay una búsqueda de que sea estrictamente ficción, como si hubieras dejado pistas para que la gente supiera que eso pasó. —Te digo mi postura. Yo lo presento como ficción, te doy todos los elementos, como decís, también, en los agradecimientos, en mi biografía, para decir “bueno, pero acá no hay ficción, porque claramente hay mucho en común con su propia biografía”. Además, lo escribo como si fuera todo verdadero. Tiene que ver con el hecho, también, de que yo me gradué en cine, estudié cómo escribir guiones. Es muy visivo cómo el cine tiene que parecer, tenés que hacer la suspensión de incredulidad. Tenés que creer en los personajes, en lo que están pasando, identificarte. Entonces, lo escribo todo como si vos leyéndolo dijeras: “sí, sé que me lo está presentando como ficción, pero me queda re claro que todo esto es verdad”. La verdad es que es menos verdad también de lo que uno piensa, pero también cuando me estoy inventando, trato, si hago un buen trabajo, de que vos sigas pensando “acá no te creo, no es ficción, pero esto es lo verdadero”. Lo de la ficción a veces es un instrumento que te ayuda a ser más honesto no menos honesto. No es una manera para distanciarte de la realidad, por el contrario, con la protección de la ficción, con la protección del personaje, que siempre más o menos vos podés terminar manejando cuando querés asumir toda su mierda, lográs ir más profundamente a la verdad de lo que pasó. A veces, si tenés un nombre verdadero, situaciones verdaderas, vas a adoptar las mismas máscaras que probablemente usaste cuando lo viviste en la vida real. La ficción, para mí, es una manera de sacar más la verdad. Que hay mucho de lo que yo viví y que hay mucho de mis experiencias, que las heridas de mi personaje coinciden mucho con mis heridas, es así, tu impresión es correcta, no lo voy a negar. La selección de epígrafes en cada capítulo busca diversidad de voces, especialmente femeninas, para enriquecer el mensaje —La novela, que es muy profunda y aborda temas que calan muy hondo –incluso la muerte y la espiritualidad, entre otros– está escrita no solo de forma muy amigable, sino, además, con bastante humor. ¿Es tu manera de escribir el mundo? —En general, y naturalmente, me voy hacia la comicidad, o la ironía, por lo menos. Primero, porque pienso que es un signo de maduración, en el sentido que Ethel Barrymore, de la familia Barrymore, de los actores hollywoodenses, decía: “Crecés el día que logras reírte de ti mismo”. Creo mucho, también, en el poder curativo de la risa, sobre todo si estás hablando en momentos difíciles o trágicos de tu vida, que quizás te hicieron sufrir, te dieron miedo, te hicieron llorar, te dieron dolor o lo que sea. Si con el tiempo lográs hacer ese cuento con una vena irónica, vos te estás elevando. Siempre riéndote, vos te elevás arriba del objeto de tu risa. Es una manera para procesarlo. Pienso que una vez que lográs ponerle algo de irónico a eventos que te parecían tan pesados, le estás sacando importancia, le estás sacando peso. Sorprendentemente, estás un poco curando. Y segundo, lo mismo, como decía Luigi Pirandello, el autor de teatro italiano: “Más es pesado el argumento, más liviano tendría que ser el lenguaje con el cual lo comunicás”. En este caso, estoy hablando de cosas muy serias, de los espíritus, de las plantas, de los animales, de los muertos, y el bien del mundo en general. El sistema ecológico, el sistema patriarcal, que va de la mano con la destrucción de la naturaleza, ecofeminismo. Todos temas que, dichos así, suenan todos pesados… —Incluso entre los mismos personajes. Este vínculo que tiene Leone con su prima Nur, como de desacralizar, y no por eso tomarlo con liviandad. Ellos mantienen esa cosa como de juego permanente. —Sí, sí. Por eso me interesaba también la relación con ella, que es claramente una relación que es bien antigua, que ya tenían desde que eran niños. Así que alguna mecánica, alguna manera de dialogar entre ellos o la misma de los dos niños que crecieron juntos, que la mantienen todavía ahora, más jocoso, playfull. —No lo había pensado hasta ahora, pero me doy cuenta de que ella le oculta su enfermedad, y pensaba si no hay una cuestión como de desdramatizar, si tiene que ver con esto, con el vínculo de alegría o de divertirse. —Y puede ser por eso, yo tampoco lo había pensado. Quizás hay algo de eso. Pero también tenía que ver con presentar a una mujer fuerte, independiente. Fuerte de verdad, que hasta en un caso así no va enseguida a llorar sobre la espalda de otro, llorarse encima, hacerse la víctima. Al contrario, toma sus decisiones. Se va sola a la jungla amazónica. —Sí. Un contrapunto total con él. —Sí, exactamente. Sería ella el héroe del viaje [ríe]. Él está más perdido psicológicamente, es más miedoso. —De hecho, ella lo convoca; “porque vos lo necesitás”, le dice. —Literalmente ella le dice “Vine acá para aprender a morir, pero te llamé porque quisiera que, en cambio, vos aprendas a vivir, mientras estás a tiempo”. 'La Nueva Tierra' se presenta en Eterna Cadencia junto a Darío Sztajnszrajber, para resaltar su dimensión existencial y filosófica —Que en algún punto “mientras estás a tiempo” tiene que ver con ella, ¿no? Es algo que vuelve. Cierra el círculo. —Sí. —En una primera instancia, incluso, entiendo, como estrategia de marketing, el libro se presenta como una novela sobre un viaje de ayahuasca. Sin embargo, rescataría el subtítulo –“Un viaje chamánico en busca de la propia identidad”–. ¿Cómo definirías vos el libro en pocas palabras? —Bueno, es un viaje de toma de conciencia personal y universal. Universal, en el sentido, y personal, por la ayahuasca. Todo lo que es cura chamánica siempre trabaja sobre esos dos planos paralelos: en la cura de la persona, y que esa cura de la persona se refleje en la cura, para usar ese término, de lo que es tu alrededor. El principio chamánico dice “Un chamán no puede curarte a vos, por ejemplo, tu dependencia del celular si el chamán está dependiente de su celular”. Si la chamana es alcohólica, va a ser imposible que te cure tu dependencia. Si la chamana está en una relación tóxica y quizás violenta, no puede curar tu relación tóxica y quizás violenta. Un chamán para poder curar a los otros algo tiene que curarse a sí mismo. En ese sentido, la medicina, las plantas, trabajan siempre para ir a limpiarte a vos de todo lo que es dañino, lo que no sea verdadero, lo que te haga mal al espíritu o al cuerpo, para que después puedas trabajar con esa energía hacia el resto y al resto del mundo. La planta maestra, el sentido, que lo hacen las enseñanzas que te dan, tiene un interés personal, también. Siempre las plantas usan los animales, para polinización, para pasar semillas, etcétera. Seducen animales de manera distinta, según cómo le pueden servir los animales. Las plantas maestras entendieron que el ser humano es un animal muy poderoso que puede hacer el bien y el mal en su propio ambiente. Y entonces, lo que hacen es tratar de tener un ser humano más sano, que se acuerde de lecciones medio ligadas –no para la gente de, por ejemplo, los pueblos originarios, que todavía viven en comunidades en contacto con la naturaleza–. Entonces, la planta maestra lo que hace es recordarnos esos principios muy básicos que sirven para la sobrevivencia de todo ecosistema, incluida la casa de la ayahuasca misma, ¿no? Es como un mensaje interesado. El libro explora el viaje de Leone Amoedo a la Amazonía y su búsqueda de autoconocimiento a través de la ayahuasca —Me llamaron la atención los epígrafes en todos los capítulos; son de los más diversos autores, ¿cómo fue esta selección? —Algunos autores que leía, y otros los iba buscando. Viste que hoy en día se puede ir a cazar, a cazar quotes, epígrafes sobre distintos argumentos. Y también traté de delimitar los números de machos blancos. —Sí, sí, vi bastantes mujeres. —Que fueran voces distintas, que haya muchas voces de mujeres, de mujeres no blancas necesariamente. Era eso. Y, sobre todo, que fueran las que más exprimían el alma, el mensaje, de ese capítulo. —Pero no era que los tenías subrayados en un cuaderno. —Algunos sí, otros no, iba cazando. Puedes ir buscando todo online. Lo mismo para esto. —Pero está bueno esto que decidiste, de elegir autores que no sean nada más… —Machos blancos… (risas) —...que hubiera mujeres. En eso sí hubo una elección a conciencia. Más allá de si los buscaste por internet o si algunos los tenías subrayados. Hubo una búsqueda ahí, sí, además, del equilibrio, ¿no? ¿En la edición italiana había sido así, también? —Sí, había sido así, la cura de la herida con lo femenino, que es uno de los temas que enfrenta mi personaje es uno de los temas que tiene que enfrentar también la sociedad en general. Por lo que antes dije, que siempre se cura lo personal para curar lo general. Y entonces, uno ve la manera en la cual se puede aplicar esa lección. Una era esa, también, ¿no? Ese era uno de los miles de aspectos en los cuales trataba de darle una forma de curar nuestra herida con lo femenino. Empezar a escuchar más, también, las voces femeninas. La obra combina humor, reflexión y profundidad para abordar temas como la muerte, el ecofeminismo y la sanación personal —Salir del mainstream, ¿no? La novela trata de la vida de Leone, y muy de cerca de la de Nur, sin embargo, se presentan pinceladas muy profundas de otros de los “pasajeros”, como Sava o Jean, ¿cómo lograste construir historias con tanto peso con pocos datos e incluso apariciones? —Quizás tiene que ver con lo que me enseñó el cine. Por ejemplo, cada personaje tendría que tener una evolución, por cuanto sea chico, darle un mínimo. Para tener una evolución, necesitás tener un problema, también, tener siempre una razón de conflicto, y ojalá aprender algo sobre ese conflicto, y quizás salir ganando, de alguna manera, o por lo menos responder positivamente a un cambio que se te viene. Esa podría ser una de las razones por la cual te quedan, porque también los personajes secundarios tienen su propio arco narrativo. —Y también funciona, por ahí, en relación con el personaje principal. Jean tampoco tiene resuelta su sexualidad. O Sava, que también vive en Milán. —Son espejos, también, del personaje. Cada uno sirve para sacar un costado distinto del personaje principal, como en el caso de Jean, el francés que no acepta su propia sexualidad, y se lo muestra la medicina justo para hacerle ver cómo él mismo, que se siente liberado, tampoco está tan liberado. No sentirse libre tiene el mismo efecto sobre el otro. Tu libertad libera a los otros. Tu censura censura los otros. Otra vez es el mismo trabajo: lo personal es universal. Lo universal es personal. Virginia Woolf dice: “Si no decís la verdad sobre ti mismo, nunca vas a poder decir la verdad sobre los otros”, por ejemplo. Para un escritor es muy importante; si sos el primero en escribir un punto de vista hipócrita o muy parcial, en lo cual estás escondiendo grandes verdades tuyas, es difícil que seas honesto y que hables de la verdad cuando estás hablando de los otros, también. El autor, de raíces argentinas e italianas, elige el italiano como idioma de escritura por su mayor dominio y comodidad —La Nueva Tierra es considerada novela, es decir, se encuadra dentro del género narrativo, sin embargo, se encuentran bastantes similitudes con textos como Así habló Zaratustra, por ejemplo. Hoy los géneros tienen poca importancia, y se desdibujan, ¿sería erróneo considerarlo un libro filosófico? —[Ríe] Bueno, yo no me atrevería a definirlo nunca así [risa]. Ahora lo vamos a presentar con Darío Sztajnszrajber, sobre todo delante de él y antes de encontrarme con él, nunca podría ni me permitiría definirlo como un libro filosófico. Seguro enfrenta temas existenciales. Los temas existenciales desde siempre son, quizás, el motor primario para todas las preguntas que la filosofía se hizo en miles de años de su vida. Entonces puede ser que toque esos temas, pero yo no podría nunca atreverme a definirlo así. —Para finalizar, y teniendo en cuenta que tu madre es argentina, las referencias a la ciudad son impecables, como si fueras argentino, ¿por qué el libro fue escrito en italiano y no en castellano? —La respuesta es muy simple: y es porque no puedo escribir en castellano. Lo aprendí de grande, a los 12 años, y no me siento bastante en casa como para escribir en castellano. Mi idioma es el italiano. Entonces es normal que para mí salga antes en italiano, que es donde más me siento en casa, y también con el italiano a veces cometo errores. En castellano quizás algún día, pero tendría que pasar más tiempo acá. Fotos: Gentileza Sebastiano Mauri, Adriana Hidalgo.

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